martes, diciembre 31, 2019

MI CINE INTERNACIONAL DEL 2019



Tras una preselección de cerca de 40 títulos de entre los estrenados comercialmente en España en cines o en plataformas de streaming entre el 01 de Enero y el 25 de Diciembre del 2019, aquí va una selección de diez películas internacionales que han sido muy importantes para mi en este año, complementada con otras diez que bien podrían haber entrado a formar parte de este Top-10 en cualquier otra circunstancia o según el día que hiciera la lista. 

Los títulos del cine español del 2019 irán en una nota aparte, como siempre... 

01. EL IRLANDÉS (Martin Scorsese, EE.UU.) 

El crepúsculo de los dioses de Scorsese – 76 años -, capaz de juntar de nuevo a sus icónicos Robert De Niro (75), Joe Pesci (75) y Harvey Keitel (80) y añadir a la mezcla al referente de la otra gran saga cinematográfica del cine de gangsters, Al Pacino (79), para un último baile juntos. Y que baile. El resultado es una película shakesperiana que se complementa a la perfección con sus Malas Calles, Uno de los Nuestros y Casino y con un personaje trágico, ese irlandés encargado de todos los trabajos sucios que acaba condenado al abandono y a sufrir el silencio de los suyos – ojo a Anna Paquin: es difícil expresar más con menos palabras – hasta su triste final. Una ópera magna a la que solo la libertad absoluta de Netflix le ha permitido a su director hacerla cómo ha querido, una lección magistral de cine de principio a fin, toda una celebración de su obra y un verdadero milagro por el que estar muy agradecidos y que algunos tuvimos el enorme privilegio de disfrutar en pantalla grande por un tiempo limitado. La mejor experiencia del año en una sala que he vivido en este 2019, sin duda. 

02. PARÁSITOS (Bong Joon Ho, Corea del Sur)

Bong Joon Ho lleva años deleitándonos con sus películas de género que esconden una profunda lectura social de su país, Corea del Sur y que ya nos ha dado un par de obras que rozan la maestría. Pero ha tenido que ser Parásitos, con su irresistible mezcla de drama, comedia negra y puesta al día de la lucha de clases, la que ha conseguido finalmente que Cannes primero y el resto del mundo después se rindiera a su indiscutible talento hasta convertirse en el fenómeno cinematográfico del 2019. Un punto de partida brillante y una endiablada estructura de guión que gira varias veces sobre sí misma hasta llevarnos por los caminos más insospechados todo ello ejecutado con enorme maestría desde la puesta en escena – que partido es capaz de sacar Bong Joon Ho de los reducidos espacios donde transcurre la acción - e interpretado por un reparto ajustadísimo liderado una vez más por un soberbio Song Kang-Ho. Magistral pieza de orfebrería cinematográfica a la que ni siquiera su un tanto discutible epílogo empaña sus logros. 

03. HASTA SIEMPRE, HIJO MÍO (Wang Xiaoushai, China) 


Hay películas que explican mejor la realidad de un país que cientos de noticiarios, le escuché una vez decir a Fernando Trueba. Él hablaba de Irán y Nader y Simin, pero la frase es perfectamente aplicable al cine de Wang Xiaoushai y especialmente a este denso e impresionante melodrama que partiendo de la muerte accidental del hijo de una pareja recorre tres décadas de la historia de China y las funestas consecuencias que la política del hijo único – vigente desde 1979 hasta el 2015 – ha tenido sobre el país. A partir de esa muerte inicial que preside toda la película el director chino nos cuenta la historia de los padres de ese niño, en paralelo a la una pareja de amigos más beneficiados por la fortuna y de paso, la historia de China entera, un país que a base de sufrir revolución tras revolución ya ni sabe cuál es su verdadera identidad. Cine poderoso como pocos, con dos intérpretes espectaculares y repleto de momentos maravillosos en los que la atención por el detalle, el gesto, lo que se calla y lo que se reprime importa tanto o más que lo que se dice. Un relato deslumbrante y a la vez íntimo, de enorme e imparable emotividad. 

04. LARGO VIAJE HACIA LA NOCHE (Bi Gan, China) 


Si uno se queda solo en el prodigio técnico del famoso plano secuencia en 3D de una hora de duración con el que Bi Gan cierra su portentosa segunda película, se corre el riesgo de perderse la verdadera importancia de una obra que navega con prodigiosa facilidad por un terreno de ensoñación entre el deseo, los recuerdos entremezclados y el mundo onírico que habla del enorme potencial del cine para modelar la realidad desde sus mismos cimientos. Jamás desde los mejores tiempos de David Lynch se ha acercado otro cineasta a retratar la esencia de un sueño desde dentro como lo hace Bi Gan en esta maravillosa experiencia impregnada por la poderosa sombra de Wong Kar Wai, el otro gran especialista en los amores perdidos y no recuperados salvo entre los pliegues de una memoria caprichosa. Puzzle hipnótico sin todas las piezas para su resolución, obra de arte imperdible y misterio irresoluble, todo en Largo Viaje Hacia la Noche produce una fascinación inagotable. Eterna. 

05. ÉRASE UNA VEZ EN HOLLYWOOD (Quentin Tarantino, EE.UU.)


Hasta ahora Tarantino había jugado en su brillante pero irregular filmografía a ofrecernos su versión de determinados géneros pasados por el personal tamiz de su prodigioso y visceral cóctel de cinefilia. Pero en su última película entra en un terreno de juego muy diferente, pues es cine hablando del propio cine y aquellos que lo forjan, es decir, el mismo alimento vital de alguien como Tarantino, que además coloca a sus criaturas en un terreno muy cercano al de su propia nostalgia y por lo tanto, más personal aun si cabe. El resultado es impresionante: Érase una vez en Hollywood habla del poder de la imagen para construir la memoria e incluso reconstruir la realidad tal y como debería haber sido. Los vaivenes entre un actor errático que no encuentra su sitio en el Hollywood que viene, su fiel doble que le acompaña como su sombra, confidente y soporte – soberbios Leo DiCaprio y Brad Pitt – y esa maravillosa actriz Sharon Tate que solo aspira a vivir a fondo su vida – su escena en el cine contemplándose a sí misma y disfrutando cada segundo es la escena de este 2019 – le sirven a Tarantino para crear una suerte de universo personal, reconocible y sin embargo, nuevo. Es una película sobre el cine, el tiempo y la nostalgia. Un Tarantino maduro al fin.

06. EL TRAIDOR (Marco Bellocchio, Italia) 


Como Scorsese con El Irlandés, pero en su caso sin el peso añadido y con la libertad de ser la primera vez que abordaba el tema, algo ciertamente extraño en un cronista de la historia de Italia que ha sido en su filmografía, Marco Bellocchio (80 años) nos ha entregado este 2019 una monumental película sobre la mafia siguiendo los pasos del arrepentido Tommasso Buscetta, que sobrevivió a la furia asesina de Totó Riina para acabar, con la ayuda del Juez Falcone, desmantelando la Cosa Nostra y metiendo en la cárcel a cientos de sus ‘Hombres de Honor’ Película oscura con el mayor antihéroe de los últimos tiempos – Buscetta está tan lejos de ser un héroe como un traidor, solo es un hombre con una prodigiosa capacidad de adaptación para la supervivencia – Bellocchio construye un complejísimo a la vez que brillante relato de un hombre atrapado entre sus códigos y su necesidad de sobrevivir, un relato cuyos hilos enredan hasta la maraña su ambigüedad moral y los vínculos entre la mafia y el poder político sin dejar de ser dramática, violenta, divertida, cruel y hasta ilustrativa. Enorme Pierfrancesco Pavino en su personaje e inmensa película esta El Traidor con la que Bellocchio salda de forma inmejorable la deuda que su filmografía, en cuanto crónica viva de Italia, tenía con la Mafia. 

07. RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS (Celine Sciamma, Francia)


Relato romántico en fondo y forma como ningún otro del 2019, la película de Celine Sciamma nos transportaba al agreste paisaje de la Bretaña francesa en 1770 para contarnos la preciosa historia de amor entre una artista y su modelo de una forma que en realidad nadie nos la había contado antes, pues aquí nada es tan sencillo como el esquema de la musa que inspira a la artista, sino que se subvierte el punto de partida, ya que es la artista quien, en secreto, ha de captar a su esquiva modelo sin que ésta se aperciba de sus verdaderas intenciones y es en ese proceso en el que la pintora inspira a la musa y viceversa donde nace una de las más arrebatadoras y a la vez tranquillas historias de amor que ha dado el cine en los últimos años. El juego de complicidades, requiebros y miradas entre las superlativas Adele Haénel y ese soberbio descubrimiento que es Noemie Merlant da como resultado una película apasionante que tiene en su maravilloso tramo final, un torrente imparable de emotividad corolario de todo lo visto y vivido anteriormente, su mejor baza para entrar en mi corazón y en esta lista. 

08. LOS HERMANOS SISTERS (Jacques Audiard, Francia)

Mi devoción por el western hace que me sea imposible ignorar la mejor contribución al género de los últimos años, que ha venido de la mano de Jacques Audiard y su cómplice habitual en la escritura Thomas Bidegain, quienes apoyados en un sensacional reparto en el que brillan no solo los enormes John C. Reilly y Joaquin Phoenix sino asimismo Jake Gyllenhaal y Riz Ahmed, consiguen el milagro de una película que es a la vez furiosamente épica y dolorosamente íntima o, lo que es lo mismo, revisionista del género a la fuerza de mirarla con un clasicismo que uno diría hasta pasado de moda. La aventura de estos forajidos persiguiendo a un químico en plena locura del oro va de lo costumbrista a lo cómico, de la acción seca al drama de lo inesperado, del paraje abierto del paisaje reconocible del western a la tragedia íntima de aquel que no puede, aunque quiera, escapar a su destino. Y todo fluye con una gracia y una elegancia que solo pueden calificarse de prodigiosas. Un relato brillante, melancólico, audaz y profundo. Una joya. 

09. GENESIS (Philippe Lesage, Canadá) 


Demasiado desapercibida ha pasado esta preciosa a la par que dolorosa indagación de Lesage sobre los primeros amores con tintes autobiográficos y que comienza con los problemas sentimentales de dos hermanastros que sufren por separado en sus carnes los primeros embates del deseo y el amor con un destino inequívocamente trágico gestado tanto por sus propias decisiones como por la incomprensión o la violencia de quienes les rodean. Sin embargo, en un quiebro tan brillante como arriesgado, Lesage contrapone a la desesperación de sus personajes el inocente y brillante romanticismo de dos preadolescentes que se conocen en un campamento infantil y que enlaza con su anterior filme, Los Demonios. Y es aquí donde resuenan con fuerza la ternura y hasta la poesía de ese primer encuentro, que recuerda al experimento que Jonás Trueba llevó a cabo en la segunda parte de su hermosa La Reconquista. De ese Génesis que uno sabe que más tarde tendrá tiempo de volverse amargo nace una de las películas más estimulantes y atrevidas del curso, entre la crudeza y el lirismo. Un regalo inesperado. 

10. GLASS (M. Night Shyamalan, EE.UU.)


Reconozco que Unbreakable (El Protegido) es una de mis debilidades por la maravillosa desconstrucción del concepto del superhéroe – y de su némesis el supervillano – que M. Night Shyamalan llevaba a cabo hace ya casi 20 años, mucho antes que el MCU rompiera las taquillas. Desde ahí y aunque su insospechada vinculación con Split (Múltiple) pareciera un poco traída por los pelos en aquella famosa escena post créditos. Shyamalan se las ha apañado para cerrar de forma brillante el círculo con Glass, una película que se presentó como espejo y mito a la vez, tan consciente de sí misma, tan metódica en su desarrollo, tan delirante por momentos que no quedaba otra que rendirse a su incuestionable brillantez en su juguetona propuesta, una suerte de cuento que una vez más habla del poder de las ficciones – y por lo tanto del mismo cine - para reinterpretar e incluso reconstruir la realidad, como tantas otras de las películas de mi lista. La construcción de la narrativa superheroica es aquí deconstruida con exquisita habilidad como solo un buen conocedor del género puede hacerlo. Y además la cámara fluye y el estilo narrativo de Shyamalan es tan poderoso como en sus mejores propuestas. Todo acaba encajando. 

Otras diez películas de Cine Internacional que me parecen valiosas y/o estimulantes de la cosecha del 2019 y que en según qué circunstancias bien podrían haber integrado el top-10:

LETO de Kiril Serebrennikov (Rusia)
JOKER de Todd Phillips (EE.UU.)
EL VICIO DEL PODER de Adam Mc Kay (EE.UU.)
LA FAVORITA de Yorgos Lanthimos (Reino Unido)
ROJO de Benjamin Naishat (Argentina)
SORRY WE MISSED YOU de Ken Loach (Reino Unido)
EL PERAL SALVAJE de Nuri Bilge Ceylan (Turquía)
LOS MISERABLES de Ladj Ly (Francia)
EL GORDO Y EL FLACO (Stan & Ollie) de Jon S. Baird (Reino Unido)
NOSOTROS de Jordan Peele (EE.UU.)

Podéis encontrar una lista de hasta 30 títulos internacionales que me parecen relevantes de este 2019 en este enlace de LetterBoxd

https://letterboxd.com/davidgarrido/list/mi-cine-internacional-del-2019/

jueves, noviembre 28, 2019

LA HIJA DE UN LADRÓN, Sara contra la soledad - XIV Festival de Cine Inédito de Mérida


Es innegable la vertiente social de La Hija de un Ladrón, debut como directora de Belén Funes, formada en la ESCAC y en la escuela de cine de San Antonio de los Baños (Cuba) por cuanto seguimos muy de cerca la vida de su protagonista, Sara, madre veinteañera de un bebé que trata de salir adelante como puede con las escasas armas de las que dispone: vive en un centro de acogida, el padre de su hijo es solidario con Sara pero renuente a mantener una relación afectiva como la que ella querría, trabaja de limpiadora en lo que le va saliendo, tiene un hermano pequeño que se encuentra en otro centro de menores y para colmo de males, un padre recién salido de la cárcel que le desordena la vida con su simple presencia y cuyo pasado común desconocemos, pero intuimos a través de lo que se dice – y sobre todo lo que no se dice – en sus sucesivos encuentros.


Con semejantes mimbres, si sumamos al cóctel que la puesta en imágenes de Funes apuesta por un estilo narrativo muy deudor del cine de los hermanos Dardenne, con la cámara siempre muy pegada al rostro de la protagonista o siguiéndola a pocos centímetros de su espalda mientras Sara se mueve frenética de un lado a otro sin apenas un momento de respiro, cualquiera diría que estamos antes una película que reúne todos los elementos precisos para convertirse en una de esas miradas de denuncia sobre la crisis económica y los más desfavorecidos de nuestra sociedad. Y ahí está la brillantez de una de las películas más hermosas que ha dado el cine español de este 2019, porque la propuesta de Belén Funes va por otro lado completamente distinto: todos esos elementos están ahí, pero lo que le interesa a la directora y a su guionista Marçal Cebrían no es tanto ese decorado de fondo, sino el viaje y el estado emocional de Sara, su protagonista.


En efecto, Sara – una excepcional Greta Fernández cuyo trabajo está repleto de verdad – sale adelante por sus medios y porque cuenta a su alrededor con una pequeña pero efectiva red de solidaridad compuesta de pequeños gestos que le permiten buscar y aprovechar las pequeñas oportunidades que le van surgiendo por el camino. Ella no se queja ni maldice su destino, ni mucho menos culpa a un sistema injusto. Sara no tiene tiempo para eso, sabe cuáles son las prioridades y las cartas que le han tocado en suerte. Es su estabilidad emocional la que está en juego cuando su padre aparece de nuevo en su vida – un Eduard Fernández que clava su rol de padre abandónico y fluctuante - provocando una desestabilización continua ante esa imposible promesa de futuro, lastrada tanto por el comportamiento errático de él como por la insobornable determinación de ella a creerle pese a las numerosas pruebas que acumula en su contra. Porque pese a todo es su padre y no puede simplemente olvidarse de él sin más (“Lo llevo en la cara” llega a decir)


“La Hija de un Ladrón” es una película que juega de forma admirable con el fuera de campo. Hay muchísimas zonas en esta historia que no conocemos, pero que intuimos, que tienen que ver con el pasado de los personajes. Funes sabe que no son imprescindibles para la historia que está narrando y deja ese espacio al espectador para que construya esa parte como mejor le parezca, centrándose en el presente. Esa determinación en construir una película en la que los personajes conocen un pasado que es ajeno a los espectadores, le da a la película una enorme fuerza: hay frases, gestos, miradas y acciones que nos remiten a algo que tiene que ver con una complicidad que puede que aún exista o no, pero que provoca que el espectador sea consciente de las múltiples heridas que arrastran esos personajes, lo que le ayuda a empatizar con ellos y especialmente con esa Sara que solo quiere ser “una persona normal”


Ahí es donde se encuentra el verdadero corazón emocional de la película. Porque resultan conmovedores los continuos esfuerzos de Sara para conseguir lo que todos ansiamos, que no es otra cosa que alguien nos quiera, se preocupe por nosotros y no nos deje solos. Funes construye así, con la inestimable colaboración y entrega absoluta de su actriz principal, pero también con una realización transparente y un magnífico ojo para el detalle más rutinario, un retrato complejo y poliédrico de una mujer capaz de enfrentarse a la dureza del día a día con una naturalidad y una resiliencia digna de admirarse… pero al mismo tiempo increíblemente frágil en la parte emocional, siempre al borde de romperse. Una joven sin duda luchadora y superviviente, pero también herida en lo profundo que busca de forma desesperada esa ‘normalidad’ inaprensible.


‘La Hija de un Ladrón’ cultiva un terreno poco proclive a la épica y sin embargo gracias a eso se convierte en el que posiblemente sea el más certero retrato de esas miles de mujeres que hay en este país que buscan ser felices con algo tan sencillo como tener un trabajo digno para salir adelante con su esfuerzo, poder criar a sus hijos sin sobresaltos y, si además fuera posible, ser de paso felices con una pareja o algo parecido a una familia, por alejada que pueda estar esa institución hoy en día de su sentido más tradicional. Es, en suma, esa heroicidad de lo cotidiano que prácticamente nadie reivindica en el cine actual, mucho más preocupado por la exaltación de lo extraordinario y un furibundo individualismo que por ese pequeño gesto de cariño o afecto que todos necesitamos para huir de la soledad y salir adelante.




martes, noviembre 26, 2019

EMA, Libre Te Quiero - XIV Festival de Cine Inédito de Mérida


El arranque de Ema es apabullante. Y no me refiero solo a la fuerza de su primer plano, un semáforo en llamas colgado sobre una calle vacía que da paso a nuestra protagonista portando un lanzallamas. Es la forma en la que Pablo Larraín elige para suministrarnos la información. Con un montaje sincopado en el que se entremezcla una performance de un grupo de danza alrededor de una suerte de sol en llamas con escenas de la vida cotidiana, nos vamos enterando que Ema, una de las principales bailarinas del grupo y Gastón, su pareja y coreógrafo del grupo, acaban de atravesar un momento particularmente duro: han devuelto al niño que adoptaron un año atrás por verse incapaces de lidiar con él. Y el peso de la culpa, además de la reprobación social general de un hecho tan tremendo, les afecta en su relación.

Las tres primeras cosas que aprendemos de Ema son que ama bailar por encima de todas las cosas, que está muy decidida a ejercer su libertad en todo momento, por contradictoria, agresiva o provocativa que pueda ser su conducta y que tiene muy claro que las reglas no van con ella, ya sean las que emanan de la autoridad o simplemente por las que suelen regirse las relaciones entre las personas, ya sean de trabajo, amistad, afectivas o sexuales. Ema va a su ritmo, es un alma libre a la que resulta imposible además de inútil tratar de poner límites. Y también sufre. Sufre lo indecible por ese hijo al que ha devuelto por no estar quizás preparada para ser madre, pero que le ha dejado un vacío imposible de llenar, un vacío repleto de reproches, hacia su pareja y hacia sí misma. Busca su refugio en sus amigas, en su grupo de baile con el que practica un reguetón que pone de los nervios a su expareja y en una serie de relaciones en las que la seducción, el sexo, juega un papel fundamental. Ema baila como folla y como se relaciona, con una total libertad, dejándose llevar por el instinto y obviando las reglas. Su conducta puede parecer errática e incluso incoherente, pero en el fondo es consecuente con su forma de entender la vida. Otra cosa es que la vida se lo permita. Luego está lo del lanzallamas, claro…


Pablo Larraín, retratista del pasado reciente de Chile en una trilogía tan imprescindible como la que forman Tony Manero, Post-Mortem y No y autor de un par de películas que huían como el demonio de encajar comodamente en el género biopic como Jackie y Neruda, regresa ahora al Chile actual para tomarle el pulso a una nueva generación que se abre paso no ya a codazos, sino perreando a ritmo de un reguetón al que puede que no volvamos a ver de la misma forma tras esta película, en la que un grupo de chicas lo defiende frente no ya frente a otras formas más tradicionales del baile sino con el mismo afán rupturista que Ema aplica a sus relaciones afectivas, una ruptura que se escenifica en una divertida escena en la que mientras Gastón carga contra el reguetón las chicas lo defienden colocándolo frente al espejo de su propia frustración. Y ante la afirmación que encima ‘sabe rico’ y es como ‘bailar un orgasmo’, a ver quien es el guapo que argumenta en contra.


Larraín ama mucho al personaje de Ema y por eso le hace el mayor de los regalos, que es hacerlo libre hasta sus últimas consecuencias. Resulta muy interesante pensar en lo incómodo que puede resultar para la audiencia el comportamiento agresivo de Ema en todos los ámbitos cuando probablemente si su personaje fuera un hombre seguramente su voluntad de forzar las cosas y cambiar su entorno de la forma en la que ella lo intenta no sería juzgado de la misma forma. Pero hay una mirada en torno a un furibundo individualismo que resulta de lo más actual y que invita a una profunda y desprejuiciada reflexión, especialmente cuando la película progresa al ritmo de los planes que Ema va desarrollando mientras, por el camino, Larraín nos suelta un par de coreografías, verdaderos interludios musicales incandescentes.


Es conmovedor asistir al espectáculo que supone ver como Ema y sus amigas asaltan y se adueñan con total impunidad del espacio urbano que les rodea – incluso si es para quemarlo hasta las cenizas – mientras la joven, interpretada de forma maravillosa por ese gran descubrimiento que atiende al nombre de Mariana Di Girolamo, va concretando ante nuestros alucinados ojos sus planes de forma tan atrevida como transgresora, dibujando un cuadro en el que la perplejidad e incluso cierta incredulidad queda en el ánimo del espectador.


Sea como fuere, Ema hace gala de un saludable desparpajo a la hora de abordar uno de esos personajes inolvidables que quedan en la retina y en el corazón del espectador. A ello no es ajeno el depurado trabajo de un Pablo Larraín muy aplicado aquí en huir de referentes narrativos previos en su cine y saliendo airoso del reto rodar las escenas de baile y de sexo como si fueran intercambiables mientras convierte los cruces de reproches entre la pareja protagonista en una suerte de intercambio de directos al alma de cada uno, más frágiles de lo que quieren aparentar, pero también fuertemente decididos en su empeño, especialmente en el caso de esa Ema visceral, primaria y salvaje a la que esta película le rinde un muy particular canto de libertad destinado a demoler prejuicios.