Jon Stewart inició su labor como presentador con un monólogo más o menos inspirado en el que deslizó alguna que otra perla sobre las elecciones de este año (“Lejos de Ella va sobre una mujer que va progresivamente olvidándose de su marido. Hillary Clinton la considera la película buen rollito del año” o “Cuando uno ve a un negro o a una mujer como presidente de los EE.UU. sabes que lo siguiente va a ser un meteorito estrellándose contra la Estatua de la Libertad”) pero lo cierto es que fue desinflándose progresivamente y excepto algún que otro momento aislado apenas dejó notar la afilada ironía que le ha hecho famoso (de hecho, alguno de sus gags, como el referido a las embarazadas Cate Blanchett, Jessica Alba y Nicole Kidman fue de dudoso gusto), quedando muy lejos del buen sabor de boca que nos dejó hace apenas dos años y haciendo añorar, quien lo diría, a Ellen DeGeneres. Era como si la Gala pretendiera ser lo más aséptica y funcional posible, como si no hubiera dado tiempo a montar un buen espectáculo como los americanos saben y se hubieran limitado a cubrir el expediente.
Claro, tampoco ayudaba que cada cierto tiempo se escuchara alguna de las horripilantes y muy cursis canciones nominadas que con la excepción de la justa ganadora Falling Slowly, la única decente del quinteto, provocaban en el sufrido espectador continuos deseos de perforarse los tímpanos. O que los premios fueran desgranándose sin apenas sorpresas. Más allá del momentazo Bardem – espléndido en su discurso, por cierto – o la anécdota de que los cuatro premios de interpretación fueran este año a parar a manos de actores europeos (¿acaso importa tanto?), la verdad es que una desganada atonía fue apoderándose poco a poco de la ceremonia. Sin sobresaltos, se desgranaban los premios con justicia: Dirección artística para Sweeney Todd – de lejos, lo mejor del filme -; Vestuario para Elisabeth – ídem -; un pleno de oscars técnicos para la estupenda El Ultimátum de Bourne por aquí, el cantado Oscar a la mejor peli de animación para Ratatouille por allá, los efectos visuales de La Brújula Dorada imponiéndose a la hormonada chatarra metálica de la muy horrenda Transformers, un justo reconocimiento a quienes fueron capaces de convertir a la hermosísima Marion Cotillard (¡Como le sentaba ese Gaultier escamado!) en la piltrafa de Edith Piaf...
Faltaba por saber qué pasaba con los contendientes más poderosos de la noche. Expiación tenía que contentarse con un muy justo Oscar a la hermosa BSO de Dario Marianelli para desgracia de las Cometas en el Cielo de Alberto Iglesias. Y se acabó. Misma suerte para Michael Clayton, que vio sus siete nominaciones reducidas a un en realidad no demasiado sorprendente Oscar a Tilda Swinton que sonó más a reconocimiento a una trayectoria por parte de sus colegas de profesión (al fin y al cabo la Blanchett ya tenía ese Oscar por hacer de Katherine Hepburn en El Aviador) que a premiar a su arpía abogada. Una petarda Diablo Cody que parecía vestida por su peor enemigo se podía dar por más que satisfecha con otro Oscar cantado: el de Guión Original para Juno – servidor, la verdad, hubiera preferido Ratatouille pero vaya – que cubría el expediente indie. La fotografía de Robert Elswit y el Mejor Actor para Daniel Day Lewis animaron un poco las posibilidades de Pozos de Ambición, pero los que somos perros viejos en esto ya nos olimos por dónde iban a ir los tiros cuando mucho antes de lo que siempre ha sido habitual (¿por qué ese cambio? Restó no poca emoción...) se concedió el Oscar al Mejor Guión Adaptado y los Coen subieron por primera vez al escenario en detrimento de un Paul Thomas Anderson cuyo lenguaje corporal parecía transmitir cierto aire de sobrado.
En realidad, no hubo color. Yo diría que hasta se recibieron con cierta desgana los premios a la Mejor Dirección y a la Mejor Película. Nadie tenía a esas alturas muchas dudas de cómo acabaría la cosa. La genuina emoción de Marion Cotillard al recoger su Oscar y la simpatía y humildad de Glen Hansard y Marieta Irglova con su Oscar a la Mejor Canción en la mano – el más justo de la noche, cualquier otra decisión hubiera sido una necedad de pésimo gusto - fueron míseras gotas en un océano de tedio. Hasta el Oscar Honorífico tuvo un cierto aire de “¿Quién será el tipo este?” Seguro que más de uno en esa platea hasta anoche no tenía ni idea de quién demonios era ese viejecito tan simpático que había sido director artístico y de producción con Hitchcock y que se llamaba... que se llamaba... Bueno, como fuera.
En fin. A falta de algunas de las mejores propuestas de la temporada en la carrera (la falta de Deseo, Peligro de Ang Lee es poco entendible pero la de En el Valle de Elah, esa joya de Paul Haggis, es sangrante y una mancha en el expediente de la Academia este año: ni Tommy Lee Jones pudo ganar un Oscar al Mejor Actor que nadie hubiera discutido) la resolución de los Oscars fue posiblemente la más lógica. Entre lo premiable, No Es País para Viejos era la mejor opción o quizás simplemente la película capaz de suscitar un mayor consenso.
Para la retina se queda esa imagen de Javier Bardem sentado en primera fila con Jack Nicholson a su derecha. La leche. Si eso no es conquistar Hollywood venga Wilder y lo vea. O la belleza sempiterna de la gran Diane Lane, deslumbrando desde el patio de butacas incluso cuando aparecía en segunda fila. O la elegancia acostumbrada de Hillary Swank, embutida en un Valentino que le sentaba de muerte. O lo divertido que fue ver sobre el escenario de forma consecutiva a dos bellezones (Anna Hathaway y Katherine Heigl) con dos vestidos rojo pasión casi idénticos. O lo cutre que fue darse cuenta por televisión que el montaje repaso a los 80 filmes premiados con el Oscar a la Mejor Película veían su año recortado tras el 19 de 1985, con lo que desde casa uno no tenía más remedio que fiarse de su memoria.
Una ceremonia pues en la que no hubo estridencias pero que tampoco andó precisamente obrada de emoción y mucho menos de momentos brillantes, una de esas que les dan la razón a los que consideran que los que sacrificamos nuestro justo sueño por seguir la gala hasta el final somos unos auténticos gilipollas. La verdad sea dicha, este año no me siento con demasiados argumentos para discutir con ellos, por más que esté bastante de acuerdo con los premios otorgados.
3 comentarios:
De SoyCuba, que ya no sé entrar:
FELICIDADES por tu San Pancracio. Por tu blog y tus aportaciones al otro, al pirata. Y por los comentarios que hacía hoy la directora de la película esa española Los que sé de mí, creo, sobre un tal Davil de Mérida, corroborados por Javier y la estúpida de Pilar Parejo en El Séptimo Vicio. Hablaban muy bien de ti. Se están cargando el programa, qué pena....
Me voy al Festival de Las Palmas. Espero disfrutar como el año pasado.
Ya volveré al pirata. Fueron malos tiempos.
Besos enormes, y también para "Perro negro", a quien tuviste la suerte de conocer (y él a ti, claro...).
buen blog.
Lo mejor de los oscar, la Cotillard.
Que placer verte por aquí, cubanita, con lo que te echamos de menos todos los tripulantes del barco pirata... No hace falta que me digas más: ya se que hay momentos en los que uno se desconecta de todo y de todos porque hya cosas más importantes que atender. Me basta con celebrar tu vuelta...
¿El programa ese de el Séptimo Vicio fue el pasado viernes 29? maldita sea, fue el único que no pude escuchar de la pasada semana. Roser es estupenda y se lo pasó de maravilla en Mérida, asi que no me extraña que ande por ahí hablando bien de nosotros. como podrás leer en el post La Noche más Hermosa del 2 de marzo, en la Gala de los San Pancracio tuve ocasión de reunirme con Juan Sanz, prota d ela peli, que a estas alturas es algo así como nuestro embajador oficioso en los Madriles y en este mundillo. Un buen tipo, de los que merece la pena conocer, el juanillo...
¡Que envidia de festival de Las Palmas! Me encantaría haber ido pero, ay, mis días de vacaciones para festivales son muy limitados y me caen un poco a desmano las islas afortunadas.
A mi tb me parece que el nivel de El Septimo vicio ha bajado con la pérdida de Nuria Alonso, pero sigo siendo fiel oyente. Me sigue gustando como hace las cosas Tolentino y su filosofía a la hora de informar sobre el cine que más lo necesita ¿que sería de nosotros los pequeños sin el apoyo de gente como él?
Espero de todo corazón verte de nuevo navegar con nosotros en el barco pirata: no te creas nada eso de que las mujeres a bordo de un barco dan mal fario, que sin vosotras estamos muy perdidos ;-)
Muchos besos también para tí.
Jordi, gracias por la felicitación al blog. Pasate cuando quieras. estas en tu casa. Estoy de acuerdo en que el momento cotillard fue el más genuino momento Oscar de la noche, con emoción y todo, como debe ser... y ese vestidito que le sentaba de muerte y media. un abrazo
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