Bueno, la bandera ya ondea de nuevo. O sea, que el Centro Cultural Alcazaba, tras el pequeño incidente del otro día vuelve a tener en su fachada la imagen del Festival, eso sí, esta vez sin barra alguna que haga de peso por si acaso. Ahora solo hay que rezar para que no sople el viento demasiado fuerte cualquier día de estos y aparezca en lo alto del Alcazaba o sobrevolando el puente Lusitania. En cualquier caso, no deja de ser una buena señal: ante la falta de presupuesto para inundar la ciudad de banderolas, posters y otros ornamentos que vendan el Festival por los ojos, me parece importante que al menos el centro neurálgico del mismo sea reconocible a todo aquel que pase por la calle John Lennon en estos días en los que el frío arrecia y apenas nos da una tregua. Aunque, la verdad sea dicha, empiezo a percibir los mismos síntomas que el año pasado: el público está empezando a coger fuerza y ya en los pases de ayer de Cerezos en Flor se notó que no tenían la más mínima intención de dejarse disuadir por una climatología adversa. Bien por ellos.
La tercera jornada, el domingo, resultó muy satisfactoria. El programa doble dedicado a Israel permitió a todo aquel que se acercó a ver las dos películas hacerse una buena aproximación de un país en conflicto perpetuo y con un buen puñado de esqueletos en el armario que conviene desempolvar. Los Limoneros es una película irresistiblemente simpática, que se gana al espectador gracias a la sencillez de su propuesta, que se limita a presentar su evidente alegoría de la situación de los Territorios Ocupados con la suficiente inteligencia como para huir de lugares comunes: en ambos bandos del conflicto hay tantas buenas intenciones como incoherencias y comportamientos censurables pero todo está presentado sin demasiada acritud por más que el regusto que le quede al espectador sea el de que será imposible que ambas culturas obligadas a convivir alcancen el deseable grado de entendimiento. Tanto la situación de Selma (que maravillosa interpretación de esa mujer de incuestionable atractivo llamada Hiam Abbas: ya les gustaría amuchas jóvenes mantener esa fuerza, esa presencia) atrapada por la arbitrariedad de una resolución injusta y por las convenciones bajo las que debe vivir por su condición de viuda en una sociedad tan despreciablemente machista como la palestina, como la de esa esposa del Ministro de Defensa que se debate entre su sentido de lo justo y su obligación para con la carrera política de su esposo y las comodidades de su vida, son dos soledades entrelazadas que están narradas con sensibilidad, saber hacer y un finísimo sentido del humor que sin duda se convierte en la mejor arma para sobrellevar una historia que, contada de otra forma, sería un insoportable drama. Además, Los Limoneros es una película muy bien resuelta – los planos finales de la película son tan bellos como en el fondo desoladores – que engloba claramente el grupo de las que, vistas una segunda vez, ganan en lugar de perder.
Mucho más tremenda resultó Vals con Bashir. Hasta tal punto resulta una experiencia dura, especialmente en su tramo final cuando entra de lleno en los hechos de las masacres de Sabra y Shatila, que el silencio que se apoderó de la sala al final de ambos pases me recordó por momentos al que se abatió sobre el Festival el año pasado con la película rumana 4 Meses, 3 Semanas, 2 Días, otra de esas experiencias difíciles de digerir. Es una tarea enumerar todas las virtudes de esta magnífica exploración de Ari Folman sobre su propio pasado personal que acaba por convertirse en el mejor argumento sobre la reivindicación de la memoria histórica. Y es que debe ser duro formar parte de un país, no digamos ya haber participado pasivamente en los hechos, que condujeron a la matanza indiscriminada de unos tres mil palestinos inocentes por parte de los falangistas cristianos libaneses que buscaban vengar la muerte en atentado de su idolatrado lider Bashir Gemayel.
Si ya de por si resulta valiosa la tarea emprendida por Folman, no lo es menos la forma en la que decidió llevar a cabo la película. De la mano del ilustrador David Polonsky, Folman utiliza la animación tanto para explorar sus inmensas posibilidades narrativas como para ofrecer una visión de la guerra que bebe de multitud de referentes – es inevitable no pensar en títulos tan diversos como Apocalypse Now, La Chaqueta Metálica o incluso La Delgada Línea Roja a través de esa voz en off que recrea el sinsentido y el absurdo de la guerra – pero cuya mayor inteligencia es saber dar con un tono propio, ya sea utilizando las hipnóticas ensoñaciones y alucinaciones de los soldados, ya sea con el buen uso de una acertada BSO compuesta por Max Richter (y aderezada muy al punto con temas de la época) para mantener muy viva la atención del espectador hasta llegar al demoledor tramo final, en el que el documental animado toma definitivamente las riendas para, con una sobriedad expositiva escalofriante, enfrentar al espectador con el horror del que ya hablaron Conrad y Coppola, ese horror que demuestra que el ser humano es perfectamente capaz de llevar a cabo las más terribles acciones contra sus semejantes sin el más mínimo atisbo de reparo moral. Vals con Bashir no solo es una película impresionante e imprescindible, es un intento de innovación del lenguaje cinematográfico que no debe menospreciarse y en el que Folman consigue, en el proceso personal de recuperar su propia conciencia, despertar la nuestra.
Y del horror absoluto a la ilusión, la sonrisa y la alegría. Si hay una actividad de la que nos sentimos especialmente orgullosos en el Festival de Mérida es la de los pases matinales que organizamos para colegios e institutos de la ciudad, El que no haya vivido lo que supone enfrentarse a un auditorio abarrotado con más de quinientos escolares deseosos de ver una película no sabe lo que se pierde ¿Les confieso algo? Me pone muchísimo más nervioso subirme al escenario ante esta marea de chavales deseosos de divertirse que ante cualquier de los otros públicos del festival. Y es que aquí ya no es tanto hablar sobre tal o cual película como convertirse en una especie de animador socio-cultural que sepa divertir a unos niños ya de por sí más que predispuestos a pasar un buen rato. Hay pocas cosas que me generen tal subidón de adrenalina como poner el pie en ese escenario, decir “Buenos días” y que me respondan con un atronador grito de bienvenida que no es sino el preludio de los tres o cuatro que les haré soltar con el viejo truco de “A ver, más fuerte, que no os oigo”, dejándoles a punto de caramelo para la función. Si no me creen, vayan a nuestro álbum de fotos y observen esas caras de felicidad: no hay nada mejor. La jornada inaugural con la muy digna El Espíritu del Bosque para el primer ciclo de primaria y Los Chicos del Coro para el primer ciclo de secundaria salió de maravilla.
Por la noche, Cerezos en Flor cumplió a la perfección lo que yo esperaba de ella cuando la elegí para Mérida. Consiguió estremecer de emoción a casi todo aquel que la vio. Los rostros que el día anterior salían conmocionados de Vals con Bashir reflejaban anoche algunos con los ojos aun brillando por las lágrimas, que habían compartido la misma emoción que me embargó cuando la vi en la Seminci. La película se configura como una suerte de mezcla de los Cuentos de Tokyo de Ozu, con ese elaborado y preciso arranque en el que se demuestra como los hijos de los protagonistas son incapaces de sobrellevar una sorpresiva visita de sus padres y, una vez la historia se ubica en Japón, de Lost in Translation, ya que Rudi es algo así como el Bill Murray de la peli de Sofía Coppola: igual de abrumado por esa urbe alienígena pero con aun menos recursos que éste si cabe para desenvolverse en ella. Cerezos en Flor navega con soltura en el difícil filo que separa sensibilidad de sensiblería y por momentos, parece a punto de descontrolarse y optar por el camino de la lágrima fácil. Pero muy al contrario, la sobria puesta en escena de Dörrie, un sólido guión que no deja que la historia se desborde por lo lacrimógeno en la tranquila evolución de los personajes, la espléndida interpretación de un gran Elmar Wepper en el papel principal ganándose el cariño y la comprensión del espectador y la hábil colocación de algún sutil recurso humorístico para desengrasar cuando el drama amenaza con apoderarse de la función dan como resultado una película que quizás hubiera sido más redonda con una duración algo inferior pero que consigue abrirse paso al corazón del espectador con una desarmante facilidad y hacer brotar genuina emoción en escenas tan hermosas como la que transcurre a los pies del Monte Fuji, donde puede experimentarse una suerte de catarsis colectiva de emotividad y dar rienda suelta a los sentimientos que llevan embargándonos gran parte del metraje.
Como dije en la presentación, era una noche especialmente fría, pero estoy convencido que a más de uno esta película le calentó el alma.
Y hoy, Noche del Cine Extremeño con la selección de cortos – tengo curiosidad por ver qué opina la gente sobre trabajos tan distintos como Mercat (¡en catalá subtitulado, toma ya cine extremeño!) Atardecer Rojo, Gentuza o Verás – y la proyección de Un Novio para Yasmina con nada menos que cuatro invitados sobre el escenario del Centro Cultural Alcazaba para presentar la peli: Mª Luisa Borruel – premio en el Festival de Málaga por su papel – Paca Velardiez, Fermín Nuñez y la actriz marroquí Souad Sani. Seguro que lo pasaremos bien.
Ah, he subido otra cosilla a Youtube: el spot promocional del Festival que ha estado apareciendo en Canal Extremadura Televisión y que ha realizado nuestro compañero Jordi Espresate. Le tengo que preguntar de quien es la música porque me resulta familiar ese toque de guitarra pero no caigo, no... Penita que Jordi solo tuviera para trabajar imágenes de Animales de Compañía, Un Novio para Yasmina y Dejame Entrar. Aun así, un muy buen trabajo ¿no creéis?
4 comentarios:
Gracias por la info y por el vídeo, me alegro que la gente esté asistiendo a verlo y que esté yendo tan bien. A ver si va a llegar la banderola a Madrid!!! Que como se levante un poco de aire... jaja.
Un besazo David!!!!
¡Adelante con este proyecto señor Blanco! Me contenta que la receptividad del público haya sido buena. Ojalá pronto llegue hasta Venezuela una pequeña muestra de ese festival. Un abrazo, se le extraña y se le aprecia. Gustavo
¿Señor Blanco? Una de dos: o bien Gustavo me confunde con J.F. Blanco, estimado colaborador de este festival, cortometrajista y uno de los cinco autores del estupendo corto Mercat que ayer pasamos en La Noche del Cine Extremeño o bien se ha pensado que soy la reencarnación del personaje de Harvey Keitel en Reservoir Dogs lo cual no está nada mal (podría haber confundido con personajes mucho peores, pese a su mal final) pero desgraciadamente no es el caso ;-)
En cualquier caso, tarde o temprano tendremos que estudiar la posibilidad de hermanarnos con el Festival de Cine de Mérida... de Venezuela. Si, como lo oyen: allí también existe un festival de cine venezolano que en su ultima edición premió El Enemigo, película de Luis Alberto Lamata que, lo que son las cosas, fue d elas pocas que pude ver este año en el Festival Iberomaericano de Huelva ¡Sin saber que era la ganadora! La verdad es que la peli era bastante correcta y sería interesante buscar la forma de traerla a Mérida en algún momento... en cualquier caso, Gustavo, gracias por el apoyo... Hmmm ¿será que usted es alguien de mi pasado en La filmoteca Virtual al que conozco por otro nombre?
Sandra, no me preocupo: con lo mucho que colaboras ultimamente en la difusión del Festival con tus comentarios estoy por afirmar que si la banderola acaba colgada de Torrespaña eres capaz de subirte a por ella y todo ;-) Un besazo
Por cierto, hablando de Torrespaña: ojito al programa de Dias de Cine de esta semana. No diré más... de momento
Suna faena estar aquí con la pata quebrada y perderme tan buenas pelis. De veras que lo siento, pero al menos veo que todo va funcionando muy bien. Maniana te llamo. Abrazos.
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