EL NIÑO DE LA BICICLETA, Los Dardenne a lo suyo: haciendo grandes películas

Los Dardenne están en Valladolid como en casa. No en vano su lanzamiento internacional ocurrió aquí, cuando La Promesa ganó en 1994 la Espiga de Oro a la Mejor Película. Luego vendrían las Palmas de Oro en Cannes y dos participaciones más en la Seminci, con El Hijo y El Niño. Esta muestra de coherencia al venir de nuevo con su último trabajo tras ganar el Gran Premio del Jurado en Cannes va en consonancia con la misma coherencia que demuestran en la evolución de su filmografía: si en El Niño nos contaban la historia de un padre irresponsable capaz de vender a su propio bebé por una pasta para luego recuperarlo en el último instante de manera agónica, es ahora el mismo actor que interpretó a ese padre desnaturalizado (Jeremie Renier) quien interpreta a un nuevo padre abandónico que ha dejado a su hijo colgado en un hogar de acogida y no parece tener el más mínimo interés en recuperarlo. Lo que digo: coherencia.


Aunque juegue con las expectativas del espectador y por momentos nos haga temer lo peor – una de las claves del éxito de su fórmula es que éste cree poder anticipar lo que está por venir y a veces esas expectativas se cumplen… y a veces no – su cine sigue del lado de los desfavorecidos, no resulta tan cínico como para dar todo por perdido y ofrece alguna salida. La mirada de los Dardenne, habitualmente afilada como una cuchilla y a veces implacable en su análisis de lo que sucede en los patios traseros de nuestras apacibles existencias, resulta aquí algo más amable que en ocasiones anteriores.El Niño de la Bicicleta está rodada con sencillez y eficacia, se beneficia mucho de la naturalidad desarmante de ese magnífico chaval desvalido al que dan ganas de abrazar aunque te muerda y de esa encarnación del amor paciente que es el personaje de Cecile de France. Todo en la película funciona a la perfección, pulsando con habilidad las teclas justas de la emoción. Probablemente sea la película de los Dardenne que mas me guste. Y estamos hablando de una filmografía que ha dado ya unas cuantas películas maravillosas.

LA CONQUÊTE. El camino al poder.


Empezaré diciendo que me encantan estos retratos entre cínicos, paródicos y mortalmente serios de los políticos que rigen las riendas de nuestros países. Bueno, la primera persona del plural está sin duda mal utilizada: Italia sabe hacer ese tipo de cine (Il Divo, Il Caimano) El Reino Unido sabe hacer ese tipo de cine (The Queen) y por supuesto Francia (Presidente Miterrand) sabe hacer ese tipo de cine, como demuestra sobradamente Xavier Durringer en este descarnado y probablemente preciso retrato de ese personaje repleto de claroscuros llamado Nicholas Sarkozy. Nosotros no. En España como mucho podemos hacer una teleserie sobre Suarez y otras dos y un telefilme sobre el 23-F treinta años después. Mejor no comparemos.

En fin, sigamos. La película de Durringer muestra con precisión, gran sentido del ritmo – y una nada despreciable carga de mala leche – el largo proceso que atravesó el actual Presidente de Francia para llegar a ocupar su cargo, una ascensión que muchos consideraron meteórica pero que no estuvo exenta de trabas, especialmente aquellas que tuvo que superar desde dentro de sus propias filas, ya que Sarkozy, de un perfil mucho más derechista y menos moderado que sus correligionarios, hubo de enfrentarse no solo a un rival directo de reconocido prestigio y similares aspiraciones como Dominique de Villepin sino a la evidente animadversión de un Jacques Chirac que, si hacemos caso a lo que se narra en el filme, sentía verdadero rechazo por Sarkozy y trató de evitar con todos los medios a su alcance – que eran muchos – su estrella ascendente.

Durringer no se corta un pelo a la hora de mostrar las trastiendas del poder, los tejemanejes, envidias y maniobras sucias con las que todos se manejan para tratar de alcanzar sus objetivos. Hay un evidente punto paródico en el retrato – acentuado por el trabajo de Denys Podalydes encarnando a Sarkozy, por momentos brillante pero a ratos también algo guiñolesco y por la BSO a lo Nino Rota en 8 ½ de Nicola Piovani – pero también la sensación de que esa ambición desmedida, esa falta de pudor en su apuesta por la transparencia como forma de conquistar al electorado vendiendo de forma continua su intimidad hasta lo absurdo, esas luchas intestinas por el poder, desprenden una enorme verdad.

CUMBRES BORRASCOSAS Vuelta de tuerca moderna a un clásico
De que va: Un hacendado de Yorkshire que está de visita en Liverpool se encuentra en la calle con un muchacho indigente llamado Heathcliff. El hombre decide llevárselo a su hacienda, en los solitarios páramos de Yorkshire, y adoptarlo como un miembro más de la familia. Heathcliff va creciendo mientras forja una relación obsesiva con Catherine, la hija de su protector. Pasa el tiempo y la imposible historia de amor entre ambos personajes adquiere tintes cada vez más dramáticos.

A priori, uno no pensaría en Andrea Arnold como la mejor elección para hacer una nueva versión de la novela de Emily Brönte – una rápida búsqueda en imdb ofrece no menos de quince títulos – ya que la autora de Red Road y Fish Tank había destacado hasta la fecha por crónicas ferozmente urbanas protagonizadas por esa clase baja rozando el white trash londinense y que casa poco con una adaptación de época. Pero si uno lo piensa con cierto detenimiento, hay un punto de conexión entre las pasiones obsesivas y un punto enfermizas que vivían de forma los protagonistas de aquellas dos películas y esa tormentosa, desgarrada historia de amor entre Heathcliff y Cathy. Probablemente esa conexión fue la que hizo que aceptara un encargo tan peligroso.




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