OUR HOMELAND (Kazuko No Kuni, Yong-Hi Yang, Japón)
El retorno imposible
El pasado año, la descomunal DANCE TOWN del surcoreano Jeon Kyu Hwan, tristemente inédita en nuestro país, se alzaba con toda justicia con la Alhambra de Oro a la Mejor Película en Cines del Sur con una magnífica historia que narraba los tremendos esfuerzos de una señora que escapaba del terrible y hermético régimen de Corea del Norte donde había vivido toda su vida por adaptarse a su nueva vida en Corea del Sur. De aquella obra majestuosa uno podía descubrir algunas cosas que desconocía sobre las relaciones entre ambos países y sentirse algo más cercano a una realidad indescriptible como ese régimen norcoreano. Pues bien: la realizadora Yang Yong-Hi, japonesa descendiente de coreanos afincados en Japón nos acerca en esta su primera película de ficción a otra de esas realidades que uno desconoce por completo y con la que sorprende darse de bruces: yo al menos reconozco abiertamente que no tenía la más mínima idea de que durante décadas, familias de coreanos que escaparon de la guerra que acabó por dividir el país en dos repatriaron a miles de sus hijos al régimen comunista de Pyongyang… para no volver a verlos más salvo en circunstancias muy especiales, pues el progresivo aislamiento del país dirigido de forma dictatorial y mesiánica por Kim Il Jung impide por regla general tanto a sus nacionales norcoreanos salir como a los extranjeros entrar.
Our Homeland narra la historia de una de esas familias: Seong-Ho Yun fue enviado con 16 años desde Japón a Corea del Norte por sus padres, norcoreanos de nacimiento como parte de un programa de repatriación. 25 años después, Seong regresa a Japón con un permiso especial por tres meses para recibir un tratamiento médico imposible de conseguir en su país actual. El reencuentro con su familia resulta tan emocionante como en el fondo traumático, pues Seong no solo se halla bajo la continua vigilancia del acompañante impuesto por el régimen comunista, sino que el brutal choque cultural entre el país, la familia y los amigos que abandonó siendo apenas un adolescente y su vida actual en Corea del Norte resulta inevitable.
Si hay algo que uno siente de manera inmediata viendo esta, digámoslo ya, magnífica película, es que su directora conoce a la perfección el tema que está tratando: no en vano ella misma proviene de una familia de refugiados coreanos sino que ya había abordado el tema con anterioridad en dos premiados documentales y sobre todo, no cuesta nada ver en Rie, la hermana menor de Seong, un trasunto de ella misma y su propia y desgarradora historia personal, que está por cierto de plena actualidad y es el fiel reflejo de una serie de tragedias con las que han de convivir de forma cotidiana estas familias separadas por las decisiones que se tomaron en el pasado. Esa certeza, esa seguridad en el tema que se aborda, se transpira desde las primeras y tensas escenas de un drama construido de forma tan primorosa como sutil, en la que mucho de lo que se narra transcurre no en un primer plano sino de forma soterrada pero evidente.
Uno no puede sino conmoverse ante los intentos de esa familia por hacer del reencuentro largo tiempo esperado una ocasión de lo más feliz al tiempo que sufre como propio la sensación de incomodidad y extrañamiento de aquél que no es que no sepa ya cómo relacionarse con su propia familia y amigos, sino que es plenamente consciente que su vida no está allí, sino en la terrible realidad del país al que ha de volver de forma irremediable y donde ha dejado a su mujer e hijo. Seong sabe que su tiempo es prestado y no solo por su enfermedad. Y esa certeza se transmite de forma tan terrible como inevitable al espectador al que según avanza el metraje se le genera una angustia imposible de soslayar.
Our Homeland es pues una obra mayor construida con una honestidad, una inteligencia y una sensibilidad desarmantes, resuelta además con una coherencia incuestionable. Una de esas películas capaces por sí solas de justificar todo un festival. La única pega que se me ocurre ponerle es que arrancar la Sección Oficial con una obra de semejante calidad y profundidad eleva las expectativas a un enorme nivel y cualquier película posterior va a tener complicado igualar las cotas de emoción de este impresionante primer filme a concurso.
DE JUEVES A DOMINGO (Dominga Sotomayor, Chile)
Narrando en segundo plano.
De Jueves a Domingo narra una historia muy sencilla. Anecdótica, banal incluso si se quiere: todo comienza, tal y como reza el título del filme, un jueves cuando una familia compuesta por una pareja y sus hijos Lucía y Manuel deciden emprender un viaje hacia el norte del país, en apariencia con un fin puramente vacacional. La película se enmarca en esos cuatro días de un largo fin de semana que va desde ese jueves hasta el domingo. La mirada de la película – y por lo tanto la mirada del espectador – será siempre la de uno solo de los cuatro integrantes de esa familia, la de Lucía, esa hija de apenas doce años. De forma tan rigurosa como insobornable: a lo largo de todo el metraje de la película, la directora nos obliga a mirar todo lo que sucede desde esa visión, por fuerza fragmentaria e incompleta de Lucía, a través de la cual asistimos, sin tener ni mucho menos ni la mitad de las claves de lo que sucede, a un cierto proceso de descomposición de esa unidad familiar
Desde un primer momento, el espectador sabe que algo no va bien dentro de ese coche donde los distintos miembros de la familia ocupan su tiempo como pueden: con juegos, expresando deseos más o menos confesables, contando historias, discutiendo por cosas habituales… Con una seguridad quizás impropia por parte de una realizadora novel, Dominga Sotomayor construye una atmósfera opresiva que con elementos nada amenazadores sino cotidianos va poco a poco imponiéndose al espectador, que navega por la película algo perdido, esforzándose al igual que Lucía por tratar de asimilar todo lo que sucede a su alrededor, pero sin las claves para ello. Esa apuesta formal arriesgadísima, que puede generar en el espectador un cierto rechazo, busca en todo momento implicarle en la historia de forma poco habitual. Lo que se narra nunca resulta evidente, siempre está en un segundo plano por debajo de lo aparente. Y es en esa búsqueda donde Sotomayor puede conseguir – al menos así fue en mi caso – atrapar la mirada curiosa del espectador.
Es De Jueves a Domingo una película muy exigente y sin embargo enormemente interesante, repleta de recursos y soluciones inteligentes a los problemas narrativos que plantea y a la que no le asusta en absoluto el riesgo. Por si eso fuera poco, está rematada de forma más que coherente con un impresionante plano final que, si uno consigue entrar en la propuesta de la directora, es capaz de generar una enorme capacidad de conmoción. No es un plato ni mucho menos para todos los paladares. De hecho, a algunos les puede resultar bastante indigesto. Pero si uno se olvida de intentar responder a las preguntas y se deja llevar por la interesante propuesta de esta directora a la que conviene seguir muy de cerca en el futuro, puede que encuentre una justa recompensa: desde luego, su impecable apuesta formal y el convincente trabajo de su reparto – mención especial a esa prodigiosa niña llamada Santi Ahumada – al menos así me lo parece. Una primera jornada a concurso de lo más completa la de esta sexta edición de Cines del Sur.