Un año más, vuelvo a Granada a Cines del Sur, una de las citas en mi opinión más imprescindibles del panorama español. Y sin embargo, un festival tan seriamente amenazado por la crisis que ha tenido que recortar en su sexta edición su oferta hasta mínimos casi inimaginables para una de las ideas más estimulantes que conozco: centrar la mirada en una selección rigurosa de las cinematografías de ese concepto tan difuso y tan fácilmente reconocible por todos que es “el sur”. Películas procedentes de Asia, África, Latinoamerica, obras que van mucho más allá del habitual concepto de aquellas que raramente encuentran acomodo en las salas de exhibición comerciales. Pese a su incuestionable calidad, es muy raro que alguna de ellas llegue a estrenarse.
Granada, a través de la excepcional labor del equipo dirigido por Jose Sánchez Montes y sus dos programadores, Mirito Torreiro y Gloria Fernández, ofrece así una oportunidad más única que de costumbre de acercarse a otras realidades, explorar nuevas tendencias de la narrativa cinematográfica más actual y sentir esa maravillosa sensación de pisar terreno desconocido, de descubrir nuevos y estimulantes autores. Todo eso en una ciudad tan hermosa como Granada. Una propuesta de calidad que ha conseguido, de momento, sobrevivir a los recortes un año más haciendo no pocos sacrificios. Recemos porque siga siendo así. Una propuesta tan hermosa como Cines del Sur bien lo merece.
THE MIRROR NEVER LIES (Laut Bercermin, Kamila Andini, Indonesia)
La madurez y el mar
Cines del Sur se inauguró con una curiosa película indonesia, opera prima de la realizadora Kamila Andini, que cumpliendo una de las máximas más habituales del Festival, nos lanzó de cabeza hacia una realidad completamente desconocida, al menos para el que escribe estas líneas. Su película está ambientada en un poblado pesquero de casas que se levanta sobre el mar, donde sus habitantes gitanos (¿gitanos indonesios? Pues si) vive volcado hacia el océano. De hecho, toda su vida gira alrededor del mar: viven sobre él, los hombres están permanentemente fuera de campo precisamente porque se pasan largas temporadas pescando, ya que ese es el único medio de subsistencia y el delicado equilibrio de esa sociedad fuertemente enraizada en sus costumbres puede verse alterado con la llegada de un extraño, un simple científico que viene de la capital a estudiar delfines.
En el centro de la película está Pakis, una niña de doce años que intenta enfrentarse como puede a la pérdida de su padre, un pescador desaparecido hace ya tiempo en el mar. Su ritual incansable de la búsqueda de su reflejo en el espejo que él le regaló, la relación cada vez más tensa con su madre, obligada por la tradición a guardar una especie de luto que la condena a la pobreza por falta de recursos, su incapacidad, en fin, de asumir su pérdida en pleno proceso de madurez es el motor de una película quizás simple en su planteamiento del conflicto dramático, pero interesante en cuanto la descripción del medio social en el que se ambienta.
Kamila Andini trata de vincular su historia al hermoso paisaje natural en el que se desarrolla y conseguir así extraer de unas imágenes que persiguen la metáfora visual y la belleza una poesía que a veces puede parecer algo forzada pero que en otras surge con naturalidad, especialmente cuando la película se centra en la descripción de la relación entre Pakis y su mejor amigo Lumo en su búsqueda de respuestas. La mirada de Andini puede pecar de cierto preciosismo de postal, pero su historia es sencilla, llega con facilidad al espectador y tiene a su favor un par de escenas logradas en las que la aceptación y culminación de ese proceso de madurez está narrado sin estridencias, con suavidad. Dentro de un festival en el que estamos acostumbrados a propuestas de lo más exigentes, comenzar con una película tan falta de pretensiones y quizás por eso tan agradable como The Mirror Never Lies es un suave arranque para lo mucho que nos queda por delante.
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