Ahí es nada el puñetazo sobre la mesa que dio ayer un colectivo tan variopinto como el de nuestro cine al coronar un filme alabadísimo por la crítica más sesuda y cinéfila de este país, que se estrenó además en las peores fechas posibles – el 1 de junio del 2007 – y que como consecuencia tuvo una distribución limitadísima entre el público que afortunadamente ahora está siendo compensada por una segunda vida en DVD y, es de esperar, por el próximo reestreno de varias copias a lo largo del territorio español. Ayer vi La Soledad en la comodidad de mi casa, unas horas antes de iniciarse la ceremonia. Me conquistó su aparente sencillez, su capacidad de emocionarme, su infinita dureza, la sensación de desaforada tristeza que produce la contemplación de esos retazos de vida de esos seres que transitan por ella sobreviviendo como pueden a sus continuas trampas, a las dificultades, a sus pequeñas o grandes tragedias cotidianas. Eso por no mencionar el arriesgado y brillante ejercicio de dirección nada convencional que despliega su artífice, un Jaime Rosales que, lo reconozco, no me había convencido en su anterior y alabado filme Las Horas del Día. Pero La Soledad es otra cosa. Vaya sí lo es.
Recuerdo haber pensado de inmediato que era muy difícil, casi imposible, que una película tan radical como La Soledad ganara el Goya a la Mejor Película. Ya ven que paradoja, incluso un servidor también puede ser victima de los perjuicios por los que demasiado a menudo nos dejamos llevar en lo que al cine español se refiere. La Academia me sacó de mi falta de fe de un plumazo y demostró haber alcanzado una madurez impensable para sus múltiples detractores: supo coronar la obra más brillante de la cosecha del 2007 sin descuidar por ello un justo reconocimiento a la variedad de películas que, una vez más, poblaban las nominaciones. El Orfanato, con sus siete Goyas a cuestas, incluyendo dirección novel y guión original, no tiene demasiados motivos para la queja ya que cada galardón era recibido como una fiesta por sus más que satisfechos artífices, que saben de sobra que han hecho una película estupenda, clave para el cine español del 2007.
Películas en principio ninguneadas desde las nominaciones como Bajo Las Estrellas (Mejor Actor para San Juan y Mejor Guión Adaptado para Viscarret) y la gran [REC] (Mejor Montaje y Mejor Actriz Revelación para una feliz Manuela Velasco) tuvieron asimismo su justo reconocimiento. Incluso una peli tan atacada - no sé si justamente o no, ya que aun no la he visto - como Las 13 Rosas vio premiada con cuatro Goyas aspectos como La fotografía de Alcaine, la hermosa BSO de un emocionadísimo Roque Baños, su impecable vestuario y, sobre todo, en un Goya al Mejor Actor de Reparto que casi sonaba de Honor por los muchos servicios prestados, el silencioso pero siempre eficaz trabajo de un profesional como José Manuel Cervino.
Era una noche de reconocimientos de viejas deudas: nadie discutirá el acierto de premiar de una maldita vez a esa pedazo de actriz llamada Maribel Verdú con un Goya que se le resistía desde hacía demasiado tiempo y Siete Mesas de Billar Francés también le valió un Goya a la Mejor Actriz de Reparto a Amparo Baró, con lo que la estimable película de Gracia Querejeta obtenía asimismo su momento de gloria en la fiesta del cine español. Hasta fue acertado que la mejor canción fuera el bellísimo Fado de Saudade de la película de Carlos Saura.
4 comentarios:
Sr. Garrido...es posible que aún le quede a Vd. alguna papila en funcionamiento...o alguna neurona en uso. No voy a disentir, estoy de acuerdo con Vd. y con esos pocos críticos que han defendido a "La Soledad" como la mejor película del año 2007. Modesta, perfectamente realizada y de una sensibilidad exacerbada....lo que nos falta a muchos para transitar por la vida.....Enhorabuena Sr. Rosales y no nos abandone, por Dios!!!
David, suscribo tu acertado comentario, y sigo aplaudiendo la valentía de la Academia, que se quedó con las ganas de premiar como ahora a En construcción hace unos años (se le cruzó otro hito terrorífico nacional como fue Los otros). Curiosamente, San Juan cayó en el mismo error que la Conferencia Episcopal: meterse en camisas de once varas. Ellos opinan de política desde el púlpito, y él de religión desde el escenario. Mismos perros rabiosos, distintos collares. Aprovecho igualmente para expresar mi tristeza por los columnistas y arrimados que suelen salir por estas fechas hablando de algo que no tienen ni puñetera idea: el cine español. Y me refiero a los artículos de gente como César Vidal en La Razón o Ignacio Camacho en mi querido ABC. ¿Cuántas películas nacionales habrán visto estos listillos? Un abrazo
Uf, si, espero que me quede alguna papila porque lo que son neuronas...
Altovolta, creo que tienes razón en lo de San Juan. la verdad es que cuando escribí lo de suscribir la frase de Alberto San Juan en mi articulo no lo pensé mucho, pero como bien sabes me lo han hecho reconsiderar y de todos los argumentos que me han citado, el tuyo es el que me parece más valido: cada uno a lo suyo y santas pascuas.
Lo de los pájaros de mal agüero que citamos es algo que mucho me temo que no tiene arreglo, por mucho que les sometiéramos a unas sesiones intensivas con lo mejorcito de la cosecha de cada año Y lo peor es eso, que lo sueltan alegremente sin decir que han visto que no, los angelitos. ¡¡Si hasta a mi me produce rubor hacer las listas de lo Mejor del Año con lo visto de cine español cuando, a pesar de todos mis desvelos, rara vez llego a la cuarta parte de la producción nacional estrenada cuando acaba el año!! La verdad es que produce bastante tristeza, si, pero por otra parte hoy he recibido cinco llamadas en casa pidiendome una copia de La Soledad asi que... no todo está perdido, amigos.
Gracias por la aportación
Enhorabuena por el premio David. Y por tu trabajo por el cine.
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