Guionista de prestigio durante la década que va de 1937 a 1947 (su nombre está detrás de los libretos de películas como Los violentos años veinte de Raoul Walsh o El extraño amor de Martha Ivers de Lewis Milestone) Rossen fue alcanzado de pleno por la paranoia anticomunista desatada por el tristemente célebre Senador McCarthy. Rossen trató de aguantar. Como otros de sus colegas (Edward Dmytryk o Elia Kazan) resistió la primera citación en 1951, aunque las consecuencias de su declaración “inamistosa” le cambiaron la vida: los estudios Columbia rompen su contrato y lo incluyen en la lista negra. Decide exiliarse a México. La presión se hace insostenible y la dignidad no da de comer ni ayuda a llegar a fin de mes. Tras una nueva comparecencia ante la Comisión Velde, que actuó en Nueva York de mayo a junio del 53, se viene abajo: delata a más de cincuenta ex-camaradas. “Gracias” a ello pudo volver a situarse tras las cámaras un par de años después. Su carrera, que podría haber sido mucho más fecunda, siempre se resintió por ello, aunque más de una década después se vengó dejándonos dos joyas del cine como El Buscavidas y Lilith.
El político narra el ascenso y la caída de un hombre no muy inteligente pero con una capacidad oratoria descomunal, cualidad que le lleva a ser elegido gobernador de Louisiana. Invistiéndose en primera instancia como paladín de la lucha contra la corrupción, acabará finalmente devorado por aquello que en un primer momento decía combatir. El mensaje de Rossen estaba claro: el miedo al comunismo es la excusa ideal para los demagogos, para el asentamiento de esa filosofía populista que degenera en el fascismo, sea del signo que sea.
El Político no es ni más ni menos que una parábola sobre la perversión de los ideales, sobre la falta de escrúpulos (cuando no sobre la pura amoralidad) como fórmula infalible de ascensión y / o promoción social; peldaño a peldaño, sin prisas pero sin pausas, decidido, con andar firme, hasta llegar allí donde se siente el vértigo del poder y, por supuesto, la más completa de las soledades. Nos hallamos ante un encantador de serpientes, ante un charlatán capaz de hacerte comulgar con ruedas de molino, un Maquiavelo con una ambición desmedida... un político de libro, vamos.
Porque lo más terrible es que El político posiblemente no estuviese haciendo mas que retratar un cierto estado de las cosas. Y si hace medio siglo ya tenían razones para estar desencantados con su clase dirigente, pueden imaginar lo vigente que resulta esta denuncia a día de hoy. De lo que no hay duda alguna es que El Político es un clásico que conviene recuperar, además de por los tres Oscars recibidos en 1950, que incluyen Mejor Película, Mejor Actor para un enorme Broderick Crawford que jamás estuvo mejor y Mejor Actriz de Reparto para Mercedes Mc Cambridge, por su vigencia y sobre todo para reivindicar en su justa medida el talento y la determinación del responsable de la misma, el esplendido y a menudo olvidado Robert Rossen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario