Cuando uno acude a cualquier Festival, lo hace con la esperanza de descubrir una de esas películas que justifican por sí solas una Sección Oficial, esa joya emocionante que destile saber hacer cinematográfico, esa obra poderosa que te atrape y no te suelte desde su primer plano y que te haga sentir que has tenido el enorme privilegio de ser uno de los primeros en ver una película que en unos meses muchos podrán disfrutar. En esta 61ª Berlinale esa película es iraní, se llama Nadir y Simin, Una Separación y se ha llevado merecidamente no solo el Oso de Oro sino un doble premio de interpretación conjunto e innovador, pues tanto en Mejor Actor como en Mejor Actriz el Jurado resolvió que sería injusto dejarse a alguien fuera y han premiado a todos los actores y actrices que salen en el filme.
Nadir y Simin narra efectivamente una separación, la de una mujer con un visado para salir del país que quiere aprovechar a toda cosa y un hombre que tiene no solo que cuidar a un padre enfermo de Alzheimer sino serias dudas sobre la necesidad de abandonar Irán. En medio la hija de ambos, desconcertada ante la brecha abierta entre dos posturas irreconciliables. Pero hay mucho más: conservadurismo, tradición, religión a diversos niveles, honor, frustración, accidentes, demandas, juicios… Asghar Farhadi traza un preciso diagnóstico de una sociedad convulsa y amedrentada en la que se huele y se siente el miedo. Su análisis tiene mucho más efecto porque ni alza la voz ni se pretende política, por más que lo sea. Cuida a unos personajes que tienen sobradas razones para actuar como lo hacen e ilustra un guión preciso que nos embarca en un periplo tan fascinante como contundente. Gran cine.
El Gran Premio del Jurado a El Caballo de Turín, acompañado asimismo por un premio FIPRESCI de la crítica que estaba más que cantado, reconoce la peculiaridad de la propuesta más radical vista aquí, perpetrada con alevosía por Bela Tarr, realizador al que se admira o se odia sin términos medios y que de un padre y una hija encerrados en una cabaña y sometidos a condiciones cada vez más penosas es capaz de inducirte con la poderosa fuerza de sus imágenes y su ritmo comatoso a una especie de estado hipnótico durante las dos horas y media que dura. Tarr ha insistido varias veces en esta Berlinale que ésta será su última película como realizador. Es plausible que así sea dado que la depuración de su personal estilo conseguido aquí hace complicado imaginar hacia donde más podría evolucionar esta concepción del cine mucho más cercano al arte en estado puro que a la narrativa convencional.
El Perdón de la Sangre ha conseguido el Mejor Guión con una historia de rencillas entre clanes familiares que en la ignota Albania aun provocan deudas de sangre, obligando a familias enteras a recluirse en sus casas de forma indefinida so pena de ser cobradas con la muerte de los varones del clan si ponen un pie fuera de las mismas, con lo que son las mujeres las que han de tirar del carro para sobrevivir. Propuesta brillante que nos acerca a un país y unas costumbres medievales pero plenamente vigentes que ponen los pelos de punta.
Joshua Marston, que demostró sobradamente en su momento que sabía muy bien cómo meterse en la piel de los habitantes de otros países con aquella escalofriante historia de mulas que traficaban con bolas de cocaína que era María Llena Eres de Gracia consigue transmitir toda la frustración y la asfixia que produce la tradición y, en este aspecto, resulta curioso que esta estimable película comparta algunos elementos con la película iraní no estando tan distante una de otra como geográficamente los países donde se ambientan.
Por su parte El Premio, la historia con tintes autobiográficos de una madre y una hija que huyen de la represión de los militares argentinos refugiándose en una destartalada casa en la playa, una película con elementos interesantes y bien apoyada por la desarmante naturalidad de su niña protagonista pero algo lastrada por su fatigoso ritmo y reiteración, se ha alzado con la pedrea a la Mejor Fotografia y Mejor Diseño de Producción.
Algo que puede colar en el primer caso pero que quizás sea más discutible en el segundo habida cuenta de algunas de las otras propuestas que rondaban por aquí. En cualquier caso, el conocido romance de la Berlinale con el cine latinoamericano que probablemente consigue aquí más reconocimiento que en cualquiera de los otros tres grandes festivales europeos del año, sigue su curso con los premios a esta propuesta que ha despertado no pocas simpatías.
La cuota de reconocimiento al cine local, o sea al alemán, ha pagado su peaje con dos premios a todas luces excesivos, el de Mejor Director a Ulrich Köhler por Sleeping Sickness, una confusa y desnortada reflexión sobre las relaciones entre Occidente y África en la que todo está mucho más apuntado que bien resuelto. Entre esa medida ambigüedad y algún que otro extraño homenaje final a directores de culto de la cinefilia reciente Köhler ha conseguido su propósito de enredar a unos cuántos entre los cuales no puedo contarme.
El premio Alfred Bauer para la convencional If Not Us, Who? que recrea la relación entre el escritor Bernard Vesper y la futura integrante de la banda terrorista Baader Meinhof Gudrun Ensslim, obra que lejos de ensanchar los horizontes del cine como se supone que debería hacer más bien los estrecha al no ofrecer nada ni remotamente nuevo, resulta aun más inexplicable. Al menos el Jurado ha respondido al entusiasmo más o menos generalizado con el que la película ha sido recibida por la prensa alemana.
En el palmarés falta una notable película americana, Margin Call, que dramatiza con verismo, agudeza e inteligencia las horas anteriores al derrumbe del mercado financiero estadounidense desde el interior de una de esas corporaciones que jugaron un papel clave en aquel hundimiento deliberado. Pero no sobra casi nada de lo premiado, no hay desatinos vergonzosos y encima la española También la Lluvia se ha llevado el Premio del Público de la sección Panorama, con lo que hay motivos más que sobrados, además de esta maravillosa ciudad, para estar más que contentos con esta Berlinale. Un Festival al que espero fervientemente tener la ocasión de volver en el futuro.
Nadir y Simin narra efectivamente una separación, la de una mujer con un visado para salir del país que quiere aprovechar a toda cosa y un hombre que tiene no solo que cuidar a un padre enfermo de Alzheimer sino serias dudas sobre la necesidad de abandonar Irán. En medio la hija de ambos, desconcertada ante la brecha abierta entre dos posturas irreconciliables. Pero hay mucho más: conservadurismo, tradición, religión a diversos niveles, honor, frustración, accidentes, demandas, juicios… Asghar Farhadi traza un preciso diagnóstico de una sociedad convulsa y amedrentada en la que se huele y se siente el miedo. Su análisis tiene mucho más efecto porque ni alza la voz ni se pretende política, por más que lo sea. Cuida a unos personajes que tienen sobradas razones para actuar como lo hacen e ilustra un guión preciso que nos embarca en un periplo tan fascinante como contundente. Gran cine.
El Gran Premio del Jurado a El Caballo de Turín, acompañado asimismo por un premio FIPRESCI de la crítica que estaba más que cantado, reconoce la peculiaridad de la propuesta más radical vista aquí, perpetrada con alevosía por Bela Tarr, realizador al que se admira o se odia sin términos medios y que de un padre y una hija encerrados en una cabaña y sometidos a condiciones cada vez más penosas es capaz de inducirte con la poderosa fuerza de sus imágenes y su ritmo comatoso a una especie de estado hipnótico durante las dos horas y media que dura. Tarr ha insistido varias veces en esta Berlinale que ésta será su última película como realizador. Es plausible que así sea dado que la depuración de su personal estilo conseguido aquí hace complicado imaginar hacia donde más podría evolucionar esta concepción del cine mucho más cercano al arte en estado puro que a la narrativa convencional.
El Perdón de la Sangre ha conseguido el Mejor Guión con una historia de rencillas entre clanes familiares que en la ignota Albania aun provocan deudas de sangre, obligando a familias enteras a recluirse en sus casas de forma indefinida so pena de ser cobradas con la muerte de los varones del clan si ponen un pie fuera de las mismas, con lo que son las mujeres las que han de tirar del carro para sobrevivir. Propuesta brillante que nos acerca a un país y unas costumbres medievales pero plenamente vigentes que ponen los pelos de punta.
Joshua Marston, que demostró sobradamente en su momento que sabía muy bien cómo meterse en la piel de los habitantes de otros países con aquella escalofriante historia de mulas que traficaban con bolas de cocaína que era María Llena Eres de Gracia consigue transmitir toda la frustración y la asfixia que produce la tradición y, en este aspecto, resulta curioso que esta estimable película comparta algunos elementos con la película iraní no estando tan distante una de otra como geográficamente los países donde se ambientan.
Por su parte El Premio, la historia con tintes autobiográficos de una madre y una hija que huyen de la represión de los militares argentinos refugiándose en una destartalada casa en la playa, una película con elementos interesantes y bien apoyada por la desarmante naturalidad de su niña protagonista pero algo lastrada por su fatigoso ritmo y reiteración, se ha alzado con la pedrea a la Mejor Fotografia y Mejor Diseño de Producción.
Algo que puede colar en el primer caso pero que quizás sea más discutible en el segundo habida cuenta de algunas de las otras propuestas que rondaban por aquí. En cualquier caso, el conocido romance de la Berlinale con el cine latinoamericano que probablemente consigue aquí más reconocimiento que en cualquiera de los otros tres grandes festivales europeos del año, sigue su curso con los premios a esta propuesta que ha despertado no pocas simpatías.
La cuota de reconocimiento al cine local, o sea al alemán, ha pagado su peaje con dos premios a todas luces excesivos, el de Mejor Director a Ulrich Köhler por Sleeping Sickness, una confusa y desnortada reflexión sobre las relaciones entre Occidente y África en la que todo está mucho más apuntado que bien resuelto. Entre esa medida ambigüedad y algún que otro extraño homenaje final a directores de culto de la cinefilia reciente Köhler ha conseguido su propósito de enredar a unos cuántos entre los cuales no puedo contarme.
El premio Alfred Bauer para la convencional If Not Us, Who? que recrea la relación entre el escritor Bernard Vesper y la futura integrante de la banda terrorista Baader Meinhof Gudrun Ensslim, obra que lejos de ensanchar los horizontes del cine como se supone que debería hacer más bien los estrecha al no ofrecer nada ni remotamente nuevo, resulta aun más inexplicable. Al menos el Jurado ha respondido al entusiasmo más o menos generalizado con el que la película ha sido recibida por la prensa alemana.
En el palmarés falta una notable película americana, Margin Call, que dramatiza con verismo, agudeza e inteligencia las horas anteriores al derrumbe del mercado financiero estadounidense desde el interior de una de esas corporaciones que jugaron un papel clave en aquel hundimiento deliberado. Pero no sobra casi nada de lo premiado, no hay desatinos vergonzosos y encima la española También la Lluvia se ha llevado el Premio del Público de la sección Panorama, con lo que hay motivos más que sobrados, además de esta maravillosa ciudad, para estar más que contentos con esta Berlinale. Un Festival al que espero fervientemente tener la ocasión de volver en el futuro.
Este articulo, levemente modificado, se públicó en el Periódico Voz Emérita el Lunes 21 de Febrero del 2011
2 comentarios:
David, genial como siempre. Una fotografía muy bonita la verdad, se te ve feliz, y eso nos gusta. Pero se hace necesario que vuelvas a la madre patria enseguida, Fernando está desaparecido, suponemos que novelando, Atticus que se escribe comentarios él solo, el galeón rebelde todo lleno de apuntes de fútbol, en el otro con la batalla de los oscar, Fabrizio ha vuelto pero no parece él y yo deseando quedar otra vez con la minipanda y hablar de cine, me estoy confeccionando una lista de preguntas para Pepe para contrarestar y he mirado las instrucciones y ya sé exactamente las pulgadas de la televisión. ¿Nos vemos el sábado? hasta puedo ir a una sesión de cine. Vuelve anda.....
Magnífico resumen, compa David. Eso sí, no por ello me corroe menos la envidia. Pero me da a mí que lo de Berlín, si llega algún día, aún tardará. Mientras tanto, a disfrutar de tus crónicas (de las que ésta sólo espero que sea un preludio para una larga serie...).
Un fuerte abrazo y hasta pronto.
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