4 Meses... es lo que los críticos suelen denominar una película rigurosa. Se aplica este calificativo cuando un filme propone desde un primer momento un diálogo con el espectador que consiste en establecer una serie de reglas de puesta en escena que por supuesto mantiene con absoluta coherencia durante el resto de la propuesta, traicionándolas solo cuando busca sorprender al espectador o remarcar de alguna forma algo especialmente importante para el autor. En el caso de la película rumana, todo está pensado crear una atmósfera desasosegante, la misma atmósfera pesada, cruel y gris de la Rumanía de hace 20 años, donde la gente sobrevivía a los últimos años del régimen comunista de Ceaucescu trapicheando con todo tipo de mercancías, mirando por encima del hombro para protegerse de un sistema represivo hasta la asfixia y desconfiando de todo y de casi todos, única forma de sobrevivir en un país donde un simple recepcionista de hotel podía convertirse en una amenaza muy real.
Esa atmósfera se consigue a base de una fotografía plomiza que cala en el ánimo del espectador mientras frente a sus ojos se despliega una realidad sórdida y asumida por los que la habitan, una insobornable determinación por el plano fijo dilatado mucho más tiempo del habitual cuando la acción tiene lugar en cualquier espacio cerrado – lo que ayuda a aumentar la sensación de opresión del espectador – y una cámara al hombro que sigue a los personajes de cerca cuando se trasladan de un sitio a otro. Que la peripecia de Otilia y Gabita se comprima en unas pocas horas, la asfixiante sensación de verosimilitud que desprende el relato y la enorme fuerza dramática de algunas de sus secuencias, ciertamente de difícil digestión, hacen de 4 Meses... una valiosa experiencia muy, muy alejada de lo que estamos acostumbrados a ver en pantalla.
Con todo, quizás haya que buscar las mejores virtudes de 4 Meses... en su mirada esquinada a la realidad. No puede decirse que sea una película de denuncia al uso sobre la realidad social de la Rumanía de aquellos tristes años, por más que la descripción que hace de la misma deja al espectador con una idea sumamente clara sobre lo que aquella gente tuvo que pasar en su momento, ni tampoco es una película que se postule moralmente sobre el aborto, por más que la preparación de ese aborto clandestino en una sociedad que castiga duramente a aquellos que lo llevan a cabo sea el motor argumental de la película.
Si hubiera que extraer un tema de la película ese sería el de la supervivencia y la enorme fuerza de ciertos vínculos de amistad que obligan a hacer imprevistos y dolorosos sacrificios. El personaje de Otilia, una esplendida Anna Maria Marinca, protagonista de la cinta aun cuando no es a ella a quien van a practicarle el aborto – una idea absolutamente genial de Mungiu, que desplaza así de forma brillante el centro del relato sin perder un ápice de fuerza dramática, sino más bien todo lo contrario – verá puesta a prueba de forma insoportable todas las bases sobre las que asienta su estabilidad por un admirable sentido de la lealtad hacia la inconsciente Gabita.
Mungiu no hace concesiones. Su cámara desgrana lo que sucede con un abundante despliegue de recursos narrativos que demuestra dominar: es implacable su sentido del ritmo, el acertado uso de las elipsis como elemento narrativo que nos permite de vez en cuando respirar aun cuando saber lo que ocurre más allá de los límites de la pantalla genera la misma o incluso mayor inquietud en el ánimo del espectador, destaca la forma de pasar de unas situaciones a otras buscando anticlímax que tampoco desvían por completo la atención del espectador de lo importante (¡esa delirante cena en casa de los padres del novio de Otilia!) y finalmente, sorprende la deriva absoluta hacia el puro género de terror adoptando incluso alguno de los recursos estilísticos del mismo. Incluso su cortante plano final, que en cierto modo interroga al espectador sobre su papel como incómodo testigo de la terrible historia a la que acaba de asistir, pone de manifiesto una vez más la vocación de su autor de huir de fórmulas complacientes, ni siquiera cuando el espectador pide aire a gritos.
4 Meses... Palma de Oro en Cannes, Premio Fipresci a la Mejor Película del año y Mejor Película Europea del 2007 según la Academia del Cine Europeo es una de esas obras importantes pero incómodas para el gran público, de esas que no hacen grandes taquillas y, con un poco de mala suerte, pasan como un suspiro por la cartelera. Sería una lástima que pasara desapercibida por las pantallas españolas cuando posiblemente estemos hablando de una de las películas más trascendentes que ha dado el cine europeo en los últimos añós. Búsquenla. Puede que no me perdonen el mal rato, la angustia y el desasosiego, pero al mismo tiempo sentirán que descubren una enorme película.
4 Meses, 3 Semanas, 2 Días, que estuvo en el II Festival de Cine inédito de Mérida, no se ha estrenado al escribir estas líneas en ninguna sala de Extremadura.
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