Sobre las adaptaciones literarias a la gran pantalla
La persistencia en la cartelera de Los Hombres que No Amaban a las Mujeres me proporciona la excusa perfecta para dedicar el artículo de Voz Emérita de esta semana a la siempre espinosa cuestión de las adaptaciones literarias. Sabido es que las relaciones entre cine y literatura siempre han sido tan tormentosas como en el fondo fructíferas: el cine siempre tendrá necesidad de historias que contar y partir de un material literario previo ayuda a solventar en gran medida el siempre difícil escollo de conseguir un guión inicial. Por supuesto, hay películas impresionantes basadas en libros mediocres y viceversa, libros maravillosos que han perdido toda su magia en su traslación a la gran pantalla. En un debate casi tan viejo como el propio cine, parecía haber quedado claro que cine y literatura son lenguajes diferentes y conseguir una película notable a menudo dependía de que se pudiera alcanzar cierto grado de independencia respecto a su referente literario, una suerte de reinvención del texto en sus propios términos cinematográficos.
Con los best-sellers hubo que revisar ese planteamiento porque si uno quiere convertir en público potencial a los miles de lectores del libro, parece lógico no alejarse un ápice de sus elementos esenciales, no vaya a ser que tengamos que enfrentarnos a la ira de una legión de aficionados descontentos y, cielos, al consecuente fracaso económico. Así pues en los últimos tiempos vivimos una fiebre de adaptaciones cuya característica esencial no es tanto la reinterpretación en clave cinematográfica como la fidelidad obsesiva al original. Eso ha dado lugar a plúmbeas películas pasadas de metraje en los que sobran diálogos y líneas narrativas pero lo peor es que gran parte de estas obras hacen gala de una falta de personalidad alarmante y para colmo, algunos autores escriben sus novelas pensando en su futura traslación al cine, lo que es una perversa consecuencia de este cambio de reglas del juego.
Vi Los Hombres que No Amaban a las Mujeres habiendo decidido no solo no leer la novela en la que se basa sino también obviar cualquier tipo de información referente a su argumento. Salió bien, ya que la película, un thriller más que correcto, me entretuvo bastante. Ese ambiente malsano que ya he podido detectar en más de una obra nórdica hace que uno se pregunte como será vivir por allí arriba, ya que la disección de esa sociedad sueca tan saludable en apariencia y bastante podrida en el trasfondo que muestra la película es desoladora. Creo que el personaje de Lisbeth Salander es una bomba - el episodio con el tutor, más allá de su carácter de elemento casi externo a la columna del relato y su sordidez extrema es demoledor - muchísimo más interesante que el algo pazguato Blomqvist, pero la muy peculiar química entre ambos funciona francamente bien, algo a lo que ayuda no poco que los actores que los interpretan sean, además de creíbles, completos desconocidos.
Puede que a algunos la enorme frialdad que despliega el conjunto y el ritmo tranquilo igual les dejan un poco fuera de la película. A mi sí consiguió engancharme, especialmente desde esa reconstrucción de los hechos a partir de las fotografías digna sucesora de las de Blade Runner o Blow Up. Y las dos horitas y media se me pasaron en un suspiro, consiguiendo incluso que perdonara algunas de las inconsistencias y de las arbitrariedades del relato en su apresurado tramo final. Sospecho, en fin, que la película contentará a los que conozcan la novela y resultará entretenida para los que no. Lo que no es poco: podría haber sido muchísimo peor.
Por otra parte, he de reconocer que aunque no pienso abalanzarme sobre ellos, no me importaría ni leer el voluminoso best seller de Stieg Larsson ni sus dos continuaciones aunque tengo de nuevo la molesta sensación que ya me asaltara con las obras que perpetra Dan Brown: El éxito de este tipo ¿no será debido a que escribía libros de fácil uso para gente que no suele leer demasiado?
La persistencia en la cartelera de Los Hombres que No Amaban a las Mujeres me proporciona la excusa perfecta para dedicar el artículo de Voz Emérita de esta semana a la siempre espinosa cuestión de las adaptaciones literarias. Sabido es que las relaciones entre cine y literatura siempre han sido tan tormentosas como en el fondo fructíferas: el cine siempre tendrá necesidad de historias que contar y partir de un material literario previo ayuda a solventar en gran medida el siempre difícil escollo de conseguir un guión inicial. Por supuesto, hay películas impresionantes basadas en libros mediocres y viceversa, libros maravillosos que han perdido toda su magia en su traslación a la gran pantalla. En un debate casi tan viejo como el propio cine, parecía haber quedado claro que cine y literatura son lenguajes diferentes y conseguir una película notable a menudo dependía de que se pudiera alcanzar cierto grado de independencia respecto a su referente literario, una suerte de reinvención del texto en sus propios términos cinematográficos.
Con los best-sellers hubo que revisar ese planteamiento porque si uno quiere convertir en público potencial a los miles de lectores del libro, parece lógico no alejarse un ápice de sus elementos esenciales, no vaya a ser que tengamos que enfrentarnos a la ira de una legión de aficionados descontentos y, cielos, al consecuente fracaso económico. Así pues en los últimos tiempos vivimos una fiebre de adaptaciones cuya característica esencial no es tanto la reinterpretación en clave cinematográfica como la fidelidad obsesiva al original. Eso ha dado lugar a plúmbeas películas pasadas de metraje en los que sobran diálogos y líneas narrativas pero lo peor es que gran parte de estas obras hacen gala de una falta de personalidad alarmante y para colmo, algunos autores escriben sus novelas pensando en su futura traslación al cine, lo que es una perversa consecuencia de este cambio de reglas del juego.
Vi Los Hombres que No Amaban a las Mujeres habiendo decidido no solo no leer la novela en la que se basa sino también obviar cualquier tipo de información referente a su argumento. Salió bien, ya que la película, un thriller más que correcto, me entretuvo bastante. Ese ambiente malsano que ya he podido detectar en más de una obra nórdica hace que uno se pregunte como será vivir por allí arriba, ya que la disección de esa sociedad sueca tan saludable en apariencia y bastante podrida en el trasfondo que muestra la película es desoladora. Creo que el personaje de Lisbeth Salander es una bomba - el episodio con el tutor, más allá de su carácter de elemento casi externo a la columna del relato y su sordidez extrema es demoledor - muchísimo más interesante que el algo pazguato Blomqvist, pero la muy peculiar química entre ambos funciona francamente bien, algo a lo que ayuda no poco que los actores que los interpretan sean, además de creíbles, completos desconocidos.
Puede que a algunos la enorme frialdad que despliega el conjunto y el ritmo tranquilo igual les dejan un poco fuera de la película. A mi sí consiguió engancharme, especialmente desde esa reconstrucción de los hechos a partir de las fotografías digna sucesora de las de Blade Runner o Blow Up. Y las dos horitas y media se me pasaron en un suspiro, consiguiendo incluso que perdonara algunas de las inconsistencias y de las arbitrariedades del relato en su apresurado tramo final. Sospecho, en fin, que la película contentará a los que conozcan la novela y resultará entretenida para los que no. Lo que no es poco: podría haber sido muchísimo peor.
Por otra parte, he de reconocer que aunque no pienso abalanzarme sobre ellos, no me importaría ni leer el voluminoso best seller de Stieg Larsson ni sus dos continuaciones aunque tengo de nuevo la molesta sensación que ya me asaltara con las obras que perpetra Dan Brown: El éxito de este tipo ¿no será debido a que escribía libros de fácil uso para gente que no suele leer demasiado?
Este artículo, levemente modificado, apareció en el periódico gratuito Voz Emérita el lunes 13 de junio
PD: Si quereis leer un buen artículo sobre la obra de Stieg Larsson y su adaptación a la pantalla por parte de alguien que sí se ha leído la novela, echadle un vistazo a la entrada que le ha dedicado en su blog el crítico Tomás Fernández Valenti
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