El Lunes 1 de Junio a partir de las 20:30 horas en el Centro Cultural Alcazaba y poniendo el punto final al ciclo de cine MadeInUsa, el Cine Club Forvm proyecta la película The Visitor, escrita y dirigida por Todd Mc Carthy (Vias Cruzadas) e interpretada entre otros por Richard Jenkins - que fue nominado este mismo año al Oscar al Mejor Actor por su excepcional trabajo en esta película - y la actriz palestina Hiam Abbass (Los Limoneros, Paradise Now, Munich) y que narra la historia del profundo cambio que experimenta un maduro profesor de universidad sumido en una profunda crisis a raiz de su encuentro casual con una pareja de inmigrantes ilegales en Nueva YorkA veces pienso que, quizás por el tiempo transcurrido y la naturalidad con que hemos admitido la importancia de ese hecho en los años posteriores, se nos pasan por alto las profundas consecuencias que el 11-S tuvo para gran parte de la mentalidad norteamericana. Sufrir por primera vez en su territorio un ataque de esas dimensiones, más allá de permitir a la Administración Bush un buen puñado de desmanes en su desproporcionada y carente de casi toda lógica respuesta, con cuyas consecuencias aun seguiremos lidiando a lo largo de los próximos años, también hizo surgir el miedo al diferente, que algunos empezaran a considerar que quizás debieran revisarse las políticas que regulaban la inmigración, haciendo recortes en determinadas libertades civiles que siempre han estado orgullosos de defender, que en cierto modo se llegara a poner en duda esa vieja idea del crisol de culturas como uno de los pilares fundamentales de la fuerza de una sociedad multiétnica y multicultural forjada por personas provenientes de infinidad de países del mundo.
Hay muchos cineastas que en los últimos años han visto estos signos preocupantes, que han sido testigos de cómo la cultura del miedo ha provocado actos injustificables, que han querido levantar su voz para llamar la atención sobre la paradoja que supone defender un determinado estilo de la vida e incluso tratar de imponer ese modelo más allá de las fronteras estadounidenses mientras en el interior se descuidaban precisamente los valores que en gran parte sustentan ese modelo. Los hay, como Michael Moore en Fahrenheit 9/11, que lanzan panfletos incendiarios en forma de documentales con claros objetivos políticos. Los hay, como Robert Redford en Leones por Corderos, que se afanan por analizar y hacer comprender al espectador las distintas claves de esa nueva mentalidad surgida en estos años. Y los hay, como Todd Mc Carthy, que consiguen que esa denuncia no pase inadvertida al espectador colocándola no en primer plano sino al fondo de una historia pequeña, sencilla y hermosa.Desde las primeras escenas, reconocemos a la perfección a un personaje de las características de Walter. Un hombre gris y abatido, un profesor de universidad cuyo sentido de la vida lleva demasiado tiempo escapándosele entre los dedos tras la pérdida de su mujer, atrapado por la monotonía de una existencia anodina. Obligado de mala gana a viajar a Nueva York por motivos de trabajo, la sorpresa de Walter será mayúscula cuando se encuentre viviendo en su apartamento a una pareja de inmigrantes ilegales, un músico sirio que toca el djembe y una senegalesa que diseña y vende sus propias joyas en un mercadillo, a quienes les han alquilado dicho piso de forma fraudulenta. Tras el choque inicial, Walter permitirá que esa pareja, que no tiene donde ir, se quede en su casa. Y será su contacto con ellos lo que, poco a poco, revitalizará a Walter hasta el punto que empiece a recuperar el gusto por la vida.Cuando la realidad de la sociedad USA post 11-S se cuela por las rendijas de esta pequeña historia de redescubrimiento vital, Todd Mc Carthy consigue que su denuncia resulte de lo más efectiva. No necesita más que el enorme talento de un inconmensurable Richard Jenkins, la delicadeza con la éste dibuja la evolución vital de Walter a través de cosas tan simples como aprender a tocar el djembe, redescubrir viejas sensaciones ya olvidadas de la mano de Mouna – que hermosa es y que bien contada está esa incipiente historia de amor madura con el personaje que interpreta la maravillosa Hiam Abbass, la inolvidable actriz de Los Limoneros – o reafirmar su rebelión ante lo arbitrario, lo dolorosamente injusto para que todos seamos Walter en su viaje. The Visitor es una de esas historias pequeñas que acaban por hacerse grandes en el corazón y en la mente del espectador. Y es que hay veces que la sencillez de las cosas bien hechas es la mejor forma de conseguir películas verdaderamente importantes.
Este artículo, levemente modificado, aparece el lunes 01 de junio en el periódico gratuito Voz Emérita
Hay muchos cineastas que en los últimos años han visto estos signos preocupantes, que han sido testigos de cómo la cultura del miedo ha provocado actos injustificables, que han querido levantar su voz para llamar la atención sobre la paradoja que supone defender un determinado estilo de la vida e incluso tratar de imponer ese modelo más allá de las fronteras estadounidenses mientras en el interior se descuidaban precisamente los valores que en gran parte sustentan ese modelo. Los hay, como Michael Moore en Fahrenheit 9/11, que lanzan panfletos incendiarios en forma de documentales con claros objetivos políticos. Los hay, como Robert Redford en Leones por Corderos, que se afanan por analizar y hacer comprender al espectador las distintas claves de esa nueva mentalidad surgida en estos años. Y los hay, como Todd Mc Carthy, que consiguen que esa denuncia no pase inadvertida al espectador colocándola no en primer plano sino al fondo de una historia pequeña, sencilla y hermosa.Desde las primeras escenas, reconocemos a la perfección a un personaje de las características de Walter. Un hombre gris y abatido, un profesor de universidad cuyo sentido de la vida lleva demasiado tiempo escapándosele entre los dedos tras la pérdida de su mujer, atrapado por la monotonía de una existencia anodina. Obligado de mala gana a viajar a Nueva York por motivos de trabajo, la sorpresa de Walter será mayúscula cuando se encuentre viviendo en su apartamento a una pareja de inmigrantes ilegales, un músico sirio que toca el djembe y una senegalesa que diseña y vende sus propias joyas en un mercadillo, a quienes les han alquilado dicho piso de forma fraudulenta. Tras el choque inicial, Walter permitirá que esa pareja, que no tiene donde ir, se quede en su casa. Y será su contacto con ellos lo que, poco a poco, revitalizará a Walter hasta el punto que empiece a recuperar el gusto por la vida.Cuando la realidad de la sociedad USA post 11-S se cuela por las rendijas de esta pequeña historia de redescubrimiento vital, Todd Mc Carthy consigue que su denuncia resulte de lo más efectiva. No necesita más que el enorme talento de un inconmensurable Richard Jenkins, la delicadeza con la éste dibuja la evolución vital de Walter a través de cosas tan simples como aprender a tocar el djembe, redescubrir viejas sensaciones ya olvidadas de la mano de Mouna – que hermosa es y que bien contada está esa incipiente historia de amor madura con el personaje que interpreta la maravillosa Hiam Abbass, la inolvidable actriz de Los Limoneros – o reafirmar su rebelión ante lo arbitrario, lo dolorosamente injusto para que todos seamos Walter en su viaje. The Visitor es una de esas historias pequeñas que acaban por hacerse grandes en el corazón y en la mente del espectador. Y es que hay veces que la sencillez de las cosas bien hechas es la mejor forma de conseguir películas verdaderamente importantes.
Este artículo, levemente modificado, aparece el lunes 01 de junio en el periódico gratuito Voz Emérita
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