Hoy a las 20:30 la Filmoteca de Extremadura proyecta en el Centro Cultural Alcazaba la magnífica Vals con Bashir, película que fue la segunda más valorada por el público del III Festival de Cine Inédito de Mérida – obtuvo una puntuación de 7,69 sobre 10 - y que ahora muchos van a tener la oportunidad de descubrir y, estoy seguro, otros aprovecharán para disfrutar una segunda vez. Me gusta pensar que un Festival de Cine se justifica por ofrecer al espectador la posibilidad de ver obras innovadoras que rompan los límites de aquello que estamos acostumbrados a ver en la pantalla. Siguiendo esa idea pocas obras encontraremos a lo largo del año que cumplan mejor con ese requisito que esta película israelí en la que su autor Ari Folman prácticamente inventa un nuevo formato: el documental de animación.Vals con Bashir parte del descubrimiento casual por parte del propio realizador de su imposibilidad de recordar con claridad su participación como soldado en la Guerra del Líbano de 1982. La toma de conciencia del hecho de que su mente parece haber borrado todo lo que aconteció en aquel conflicto embarcará a Folman hacia un reencuentro con amigos y camaradas de armas, a través de cuyos testimonios irá tirando del frágil hilo de una memoria que se resiste a ser recordada para dar forma a ese pasado huidizo que intuimos terrible.Es una tarea compleja enumerar todas las virtudes de esta magnífica exploración de Ari Folman sobre su propio pasado que acaba por convertirse en el mejor argumento visto en años sobre la reivindicación de la memoria histórica. Y es que debe ser duro formar parte de un país, no digamos ya haber participado pasivamente en los hechos, que condujeron a la matanza indiscriminada de unos tres mil palestinos inocentes por parte de los falangistas cristianos libaneses que buscaban vengar la muerte en atentado de su idolatrado lider Bashir Gemayel en las matanzas de los campos de refugiados de Sabra y ChatilaSi ya de por sí resulta valiosa la tarea emprendida por Folman, no lo es menos la forma en la que decidió llevar a cabo la película, provocando con la mezcla de un tema tan viejo y tan adulto como la guerra con la animación que habitualmente asociamos a lo infantil y al territorio de lo soñado, una combinación desconcertante. Mano a mano con el ilustrador David Polonsky, Folman utiliza la animación tanto para explorar sus inmensas posibilidades narrativas como para ofrecer una visión de la guerra que bebe de multitud de referentes – es inevitable no pensar en varios títulos emblemáticos escuchando esa voz en off que recrea el sinsentido y el absurdo de la guerra – pero cuya mayor inteligencia es saber dar con un tono propio, ya sea utilizando las hipnóticas ensoñaciones y experiencias de los soldados, ya sea con el buen uso de una acertada BSO compuesta por Max Richter para mantener muy viva la atención del espectador hasta llegar al demoledor tramo final, en el que el documental toma definitivamente las riendas para, con una sobriedad expositiva escalofriante, enfrentar al espectador con el horror del que ya hablaron Conrad y Coppola, ese horror que demuestra que el ser humano es perfectamente capaz de llevar a cabo las más terribles acciones contra sus semejantes sin el más mínimo atisbo de reparo moral.Vals con Bashir no solo es una película impresionante e imprescindible, es una valiosa innovación del lenguaje cinematográfico que no debe menospreciarse y en el que Folman consigue, en ese valiente proceso personal de recuperar su propia conciencia, despertar la nuestra.
Este artículo, levemente modificado, se publicó en el periódico gratuito Voz Emérita nº 105 el 27 de abril de 2009
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