El Lunes 4 de Mayo a partir de las 20:30 horas y en el Centro Cultural Alcazaba, el CineClub Forvm de Mérida inicia con la magnífica Antes Que El Diablo Sepa que Has Muerto su segundo ciclo del año, Cine MadeInUsa, compuesto por cuatro producciones norteamericanas inéditas en nuestra ciudad pero que tienen en común huir de las caracteristicas y los tópicos en los que el espectador medio suele pensar cuando piensa en el Cine Americano. El resto de ciclo estará compuesto por los siguientes títulos: Elegy de Isabel Coixet (11 de Mayo), En el Valle de Elah de Paul Haggis (25 de Mayo) y The Visitor de Todd Mc Carthy (1 de Junio). El precio de las entradas es de tres euros.
Antes que el Diablo Sepa que Has Muerto: Maestría y Negrura La etiqueta de “último clásico del cine americano” por mucho que pudiera parecerlo, no corresponde en exclusiva a Clint Eastwood. Hay un lúcido señor de 84 años llamado Sydney Lumet que recibió en el 2005 un Oscar honorífico por toda su carrera – con títulos tan señeros como Doce Hombres sin Piedad, Serpico, Network o Veredicto Final - y que, desafiando la jubilación que se le presupone a estos galardones, ha realizado desde entonces un par de películas estimables y una absoluta obra maestra que, con todo merecimiento en opinión del que escribe estas líneas, fue elegida por el programa de TVE Días de Cine como la mejor película extranjera estrenada en España en el 2008. Antes que el Diablo… tiene un planteamiento sencillo y hasta tópico: dos hermanos provenientes de una familia de clase media acomodada tienen serios problemas económicos. Uno de ellos planea un golpe que los resuelva de un plumazo: atracar una joyería regentada por un par de viejecitos, sin alarmas, que no supondrá excesivas dificultades. El único inconveniente es que dicho negocio pertenece a sus propios padres. Este detalle, suficientemente demostrativo de la sordidez y la negrura con la que se conducen los personajes que pueblan este filme, es solo la punta del iceberg: por las desoladas imágenes de Antes que El Diablo… desfilan hermanos, hijos, esposos o amantes todos ellos entrelazados en una espiral de celos, odio, ansiedad, miedo o desprecio que hace casi imposible para el espectador encontrar un asidero al que agarrarse en medio del vacío que Lumet y su excelente guionista Kelly Masterson construyen.Así pues estamos ante una película desgarradora que, como los personajes que lo pueblan, esconde su verdadera naturaleza en un elaborado juego de espejos: en la superficie puede que lo que ocurra tenga la estructura de un thriller incluso vulgar, pero por debajo de ella se mueve todo un océano de reproches y egoísmos que hunden sus raíces en un pasado familiar que parece haber creado auténticos monstruos capaces de devorarse unos a otros llevados tanto por sus necesidades – ya sean propias o inducidas por otros – como por una irrefrenable ansia de compartir ese dolor que en el fondo les atenaza.
Lumet exhibe su maestría con una perfecta disección de personajes y una puesta en escena que rezuma clasicismo por más que su estructura narrativa, voluntariamente desordenada y compuesta por una pluralidad de puntos de vista sobre las mismas escenas con las que el veterano realizador demuestra estar al día sobre ciertas tendencias narrativas modernas, pueda hacer pensar lo contrario. El actor prima sobre cualquier otro recurso narrativo, y éstos responden con entusiasmo: ya sea un inconmensurable Philip Seymour Hoffmann – atención a la escena en el loft de lujo donde acude para relajarse – Marisa Tomei, Ethan Hawke o Albert Finney quien esté en pantalla, el resultado es invariablemente el mismo: uno siente la sensación de estar asistiendo a una impresionante exhibición de talento interpretativo en uno de los repartos mejor conjuntados de los últimos tiempos. Antes que el Diablo… puede por momentos llegar a ser una película desconcertante: narra con esquemas propios del cine negro una tragedia de reminiscencias vagamente shakesperianas, convierte a sus en el fondo desamparadas criaturas en juguetes de un destino que ellos mismos han ayudado a fabricar y al espectador no le queda otra que observar tan fascinado como aterrado dicho proceso. En la que quizás sea su última película, Lumet nos ha inundado de talento, de dolor y de negrura con una obra que, con el tiempo, se convertirá en un clásico. Harían bien en no perdérsela, más allá de su dureza: puede que Lumet, como otras muchas veces, esté volviendo a ser un lúcido cronista de estos tiempos.
Este artículo, levemente modificado, se publicará el lunes 04 de Mayo en el periódico gratuito Voz Emérita
Antes que el Diablo Sepa que Has Muerto: Maestría y Negrura La etiqueta de “último clásico del cine americano” por mucho que pudiera parecerlo, no corresponde en exclusiva a Clint Eastwood. Hay un lúcido señor de 84 años llamado Sydney Lumet que recibió en el 2005 un Oscar honorífico por toda su carrera – con títulos tan señeros como Doce Hombres sin Piedad, Serpico, Network o Veredicto Final - y que, desafiando la jubilación que se le presupone a estos galardones, ha realizado desde entonces un par de películas estimables y una absoluta obra maestra que, con todo merecimiento en opinión del que escribe estas líneas, fue elegida por el programa de TVE Días de Cine como la mejor película extranjera estrenada en España en el 2008. Antes que el Diablo… tiene un planteamiento sencillo y hasta tópico: dos hermanos provenientes de una familia de clase media acomodada tienen serios problemas económicos. Uno de ellos planea un golpe que los resuelva de un plumazo: atracar una joyería regentada por un par de viejecitos, sin alarmas, que no supondrá excesivas dificultades. El único inconveniente es que dicho negocio pertenece a sus propios padres. Este detalle, suficientemente demostrativo de la sordidez y la negrura con la que se conducen los personajes que pueblan este filme, es solo la punta del iceberg: por las desoladas imágenes de Antes que El Diablo… desfilan hermanos, hijos, esposos o amantes todos ellos entrelazados en una espiral de celos, odio, ansiedad, miedo o desprecio que hace casi imposible para el espectador encontrar un asidero al que agarrarse en medio del vacío que Lumet y su excelente guionista Kelly Masterson construyen.Así pues estamos ante una película desgarradora que, como los personajes que lo pueblan, esconde su verdadera naturaleza en un elaborado juego de espejos: en la superficie puede que lo que ocurra tenga la estructura de un thriller incluso vulgar, pero por debajo de ella se mueve todo un océano de reproches y egoísmos que hunden sus raíces en un pasado familiar que parece haber creado auténticos monstruos capaces de devorarse unos a otros llevados tanto por sus necesidades – ya sean propias o inducidas por otros – como por una irrefrenable ansia de compartir ese dolor que en el fondo les atenaza.
Lumet exhibe su maestría con una perfecta disección de personajes y una puesta en escena que rezuma clasicismo por más que su estructura narrativa, voluntariamente desordenada y compuesta por una pluralidad de puntos de vista sobre las mismas escenas con las que el veterano realizador demuestra estar al día sobre ciertas tendencias narrativas modernas, pueda hacer pensar lo contrario. El actor prima sobre cualquier otro recurso narrativo, y éstos responden con entusiasmo: ya sea un inconmensurable Philip Seymour Hoffmann – atención a la escena en el loft de lujo donde acude para relajarse – Marisa Tomei, Ethan Hawke o Albert Finney quien esté en pantalla, el resultado es invariablemente el mismo: uno siente la sensación de estar asistiendo a una impresionante exhibición de talento interpretativo en uno de los repartos mejor conjuntados de los últimos tiempos. Antes que el Diablo… puede por momentos llegar a ser una película desconcertante: narra con esquemas propios del cine negro una tragedia de reminiscencias vagamente shakesperianas, convierte a sus en el fondo desamparadas criaturas en juguetes de un destino que ellos mismos han ayudado a fabricar y al espectador no le queda otra que observar tan fascinado como aterrado dicho proceso. En la que quizás sea su última película, Lumet nos ha inundado de talento, de dolor y de negrura con una obra que, con el tiempo, se convertirá en un clásico. Harían bien en no perdérsela, más allá de su dureza: puede que Lumet, como otras muchas veces, esté volviendo a ser un lúcido cronista de estos tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario