Resulta curioso y en mi experiencia bastante inusual que una película pueda resultar a un tiempo seductora e irritante, hipnótica y decepcionante, deslumbrante y fallida. Sin embargo uno se siente inclinado a afirmar que Tim Burton tiene el mérito – o la responsabilidad, según se mire – de haber conseguido todo eso a la vez en su esperada Alicia en el País de las Maravillas, enésima revisión del clásico de Lewis Carroll que uno sabe de antemano que tiene numerosos puntos de contacto con el amor por la fantasía, la anormalidad, los mundos mágicos que se ocultan más allá de éste con un punto tenebroso que tanto gustan al realizador de Burbank.
No es una novedad. Al fin y al cabo tras la maravillosa Big Fish, tanto Charlie y la Fábrica de Chocolate como Sweeney Todd son películas basadas en obras anteriores de otros autores en las que Burton encontró un vehículo ideal para desplegar su universo sin tener que hacer el duro esfuerzo de inventarlo de nuevo. Dicho de otro modo, su creatividad se halla hace tiempo al servicio de la reformulación de lo existente y es su talento el que le permite salir bien parado de unos trabajos en los que, por más que nos siga maravillando su personal forma de ilustrar historias, estamos lejos de poder sentirnos tan deslumbrados como lo fuimos en el pasado.
Su Alicia es la evolución lógica de esta trayectoria: nadie osaría poner en duda que el iconográfico mundo de Carroll es plenamente burtoniano y desde ahí el reto del realizador consistía en mi opinión en conseguir que su visión lo enriqueciera de alguna forma, que el rehacer una vez más la historia de la niña que cae por el agujero y descubre un mundo alternativo de maravillas y fantasía que tanto se asemeja a un sueño nos pareciera tan reconocible como nuevo, que consiguiera hacernos vibrar con un material tan proclive al claroscuro, al surrealismo, las dobles lecturas y las cargas de profundidad que en tantas obras posteriores ha influido. Pero Burton solo lo consigue a medias, o si se prefiere, de forma desigual.
La brillantez incuestionable a la hora de reflejar ese mundo – la película merece la pena verse aunque solo sea por el hecho del inmenso placer estético que supone redescubrir ese universo con los ojos de Burton – choca de frente con un guión timorato de Linda Woolverton que pese a una idea magnífica, que su Alicia no sea ya una niña sino una mujer casadera que no recuerda en absoluto sus primeras visitas a ese mundo y que vive la experiencia con una mezcla de incredulidad, escepticismo y lucha interior por recuperar esas sensaciones de la infancia a punto de desaparecer, se despeña en cuanto ésta se ve forzada a asumir un rol adulto de salvadora o mesías que para mi resulta incompatible con la magia perversa de Carroll: su Alicia era un personaje a la deriva en un mundo fantástico cuyas reglas, lecturas desviadas de su propia realidad, se esforzaba en comprender para sobrevivir mientras era arrastrada por la deriva de los acontecimientos.
La Alicia de Burton, por el contrario, toma las riendas y acaba convertida en improbable paladín con armadura, enfrentamiento con monstruo y batalla final incluida que emparenta a la película con otras conocidas obras recientes en una suerte de uniformidad indeseable del fantástico actual. Un peaje tal vez demasiado caro para que Burton consiguiera llevar a cabo su visión de la historia.
Porque, no nos engañemos, pese a todo lo dicho su Alicia es un verdadero festín visual repleto de momentos maravillosos. Burton aprovecha que iconografía y personajes nos resultan reconocibles pero a la vez nos provocan extrañeza porque la historia es muy distinta. Y ese extrañamiento corre paralelo al de la misma Alicia con lo que el juego cobra sentido: podemos dejarnos seducir por su brillante recreación de personajes estrafalarios y situaciones delirantes, por la sugerente música de Danny Elfman y la siempre apabullante puesta en escena, podemos meternos tan de lleno en ese fantástico mundo que por momentos lleguemos a olvidar todo reparo. O quizás no. Dependerá de cuánto quiera profundizar uno en la madriguera del conejo.
Este artículo se publicó el Lunes 26 de Abril en el Periódico Gratuito Voz Emérita
No es una novedad. Al fin y al cabo tras la maravillosa Big Fish, tanto Charlie y la Fábrica de Chocolate como Sweeney Todd son películas basadas en obras anteriores de otros autores en las que Burton encontró un vehículo ideal para desplegar su universo sin tener que hacer el duro esfuerzo de inventarlo de nuevo. Dicho de otro modo, su creatividad se halla hace tiempo al servicio de la reformulación de lo existente y es su talento el que le permite salir bien parado de unos trabajos en los que, por más que nos siga maravillando su personal forma de ilustrar historias, estamos lejos de poder sentirnos tan deslumbrados como lo fuimos en el pasado.
Su Alicia es la evolución lógica de esta trayectoria: nadie osaría poner en duda que el iconográfico mundo de Carroll es plenamente burtoniano y desde ahí el reto del realizador consistía en mi opinión en conseguir que su visión lo enriqueciera de alguna forma, que el rehacer una vez más la historia de la niña que cae por el agujero y descubre un mundo alternativo de maravillas y fantasía que tanto se asemeja a un sueño nos pareciera tan reconocible como nuevo, que consiguiera hacernos vibrar con un material tan proclive al claroscuro, al surrealismo, las dobles lecturas y las cargas de profundidad que en tantas obras posteriores ha influido. Pero Burton solo lo consigue a medias, o si se prefiere, de forma desigual.
La brillantez incuestionable a la hora de reflejar ese mundo – la película merece la pena verse aunque solo sea por el hecho del inmenso placer estético que supone redescubrir ese universo con los ojos de Burton – choca de frente con un guión timorato de Linda Woolverton que pese a una idea magnífica, que su Alicia no sea ya una niña sino una mujer casadera que no recuerda en absoluto sus primeras visitas a ese mundo y que vive la experiencia con una mezcla de incredulidad, escepticismo y lucha interior por recuperar esas sensaciones de la infancia a punto de desaparecer, se despeña en cuanto ésta se ve forzada a asumir un rol adulto de salvadora o mesías que para mi resulta incompatible con la magia perversa de Carroll: su Alicia era un personaje a la deriva en un mundo fantástico cuyas reglas, lecturas desviadas de su propia realidad, se esforzaba en comprender para sobrevivir mientras era arrastrada por la deriva de los acontecimientos.
La Alicia de Burton, por el contrario, toma las riendas y acaba convertida en improbable paladín con armadura, enfrentamiento con monstruo y batalla final incluida que emparenta a la película con otras conocidas obras recientes en una suerte de uniformidad indeseable del fantástico actual. Un peaje tal vez demasiado caro para que Burton consiguiera llevar a cabo su visión de la historia.
Porque, no nos engañemos, pese a todo lo dicho su Alicia es un verdadero festín visual repleto de momentos maravillosos. Burton aprovecha que iconografía y personajes nos resultan reconocibles pero a la vez nos provocan extrañeza porque la historia es muy distinta. Y ese extrañamiento corre paralelo al de la misma Alicia con lo que el juego cobra sentido: podemos dejarnos seducir por su brillante recreación de personajes estrafalarios y situaciones delirantes, por la sugerente música de Danny Elfman y la siempre apabullante puesta en escena, podemos meternos tan de lleno en ese fantástico mundo que por momentos lleguemos a olvidar todo reparo. O quizás no. Dependerá de cuánto quiera profundizar uno en la madriguera del conejo.
Este artículo se publicó el Lunes 26 de Abril en el Periódico Gratuito Voz Emérita
2 comentarios:
Bueno David, ahí tienes un pirata contestando a tus impresiones de Alicia, pero te lo ha dejado en tu intervención pirata, no te lo pierdas porque merece la pena. Yo me auno a lo que te dice Perry, pero los comentarios e impresiones sobre Alicia de Tim, me tienes que esperar un poquito a que la vea. Siempre es muy grato leerte. (Aquí y allí)
Coincido contigo una vez más, David. Tim-malospelos-Burton sigue teniendo un poderío visual incuestionable. Pero parece que trabajase de encargo con condiciones. Y la película fascina y defrauda a la vez. No estaría mal que se atreviera con una historia suya de nuevo, en lugar de hacer remakes con su estilo, por muy apañados que le salgan.
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