sábado, junio 25, 2016

EL CINE DEL FIN DEL MUNDO por Jesús Ponce

Nota bene: Esta entrada fue escrita por Jesús Ponce en su blog Páginas Pérdidas en Marzo del 2014. Está dedicado a Eduardo Trías y a un servidor. Cuando Jesús decidió, por motivos personales, borrar su blog, le pedí permiso para reproducirlo en CineMérida. Su respuesta fue tan sencilla como generosa "No tienes que pedirme permiso. Es tuyo."  

 EL CINE DEL FIN DEL MUNDO



Hace unos días ha sido noticia el descubrimiento del llamado "cine del fin del mundo" por un fotógrafo que atiende al nombre de Kaupo Kikkas.


En una de las partes más inaccesibles del sur de Sinaí, según nos cuenta la prensa, un excéntrico francés se preguntó por qué no había cines en el desierto. 


Pero esta no es la historia de ese hombre.



Ese suicida que con esa idea de soñador, romántico y mecenas del arte emprendió una aventura que nunca empezó. Buscó dinero y compró asientos de un viejo cine, proyectores de salas cerradas, un enorme tractor que elevaría la pantalla y un generador eléctrico que trasladó al lugar dispuesto a crear su propio templo del arte como si de un nuevo Fitzcarraldo se tratara.

Llegó el día de la inauguración. No existen datos sobre si fue mucha o poca gente, ni de cómo llegaron hasta allí los que llegaron. El tractor elevó una gran vela que haría de pantalla pero el generador no arrancó.


El iluso francés no había contado con que el gobierno de ese país no es muy amigo de los cambios ni de la cultura y todo su sistema de proyección había sido saboteado por sus propios colaboradores.



Hasta aquí la historia del hombre, pero no olvidemos al verdadero protagonista, el que desencadena que este suceso esté en la prensa y no es ni el inversor gabacho ni el fotógrafo que ha dado el golpe de su vida
 
Me refiero al malo de la película. El gobierno.

Nadie en los medios ha reparado en la importancia del malo en esta historia porque nos resulta lejano.

Vivimos en un país en el que resultan impensables unos villanos al mando de un estado totalitario que sabotee la cultura, que elimine la inversión interna, que desanime a los inversores extranjeros y que sea capaz de llevar algo tan bello como el cine a parajes desolados.
 

Que se atreva a imponer el pensamiento único y que se burle de las identidades de semejante manera.

Que no sólo prohíbe sino que arruina al que lo intenta.

Que le mete topos en su propia casa para que le boicoteen los cables.

Que una vez aislado y destruído, deje que lo que pudo ser y no fue se seque al sol


Un gobierno que jamás retomaría una obra de ese tipo y prefiera que se pudra aunque salga a la luz el escándalo a nivel internacional. 


Un gobierno al que los pillas en falta y no sólo no pide perdón sino que no se pronuncia.

Bueno, ahora que la ironía ya está sembrada, dicha y entendida para qué seguir con ella.

Porque hay algo con lo que estos gobiernos no cuentan: la cultura y el pensamiento no se pueden frenar.


Este cine del fin del mundo que estaba intencionadamente evitado en las rutas turísticas del desierto es ahora lugar de visita de moda y además reflejo de la miseria de su gobierno. Su imagen en Google Maps ha sido la más visitada esta semana.


Si miramos nuestro país, el palmarés de los festivales recientes o las películas a concurso de los próximos es otro cine en un desierto.


Me explico: no es que no haya películas, hay más que nunca, pero los que sabemos de qué va esto del cine y la cultura somos conscientes de que esas películas en las que participan amigos o conocidos se han hecho en su mayoría en régimen de capitalización, en financiación ruinosa o directamente como algo hecho entre amigos  y sin cobrar gracias a un inversor suicida (generalmente el director) que lleva un año malviviendo para financiar su disparate o, lo que es lo mismo, su propio cine en el desierto.


Sabemos que esos que se llevan una estatuilla no han cobrado y no viven de esa película.



Sabemos que la mayoría de esas películas no van a proyectarse o si lo hacen lo harán en lugares tan minoritarios como el sur del Sinaí o los circuítos especializados.


Pero al igual que este cine del desierto ha salido a la luz y ahora es objeto de debate y evidencia de la corruptela dictatorial que puebla el gobierno egipcio, dentro de unos años comenzarán las retrospectivas y el descubrimiento de ese montón de películas españolas que se están haciendo y que no se ven. Que precisamente por sus limitaciones económicas por parte del estado están llenas de lenguas envenenadas que dicen lo que antes no se podía contar.


Imagino a generaciones venideras o al público actual que no ha tenido acceso a algunas maravillas que se han rodado este año poniendo la misma cara de fascinación que Kauppo Kikkas, ese fotógrafo cuando superó aquel monte y se encontró con ese espectáculo en forma de cine abandonado.


También imagino a varios gobernantes iracundos buscando a los responsables de que ese cine no se destruyera.


Pero disfruto mucho más imaginando hoy mismo a un francés al que llamaron loco riendo el último.


Jesús Ponce.

A David Garrido Bazán y Eduardo Trías por seguir llevando cine al desierto a pesar de los egipcios.

LA MONTAÑA QUE SUPERÓ EL FOTÓGRAFO