domingo, abril 29, 2012

MALAGA 2012 PALMARES: El Enfermo se Resiste

Como si se tratase de uno de esos enfermos crónicos al que los médicos han desahuciado ya más veces de las que uno podría recordar pero que con terca obstinación se recupera una y otra vez para desesperación de todos esos agoreros a los que les gustaría certificar su defunción, el cine español resiste. Al menos lo hace en este reducto que es el Festival de Cine de Málaga, al que podrá achacársele sin duda una mayor amplitud de miras en lo que se refiere a la diversidad y el riesgo de las películas seleccionadas a concurso en Sección Oficial y una cierta complacencia en estar demasiado volcado en un público que por desgracia no frecuenta las salas para ver cine español como sería deseable ni lo considera como una parte esencial de su cultura. Sin embargo, en estos tiempos oscuros de recortes de las ayudas y paralización del sector, en estos tiempos en los que el renovarse o morir ya no parece un concepto abstracto sino una dolorosa realidad, Málaga ha ofrecido muestras de que el cine español sigue gozando de salud. Precaria, sin duda. Pero salud al fin y al cabo. El año que viene ya veremos.


Dos propuestas habían destacado por encima del resto en Sección Oficial. Y las dos estuvieron entre las triunfadoras de esta edición. Por un lado Els Nens Salvatges, donde Patricia Ferreira construye una inteligente y algo provocadora propuesta que pone el dedo en la llaga de uno de los problemas más acuciantes de este país: la educación. Y lo hace fijando su mirada no tanto en el papel de los educadores, que también, sino en el de los padres de esos adolescentes a los que tanto nos empeñamos en demonizar, haciendo que nos preguntemos sobre el futuro de esta bonita sociedad que nos estamos construyendo.


La Biznaga de Oro a la Mejor Película, junto a los premios de Guión, Mejor Actriz de reparto para Aina Clotet y Mejor Actor de Reparto para Alex Monner (en gran medida por la buena química y la fuerza de las escenas que ambos comparten) harán posible que más gente vea una notable película cuya mejor virtud, por encima de cualquier otra consideración, es que se trata de una obra necesaria que todos deberían ver.


Junto a ella, A Puerta Fría, demoledora mirada a la crisis actual desde uno de esos vendedores crepusculares de la vieja escuela al borde del precipicio interpretado de forma magistral por Antonio Dechent, acompañado de un reparto ajustadísimo, era en mi opinión la película más sólida de las presentadas a concurso. Afilada como una cuchilla, primorosamente rodada y repleta de momentos magníficos, la propuesta de Xavi Puebla, que ya había dado muestras que de esto del mundo de las relaciones laborales y los negocios sabe un rato en Bienvenidos a Farewell-Gutmann, deja un sabor de boca tan brillante como en el fondo amargo en el espectador. Aparte del indiscutible premio a Mejor Actor de Dechent, al que por fin se le hace justicia tras toda una vida interpretando los más diversos papeles de reparto con este personaje construido expresamente para él, el Premio de la Crítica avala su calidad.


Pero el fenómeno de este 15 Festival de Málaga ha sido sin duda Paco León. Su Carmina o Revienta, inaudito falso documental que busca en todo momento la complicidad y la carcajada del personal con un personaje, su propia madre, la Carmina del título, demasiado increíble y al mismo tiempo cercana y reconocible en su tremebunda desfachatez e incorrección política hasta el punto que uno no deja de preguntarse dónde termina la realidad y empieza la ficción, no solo le ha valido el premio a la Mejor Actriz para Carmina Barrios, que ya puede ponerlo en una estantería junto a la Concha de Plata y el Goya de su hija María por La Voz Dormida, sino un discutible Premio Especial del Jurado, que ante la falta de propuestas narrativas novedosas debió inclinarse por la más sorprendente que sumar al cantadísimo Premio del Público que desde el primer día de proyección todos sabíamos que iba a llevarse a casa. No sé si Carmina o Revienta se convertirá en un fenómeno mediático al estilo Torrente, pero mimbres tiene para ello. Cuestión bien distinta es que eso sea bueno o malo para nuestro cine, claro está. 


Por lo demás, en este palmarés tan repleto de premios que lo complicado es no llevarse uno a casa, el Jurado presidido por Gonzalo Suarez decidió premiar en exceso Miel de Naranjas, la acartonada propuesta de Imanol Uribe, que se llevó Mejor Dirección – había trabajos mucho más premiables, por correctísima que fuera esta historia de resistencia en la posguerra – Mejor Guión Novel para Remedios Crespo y una mención especial en Actriz de Reparto para Angela Molina. Demasiada recompensa para un filme correcto pero muy, muy viejo desde su misma concepción. No tan viejo, eso sí, como las Memorias de Mis Putas Tristes que, de forma incomprensible, se llevó el Premio de un Jurado Joven sin duda  mucho más corto de miras que los niños que hacen esa misma labor en el Festival de Cine Inédito de Mérida



El Sexo de los Ángeles, fresca adaptación a nuestros tiempos al manido tema del triángulo sexual y sentimental, le proporcionó una alegría a un estupendo director de fotografía, Sergio Gallardo, responsable también en el mismo apartado de Els Nens Salvatges y un premio ex aequo al Mejor Actor de Reparto para Álvaro Cervantes, uno de esos jóvenes actores a los que conviene seguir de cerca: a diferencia de otros compañeros de viaje del medio televisivo, estamos ante un actor de talento, con la cabeza muy bien amueblada que, si sigue eligiendo bien, tiene por delante una carrera interesante.


De justicia fue el reconocimiento a la belleza y delicadeza de la BSO compuesta e interpretada por Aziza Brahim para la muy necesaria Wilaya, una película saharaui para no olvidar las muchas deudas que aun tenemos pendientes con ese pueblo y extrañas las menciones especiales fuera de lugar a Kanimambo y a Angela Molina, que sonaron a cierta componenda como la concesión comercial al por otra parte más que correcto montaje de The Pelayos, de lejos una de las propuestas más decepcionantes de este Festival, como habrán tenido ocasión ya de comprobar en los cines antes incluso de que les llegara este aviso.

Por mi parte, eché de menos en el nutrido Palmarés algún galardón para O Apostolo, curradísimo y de lo más recomendable trabajo de animación en stop motion que por su brillantez técnica y su sola existencia tiene desde ya un lugar de privilegio en el cine español, más allá de que su arriesgada propuesta que mezcla Camino de Santiago y referencias góticas y de terror al más puro estilo Tim Burton no sea, por culpa de un guión algo esquemático que perjudica su ritmo, todo lo redonda que uno desearía con todas sus fuerzas. Una firme apuesta del festival por el cine de animación que hay que saludar como acertada y que debería tener su continuidad en años venideros.

En ZonaZine que la extravagante y desigual propuesta de Chiqui Carabante 12+1 Una Comedia Metafísica (Mejor Película y Mejor Director) se repartiera los honores con el sólido y muy interesante debut en la dirección de Roberto Perez Toledo Seis Puntos Sobre Emma (Mejor Guión y Mejor Actriz para Verónica Echegui) y la disparatada comedia financiada via crowfunding El Mundo Es Nuestro (Mejor Actor y Premio del Público) parecieron decisiones equilibradas de un Jurado que repartió entre la diversidad de las propuestas ignorando las obras más terribles de la sección paralela.


En Territorio Latinoamericano tomen muy buena nota de la película colombiana ganadora, Silencio en el Paraíso, una durísima a la par que sólida visión de un conflicto enraizado en los más profundo de la identidad de ese convulso país narrado con fuerza, elegancia e inteligencia. Por último, la sección documental premió dos producciones españolas rodadas en el extranjero que son verdaderas disecciones de un estado de cosas: Yatasto, una historia de cartoneros infantiles en la provincia argentina de Córdoba y Otra Noche en la Tierra, donde a través de un puñado de taxistas y sus clientes, el talentoso David Muñoz clava un retrato del interesante momento que está viviendo Egipto tras la primavera árabe del pasado año. Todas ellas propuestas muy interesantes que está por ver si llegarán a nuestras carteleras. Que esa es otra.


En fin. Málaga cierra sus puertas un año más con dos conclusiones sobre las que reflexionar. Una es que desde luego el enfermo crónico no está ni mucho menos tan desahuciado como muchos lo pintan y se resiste tozudo a exhalar su último suspiro. El otro es que ante la grave situación que atraviesa todo el sector audiovisual tras la política de recortes salvajes emprendida por el gobierno con el aplauso inconsciente de muchos que no saben ponderar la importancia de nuestro cine no solo como industria generadora de empleo sino como valor cultural en sí mismo, nadie sabe lo que pasará el año que viene en el que el equipo de Carmelo Romero va a tener muchas menos películas entre las que seleccionar. Lo que no tiene por qué ser malo si eso hace que fije su mirada en ese nuevo cine español algo más alejado de las fórmulas convencionales que también existe y debería sin duda tener su hueco en un festival de estas características.


Pero lo que sí está claro - y todos debemos asumir nuestra parte de responsabilidad en esto - es que este país tiene un muy serio problema tanto con la percepción errónea y a menudo injusta sobre la calidad del cine español como en la debilidad de una industria que no sabemos si podrá reaccionar y adaptarse. Que la película de clausura del festival fuera Adios a la Reina de Benoit Jacquot, primorosa reconstrucción histórica de los primeros días de la Revolución Francesa desde la óptica de una criada al servicio de María Antonieta que por mucho que cuente con una parte de producción española (lo que justificaba su presencia) es un dardo envenenado en toda regla. Ese es precisamente el tipo de cine que según parece ahora mismo estamos muy pero que muy lejos de poder acometer. Pero es que claro, Francia y los franceses tienen claro un concepto de la defensa y consumo de su cine como partes esenciales de su cultura que aquí nos suena de lo más marciano. Así nos va, claro.

MI SEMANA CON MARILYN, Lunes 30 Abril Ciclo Cinesa el Foro 20:30 y 22:30

Saludos a todos!

Os recordamos que hoy lunes 30 de abril dentro del ciclo de cine en VOSE que el cineclub forum está desarrollando en colaboración con Cinesa el Foro se proyecta MI SEMANA CON MARILYN de Simon Curtis en dos pases a las 20:30 y 22:30, un cuidada producción británica que contó con dos nominaciones al Oscar: Mejor Actriz para Michelle Williams por su interpretación del mito Marilyn Monroe y Mejor Actor de Reparto para Kenneth Branagh por dar vida al actor Laurence Olivier en esta obra que narra los avatares del rodaje de la clásica comedia El Principe y la Corista. Teniendo en cuenta que mañana es festivo, nos parece un estupendo plan para esta noche: nada mejor que una estupenda película sobre cine dentro del cine. No os la perdáis. Por favor reenviad este mail a aquellos de vuestros contactos que pudieran estar interesados en acudir hoy a Cinesa El Foro. Gracias por anticipado.


Hay dos historias, dos temperaturas, que se quieren entrelazar aquí con la armonía de dos manos amantes, y ambas las cuenta el recuerdo de Colin Clark, de cuyas memorias emerge visualmente "Mi semana con Marilyn". La del propio Clark con Marilyn Monroe durante los días de rodaje de "El príncipe y la corista", suave, neblinosa, profundamente romántica, y la de la gran estrella con todo lo que le rodeó durante aquel rodaje, con Laurence Olivier, con el torbellino de su personaje, Elsie Marina, con su recién marido Arthur Miller, con su frustrado embarazo... Lo extraordinario de la película que ha dirigido Simon Curtis es la precisión con la que llega hasta el alma brumosa y desventurada de la gran estrella a través del cuerpo de otra actriz, Michelle Williams, que moldea su carácter, su complejidad, su fortaleza y fragilidad con enorme detalle interior. Sin duda, una interpretación que valía un Oscar, aunque finalmente fuera para Meryl Streep por La Dama de Hierro.


En ese estadio, el de la instantánea en aquel tiempo de la estrella imprevisible, insegura, quebradiza y, por momentos, resplandeciente, "Mi semana con Marilyn" se eleva hasta lo casi sublime, y las anécdotas del rodaje, su modo de estar y no estar en él (su infinita impuntualidad), el retrato que Kenneth Branagh hace de un desesperado Laurence Olivier o el de Judy Dench de la shakespeariana Sybil Thorndike, resultan tan divertidos y exasperantes como enternecedores; en cambio, lo que es la memoria del levísimo romance entre aquel muchacho y la estrella flota sin tanto sentido en el magnífico cuadro, aunque funciona en realidad como un mero marco del asunto. La ambientación es exquisita y el esfuerzo de Michelle Williams por "rellenar" el paraíso carnal de Marilyn Monroe hay que tomarlo como lo que es: un empeño de lo más encomiable.


Billy Wilder decía que solo debía haber una cosa más excitante que seducir a Marilyn Monroe: “¡Ser seducido por Marilyn Monroe!”. Lo primero estaba al alcance de cualquiera que quisiera proponérselo, aunque fuera para fracasar con estrépito, pero lo segundo debía ser el no va más, así que aprovecharon esa idea para tirar del hilo en la trama de deseo protagonizada por Tony Curtis en Con faldas y a lo loco, llevándola hacia el territorio de la cómica emoción sensual. Mi Semana con Marilyn juega también con esa idea, la de ser seducido por Marilyn, y es justo ahí, de cara al espectador, que siempre soñó con encontrarse en esa tesitura, donde encuentra sus mejores armas, sobre todo porque el seducido no es una estrella ni alguien con poder, sino un simple asistente de rodaje que se topó, claro, con la historia de su vida.
 




 

jueves, abril 26, 2012

MALAGA 2012 J03 Wilaya Carmina o Revienta

WILAYA: De reencuentros, frustraciones y tristezas

Hay películas cuya importancia o trascendencia radica en elementos que poco tienen que ver con su mayor o menor calidad. Que España tiene una deuda pendiente que nunca terminará de pagar del todo con el Sahara Occidental, aquella provincia 53 que abandonó en manos de Marruecos en 1975 es una de esas cosas a las que habitualmente no damos una excesiva importancia. Acallamos nuestra mala conciencia a base del trabajo de las ONG, los programas de acogida en familias de niños saharauis durante los veranos, las ayudas humanitarias para un pueblo que sigue esperando que se haga realidad ese derecho a la autodeterminación reconocido por las Naciones Unidas, aunque con el paso del tiempo, y ya van tres generaciones de saharauis que no han conocido otra cosa que los campos de refugiados argelinos, resulta algo que se antoja cada vez más y más utópico.

Pedro Perez Rosado, que ya abordó los orígenes de este conflicto en Cuentos de la Guerra Saharaui (2004) y en el documental Sahara, Un Pueblo (1996), vuelve de nuevo a los campamentos para contarnos la historia del reencuentro entre dos hermanas a la muerte de su madre. Una fue criada en el seno de una familia de acogida española desde los diez años, con pasaporte español y todas las ventajas que supone haber crecido en libertad en nuestra sociedad sin que eso le haya hecho olvidar sus raíces. La otra, que quedó en los campamentos con su madre y el otro hermano, una luchadora acostumbrada a enfrentar las dificultades. Su reencuentro, repleto de humanidad, obliga a la primera a recordar sus raíces y pensar qué puede hacer por esa familia que quedó atrás. Ha de decidir si quiere volver a un sitio donde su futuro resulta incierto o aprovechar las oportunidades que su posición de privilegio le brinda en España. No es para nada una decisión fácil


Resulta difícil no sentirse conmovido ante la historia que cuenta Pedro Perez Rosado. La descripción que hace de las duras condiciones de vida en esos áridos campamentos de refugiados, la falta de esperanza y la resignación ante unas circunstancias impuestas que no tienen viso alguno de cambiar en un futuro próximo, algunos apuntes sobre la situación de la mujer en esa sociedad – aunque las saharauis gozan de una libertad mucho mayor de la que disponen las mujeres en otras sociedades árabes de su entorno, no deja de ser una libertad condicionada por esa cultura – la honestidad, en fin, que subyace tras toda la propuesta, más valiosa por servir de recordatorio de una situación que preferimos ignorar que por la forma en la que está contada la historia en sí, hacen de Wilaya una película importante.


Más allá de ciertas debilidades en el guión y la interpretación de estos actores no profesionales – podría estar mejor contada, hay algún que otro momento puntual en el que el espectador puede despistarse por algo que no queda bien explicitado, ya sea por estar escrito de forma poco clara o por el trabajo de los actores, desigual incluso dentro de una misma interpretación – Wilaya se beneficia de la fuerza de sus dos protagonistas que reproducen en sus personajes sus situaciones personales reales: uno intuye que esas dudas y la frustración de Fatimetu son parejas a las de Nadhira Mohamed, algo que esta debutante aprovecha para apuntalar un buen trabajo mientras que la capacidad de adaptación a las circunstancias de Memona Mohamed (por cierto: no son hermanas en la realidad, aunque compartan apellido) son de por sí evidentes. Con una hermosa fotografía, una maravillosa y subyugante música a cargo de Aziza Brahim (que también es actriz en la película) un final tan abierto como la propia situación de ese pueblo en puntos suspensivos y esa mezcla de melancolía e impotencia que invade al espectador, Wilaya es, insisto, una obra que merece la pena ver aunque solo sea para recordarnos que seguimos teniendo una deuda pendiente con el pueblo saharaui.


TRAILER DE WILAYA: http://www.youtube.com/watch?v=NWroQHh-Qgw



CARMINA O REVIENTA: Paco León, su hermana y la madre que los parió.

Paco León lo dejaba muy claro a las primeras de cambio en la abarrotadísima rueda de prensa posterior a su sorprendente debut tras las cámaras que había inundado de carcajadas el Teatro Cervantes: “No intento empezar una carrera como director. Solo pretendía contar una historia” Es toda una declaración de intenciones que no debe caer en balde, sobre todo teniendo en cuenta que muy probablemente su película, un falso documental de una desfachatez y un atrevimiento inauditos protagonizado por Carmina Barrios, la propia madre del artista que jamás antes se había puesto antes delante de una cámara, acababa de convertirse por derecho propio en el fenómeno mediático de este Festival de Málaga.

Porque claro, esta Carmina, impresionante personaje a caballo entre una versión destroy de la Omaita que inmortalizaron los Morancos, el frikismo de aquellos personajes que invadían nuestro salón desde Crónicas Marcianas y la ternura y humanidad de esas madres y amas de casa sin otra escuela que la vida capaces de cualquier cosa para sacar adelante su familia con un puntito Torrentiano innegable resulta un cóctel tremendo que nos sume en la duda sobre si su madre es verdaderamente tal y como Paco León la retrata o está construida desde la ficción. Pero lo que no deja lugar a dudas sobre los orígenes del enorme talento tanto del intérprete de Aida, que ha tomado aquí la inteligente decisión de mantenerse oculto tras la cámara, y de su hermana, que nos deslumbró en La Voz Dormida y que vuelve a salirse en ese rol de choni poligonera que uno intuye que conoce de primera mano.


Carmina o Revienta está contada con inteligencia. La cámara se pone en marcha y su irresistible protagonista, disparatado producto de siglos de tradicional picaresca y esperpento pasado por el tamiz de una visión algo surrealista de la vida y un punto nada despreciable de provocación que haría sonrojar al mismísimo Roger Waters de Pink Flamingos o al primer Almodovar, se come literalmente a bocados la cámara. Uno no deja de sorprenderse ante la desfachatez producto no de la inconsciencia sino de algo perfectamente calculado desde el guión, una historia construida en diversos flashback que asumen el formato de un falso documental que aparenta ser poco más que una colección de sketch desiguales: los hay ofensivos, descacharrantes, tiernos, repulsivos, escatológicos y sí, alguno que otro simplemente soberbio como el de esa conversación entre vecinas que deriva de Mayra Gomez Kemp hacia la familia real sin que nadie sepa exactamente cómo con resultados antológicos.


Vale, uno puede ponerse digno y argumentar que Carmina o Revienta no es una película sino otra cosa. Pero es algo absurdo, además de una pérdida de tiempo y saliva: lo que Paco León buscaba no es otra cosa que divertir, provocar la carcajada sin renunciar a ningún arma por tremenda que nos pueda parecer ni mucho menos pararse en barras ante la corrección política. Y eso, le pese a quien le pese, lo consigue de sobra en muchas ocasiones con un humor bruto, sí, de trazo más que grueso. Pero con el que uno no puede evitar descojonarse de vez en cuando porque por muy sofisticados que queramos ponernos, ese humor primario, sobre todo cuando alude a una realidad que uno sabe a ciencia cierta que existe a la vuelta de la esquina. Una cosa es segura: el Premio del Público lo tiene en el bolsillo.


TRAILER DE CARMINA O REVIENTA: http://www.youtube.com/watch?v=V-S-cFM6AM0

 

martes, abril 24, 2012

MALAGA 2012 J02 KANIMAMBO, MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES, SEIS PUNTOS SOBRE EMMA

KANIMAMBO: Tres miradas a Mozambique

Que el cine español está buscando en estos tiempos fórmulas para diversificarse más allá de nuestras fronteras es algo evidente. También es evidente que ya no resulta tan sencillo ni barato para nuestros productores y directores el irse a rodar sus historias en el destino más habitual y hasta ahora lógico, que era latinoamerica. La crisis ha acabado casi por completo con esa fructífera relación – aunque no del todo, como leerán luego – así que hay que echarle algo más de imaginación. El siempre inquieto Luis Miñarro - ya saben, ese productor tan raruno que viste siempre coloridas camisas, capaz de financiar el personalísimo cine de Albert Serra, Lisandro Alonso, Manoel de Oliveira o al tailandés Apichatpong Weerasethakul y ganar una Palma de Oro en Cannes – ha presentado en Málaga una película de episodios rodada en Mozambique por tres directores muy distintos entre sí que conforman una curiosa mirada sobre la ex-colonia portuguesa.


Abdelatif Abdeselam, autor del corto Salvador, firma la primera de esas tres historias, que narra en flashback la guerra civil que tuvo lugar en el país a través de uno de sus participantes que guarda un recuerdo de ella en forma de molesta bala y que quiere para su hijo un futuro mejor. Adán Aliaga, al que algunos recordarán por aquel interesante experimento visual en B/N premiado en Seminci llamado Estigmas, basado en un cómic y protagonizado por el lanzador de peso Manolo Martinez, no deja ni la más mínima pista sobre que se trate del mismo director en la tercera historia, que cuenta la relación que se establece entre una niña sordomuda y un viejo cantante ciego. Como aquella No Me Chilles Que No Te Veo de Richard Pryor y Gene Wilder pero en un registro mucho más lírico y hermoso. Entre estas dos rebanadas de ficción, la jugosa carne del documental que le da verdadero sabor al exótico sándwich: una historia sumamente personal de Carla Subirana, la directora de Nadar, que cuenta su regreso a Mozambique dos años después de su primera visita y su búsqueda por el país de una mujer que le marcó y que puso su nombre a su hija.


Como toda película compuesta de tres historias independientes mezcladas para la ocasión, el resultado es desigual. Pero Kanimambo tiene la ventaja que su parte más débil corresponde al primer eslabón, narrado siguiendo el uso muy africano de simplificar la historia lo más posible pero con una puesta en imágenes igualmente simple y algo descuidada. Luego sube a lo más alto con el documental en primera persona de Subirana, que mezcla de forma admirable la imagen fija de sus fotografías, su propia voz en off y la desarmante verdad que transmiten esos rostros francos y bellos con los que va encontrándose a lo largo de su búsqueda, que se va transformando poco a poco con aquellos detalles sutiles que capta su cámara en un poético a la vez que certero retrato del país. Tras el despliegue de Subirana, la vuelta a la ficción de Aliaga es un descenso a tierra algo brusco, pero no exento de interés: tanto ese peculiar músico invidente como sobre todo esa prodigiosa niña sordomuda capaz de expresarlo todo con su mirada mantienen un hermoso diálogo que se convierte en una relación convincente capaz de emocionar a cualquier espectador.


Isaki Lacuesta demostró con su díptico Los Pasos Dobles y El Cuaderno de Barro que hay todo un mundo por explorar a tiro de piedra del nuestro, en ese enorme, diverso y fascinante continente africano al que damos la espalda de forma constante. Esta sencilla a la par que agradable Kanimambo es otro pasito más en esa dirección – y no la única que veremos en Málaga, por cierto: mañana llega Wilaya de Pedro Perez Rosado, rodada en el Sahara – y estaría bien que sirviera para ensanchar las a menudo demasiado cortas miras de nuestro cine.


 

 MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES: De adaptaciones en tiempos de crisis


Como les decía, no es del todo cierto que las producciones españolas hayan dejado de mirar a latinoamerica, aunque ya no esté el horno para muchos bollos. La prueba, un tanto peculiar, es esta traslación al cine de la última novela de Gabriel García Márquez , una co-producción con participación española dirigida por el danés Henning Carlsen – si se preguntan qué hace un danés con 25 años de carrera metiéndose en el embolao de adaptar una novela como ésta, no se preocupe, que no es el único – y que guarda un as en la manga: haber contado con el gran veterano Jean Claude Carriere como guionista de la adaptación. Un reparto de veteranos tan solventes como Emilio Echevarria, Geraldine Chaplin y Angela Molina arropaban asimismo la propuesta, que por cierto parece ser que va a ser la última adaptación a la gran pantalla de una novela de García Márquez. Al parecer el principal exponente de eso tan difícil de trasladar al cine como es el realismo mágico debe estar ya un poco harto de que destrocen sus novelas en el proceso.


Hay películas que mejoran las novelas en las que se basan. Hay muchas más que desmerecen el material literario de partida, revelándose incapaces de llegar a transmitir de forma acertada las sensaciones del libro original. También hay otras en las que uno puede reconocerse habiendo sido previamente lector de las mismas, aun y cuando ambos vehículos para narrar la historia sean diferentes. Por último hay algunas que se quedan en tierra de nadie, que no cumplen ni lo uno ni lo otro, obras correctas que ni deslumbran ni ofenden pero que provocan una cierta indiferencia. Memoria de mis Putas Tristes pertenece a esta última categoría: no puede decirse mucho malo de ella porque es una película correcta y dirigida con cierto oficio. Pero tampoco resulta especialmente memorable.


Para quien no haya leído la novela breve en la que se basa – algo que permite a Carriere y Carlsen tomarse ciertas libertades, lo cual en este caso resulta más positivo que negativo – Memoria de mis Putas Tristes narra la historia de El Sabio, un periodista a punto de cumplir 90 años que decide celebrar tan redonda efeméride acostándose con una muchacha virgen de 14 años, para lo cual llama a la madame de confianza de un burdel que siempre ha frecuentado, dado que El Sabio, a lo largo de su vida, jamás ha tenido una relación estrecha con una mujer a la que no haya pagado por ello, como tenemos ocasión de comprobar en los numerosos flashback que recorren la película. El planteamiento, más allá de lo escandaloso que pueda resultar por lo políticamente incorrecto (en su momento la novela ya despertó no poca controversia y la película se cuida muy mucho de no exacerbar los ánimos en ese sentido con algunas decisiones discutibles) acaba por configurarse en una interesante reflexión sobre la vejez, el paso del tiempo y nuestra relación con el amor, que puede llegar de las formas más extrañas y en los momentos más inesperados, algo que muchos, cegados por su intransigencia, no supieron apreciar en su momento y a lo que la película se mantiene bastante fiel.


Carlsen cuenta con el colchón que le proporcionan sus estupendos actores, empezando por ese Emilio Echeverría que resulta convincente en su papel más allá que aparente los 90 años mejor conservados de la historia del cine siguiendo con una inspirada Geraldine Chaplin y terminando con una breve colaboración de las dos Molinas, Angela y su hija Olivia, dando vida al mismo personaje en dos épocas distintas, una decisión sin duda acertada. Más discutible resulta el reiterado recurso de las conversaciones telepáticas entre Echevarría y Chaplin sin teléfonos de por medio o la edad aumentada de la adolescente objeto del deseo del anciano, pero como digo el tono general de la película es correcto, Carlsen conoce su oficio y sabe narrar. No será ésta tampoco una adaptación memorable de García Márquez al cine – que poca suerte ha tenido en ese sentido un autor tan maravilloso – pero se deja ver con cierto agrado.



 

 SEIS PUNTOS SOBRE EMMA

Por último, y fuera ya de la sección oficial a concurso, me gustaría destacar la presencia de una en mi opinión bastante estimable opera prima del director Roberto Perez Toledo, autor de un buen número de cortometrajes que ha dado aquí su salto al largo con una historia protagonizada por una chica invidente con unos evidentes deseos de convertirse en madre que se enreda con el atractivo terapeuta de dirige unas sesiones a las que acuden un tan variopinto como interesante grupo de discapacitados. La Emma del título – una esplendida Verónica Echegui que, como decíamos ayer a propósito de María Valverse, es otra de esas actrices jóvenes que está creciendo de forma imparable con sus últimos trabajos – es una ciega cuya ceguera va mucho más allá de la física. Creyendo tenerlo todo controlado y siguiendo los pasos de sus deseos, acaba por encontrarse en el centro de un triángulo entre el terapeuta y el hermano de una vecina que se obsesiona asimismo con ella que se va descontrolando de forma progresiva.


Uno de los errores más habituales de un director novel es tratar que su primera película sea una de esas obras “más importantes que la vida”, demostrar que se posee un rico universo personal y propio a las primeras de cambio por el camino equivocado y buscar la mejor forma de llegar al espectador potencial. El resultado más habitual suele ser o bien una película demasiado pretenciosa o bien demasiado complaciente. Roberto Pérez Toledo ha huido con inteligencia y habilidad de ambas cosas y su película, una propuesta tan sencilla como bien llevada que mezcla con habilidad emociones y sentido del humor, resulta una obra de lo más agradable con la que se conecta fácilmente y que sabe abrirse paso al interior del espectador.


Quizás lo más interesante de Seis Puntos sobre Emma – más allá, insisto, del estupendo trabajo de Verónica Echegui dando vida a la invidente protagonista – sea su mirada al mundo de la discapacidad. Roberto Pérez Toledo juega con un material arriesgado, dado que hacer comedia con ese grupo humano compuesto por discapacitados tanto mentales como físicos es algo con lo que no muchos se atreverían a intentar. Pero Roberto consigue que el espectador se ría con ellos, no de ellos, lo que es una diferencia tan sutil como importante. Lo que queda en muchos de los espectadores más allá de la historia de amor que es el motor emocional del filme son esas estupendas secuencias cómicas en las que los discapacitados, como seres humanos normales y corrientes que son más allá de su discapacidad, expresan con entera libertad y naturalidad sus deseos, experiencias y sueños, provocando tanta hilaridad como genuina emoción. Perez Toledo sabe perfectamente de lo que habla: él mismo va en silla de ruedas. Un detalle nada menor que no le ha impedido sino que posiblemente le ha ayudado a ser el responsable de una estupenda e inteligente primera película de lo más recomendable.


TRAILER DE SEIS PUNTOS SOBRE EMMA: http://www.youtube.com/watch?v=5BFCitiTIOw

lunes, abril 23, 2012

MALAGA 2012 J01 The Pelayos, A Puerta Fria, Miel de Naranjas

En medio de un ambiente entre enrarecido y extrañamente resignado en el sector por los últimos recortes públicos que afectan gravemente a la industria del cine español, ha arrancado el 15º Festival de Cine de Málaga, un certamen cuyo futuro parece incierto pero no tanto por la falta de financiación – al fin y al cabo el Ministerio de Cultura forma parte de su Patronato – como por la simple falta de materia prima ¿Qué va a pasar el año que viene cuando apenas haya largometrajes entre los que seleccionar para competir? Si creen que estoy bromeando, tengan en cuenta solo un dato: a fecha de hoy solo 35 rodajes se han comunicado al Ministerio de Cultura para este 2012, de los cuales más de la mitad corresponden a cortometrajes. Y la cosa no tiene visos de mejorar pues todo el sector audiovisual está paralizado. Málaga debería ser por lógica un sitio idóneo como lugar de encuentro de la industria del cine español para reflexionar sobre ésta y otras muchas cuestiones, pero lo cierto es que no parece que se esté demasiado por la labor.

THE PELAYOS: Negro, impar y mejor pasa

A priori, la película de Eduard Cortés disponía de un buen puñado de bazas ganadoras que la hacían acreedora a ser una propuesta interesante. Se inspira en la historia de la familia García-Pelayo, que inventó un método científico basado en la observación para desplumar casinos jugando a la ruleta hasta que éstos, alarmados por las pérdidas, intentaron primero prohibirles la entrada a los mismos y cambiaron después la normativa por las que se regían. Cuenta con un reparto atrayente en el que veteranos como Lluis Homar, Eduard Fernandez y Vicente Romero se mezclan con jóvenes como Daniel Brühl, Blanca Suárez y Oriol Vila. Y el buen recuerdo del anterior filme de Cortés, la estupenda La Vida de Nadie (2005) generaba unas expectativas interesantes.

Lo cierto es que The Pelayos es una película que decepciona por una extraña mezcla de desinterés y falta de riesgo. Si se quisiera hacer una comparación facilona, uno diría que Cortés es como ese jugador de poker conservador y amarrete que nunca apuesta a no ser que tenga entre sus manos una jugada completamente segura. Justo el sentido del riesgo y la ambición que nunca les faltó a los Pelayo en su asalto a los cielos de los casinos. La película plantea unos conflictos dramáticos mínimos, serpentea en un su puesta en escena por un estilo que trata de acercarse por un lado al Ocean’s Eleven de Soderbergh – sin que por supuesto Cortés demuestre poseer en este apartado un dominio técnico de la misma suficiente para llegar a tan altos referentes – pero que se queda mucho más cerca de otro Cortés, el Rodrigo de Concursante y finalmente se muestra timorata y plana tanto en su desarrollo como en su resolución, mucho menos sorprendente de lo que pretende.


Salvan la papeleta el buen trabajo general de los actores, que hacen lo que buenamente pueden con unos roles famélicos con mucho más hueso que carne en sus personajes, demasiado superficiales y unidimensionales para resultar atractivos al espectador – obsérvese lo incómodo que parece incluso el siempre fiable Eduard Fernández en el rol del villano de la función – y un puntual sentido del humor que hacen que la película pase ligerita y agradable. Sin riesgo alguno y sin dejar huella. Lo que no deja de ser una lástima en una historia que pedía a gritos un acercamiento mucho más arriesgado y profundo que no dejara la sensación de quedarse en la superficie y en lo puramente anecdótico.


A PUERTA FRIA: La fragilidad del vendedor


Xavi Puebla ya demostró en Bienvenidos a Farewell-Guttman (2008) que tenía buen ojo para retratar con la frialdad de una cuchilla las relaciones laborales. Si en aquel notable debut en el largometraje diseccionaba los comportamientos a menudo cuestionables de los altos ejecutivos de las empresas en una crisis que empezaba a asomar las orejas, su última película es una forma de abordar esta crisis que está ya en pleno apogeo desde la perspectiva de la infantería de esas empresas, esos vendedores y comerciales tan demandados en los tiempos que corren – échenle un ojo a la sección de demandas de cualquier periódico y comprobarán lo que les digo - para sacar de los stocks esos productos que se almacenan sin remedio porque el dinero no circula entre suministradores y consumidores.


El protagonista de A Puerta Fría – término que alude en el lenguaje comercial a la forma de venta más dura, la que se hace puerta a puerta y a la desesperada – es Salvador, un vendedor de la vieja escuela, de esos que aun utilizan albaranes en lugar de un iPad y que sigue creyendo en el contacto directo con el cliente, los trucos del oficio y en generar confianza con el fin de asegurar una venta, que asiste a una feria de su sector en un Hotel en un momento delicado para su empresa y para él mismo. En este mundo vales lo que vale tu último trimestre y Salvador, abandonado por su mujer e hija, está muy cerca de ser despedido y perderlo todo. Su única esperanza reside en un mirlo blanco, un cliente estadounidense al que poder colocarle un gran pedido que salve sus cifras ante la empresa y en una azafata a la que contrata con el fin de convencerlo. Estamos en el mismo mundo desesperado y cruel que tan bien retrataron Muerte de un Viajante y la enorme Glengarry Glen Ross, referente (para bien, siempre para bien) de esta demoledora y notable película.


Antonio Dechent está impresionante en un papel que hace por fin justicia a su larga trayectoria como actor. Tras toda una vida de papeles de reparto en los que siempre ha probado su talento y solvencia, su Salvador, ese vendedor crepuscular, descreído, demolido, superviviente, que asiste con impotencia y gesto de infinito cansancio a como su mundo se desmorona a su alrededor y que se balancea entre la fina línea que separa al hijo de puta capaz de cualquier cosa para conseguir una venta y los escasos rastros de decencia moral que aun le quedan, es un trabajo memorable. Tanto que ni siquiera su duelo interpretativo nada menos que con Nick Nolte – atención a esa secuencia de la barra del bar del hotel donde ambos beben sin hablarse, se observan y se reconocen – queda en tablas. Está Dechent descomunal en este regalo de personaje escrito para él, inolvidable, más allá de cualquier elogio. Yo me alegro mucho por Dechent. Es de justicia.


Junto a Dechent, uno de los repartos más brillantes que ha dado el cine español en los últimos años. Todos ellos, sin excepción, desde José Luis García Pérez como ese jefe de Salvador mucho más complejo de lo que aparenta hasta la cada vez mejor actriz María Valverde como esa azafata ambiciosa pero con un lado tierno capaz de establecer una trabajada relación de complicidad y afecto con Salvador, pasando por un enorme Hector Colomé como ese vendedor curtido en mil batallas hundido en la miseria que se pregunta por el sentido de su vida, el arribista y repulsivo nuevo vendedor al que interpreta Sergio Caballero o incluso el fino y cínico conserje al que da vida con una irresistible mezcla de ironía y saber estar Jose Angel Egido, confieren al conjunto una credibilidad irreprochable.


Y por supuesto está el oficio y el talento de un Xavi Puebla que sabe a la perfección la historia que quiere contar, esa mirada esquinada pero demoledora a la crisis no ya del mercado laboral, sino a esa crisis de valores que marca de forma indefectible esta bonita sociedad que nos hemos construido entre todos. Con un hábil dominio de la narrativa y una puesta en escena repleta de detalles sutiles que deja espacio a sus mejores activos , ese magnífico guión repleto de inteligencia escrito a medias con Jesús Gil Vilda - ¡como son algunos de esos diálogos! – y sus actores, A Puerta Fría no solo es una más que notable propuesta. Es una de esas películas capaces de desmontar por sí solas cualquiera de las muchas sandeces que se dicen sobre la calidad del cine español. En A Puerta Fría esa calidad es, sencillamente, incuestionable. 

MIEL DE NARANJAS: Acartonamiento y modorra en tiempos revueltos

No tengo nada contra las películas sobre la guerra civil o ambientadas en la posguerra. No comparto el argumento de que todo está contado sobre aquellos duros años ni que se hayan hecho demasiadas obras sobre el tema. Muy al contrario, creo que son necesarias para recordar y no olvidar nuestra propia historia y que hay mucho aun que descubrir antes que finalmente desaparezca la última persona que viviera aquellos años. Lo que me resulta extraño en esta propuesta de Imanol Uribe es la forma tan desapegada y poco atractiva en la que se acerca a un tema que me resulta interesante, la resistencia urbana antifranquista en los años cincuenta, esa especie de guerrilla que se enfrentaba con escasos medios y enorme riesgo a la máquina de represión franquista que seguía asesinando de forma impune desde consejos de guerra militares que eran poco más que simulacros de justicia.

La película protagonizada por Iban Gárate y Blanca Suárez narra la toma de conciencia de Enrique, un soldado de una de esas familias republicanas que es acogido bajo la protección de un juez militar – chocante y pelín pasado de rosca Karra Elejalde – al que sirve de ayudante por su relación con su sobrina. Testigo impotente de las crecientes injusticias y los desmanes, Enrique decide abandonar sus cómodas perspectivas de futuro y prestar su colaboración a la resistencia pasándoles información desde dentro con el riesgo que eso conlleva para tratar de cambiar el rumbo de las cosas.


El problema de Miel de Naranjas no es ya ni su ambientación algo acartonada – esa lacra de la que al parecer no conseguimos deshacernos del todo por muchos equipos de dirección artística y vestuario distintos que trabajen en ella - ni el hartazgo que puede producir en el espectador la perspectiva de asistir a otra película narrada en aquellos años. No, el problema de una película tan plana en su desarrollo, tan carente de interés para el espectador, incapaz de engancharse al inexistente carisma de sus personajes y tan previsible como acomodaticia es que tiene que lidiar con el peso de las obras que le preceden, con prodigios de negrura e inteligencia que se manejan de maravilla en ese terreno de grises que huye abiertamente de los maniqueísmos como el Pa Negre de Agustí Villaronga o propuestas cuyo motor es generar emoción y conectar así con el espectador por la vía más directa apelando a sus sentimientos como hacía Benito Zambrano en La Voz Dormida.


Comparada con ellas, Miel de Naranjas queda tan pacata y planita que uno tiene la impresión que hay episodios sueltos de la televisiva Amar en Tiempos Revueltos resueltos con mayor sentido del ritmo que la película de Uribe, a la que no salvan ni un reparto algo desigual ni la cálida fotografía de Gonzalo F. Berridi. Una lástima porque el tema de esa resistencia urbana podría haber dado cierto juego.