lunes, junio 28, 2010

EL RETRATO DE DORIAN GREY Traicion a Oscar Wilde

Que el cine es algo lo suficientemente maleable como para poder adaptar a su antojo cualquier obra literaria hasta el punto de hacerla irreconocible es algo conocido y si me apuran casi hasta asumido dadas las numerosas tropelías que en nombre del sacrosanto entretenimiento comercial se llevan décadas haciendo. No se confundan, no soy un integrista de la fidelidad al material literario de partida, incluso creo que el cine, como el medio de contar historias absolutamente distinto a la literatura que es, precisa de cierta libertad a la hora de plasmar en imágenes lo escrito. En esa indisoluble y fértil asociación entre ambas disciplinas se basa gran parte del cine y uno ha de aceptar con tanta resignación como admiración que hay películas capaces de engrandecer libros vulgares y libros maravillosos que pierden gran parte de su magia al llegar a la gran pantalla.

Sin embargo, sí creo que se debe guardar un cierto respeto a la intención del autor del libro, que no hay traición más condenable que alterar los elementos de una novela hasta desvirtuar aquello que el escritor pretendía transmitir al lector. El Retrato de Dorian Grey, la única novela que escribió Oscar Wilde en 1890, era una ácida y cínica crítica contra la hipocresía victoriana, una inteligente forma de reivindicar cierto gusto por el placer encubierta bajo los ropajes de una historia moral que hacía de su narcisista personaje central un ser vanidoso, arrogante y extremadamente corrupto.

Por el contrario, El Retrato de Dorian Grey, la película perpetrada con pésimas intenciones por Oliver Parker, juega a convertir a dicho personaje en una victima, en un personaje maldito cercano a monstruos tradicionales como el Hombre Lobo o Drácula – los paralelismos del filme con la adaptación de Coppola de la obra de Bram Stoker son demasiado evidentes para ser ignorados – con lo que despoja a Dorian Grey de la mayor parte de su malevolencia y fuerza, haciendo poco menos que comprensible su descenso a los infiernos de la perversión y, en el colmo de los sacrilegios, le otorga al mismo una especie de redención moral final que Wilde jamás habría osado imaginar para su corrupta criatura.

Solo en los compases iniciales de la película uno puede mantener la ilusión de que Parker - autor por cierto de la adaptación al cine de otras dos obras de Wilde, Un Marido Ideal y La Importancia de Llamarse Ernesto, con lo que no puede argüir desconocimiento del universo del escritor – va a guardar cierta fidelidad a la obra original. Eso ocurre gracias al talento de Colin Firth que en su papel de Lord Henry Wotton es la reconocible voz del propio Wilde y consigue transmitir todo el cinismo, desencanto e inteligencia con la que el irlandés observaba a la decadente sociedad que le rodeaba.

Su causticidad y la guía en el hedonismo que supone para el joven Dorian conforman la parte salvable del filme de Parker, que se despeña en cuanto éste desaparece de la pantalla junto con el pintor Basil Hallward - un correcto Ben Chaplin - y dejan a solas con el peso de la película a un actor tan soso como Ben Barnes que pese a su belleza carece de los recursos suficientes para generar interés. No es solo culpa suya: el afán de Parker y su guionista Toby Finlay por hacer de la película un producto comercial vendible - que me llevó a pensar en más de una ocasión en esa inenarrable tontería para jovencitas llamada Crepúsculo, lo que es un pésimo síntoma – convierten a este Dorian Grey en alguien tan alejado del personaje original creado por Wilde que casi podría decirse que representa en el último tramo del filme la corrección política contra la que el irlandés luchó denodadamente toda su vida y por la que pagó un alto precio, una traición final que haría que se revolviese en su tumba.

Actualizar un clásico para hacerlo accesible a un público joven no debería significar traicionar su esencia. Uno puede entender – aunque no compartir – ciertos efectismos visuales o un lenguaje visual y un montaje cercano al gusto más moderno en ese afán de llegar al gran público. Pero de ahí a comulgar con un guión que por momentos va en contra de la intención original pretendida por Wilde va un largo trecho. Y por ahí no paso. Ni deberían ustedes.


Este artículo se publicó el lunes 28 de junio en el periodico gratuito Voz Emerita

Días de cine: El retrato de Dorian Gray



lunes, junio 21, 2010

THE BLIND SIDE Apoteosis del Buenrollismo

Reconozcamos de entrada que una propuesta como The Blind Side pone los pelos como escarpias: temible historia basada en hechos reales que cuenta cómo una familia adinerada del sur de EE.UU. decide sacar de la calle a uno de esos miles de negros desfavorecidos por la fortuna, una suerte de gigante bonachón incapaz de hacerle daño a una mosca y con serios problemas de aprendizaje que gracias a ser acogido como uno más en tan cristiana y abnegada familia recibe no solo una educación apropiada sino que es capaz de desplegar sus innatas habilidades para jugar al fútbol americano hasta convertirse hoy en día en uno de los tackle ofensivos más apreciados de la NFL, la liga profesional de dicho deporte. Solo con echar un ojo a semejante argumento es natural sentir cierta aprensión ante una película que se diría ideal para un telefilme de sobremesa de esos con los que sestear en el sillón orejero del salón, pero hay un par de detalles que despiertan la curiosidad: uno es el Oscar a la Mejor Actriz que le valió a Sandra Bullock y otro es su descomunal recaudación en los USA, algo inhabitual para este tipo de películas.


Para empezar, resulta evidente que The Blind Side funciona porque es una película conservadora, tradicional, escasamente original y sobre todo, la mayor abanderada del buen rollo que pueda haberse visto en una pantalla en años. Llámenme cínico pero resulta imposible no sentir cierta repulsión ante una propuesta cuyos héroes son una familia tan, tan abnegada y cristiana en el buen sentido del término que por momentos se diría que son como personajes animados de una película Disney convertidos en carne y hueso. Es cuanto menos difícil de creer, aun y cuando sepamos que estamos ante una historia real, que la adquisición por parte de esa familia bien de un angelote de dos metros bien crecidito y procedente de un barrio marginal no genere la más mínima tensión durante todo el proceso, tan suave como si los Tuohy fueran una versión incluso mejorada de aquellos insufribles Ingalls de La Casa de la Pradera.

Su director, John Lee Hancock, hace virguerías para mantener el trasfondo marginal del pasado de Michael Oher casi al margen de dicho protagonista y simplifica la historia – bajo la que subyace el tema fundamental de las enormes diferencias sociales y económicas que aun existen entre blancos y afroamericanos en los USA - hasta el punto que sea comprensible y aceptable por el espectador menos exigente, que puede tener la impresión de hallarse ante un cuento de hadas que como efectivamente tuvo lugar lanza un mensaje muy positivo de cara al futuro social de aquel país. Un espejismo que olvida que tan inusitada historia es siempre la excepción y nunca la norma.

Después está la Bullock, que es como un huracán. Hay que reconocer que está fantástica en su papel de pija sureña, esposa dominante, madre abnegada y fiera cuando se trata de defender a sus retoños y hábil manipuladora para conseguir lo que desea, ya sea abrir el corazón de Michael o la forma de encauzar las habilidades de éste para el fútbol. Su Oscar trae reminiscencias de aquel mismo premio que consiguió Julia Roberts por un papel similar en Erin Brockovich y no tanto por las faldas apretadas o los estupendos escotes, sino por el descaro con el que maneja a su antojo todo lo que sucede en pantalla.

Resulta imposible apartar los ojos de ella y eso, tratándose de una actriz como la Bullock capaz de lo mejor y de lo peor en un mismo año, ya es mucho decir. Sin embargo y aun reconociendo los méritos de un papel en el que a veces parece hallarse al borde mismo de la caricatura sin franquearlo jamás, me resulta increíble que este Oscar no fuera para la maravillosa Carey Mulligan de An Education.

En todo caso, resulta un tanto inquietante, o quizás no, que The Blind Side, con su retahíla de lugares comunes sobre la salida de la miseria a través de la educación, el deporte y el cristianismo compasivo haya alcanzado tal éxito en la América de Obama. Deben estar muy ansiosos de creer en tan improbables cuentos de hadas. Servidor solo puede enarcar una ceja incrédula ante tan azucarado y previsible relato de superación.


Este artículo se publicó el Lunes 21 de Junio en el periódico gratuito Voz Emérita


Días de cine: The Blind side


domingo, junio 20, 2010

CINES DEL SUR 2010 Parte I: Palmares

Hace ya cuatro años que arrancó uno de los Festivales más hermosos y apreciados por el que suscribe estas líneas. Una propuesta coherente y poderosa que aúna películas procedentes de las filmografías asiáticas, oceánicas, africanas, latinoamericanas y de los países que componen Oriente Medio e incluso el sur de Europa. Me maravilla comprobar como año tras año la programación diseñada por Alberto Elena y Mirito Torreiro con la colaboración de gente como Maria Luisa Ortega o Esteve Riambau mantiene un altísimo nivel de calidad y exigencia, no solo en las obras a concurso Sección Oficial sino en las numerosas secciones paralelas y retrospectivas. Acudo a mi cita anual con Granada y aunque, como de costumbre, me siento frustrado tanto por tener que volver antes de que termine como por no poder ver todo lo que me gustaría de una oferta tan apetitosa, siempre, siempre compensa. Con los años, he descubierto que no se trata solo de las películas: también de la gente que lleva ese Festival, de los que acudimos año tras año a esa cita, del placer que supone estar en Granada disfrutando buen cine en mi buena compañía. Vamos con el Palmarés de este año.

SECCIÓN OFICIAL

Alhambra de Oro a la Mejor Película: THE FAMOUS AND THE DEAD (Os famosos e os duendes da morte, Esmir Filho, Brasil)


A primera vista, el debut en el largometraje del prometedor cineasta Esmir Filho, que ya había cosechado numerosos premios con sus cortos Alguna Coisa Assim y Saliva, podría confundirse con una simple película más sobre la sempiterna angustia de ser adolescente. Su protagonista, un joven de 16 años obsesionado con Bob Dylan que tiene un blog llamado Mr. Tambourine Man, pasa las horas muertas en un pueblecito perdido del interior de Brasil, fumando hierba con su mejor amigo, enredando en Internet y fantaseando tanto con una chica de apariencia fantasmal que aparece de forma recurrente en su mente (¿imaginación?¿recuerdos?¿fantasías?) como con la posibilidad de escapar de ese lugar donde por cierto hay una malsana tendencia a suicidarse arrojándose desde un vetusto puente sobre el río.

Sin embargo, hay algo atrayente en la extraña poética de un autor que mezcla videocreación con realismo en su afán de hacernos participes de la sensación de desasosiego de un adolescente que siente no pertenecer a ningún sitio y cuyo destino parece en parte ligado al de un personaje inquietante, protagonista asimismo de algunos de los cortos de la chica que le obsesiona (¿antiguo novio?¿actor?¿asesino?). Por momentos la película de Filho tiene algo de desesperante y puede ponerse algo plastita… pero no es menos cierto que los puntos de fuga de la historia consiguen enganchar al espectador con algunas imágenes e ideas de puesta en escena de lo más sugerente.
El resultado es una película desequilibrada pero por momentos fascinante en el que la nostalgia, la muerte, la ensoñación, la soledad y el desapego por lo cotidiano son elementos de una extraña poesía, como una melodía que bien puede no ser del gusto de todos – a mi por ejemplo no me satisface por completo, aunque le reconozco cierto mérito – pero que persigue una cierta vocación autoral a la que convendría seguirle la pista. Por cierto, uno de los puntos fuertes de la película es su BSO, compuesta en su práctica totalidad por temas de un tal Nelo Johann.



Alhambra de Plata a la Mejor Dirección y Premio del Público: THE TIME THAT REMAINS (Le Temps Qu’Il Reste, Elia Suleiman, Palestina/Francia)

¿Se puede uno enfrentar al horror con el único arma del desconcierto? Elia Suleiman cree firmemente que sí, a juzgar por las películas que componen su filmografía. Para el autor de Crónica de una Desaparición e Intervención Divina no hay mejor forma de hacer frente a la sangrante herida de su país natal Palestina en su eterno e inacabable conflicto con los israelíes que el humor teñido de cierto desconcierto y a ello se aplica con fruición, superponiendo su mirada como director a su propia mirada como personaje cuando irrumpe en escena, como si de una reencarnación del mejor Búster Keaton se tratara, observando lo que sucede a su alrededor de forma tan impávida como tierna, incluso cuando se trata de sucesos a priori poco susceptibles de ser tomados a broma.

El Tiempo Que Nos Queda es una película autobiográfica: arranca en su ciudad natal, Nazaret, en 1948, durante la invasión israelí, la dolorosa Nakba que obligó a tantos a huir de Palestina en dirección a Joradania. En Nazaret se quedó Fuad, futuro padre del director, formando parte de esa minoría extraña del estado israelí, su población árabe, que en ciudades como Nazaret es incluso mayoritaria respecto a los propios judíos. La historia de la película es la historia de la propia familia de Elia Suleiman, la forma en la que trataron de adaptarse a la nueva situación, sobreviviendo como extraños en una tierra que antaño fue suya y que ya nunca volverá a serla pero asimismo desde una perspectiva tranquila, resignada, nada combatiente.

De hecho la película no es sino una sucesión de secuencias familiares a lo largo de los años, una cuidadosa y medida repetición de momentos y situaciones que componen una mirada entrañable repleta de ternura por el pasado del realizador que en un momento determinado del metraje vuelve al que fue su hogar para asistir a su madre anciana y se convierte en un personaje más del filme, proporcionando un gozoso juego de dobles miradas sobre una misma situación. Suleiman encuadra cada plano con un mimo impresionante, se mantiene fiel de forma insobornable al poder del plano fijo y juega con el sonido y el fuera de campo de forma absolutamente magistral para, con el uso continuo de un surrealista y maravilloso sentido del humor – cercano a Keaton, pero también a Tati -, acabar desarmando por completo al espectador, que no puede hacer otra cosa que rendirse ante la humanidad que destilan personajes y situaciones, por momentos conmovedora como en la hermosa escena del fallecimiento del padre.

Alguien debería hacer coincidir en una mesa redonda a Elia Suleiman con otros trabajadores del humor y del plano fijo como Aki Kaurismaki o Roy Andersson. Sin duda que sería sumamente interesantes. De momento, yo me quedo con escenas inolvidables como la persecución por parte del cañón de un tanque israelí a un palestino que habla por el móvil caminando arriba y abajo sin hacer ni el más mínimo caso del blindado que le sigue de forma pertinaz, la señora con un cochecito de bebé que interrumpe una refriega de Intifada y que responde al grito de los soldados israelíes que la conminan a irse a su casa con un “¡Iros vosotros a vuestra casa!” o un inverosímil salto con pértiga del muro construido por Israel… a cargo del propio director. Y es que debe ser verdad que no hay mejores armas contra el horror cotidiano que el humor y el desconcierto, por mucho que irrite a algunos. Fue la película que más me gustó de todo lo que vi en Granada. Y no solo por la desopilante versión de Staying Alive de los créditos finales…



Alhambra de Bronce. Premio Especial del Jurado: ADRIFT (Choi Voi, Bui Thac Chuyen, Vietnam)

Esta es una película que venía avalada por el Premio Fipresci del pasado Festival de Cine de Venecia y el éxito mayúsculo obtenido en su país de origen, un Vietnam que todavía se haya tan dominado por la estricta observación de la moral y los valores tradicionales que mostrar o siquiera insinuar algo de sexo o simple erotismo en sus películas nacionales es motivo de polémica y por supuesto, muy rentable en taquilla. Adrift narra la historia de Duyen, una hermosa joven que tras apenas tres meses de noviazgo contrae matrimonio con un joven taxista, Hai, dominado por su madre, inmadura y pelín inapetente que no parece especialmente interesado en consumar el matrimonio con su bella esposa, que pronto se ve abocada a la soledad, atrapada en una relación altamente insatisfactoria.

También está Cam, la prima de Duyen, una escritora lesbiana enamorada en secreto de ella que para provocar el despertar sexual de la joven y cargarse de paso su incipiente matrimonio la empuja a los brazos de un semental amigo suyo, chulazo ocasional. La evolución de esos amores tortuosos e ilícitos explora temas delicados como el lesbianismo o la infidelidad a través de un ritmo más que lento comatoso que no obstante sabe gracias a una hermosa fotografía y a la innegable belleza de los intérpretes inundar de sensualidad la pantalla. Por supuesto para los cánones occidentales el erotismo de Adrift puede resultar un tanto naif pero consigue retrotraernos al cine que predominaba hace unas décadas cuando el poder de la sugerencia aun no había sido completamente desplazado por la manía de mostrar todo de forma gratuita.

Personalmente reconozco que no entré del todo en el juego que Adrift proponía y me dejó más frío de lo que pretendía pero creo que en mi caso puede ser que influyera bastante lo insoportable que me resulta ese apocado protagonista masculino, Nguyen Duy Khoa, estrella juvenil de la música y la televisión de su país, cuya impasibilidad no solo hacia su esposa sino incluso hacia una vecina lolitesca que le enreda un poco me irritó sobremanera. No obstante, hay que reconocer que la propuesta vietnamita dirigida por Bui Thac Chuyen y ambientada para variar en Hanoi y no en el Saigon que nos es más familiar contiene momentos de delicada belleza y construye una atmósfera propicia a la poesía melancólica propia de la insatisfacción que puede resultar de lo más seductora (e incluso perversa) al espectador occidental.





Mejor Actriz: Denise Newman por Shirley Adams
(Shirley Adams, Oliver Hermanus, Sudáfrica)

Pues ahora que Sudáfrica es noticia por el omnipresente Mundial de Fútbol, resultó una curiosidad descubrir que los hermanos Dardenne, los autores de Rosetta, El Hijo o El Niño tienen un primo sudafricano en el director Oliver Hermanus, autor de este dramón terrible llamado Shirley Adams que narra la vida de una madre coraje en un suburbio deprimido de Ciudad del Cabo, dedicada en cuerpo y alma a cuidar día y noche de su discapacitado hijo Donovan, una victima fortuita de la violencia que recibió un disparo en un tiroteo entre bandas y que como consecuencia del mismo quedó tetrapléjico y sin el más mínimo deseo de seguir viviendo.

Abandonada por su marido, sin un trabajo que poder compaginar con la tarea de cuidar de su hijo y acuciada por el dinero que necesita para hacer frente tanto a los gastos de la casa como a las facturas médicas, Shirley Adams observa impotente como su mundo se desmorona poco a poco y no encuentra otra salida que sobrevivir a base de la caridad o de pequeños hurtos. Ni el apoyo de alguna amiga fiel o una voluntariosa y resultona terapeuta que quiere recuperar las ganas de vivir de Donovan conseguirán librarla de un destino bastante ominoso.

La columna vertebral de este tremebundo drama es su actriz principal, Denise Newman, que hace un trabajo impresionante encarnando a esa madre decidida a salvar a su hijo aun y en contra de sus propios deseos. El director Oliver Hermanus sigue en todo momento a la actriz con la cámara al hombro, bien pegada a su rostro o a su espalda en un naturalismo inspirado directamente en los logros de los Dardenne y consigue ponernos el corazón en un puño incluso aun cuando uno no tenga el ánimo suficiente para enfrentarse a tal destrozo emocional a primera hora de la mañana. Vamos, la película ideal para ir de buen rollo el resto del día. Sin embargo, el trabajo de Denise Newman es tan sobrecogedor que a partir de un determinado momento – la escena clave del autobús – uno se engancha a la película sin remedio. Acaso mejor sería decir que la película le coge a uno por las solapas y ya no lo suelta hasta su hermoso plano final.

Sin excesos narrativos ni desbarres sentimentales, pero profundamente emotiva, Shirley Adams consigue llegar al espectador y conmoverle sin que en ningún momento uno tenga la impresión de estar asistiendo a una propuesta demasiado forzada o especialmente manipuladora. Desarma con una naturalidad apabullante. Premio muy pero que muy merecido para la magnífica Denise Newman, que ha sabido dar vida a uno de esos personajes que todo actor quisiera clavar una vez en su vida.





Night and Fog es la única película de la Sección Oficial que no tuve ocasión de ver durante mi estancia en Granada así que no puedo discutir los méritos de Simon Yam para hacerse con la mención especial al Mejor Actor. Tampoco pude ver Messages From The Sea, la película egipcia dirigida por Daoud Abdel Sayed y ganadora del premio Mediterráneo por el que pugnaban las concursantes en la Sección Informativa del mismo nombre, asi que de ésta tampoco puedo darles más datos.

De momento lo dejo aquí. Reservo para un segundo post mis impresiones sobre las otras cinco películas vistas en la Sección Oficial que no consiguieron ninguna mención en el Palmarés así como alguna anécdota más digna de reseñarse... como el contenido de esa cnteresante conversación que tenía lugar en el momento de la foto entre el director de Cines del Sur Jose Sanchez Montes, el crítico argentino de El Amante Jorge Diez y el periodista de Dias de Cine Juan Carlos Rivas

jueves, junio 10, 2010

HUESCA 2010 I: Postales de un Jurado

Hace unas semanas recibí una llamada de Ángel Garcés, actual director del Festival de Cine Internacional de Huesca, con una propuesta alucinante: quería que formara parte del Jurado de la Crítica de la Sección Iberoamericana de la 38ª Edición. Al principio, no supe qué contestarle. Era la primera vez que alguien me pedía que formara parte de un Jurado y no era precisamente cualquier cosa: Huesca es uno de los Festivales de cortometrajes más importantes de este país y la verdad es que me parecía tanto un inmenso honor como una responsabilidad. También significaba despedirme de mi única semana de vacaciones propiamente dichas en verano, ya que con el calendario tan apretado que tengo este año de festivales a partir del otoño, coger una semana para ir a Huesca conllevaba ese sacrificio.

Sin embargo he de decir que no lo dudé demasiado. Por un lado, conozco a Ángel desde mi primera experiencia en Festivales en aquella inolvidable Seminci del 2004 (nos presentó mi gran amigo José Manuel León) y año tras año nos hemos ido reencontrando en todo tipo de sitios, desarrollando una corriente de simpatía mutua que nos ha hecho compartir muchos buenos momentos. Que hubiera pensado en mi era un honor que no podía rechazar. Por otro lado, Ángel me había recomendado a Jose Luis Anchelergues “Archy”, director del Festival de Cine de Zaragoza, para que entrara a formar parte este año de su equipo de programación, lo cual dice mucho de la consideración que me tiene y Huesca representaba una excelente oportunidad de conocer a Archy en persona. Además ¿quién podía resistirse a vivir por primera vez un Festival de Cine desde el punto de vista de un Jurado? Acepté y esta es una primera crónica algo desordenada, más emotiva que objetiva, sobre lo allí vivido, a base de postales tomadas del 5 al 10 de Junio del 2010. Adelante con ello:


Llegué a Huesca un poco más despistado de lo habitual. La razón es que el Festival ya había arrancado sin mí, ya que tuve que trabajar el viernes y hasta el sábado por la mañana no pude incorporarme. Tras un magnifico reencuentro con Jose Manuel León - al que no me costó demasiado convencerle de que asistiera a Huesca por segundo año consecutivo, - un hermoso paseo por la ciudad bajo un considerable calor y el visionado de Una Mujer de Paris de Charles Chaplin (¿quien me iba a decir a mi que esta iba a ser la primera película que vería en Huesca?) esa noche en el coqueto Teatro Olimpia tuvo lugar la Gala de Inauguración, con la presencia de la primera de los dos homenajeados de este año con el premio Buñuel: Angela Molina (el otro fue, ya en el segundo fin de semana, Montxo Armendáriz)

Ángela Molina acudió por supuesto a recoger su premio… y durante el acto tuvo lugar la anécdota que más juego dio en todo el Festival: ante una audiencia pasmada – y unos compañeros de escenario entre los que se encontraban gente como Miki Molina, Mercedes Sampietro, Vladimir Cruz, Maria Ripoll o Bigas Luna arropando a la homenajeada – un tipo estrafalario llamado no se qué Levi, que se denominaba a si mismo “un filósofo, pero sobre todo un amigo y un enamorado de la gran persona humana que es Angela Molina desde hace más años de los que puedo recordar” se lanzo a una glosa tan desenfrenada y cursi de la actriz, mezclando anécdotas surrealistas con extravagantes piropos y metáforas que ni venían a cuento ni nadie entendía demasiado – inenarrable el momento en el que soltó un “¿Qué sería de las flores reales sin las flores soñadas?” que casi me hace soltar una carcajada en voz alta desde el palco donde, junto al resto de los jurados, seguía entre apasionado y divertido la vergonzosa escena – mientras su discurso se convertía en una huida hacia delante propia de un sketch de Muchachada Nui. Bueno, como no sería la cosa que yo terminé diciéndole a Hazim, un jurado jordano con el que me comunicaba en inglés que debía dar gracias a dios en momentos como aquel por no entender castellano. Él me respondió que se sorprendió al ver a la homenajeada finalmente en el escenario porque entre el tiempo que se tiró el tío hablando – casi media hora, lo juro – y los aspavientos que hacía mientras declamaba sus frases con pausas interminable Hazim había pensado que estaba glosando a alguien que ya estaba muerto. Desde luego, nos dio juego para el resto del festival.

El Hotel. Cuando me dijeron que iba a alojarme en el Hotel Abba sentí un cierto momento de pánico ¿Querría eso decir que la música de ambiente en el hotel serían las conocidas y horterisimas canciones del cuarteto sueco? ¿Subirse al ascensor podría convertirse en una experiencia cercana a una película de terror? ¿Te despertarían desde recepción a los insufribles acordes de Chiquitita? Pues no. Mis temores resultaron de lo más infundados y el Hotel Abba de Huesca, con sus cuatro estrellitas, su personal amable y esa sensación cada vez que cogías el ascensor de estar desplazándote por la ladera de una nevada montaña, resultó ser un sitio de lo más acogedor. Una isla de tranquilidad en una ciudad de por sí tranquila, cercano tanto al Palacio de Congresos como al Casino de la Exposición y con un cómplice en la barra del bar: el saharaui Faled, que siempre nos admitía una ultima copa mucho más allá del horario de cierre habitual porque sabía de sobra lo mucho que disfrutábamos del momento cualquiera que estuviéramos por allí reunidos de palique antes de enfilar el camino de la habitación. Un refugio perfecto, la verdad.


El Palacio de Congresos, nuestro lugar de trabajo habitual, el domingo a las nueve de la mañana, poco antes de nuestra primera sesión. Obsérvese las caras de los Jurados mientras miran de uno a otro lado. Había motivo: probablemente sea el mejor sitio donde he visto un Festival jamás y en mi experiencia eso es decir bastante. La calidad de la imagen, la nitidez del sonido, el excelente trabajo de los proyeccionistas – contratados de la Filmoteca Española: son los que trabajan habitualmente en Madrid en el Cine Doré, aunque de esto me enteré mucho más tarde – y la comodidad y sorprendentes prestaciones de las butacas (ver más adelante) solo podía concluir que no podría pensar en un sitio que favoreciera mejor mi trabajo y lamentar dos cosas: que el público nunca lo llenara en las proyecciones… y no tener nada ni remotamente parecido en Mérida. Las comparaciones eran, son odiosas.


La comida. Podría decir sin temor a equivocarme que este, además de un festival de cine, ha sido un festival gastronómico. Jamás había comido tanto y de tan buena calidad en un Festival y dudo mucho que vaya a hacerlo en un futuro salvo, no sé, que algún día sea Jurado en San Sebastián ;-) Huesca, con apenas 45000 habitantes, es la única localidad de España de ese tamaño que tiene un restaurante con una estrella Michelín y un segundo que la tuvo en el 2009 y la ha perdido este año. Mucha tela: comíamos y cenábamos cada día en un sitio distinto, las comilonas eran de impresión… y los postres inenarrables. Flavio decía que tenía la sensación que habíamos estado discutiendo mucho más los platos de los distintos restaurantes y cual de ellos nos había satisfecho más que las propias películas. Exageraba, claro. Pero no mucho, la verdad. Y eso que no he dicho nada de los vinos (¡Esos magníficos Enates!) o los licores…

Ya es hora de que presente al resto del Jurado. Lo haré brevemente porque sería imposible hacerles justicia por mucho que escribiera sobre ellos. Se me agotarían los adjetivos, porque he tenido mucha, mucha suerte de dar con un grupo humano tan magnifico. A mi derecha está Adriana Mora, colombiana, profesora de Cine en la Universidad Pontificia de Medellín y critica de cine. No hay que dejarse engañar: bajo ese aspecto aparentemente frágil se esconde una tenaz discutidora y una inteligencia afilada. Sufría en las comidas porque mientras nosotros nos atiborrábamos ella se limitaba a pedir un plato y sufrir nuestros acosos para que probara nuestros platos, de forma tan insistente como inútil. A mi izquierda Lluis Bonet, critico de cine y periodista de La Vanguardia durante décadas. Una fuente inagotable de citas y anécdotas, amigo personal de gente como Serrat, Paco Rabal o Fernando Fernán Gómez, ha entrevistado a gente como Woody Allen o John Houston. De vuelta de todo. A su izquierda, Carmen Puyó, de El Heraldo de Aragón, otra con la que convenía discutir en buenos términos pues no se arredraba ni daba su brazo a torcer fácilmente. Fue quizás con la que menos sintonicé pero no era culpa suya ni mía, nuestros caracteres eran tan opuestos que teníamos por fuerza que chocar en más de una ocasión. Pero siempre en buenos términos, por supuesto. Nosotros tres formábamos el Jurado de la Crítica, pero siempre ibamos juntos con los tres miembros del Jurado Internacional, lo que lo hacía todo mucho más agradable e interesante.

El Jurado internacional lo lideraba esa mujer con un cierto aire a la princesa Letizia. Se llama Isabel Santaolalla y es una mujer admirable: abandonó una más que prometedora carrera universitaria en España donde tenía una cátedra en filología inglesa… por amor. Se fue a Londres con su pareja, Peter, y allí enseña Español y Cine desde entonces en la Roehampton University además de escribir y editar libros sobre cineastas españoles y colaborar en la programación del London Spanish Film Festival cada año (¡Le he recomendado, como no, que se lleve Los Caminos de la Memoria el año que viene!). Una delicia de mujer, cariñosa, dulce, de replica rápida y aguda, Era la jefa, y todos lo asumimos desde el primer minuto sin rechistar. Flavio (del que hablaré más abajo), Adriana e Isabel formaban el Jurado General del Iberoamericano. Lluis, Carmen y yo el de la Critica del mismo certamen. Pero salvo en las deliberaciones finales, donde estuvimos separados, siempre fuimos como un Jurado de seis. ¿Y Lorena? Pues Lorena (a la izquierda de Isabel en la foto de arriba) era nuestra secretaria pero más que eso era nuestro timonel, nuestro guía, nuestra férrea a la vez que encantadora anfitriona que nos mimaba y nos proveía de todo lo que necesitáramos incluso antes de que lo pidiéramos, tal era su intuición. Sin ella no es que estuviéramos perdidos, es que simplemente Huesca hubiera sido muy, muy distinto.


Flavio. Flavio Gonzalez Mellado. Mi cuate, mi cómplice, mi amigo, mi carnal, mi mejor descubrimiento en este festival. Cineasta ganador de Huesca 2009 con su corto 40 Grados a la Sombra, era uno de los integrantes del Jurado general del Certamen Iberoamericano. Profesor de Universidad – enseña Guión a estudiantes de cine – inteligente, con un tan irónico como negro sentido del humor y una apasionada forma de disfrutar de la vida y el cine, era imposible que no conectáramos desde un primer instante. También ha sido quien más me ha enseñado en este Festival: sus comentarios eran siempre brillantes y llenos de sentido, consiguiendo más de una vez desarmar mis argumentos con una facilidad desconcertante y dándome un gran motivo para visitar algún día el DF y descubrir con él más cosas. La peripecia común por Huesca culminó compartiendo el AVE de vuelta a Madrid y una mañana entera peinando la FNAC para que al final eligiera diez de los veinticinco DVDs que llegó a manejar para llevarse a Mexico. Me enorgullece decir que le he podido recomendar joyas del cine español que no conocía como Calle Mayor, Muerte de un Ciclista, La Caza o Esa Pareja Feliz. Le he regalado una joya: Still Walking de Kore-Eda, que cerró Merida en el 2008. Y le he hecho feliz cuando he puesto en sus manos La Cinta Blanca de Haneke. Lo único que lamento es no poder estar a su lado cuando las descubra por primera vez. Seguro que aprendería algo nuevo.

La Confianza, tienda de ultramarinos inaugurada hace nada, allá por el año 1871. 139 años atendiendo al personal sin que en realidad haya cambiado demasiado de aspecto desde que se inauguró. Podría ser incluso un lugar de peregrinación turística – incluso fue portada del New York Times en Abril del 2006, lo tienen allí expuesto - pero lo cierto es que sigue siendo un negocio de alimentación y muy próspero, al parecer. Claro, también hay que decir que debajo de ese suelo hay una bodega espectacular y una mesa de comedor enorme para cenas y eventos que en este siglo y pico seguro que ha sido testigo de miles de conversaciones y anécdotas apasionantes. Un descubrimiento de lo más curioso.

Un poco de turismo nos tenía que llevar de forma inevitable a la Iglesia de San Pedro, donde se conserva uno de los patios románicos más hermosos de España. Cada uno de los capiteles de esos pórticos narra un pasaje de la vida de Cristo como si de un comic protagonizado por personajes cabezones de ojos grandes en plan antecedente del manga japonés se tratara. Pasamos allí un rato de lo más agradable: solo le faltaba un pequeño estanque de agua en el centro (como en la Alhambra u otros patios árabes) para ser perfecto. Emanaba tranquilidad y buen rollo: puede apreciarse en lo relajadas que estaban las chicas.


El Bar Juan Sebastián (por Bach, no por Elcano) más conocido entre los oscenses como simplemente el JuanSe era el bar de encuentro del Festival, el sitio obligado donde tomarse los cubatas de rigor antes de volverse al Hotel. Algo complicado porque se llenaba noche tras noche de invitados del Festival, cortometrajistas y autores, es decir, gente con la que no nos estaba permitido discutir sus trabajos, lo que resultaba ser la única faena de este privilegio que suponía ser Jurado. Claro, no podías acercarte a un autor y decirle, “Me ha encantado tu corto ¿nunca pensante en terminarlo de esta otra forma? ¿Te costó mucho hacer esa puesta en escena? ¿Cómo se te ocurrió utilizar tal o cual recurso narrativo?” preguntas todas ellas que yo me harto de hacer una y otra vez en cualquier festival en el que no me toque juzgar dichos trabajos. Lo dicho, una faena. Pero aun así, el JuanSe molaba. Especialmente en noches como la que se muestra en la foto, uno de los tres pases de Eros en Corto, estimulante a la par que desconcertante selección de cortos españoles y mejicanos con el erotismo como tema común que, por supuesto se seguía con inusitada atención por parte del personal. Los hubo que subieron no poco la temperatura ambiente, caldo de cultivo ideal para tirarle los trastos al personal femenino, masculino o ambivalente más cercano que poblaba el local. Para gustos, ya se sabe…

En el puesto de trabajo. Hay que observar varias cosas en esta foto aparte de mi evidente estado de felicidad. Ya comenté antes en otra foto que muy posiblemente el Palacio de Congresos era uno de los sitios donde mejor había podido disfrutar de un Festival. Y eso tenía mucho que ver con las prestaciones del asiento: aparte de ser mucho más espacioso y cómodo de lo que suele ser habitual – y no solo me refiero a Mérida: tendríais que ver lo que se sufre con una película especialmente larga en el Kursal de San Sebastián, por ejemplo – está esa maravillosa cualidad que permitía abatir el asiento de delante tuya (siempre que no haya nadie ocupándolo, claro está) y convertirlo en esa práctica mesa de trabajo donde uno puede desplegar todo lo necesario para ir tomando notas sobre las distintas pelis, algo imprescindible para no perderse cuando tiene que enjuiciar 38 trabajos distintos.


Encima, al abatir el asiento, quedaba ese espacio debajo de la “mesa” que permitía extender a lo largo las piernas por completo, por lo que durante el corto uno podía estirarse como si estuviera en el mismísimo salón de casa, otro plus nada desdeñable. Lo dicho, un completo lujo. Ah, un último detalle ¿se han fijado en la anterior foto en una especie de tarjeta azul que hay encima de la carpeta, al lado del bolígrafo? Pues era una linterna para facilitarte escribir en la oscuridad ;-) Y es que, después de 38 ediciones, estos de Huesca están en todo.


Por supuesto, me falta hablaros de lo más importante: las películas que vi allí, la impresión que me causaron y el Palmarés, que por suerte reflejó de forma bastante fiel mis opiniones sobre los títulos seleccionados, además de algunas actividades ajenas a mi trabajo como Jurado propiamente dicho, como la retrospectiva a Luc Moullet (todo un personaje, una especie de outsider cachondo de la Nouvelle Vague que estuvo por allí) o lo visto en la Sección Internacional, que también tuve ocasión de disfrutar casi por completo. Pero eso lo dejo para un segundo post más centrado en todo ello, porque merece un mayor detenimiento... Esta experiencia en Huesca ha sido tan especial como, por muchos motivos, irrepetible. No cabe duda que la llevaré conmigo toda mi vida y no solo por ser mi primera vez (espero que no la última) como Jurado en un Festival Internacional, sino por todo lo bueno allí vivido que he tratado de describiros lo mejor que he podido. Os dejo un enlace a la galería fotográfica del propio Festival de Cine de Huesca donde podreis encontrar aun más cosas.

lunes, junio 07, 2010

LEGION Entretenido Pastiche

Tenía que pasar. Tarde o temprano estaba claro que Dios se iba a cansar de lo que los seres humanos, especie fracasada donde las haya en este planeta, perpetramos con el libre albedrío que tuvo a bien concedernos. Lo malo de ser todopoderoso y tener todo el tiempo del mundo es que uno puede llegar a cansarse de sus propias criaturas y decidir que va siendo hora de empezar de cero: se puede hacer con un buen diluvio en el que se acabe ahogando todo cristo o, si se le quiere dar un toque personal pelín sangriento y poner a prueba a tus otras creaciones, puedes mandar a los ejércitos celestiales liderados por los Ángeles a que pasen a degüello a toda la Humanidad.

Claro que también corres el riesgo de que algún Árcángel te salga respondón, decida por su cuenta que al ser todopoderoso de turno se le ha ido la pinza y se autoproclame defensor de la última esperanza de la Humanidad que, como no, ha de ser un bebé nonato que encima se encuentra en un bar de carretera perdido en mitad del desierto, donde un puñado de extraños se verán obligados por las circunstancias a convertirse en la más improbable tabla de salvación que uno imaginarse pueda.

Hay películas de las que no puede decirse que sean un prodigio de originalidad, pero sí que saben muy bien como mezclar de forma saludablemente desprejuiciada los distintos elementos que toma de aquí y de allá para crear un producto carente de más pretensiones que las de entretener al espectador sin insultar demasiado su inteligencia ni atacarle los nervios. En el más puro estilo de la serie B de toda la vida, Legión es una película cuyo atrevimiento consiste precisamente en no dejarse llevar por el afán de trascendencia pese a que su argumento, una nueva variante más del Fin del Mundo que tanto gusta a Hollywood en los últimos años aunque esta vez con aderezo católico, no es para tomárselo a broma. Y la verdad es que con esa desfachatez por bandera que le hace mezclar en una batidora las más diversas referencias y géneros pues la verdad es que no sale mal parada. Todo lo contrario, es una propuesta de lo más simpática.

La verdad es que lo más divertido que uno puede hacer con Legión si no le satisface su propuesta o su desarrollo es jugar a las películas: un grupo de extraños aislados en un espacio cerrado obligados a defenderse de la amenaza exterior (Asalto a la Comisaría del Distrito 13, Rio Bravo o La Niebla) + un montón de humanos poseídos por entes que atacan en manada profiriendo alaridos (Zombi, Amanecer de los Muertos o cualquier otra peli de infectados) + un bebé destinado a redimir nuestra patética especie (Hijos de los Hombres) + un defensor con superpoderes que se rebela y enfrenta a los que lo crearon (Matrix), todo ello en un ambiente desértico, polvoriento y desolado que remite al western. Como ven, nada especialmente novedoso. Y sin embargo, créanme si les digo que la mezcla es mucho más resultona que gran parte del cine de acción reciente.


Ya sea por aquello del elemento religioso que da cierto juego – no deja de tener su coña por muy ateo que se sea, tener que adaptarse a la idea de que todo lo que cuenta la religión católica es verdad… justo cuando te cae encima un Apocalipsis – por la gracia con la que están resueltas algunas de las secuencias de la película – creo que la escena inicial de la adorable ancianita que pasa de ser todo amabilidad y sonrisas educadas a decir las mayores barbaridades y acabar convertida en un engendro demoníaco es de esas que acabarán en el recuento de lo mejor del año –


O por la insólita despreocupación de la que hace gala a la hora de mostrar la violencia – no es solo ver Ángeles de alas tan afiladas como blindadas ostiándose y disparando armas de gran calibre, sino la enorme inquietud que genera el puñetero niño rubio que aparece en el último tercio del filme – el caso es que Legión, con su previsible ristra de bajas de secundarios, sus hilarantes diálogos pretendidamente trascendentes, su correcta fotografía y funcional música y ese Paul Bettany que se mantiene firme como una roca en su papel, pues que quieren que les diga, a mi me acabó pareciendo un pastiche francamente entretenido. Sin más, pero también sin menos.


Este artículo se publicó el lunes 07 de Junio en el periodico gratuito Voz Emérita


Días de cine: Legión