jueves, junio 10, 2010

HUESCA 2010 I: Postales de un Jurado

Hace unas semanas recibí una llamada de Ángel Garcés, actual director del Festival de Cine Internacional de Huesca, con una propuesta alucinante: quería que formara parte del Jurado de la Crítica de la Sección Iberoamericana de la 38ª Edición. Al principio, no supe qué contestarle. Era la primera vez que alguien me pedía que formara parte de un Jurado y no era precisamente cualquier cosa: Huesca es uno de los Festivales de cortometrajes más importantes de este país y la verdad es que me parecía tanto un inmenso honor como una responsabilidad. También significaba despedirme de mi única semana de vacaciones propiamente dichas en verano, ya que con el calendario tan apretado que tengo este año de festivales a partir del otoño, coger una semana para ir a Huesca conllevaba ese sacrificio.

Sin embargo he de decir que no lo dudé demasiado. Por un lado, conozco a Ángel desde mi primera experiencia en Festivales en aquella inolvidable Seminci del 2004 (nos presentó mi gran amigo José Manuel León) y año tras año nos hemos ido reencontrando en todo tipo de sitios, desarrollando una corriente de simpatía mutua que nos ha hecho compartir muchos buenos momentos. Que hubiera pensado en mi era un honor que no podía rechazar. Por otro lado, Ángel me había recomendado a Jose Luis Anchelergues “Archy”, director del Festival de Cine de Zaragoza, para que entrara a formar parte este año de su equipo de programación, lo cual dice mucho de la consideración que me tiene y Huesca representaba una excelente oportunidad de conocer a Archy en persona. Además ¿quién podía resistirse a vivir por primera vez un Festival de Cine desde el punto de vista de un Jurado? Acepté y esta es una primera crónica algo desordenada, más emotiva que objetiva, sobre lo allí vivido, a base de postales tomadas del 5 al 10 de Junio del 2010. Adelante con ello:


Llegué a Huesca un poco más despistado de lo habitual. La razón es que el Festival ya había arrancado sin mí, ya que tuve que trabajar el viernes y hasta el sábado por la mañana no pude incorporarme. Tras un magnifico reencuentro con Jose Manuel León - al que no me costó demasiado convencerle de que asistiera a Huesca por segundo año consecutivo, - un hermoso paseo por la ciudad bajo un considerable calor y el visionado de Una Mujer de Paris de Charles Chaplin (¿quien me iba a decir a mi que esta iba a ser la primera película que vería en Huesca?) esa noche en el coqueto Teatro Olimpia tuvo lugar la Gala de Inauguración, con la presencia de la primera de los dos homenajeados de este año con el premio Buñuel: Angela Molina (el otro fue, ya en el segundo fin de semana, Montxo Armendáriz)

Ángela Molina acudió por supuesto a recoger su premio… y durante el acto tuvo lugar la anécdota que más juego dio en todo el Festival: ante una audiencia pasmada – y unos compañeros de escenario entre los que se encontraban gente como Miki Molina, Mercedes Sampietro, Vladimir Cruz, Maria Ripoll o Bigas Luna arropando a la homenajeada – un tipo estrafalario llamado no se qué Levi, que se denominaba a si mismo “un filósofo, pero sobre todo un amigo y un enamorado de la gran persona humana que es Angela Molina desde hace más años de los que puedo recordar” se lanzo a una glosa tan desenfrenada y cursi de la actriz, mezclando anécdotas surrealistas con extravagantes piropos y metáforas que ni venían a cuento ni nadie entendía demasiado – inenarrable el momento en el que soltó un “¿Qué sería de las flores reales sin las flores soñadas?” que casi me hace soltar una carcajada en voz alta desde el palco donde, junto al resto de los jurados, seguía entre apasionado y divertido la vergonzosa escena – mientras su discurso se convertía en una huida hacia delante propia de un sketch de Muchachada Nui. Bueno, como no sería la cosa que yo terminé diciéndole a Hazim, un jurado jordano con el que me comunicaba en inglés que debía dar gracias a dios en momentos como aquel por no entender castellano. Él me respondió que se sorprendió al ver a la homenajeada finalmente en el escenario porque entre el tiempo que se tiró el tío hablando – casi media hora, lo juro – y los aspavientos que hacía mientras declamaba sus frases con pausas interminable Hazim había pensado que estaba glosando a alguien que ya estaba muerto. Desde luego, nos dio juego para el resto del festival.

El Hotel. Cuando me dijeron que iba a alojarme en el Hotel Abba sentí un cierto momento de pánico ¿Querría eso decir que la música de ambiente en el hotel serían las conocidas y horterisimas canciones del cuarteto sueco? ¿Subirse al ascensor podría convertirse en una experiencia cercana a una película de terror? ¿Te despertarían desde recepción a los insufribles acordes de Chiquitita? Pues no. Mis temores resultaron de lo más infundados y el Hotel Abba de Huesca, con sus cuatro estrellitas, su personal amable y esa sensación cada vez que cogías el ascensor de estar desplazándote por la ladera de una nevada montaña, resultó ser un sitio de lo más acogedor. Una isla de tranquilidad en una ciudad de por sí tranquila, cercano tanto al Palacio de Congresos como al Casino de la Exposición y con un cómplice en la barra del bar: el saharaui Faled, que siempre nos admitía una ultima copa mucho más allá del horario de cierre habitual porque sabía de sobra lo mucho que disfrutábamos del momento cualquiera que estuviéramos por allí reunidos de palique antes de enfilar el camino de la habitación. Un refugio perfecto, la verdad.


El Palacio de Congresos, nuestro lugar de trabajo habitual, el domingo a las nueve de la mañana, poco antes de nuestra primera sesión. Obsérvese las caras de los Jurados mientras miran de uno a otro lado. Había motivo: probablemente sea el mejor sitio donde he visto un Festival jamás y en mi experiencia eso es decir bastante. La calidad de la imagen, la nitidez del sonido, el excelente trabajo de los proyeccionistas – contratados de la Filmoteca Española: son los que trabajan habitualmente en Madrid en el Cine Doré, aunque de esto me enteré mucho más tarde – y la comodidad y sorprendentes prestaciones de las butacas (ver más adelante) solo podía concluir que no podría pensar en un sitio que favoreciera mejor mi trabajo y lamentar dos cosas: que el público nunca lo llenara en las proyecciones… y no tener nada ni remotamente parecido en Mérida. Las comparaciones eran, son odiosas.


La comida. Podría decir sin temor a equivocarme que este, además de un festival de cine, ha sido un festival gastronómico. Jamás había comido tanto y de tan buena calidad en un Festival y dudo mucho que vaya a hacerlo en un futuro salvo, no sé, que algún día sea Jurado en San Sebastián ;-) Huesca, con apenas 45000 habitantes, es la única localidad de España de ese tamaño que tiene un restaurante con una estrella Michelín y un segundo que la tuvo en el 2009 y la ha perdido este año. Mucha tela: comíamos y cenábamos cada día en un sitio distinto, las comilonas eran de impresión… y los postres inenarrables. Flavio decía que tenía la sensación que habíamos estado discutiendo mucho más los platos de los distintos restaurantes y cual de ellos nos había satisfecho más que las propias películas. Exageraba, claro. Pero no mucho, la verdad. Y eso que no he dicho nada de los vinos (¡Esos magníficos Enates!) o los licores…

Ya es hora de que presente al resto del Jurado. Lo haré brevemente porque sería imposible hacerles justicia por mucho que escribiera sobre ellos. Se me agotarían los adjetivos, porque he tenido mucha, mucha suerte de dar con un grupo humano tan magnifico. A mi derecha está Adriana Mora, colombiana, profesora de Cine en la Universidad Pontificia de Medellín y critica de cine. No hay que dejarse engañar: bajo ese aspecto aparentemente frágil se esconde una tenaz discutidora y una inteligencia afilada. Sufría en las comidas porque mientras nosotros nos atiborrábamos ella se limitaba a pedir un plato y sufrir nuestros acosos para que probara nuestros platos, de forma tan insistente como inútil. A mi izquierda Lluis Bonet, critico de cine y periodista de La Vanguardia durante décadas. Una fuente inagotable de citas y anécdotas, amigo personal de gente como Serrat, Paco Rabal o Fernando Fernán Gómez, ha entrevistado a gente como Woody Allen o John Houston. De vuelta de todo. A su izquierda, Carmen Puyó, de El Heraldo de Aragón, otra con la que convenía discutir en buenos términos pues no se arredraba ni daba su brazo a torcer fácilmente. Fue quizás con la que menos sintonicé pero no era culpa suya ni mía, nuestros caracteres eran tan opuestos que teníamos por fuerza que chocar en más de una ocasión. Pero siempre en buenos términos, por supuesto. Nosotros tres formábamos el Jurado de la Crítica, pero siempre ibamos juntos con los tres miembros del Jurado Internacional, lo que lo hacía todo mucho más agradable e interesante.

El Jurado internacional lo lideraba esa mujer con un cierto aire a la princesa Letizia. Se llama Isabel Santaolalla y es una mujer admirable: abandonó una más que prometedora carrera universitaria en España donde tenía una cátedra en filología inglesa… por amor. Se fue a Londres con su pareja, Peter, y allí enseña Español y Cine desde entonces en la Roehampton University además de escribir y editar libros sobre cineastas españoles y colaborar en la programación del London Spanish Film Festival cada año (¡Le he recomendado, como no, que se lleve Los Caminos de la Memoria el año que viene!). Una delicia de mujer, cariñosa, dulce, de replica rápida y aguda, Era la jefa, y todos lo asumimos desde el primer minuto sin rechistar. Flavio (del que hablaré más abajo), Adriana e Isabel formaban el Jurado General del Iberoamericano. Lluis, Carmen y yo el de la Critica del mismo certamen. Pero salvo en las deliberaciones finales, donde estuvimos separados, siempre fuimos como un Jurado de seis. ¿Y Lorena? Pues Lorena (a la izquierda de Isabel en la foto de arriba) era nuestra secretaria pero más que eso era nuestro timonel, nuestro guía, nuestra férrea a la vez que encantadora anfitriona que nos mimaba y nos proveía de todo lo que necesitáramos incluso antes de que lo pidiéramos, tal era su intuición. Sin ella no es que estuviéramos perdidos, es que simplemente Huesca hubiera sido muy, muy distinto.


Flavio. Flavio Gonzalez Mellado. Mi cuate, mi cómplice, mi amigo, mi carnal, mi mejor descubrimiento en este festival. Cineasta ganador de Huesca 2009 con su corto 40 Grados a la Sombra, era uno de los integrantes del Jurado general del Certamen Iberoamericano. Profesor de Universidad – enseña Guión a estudiantes de cine – inteligente, con un tan irónico como negro sentido del humor y una apasionada forma de disfrutar de la vida y el cine, era imposible que no conectáramos desde un primer instante. También ha sido quien más me ha enseñado en este Festival: sus comentarios eran siempre brillantes y llenos de sentido, consiguiendo más de una vez desarmar mis argumentos con una facilidad desconcertante y dándome un gran motivo para visitar algún día el DF y descubrir con él más cosas. La peripecia común por Huesca culminó compartiendo el AVE de vuelta a Madrid y una mañana entera peinando la FNAC para que al final eligiera diez de los veinticinco DVDs que llegó a manejar para llevarse a Mexico. Me enorgullece decir que le he podido recomendar joyas del cine español que no conocía como Calle Mayor, Muerte de un Ciclista, La Caza o Esa Pareja Feliz. Le he regalado una joya: Still Walking de Kore-Eda, que cerró Merida en el 2008. Y le he hecho feliz cuando he puesto en sus manos La Cinta Blanca de Haneke. Lo único que lamento es no poder estar a su lado cuando las descubra por primera vez. Seguro que aprendería algo nuevo.

La Confianza, tienda de ultramarinos inaugurada hace nada, allá por el año 1871. 139 años atendiendo al personal sin que en realidad haya cambiado demasiado de aspecto desde que se inauguró. Podría ser incluso un lugar de peregrinación turística – incluso fue portada del New York Times en Abril del 2006, lo tienen allí expuesto - pero lo cierto es que sigue siendo un negocio de alimentación y muy próspero, al parecer. Claro, también hay que decir que debajo de ese suelo hay una bodega espectacular y una mesa de comedor enorme para cenas y eventos que en este siglo y pico seguro que ha sido testigo de miles de conversaciones y anécdotas apasionantes. Un descubrimiento de lo más curioso.

Un poco de turismo nos tenía que llevar de forma inevitable a la Iglesia de San Pedro, donde se conserva uno de los patios románicos más hermosos de España. Cada uno de los capiteles de esos pórticos narra un pasaje de la vida de Cristo como si de un comic protagonizado por personajes cabezones de ojos grandes en plan antecedente del manga japonés se tratara. Pasamos allí un rato de lo más agradable: solo le faltaba un pequeño estanque de agua en el centro (como en la Alhambra u otros patios árabes) para ser perfecto. Emanaba tranquilidad y buen rollo: puede apreciarse en lo relajadas que estaban las chicas.


El Bar Juan Sebastián (por Bach, no por Elcano) más conocido entre los oscenses como simplemente el JuanSe era el bar de encuentro del Festival, el sitio obligado donde tomarse los cubatas de rigor antes de volverse al Hotel. Algo complicado porque se llenaba noche tras noche de invitados del Festival, cortometrajistas y autores, es decir, gente con la que no nos estaba permitido discutir sus trabajos, lo que resultaba ser la única faena de este privilegio que suponía ser Jurado. Claro, no podías acercarte a un autor y decirle, “Me ha encantado tu corto ¿nunca pensante en terminarlo de esta otra forma? ¿Te costó mucho hacer esa puesta en escena? ¿Cómo se te ocurrió utilizar tal o cual recurso narrativo?” preguntas todas ellas que yo me harto de hacer una y otra vez en cualquier festival en el que no me toque juzgar dichos trabajos. Lo dicho, una faena. Pero aun así, el JuanSe molaba. Especialmente en noches como la que se muestra en la foto, uno de los tres pases de Eros en Corto, estimulante a la par que desconcertante selección de cortos españoles y mejicanos con el erotismo como tema común que, por supuesto se seguía con inusitada atención por parte del personal. Los hubo que subieron no poco la temperatura ambiente, caldo de cultivo ideal para tirarle los trastos al personal femenino, masculino o ambivalente más cercano que poblaba el local. Para gustos, ya se sabe…

En el puesto de trabajo. Hay que observar varias cosas en esta foto aparte de mi evidente estado de felicidad. Ya comenté antes en otra foto que muy posiblemente el Palacio de Congresos era uno de los sitios donde mejor había podido disfrutar de un Festival. Y eso tenía mucho que ver con las prestaciones del asiento: aparte de ser mucho más espacioso y cómodo de lo que suele ser habitual – y no solo me refiero a Mérida: tendríais que ver lo que se sufre con una película especialmente larga en el Kursal de San Sebastián, por ejemplo – está esa maravillosa cualidad que permitía abatir el asiento de delante tuya (siempre que no haya nadie ocupándolo, claro está) y convertirlo en esa práctica mesa de trabajo donde uno puede desplegar todo lo necesario para ir tomando notas sobre las distintas pelis, algo imprescindible para no perderse cuando tiene que enjuiciar 38 trabajos distintos.


Encima, al abatir el asiento, quedaba ese espacio debajo de la “mesa” que permitía extender a lo largo las piernas por completo, por lo que durante el corto uno podía estirarse como si estuviera en el mismísimo salón de casa, otro plus nada desdeñable. Lo dicho, un completo lujo. Ah, un último detalle ¿se han fijado en la anterior foto en una especie de tarjeta azul que hay encima de la carpeta, al lado del bolígrafo? Pues era una linterna para facilitarte escribir en la oscuridad ;-) Y es que, después de 38 ediciones, estos de Huesca están en todo.


Por supuesto, me falta hablaros de lo más importante: las películas que vi allí, la impresión que me causaron y el Palmarés, que por suerte reflejó de forma bastante fiel mis opiniones sobre los títulos seleccionados, además de algunas actividades ajenas a mi trabajo como Jurado propiamente dicho, como la retrospectiva a Luc Moullet (todo un personaje, una especie de outsider cachondo de la Nouvelle Vague que estuvo por allí) o lo visto en la Sección Internacional, que también tuve ocasión de disfrutar casi por completo. Pero eso lo dejo para un segundo post más centrado en todo ello, porque merece un mayor detenimiento... Esta experiencia en Huesca ha sido tan especial como, por muchos motivos, irrepetible. No cabe duda que la llevaré conmigo toda mi vida y no solo por ser mi primera vez (espero que no la última) como Jurado en un Festival Internacional, sino por todo lo bueno allí vivido que he tratado de describiros lo mejor que he podido. Os dejo un enlace a la galería fotográfica del propio Festival de Cine de Huesca donde podreis encontrar aun más cosas.

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