viernes, octubre 30, 2009

SEMINCI 2009 Cronica 7: My Queen Karo, Un Lugar donde Quedarse, Luna Caliente, El Ejército del Crimen


MY QUEEN KARO, Aquellos no tan maravillosos años

Sin duda hay algo fascinante en los años 70. Época convulsa como pocas en muchas partes del mundo, durante la primera mitad de la década se vivió una especie de resaca del famoso Verano del Amor hippie y Nixon y el Watergate contribuyeron a darle carpetazo a gran parte de los sueños de libertad y las alternativas a otro tipo de sociedad que tuvieron entonces su apogeo. Muchos pensaron que era factible y hasta obligado organizarse de otra forma compartiendo todo y rebelándose abiertamente contra la sociedad capitalista y uno de los campos donde más se libró esta batalla fue el de la familia tradicional. Las comunas, esa especie de cooperativas del amor libre, resultaban para muchos de lo más atractivas, además de por los motivos más obvios e inmediatos que acuden a la mente, por lo radical de unos planteamientos que afectaban a la esfera más intima: el funcionamiento de la pareja… y la educación de los niños en un ambiente muy alejado de lo tradicional.

Estamos en Ámsterdam en 1974. Raven y Dalia, una pareja belga, llega junto a su hija Karo de 10 años a una casa ocupada donde integran una de estas comunas. La idea es buscar la felicidad de una forma alternativa y al principio la cosa funciona. Pero los problemas no tardan en aparecer. El amor libre tiene esas cosas: Raven, un utópico de esos que siguen sus ideales hasta las últimas consecuencias especialmente cuando le benefician inicia una relación con otra mujer y a Dalia no le queda otra que tragar y compartir si no quiere perder a su pareja. La mirada de la directora nos coloca a la misma altura de los ojos de Karo, que rápidamente se ve dividida entre dos fuerzas que tiran de ella en sentidos opuestos: los ideales de su padre frente al pragmatismo algo más moderado de su madre. No hay vuelta atrás, las cosas no pueden ser como antes y más temprano que tarde, está claro que Karo tendrá que tomar una decisión mientras sus padres se van alejando cada vez más uno del otro, enfrentados en posturas irreconciliables.

My Queen Karo expresa con bastante claridad el inevitable fracaso de un sistema mucho menos libre de lo que aparentaba – Raven proclama defender la libertad, pero es un intolerante con aquellos que no comparten su “pureza de ideales” – pero no tanto desde el punto de vista moralista como desde la imposibilidad de imponer determinadas estructuras por encima de los instintos y las emociones humanas básicas. El proceso de Karo se hace transparente para el espectador, que asiste impotente a su progresiva sensación de pérdida, a su demanda continua de cariño dentro y fuera del núcleo familiar, a sus esfuerzos por asimilar los principios a menudo contradictorios que se le inculcan y adaptarse a una situación que la desborda y le impide ser una niña normal.

Hasta aquí, nada que objetar. El problema es que todo resulta reiterativo y excesivamente previsible. Tanto que es imposible no anticipar todas y cada una de las cosas que suceden en la cinta, como si de una crónica de un fracaso anunciado se tratara y el a todas luces desmesurado metraje de la cinta, más bien escaso de esos conflictos que hagan avanzar la trama – los episodios con la prostituta de abajo, la tía monja que provoca una o incluso los primeros escarceos amorosos de Karo no pasan de lo anecdótico - convierten a My Queen Karo en una película alargada y bastante aburrida en la se puede salvar, como nota curiosa casi antropológica, la lograda ambientación de la época. Asimismo los ocasionales despelotes – los de Deborah François son espectaculares - y refociles amorosos del personal de la comuna ayudan a que uno no se duerma del todo, pero poco bagaje más, la verdad.

UN LUGAR DONDE QUEDARSE, Listillos recorriendo América

La película que fuera de concurso clausura la Sección Oficial – y que nadie sabe muy bien por qué la hemos visto dos días antes de que termine la misma – es una muy divertida comedia sobre una pareja que a punto de ser padres y tras enterarse que no tienen razón alguna para quedarse en el sitio donde viven actualmente, sufren un cierto ataque de pánico y deciden recorrer distintos puntos de los EE.UU y Canadá para visitar antiguos amigos de uno y otro y decidir cual es el mejor sitio donde vivir y criar a su futuro bebé. Se inicia así un improbable itinerario que el inglés Sam Mendes aprovecha para construir una especie de fresco sobre las muy distintas formas de asumir la paternidad, afrontar la educación de los niños y hacer compatible ésta con la a ratos sumamente compleja supervivencia de la propia pareja, a punto de cruzar una línea sobre la que no hay vuelta atrás.

El director de Revolutionary Road parece que necesitaba imperiosamente tras aquella durísima y desencantada visión de cómo atreverse a soñar con un futuro mejor podía destrozar por completo el frágil equilibrio de la vida en pareja compensarse y compensarnos con una película que en cierto sentido es el reverso positivo de aquella. Burt y Verona son una pareja que carece en apariencia de los miedos e inseguridades que todos sufrimos y no les duelen prendas – ni al parecer los recursos económicos – con tal de encontrar ese sitio idealizado donde poner el nido. Muy al contrario, se lo toman con calma y muchísimo sentido del humor. Y hay que reconocerle a los guionistas Dave Eggers y Vendela Vida (que me maten si no es el seudónimo más improbable de la historia, aunque reconozco que desconozco quien se oculta tras él) su capacidad para conseguir no ya la sonrisa cómplice sino abiertas carcajadas a lo largo de los muchos encuentros y desencuentros que tienen con otros padres a cual más estrambóticos con los que viven las situaciones más descacharrantes.

Un Lugar donde Quedarse es una película de listillos. De esos a los que le gusta lucirse, hacer que sus personajes digan algo inteligente, irónico, brillante y divertido en todo momento. Y la verdad es que la cosa funciona, por mucho que resulte imposible tomársela en serio, simplemente porque sus actores tienen una incuestionable vis cómica, los diálogos vuelan de un lado a otro con la precisión y el timing justo riéndose la mayor parte de las veces de cosas que nos resultan muy familiares y sobre todo no se le puede discutir que tiene algunos momentos muy logrados – el gag del carrito en casa de los insufribles seudohippies es francamente memorable – capaces de alegrarle la vida al espíritu más amargado.

Por supuesto, Un Lugar Donde Quedarse no sería los mismo sin el excelente trabajo de dos cómicos de raza, fogueados largamente en algunas de las mejores escuelas del humor estadounidense de los últimos tiempos – Maya Rudolph es una habitual del casting fijo de Saturday Night Live desde hace no sé ya cuantas temporadas, mientras que John Krasinski es una de las razones del éxito de esa maravillosa serie llamada The Office que está entre lo mejor que ha dado la pequeña pantalla en el campo del humor en años – que sostienen con su saber hacer una película que, a poco que se reflexione sobre ella, se caerá en la cuenta que es poco más que una sucesión de sketches divertidos pero con nula progresión dramática que abraza sin complejos la cursilería propia de la comedia romántica, molestas cancioncillas incluidas, cuando es necesario.

LUNA CALIENTE, La caliente niña Ramona

Cuando uno se enfrenta a una película de Vicente Aranda siempre espera encontrar al autor de Amantes o Libertarias y no al de Carmen o Canciones de Amor en Lolita’s Club, obras que en los últimos tiempos son ejemplos claros de esa especie de cine de bragueta al que Aranda se ha entregado por completo con inusitado fervor en los últimos tiempos. Conste en acta que servidor no tiene de entrada problema alguno con el sexo en el cine y me considero tan erotómano como el que más, pero no deja de provocar cierta tristeza que un director que ha dado sobradas muestras en el pasado de conocer bien su oficio parezca no tener mayor interés que poblar la pantalla de suculentas escenas de sexo que más que un medio para conseguir una sensación o contar una historia, son un fin en si mismo. Y para eso, pues que quieren que les diga, servidor prefiere ponerse un porno.

Lo triste es que empieza Luna Caliente y a los veinte minutos de proyección empiezan a sonar las primeras carcajadas. Es normal. Estamos siguiendo en el Burgos del 1974, en medio de toda la tensión por el famoso proceso a varios etarras a Juan, un improbable Eduard Fernández, poeta, funcionario de la UNESCO y ligero izquierdoso de vacaciones en su tierra que al visitar a un viejo colega antifranquista se ve literalmente arrollado por la desbordante sensualidad de su hija de dieciséis añitos y vertiginosas curvas. Como no será la cosa que el propio Aranda obliga a todo un señor actor como Emilio Gutiérrez Caba a soltar una aburrida perorata sobre sus méritos médicos que a nadie interesa porque el director sabe perfectamente que todo el personal heterosexual de la sala no está pendiente de otra cosa que los más que evidentes atributos físicos de Thaïs Blume. Por si a alguien no le ha quedado claro, Aranda nos obsequia con un más que gratuito plano de su pecho, pezón al viento bajo la leve camiseta, que deje claro el tema. A partir de ahí, insinuaciones más o menos veladas, una relación sexual que se parece mucho a una violación con resultados catastróficos y un viaje nocturno que no es sino el comienzo de una tremenda pesadilla por el sistema policial franquista que experimenta el atribulado y eso si, siempre salido cual pico de una mesa Juan.

Es imposible tomarse en serio Luna Caliente. Cuando parece que puede empezar a tomar un camino interesante, Aranda rueda una escena estrambótica tras otra, injustificada salvo para aprovechar los ardores de la niña Ramona para sacar todo el partido que puede del contundente físico de Thaïs Blume – el polvo en el árbol de un jardín en pleno funeral, con un policía interpretado por un inenarrable José Coronado metido a mamporrero es uno de los cúlmenes del surrealismo del cine español de los últimos tiempos, casi a la altura de aquel memorable pase de El Ciclo Dreyer en la Seminci del 2006 – hasta el punto que cuando la madre de Juan, que escucha detrás de la puerta los gemidos procedentes de uno de sus encuentros furtivos y pregunta a voz en grito “Pero, Juan ¿Cómo has podido?” uno se siente tentado a responder por Juan “¿Pero tú la has visto bien?”

El caso es que Luna Caliente podría haber dado para muchas cosas. Hubiera podido ser una lectura interesante sobre los últimos y violentos coletazos represivos del régimen franquista, podría haber contado una posible toma de conciencia política por parte de un personaje que pese a compartir las ideas de izquierda prefirió mantenerse casi por completo al margen de la lucha desde el exilio. Incluso podría haber dado cierto juego como un simple thriller si se hubieran atado bien los distintos hilos argumentales. Pero no: a Aranda solo le interesa el sexo y no hay en el mundo citas literarias suficientes para disimular ese anhelo por más que Aranda se empeñe, hasta tal punto que un actor tan solvente como Eduard Fernández parece totalmente perdido en semejante atolladero. En fin. Hay directores que envejecen mejor y otros que lo hacen peor. Y todo el mundo tiene derecho a filmar películas alimenticias para seguir en la brecha. Pero es una lástima que ofrezcan tan poco cine en su interior, sobre todo tratándose de Aranda.


L’ARMÉE DU CRIME, Guedigian y La Resistance

De la misma forma que el cine español tiene en la Guerra Civil una fuente inagotable – y si, es inagotable, pese a que algunos se empeñen en lo contrario – de historias, lo mismo puede aplicarse a la Francia ocupada por los alemanes en la II Guerra Mundial, ya sea para lavar la conciencia culpable del régimen colaboracionista de Petain, ya sea para mostrar la lucha de la Resistencia contra el invasor y el alto precio que muchos tuvieron que pagar por esa lucha. Guedigian se embarca en un género que en apariencia parece muy alejado de sus historias cercanas, pero a poco que uno se fije con detenimiento, en realidad no lo es tanto: una vez más Guedigian habla de la indignación creciente que desemboca en el levantamiento contra el opresor, una vez más el director se detiene en contar el día a día de los distintos personajes que acabarán, a veces incluso contra sus primeros deseos, integrando las filas de ese ejército clandestino que recurre al terrorismo, una vez más, Guedigian aboga por el entendimiento entre personas de distintas nacionalidades, credos y extracción social como forma de unirse contra un mal mayor. Como ven, el Guedigian de siempre.


Desde la primera escena se nos informa del destino final de todos y cada uno de los protagonistas de la película. Así pues el interés de la propuesta no reside en lo que finalmente ocurrirá, sino en el proceso por el que un grupo de individuos que por muy diversas circunstancias inician la guerra por su cuenta, acaban por engrosar las filas de la Resistencia. En ese sentido Guedigian tampoco es que se distancie demasiado de cierta mirada costumbrista: nos familiarizamos con los diversos personajes a base de conocer su entorno, sus hábitos, sus conflictos, sus deseos… Donde Guedigian sí puede patinar un poco es en el viejo talón de Aquiles de toda película que muestra el terrorismo como forma de lucha justificada porque está muy claro que los nazis son el mal y punto. La película no evita una mirada glorificadora de aquellos mártires y es comprensible que así sea. Pero a uno le cabe preguntarse si pongamos por caso un terrorista islámico no justificaría de la misma forma sus actos. Al fin y al cabo puede que las cosas cambien y algún cineasta venga dentro de cuarenta años a rendirle un sentido homenaje por volar un autobús o una librería llena de gente. Territorio peligroso éste.


Uno de los aspectos positivos L’Armée Du Crime es que consigue ir creciendo en interés y en intensidad según avanza el metraje y el cerco se va cerrando cada vez más sobre los protagonistas hasta ahogarlos por completo. Le sobran algunos maniqueísmos que afean el conjunto - los papeles de la chica judía que se vende por supervivencia o el húngaro que delata a sus compañeros convirtiéndose así en una figura negativa, cuando todo el mundo sabe que bajo tortura no hay heroísmos que valgan y todo el mundo termina cantando tarde o temprano – pero el buen trabajo de los actores, alguna idea inspirada – la historia real del armenio convertido en jefe de grupo que hace suya una causa que para él es la misma que la de su pueblo cuando el genocidio turco o la acertada descripción de la policía colaboracionista haciendo el trabajo sucio – y una acertada BSO del gran Alexandre Desplat convierten El Ejército del Crimen en una seria candidata a trincar algo en el Palmarés de mañana.


Y eso es todo en lo que a la Sección Oficial se refiere. Mis muy personales apuestas para el Palmarés quedan de la siguiente forma:

- GUIÓN: Enrique Urbizu por Castillos de Cartón
- MÚSICA: Por sorprendente, Pau Recha por Petit Indi. Aunque Gabriel Yared por El Erizo, Desplat por El Ejército del Crimen o Elena Karaindrou por Dust of Time son todas excelentes opciones.
- FOTOGRAFÍA: Andreas Sinanos por Dust of Time. La alternativa sería Soderbergh por The Girlfriend Experience o incluso Pere Pueyo por Estigmas.
- MEJOR ACTOR: Jeff Goldblum por Adam Resucitado. Y cualquier otra cosa – componendas a actores españoles incluidos – será una injusticia
- MEJOR ACTRIZ: Josiane Balasko por El Erizo. Aunque Trine Dirholm por Lille Soldat es otra opción que nadie protestaría. Si quieren premiar a un español en el apartado de interpretación Adriana Ugarte en Castillos de Cartón o Candela Peña en La Isla Interior son buenas opciones.
- PREMIO NUEVOS DIRECTORES: Mia Love Hansen por Le Pere des Enfants. Aunque la favorita es Mona Achache por El Erizo.
- ESPIGA DE PLATA: Adam Resucitado de Paul Schrader
- ESPIGA DE ORO: Honeymoons de Goran Paskaljevic – improbable porque ya tiene dos espigas de Oro, pero a mi es la que más me ha gustado –
Aqui la tradicional porra de este año del Colombo, con los votos de los alli reunidos por categorías, para que veais lo que piensa el personal:

Pase lo que pase, la conclusión es clara: puede que ésta haya sido, con sus inevitables patinazos, la mejor selección de títulos que ha tenido la Seminci en los últimos años. Puede que no haya ninguna obra maestra, pero el nivel medio ha sido en general bastante alto.

jueves, octubre 29, 2009

SEMINCI 2009 Cronica 6: Cooking With Stella, Le Pere des Mes Enfants, La Isla Interior

COOKING WITH STELLA: India para occidentales

Hay películas a las que uno se las teme desde lejos. Veamos, les transcribo el argumento de esta película tal como puede leerse en el catálogo: “Una diplomática canadiense y su marido cocinero han sido destinados a Nueva Delhi. Al llegar heredan la servidumbre que trabaja en la que será su nueva residencia, al frente de la cual está Stella, una mujer encantadora y llena de artimañas. Lo último que se imagina Michael es que cuando Stella se ofrece a convertirse en su mentora en las artes de la cocina tradicional india, es que la mujer ha urdido un plan” Cuando uno lee semejante argumento y ve el apellido Mehta en el nombre del director – es el hermano de Deepa Mehta, cineasta india afincada en Canadá y especialista en hacer películas exóticas adaptadas al ojo occidental como Fuego, Tierra y Aguauno no puede sino temerse lo peor, es decir, que la película sea poco más que una colección de tópicos sobre el contraste entre culturas que de lugar a una comedia amable que no moleste demasiado.
Y efectivamente, eso es Cooking with Stella, una película amable y complaciente cuya propuesta se agota con rapidez tras unas escenas iniciales en las que descubrimos que Stella es una lianta con una peculiar visión del catolicismo que dice profesar – inenarrables esas estampas y figuras rodeadas de horteras luces de neón a las que reza – cuyos usos culturales y su forma de funcionar choca primero con la de aquellos a los que sirve y después con los ideales de la joven de pueblo que viene para trabajar como niñera, en principio más honesta que Stella pero que se adapta con rapidez a las posibilidades de progreso económico que le ofrece su posición de privilegio al servicio de unos diplomáticos occidentales.
Cuesta encontrar justificación alguna para la presencia de Cooking With Stella en la Sección Oficial de esta Seminci. Es una película convencional hasta la médula, previsible y tópica cuyo enfoque optimista y amigable, por no decir directamente complaciente, desemboca en una India de postal que solo puede satisfacer a los que gustan de encontrar argumentos sencillos ambientados con los toques de exotismo justos. Si al menos su argumento estuviera algo más trabajado – el guión contiene unos agujeros por los que cabría el Taj-Mahal completo y aun sobraría sitio – podría tener un pase, pero más allá de la sonrisa cómplice que de vez en cuando pueden despertar los tejemanejes y la doble moral de Stella (Seema Biswas, justo es reconocerlo, está muy bien en su papel) la única sensación que despierta esta prescindible y acaramelada película de Dilip Mehta es el apetito.

LE PÈRE DE MES ENFANTS, Tribulaciones de un productor

Mayor interés suscita El Padre de mis Hijos, segundo largometraje de la joven Mia Hansen-Love, actriz que ha trabajado varias veces con Olivier Assayas y que nos cuenta de forma bastante precisa los serios problemas financieros de un productor independiente, amante de su familia y del cine, para salir del embrollo en el que se ha metido al intentar sacar adelante varios proyectos mientras intenta refinanciar las deudas pendientes de sus películas anteriores. Gregoire Canvel, personaje inspirado de forma evidente en el conocido productor de cine francés Humbert Balsam, es todo carisma y encanto pero cuando las deudas se multiplican, Hacienda aprieta las clavijas y los problemas no dejan de aflorar por todas partes por la falta de liquidez, incluso un optimista y amante del buen cine como Canvel, curtido en mil batallas, siente sus fuerzas flaquear hasta verse progresivamente inmerso en un callejón sin salida.
La película de Mia Hansen Love tiene dos partes bien diferenciadas que se complementan bien, aunque hay que reconocer que quizás la primera funciona mejor que la segunda, a la que le sobra alguna trama argumental - ¡ese hijo perdido! - que ni va a ninguna parte ni aporta gran cosa. Tanto Louis-Do de Lencquesaing como Chiara Caselli (y las niñas del matrimonio) otorgan una gran credibilidad a sus personajes, haciendo que la película fluya con enorme naturalidad, sin sobresaltos ni demasiados cambios de ritmo – algo que puede amodorrar al que no entre en la propuesta, pero es un defecto que no deja de ser menor – hasta una resolución en la que por fortuna los artífices de la película no ceden a la tentación de resolverla por el camino más facilón y previsible, lo que hubiera traicionado el espíritu de la misma hasta arruinarla.
Así las cosas, creo que se puede convenir en que, si bien no es una gran película, Le Père des Mes Enfants es una obra estimable que, quizás por el hecho de que desvela para el espectador la cara más amarga de muchos productores de cine que aman verdaderamente su trabajo de difusión y descubrimiento de nuevos creadores hasta el punto de poner muy en riesgo sus beneficios e incluso su vida personal, no ha encontrado aun que yo sepa distribución en España. Será que a algunos no les debe gustar mucho verse reflejados en semejante espejo o, por el contrario, que tienen el convencimiento de que una película de estas características es como la mayor parte de las obras del personaje de Gregoire Canvel: películas notables desde el punto de vista artístico e interesantes pero alejadas casi por completo de todo lo que signifique un éxito comercial. Y en los tiempos que corren, ya se sabe…

LA ISLA ANTERIOR, Locura familiar y madurez creativa.

Decididamente, ésta es una Seminci de tarados. No, no se precipiten. Lo que quiero decir es que en la Sección Oficial de este año, vaya usted a saber por qué oscuras casualidades o inconfesables filias de los programadores, han coincidido toda una serie de películas cuyos protagonistas sufren bloqueos o taras de cierta consideración: desde el taciturno y más bien cortito de entendederas protagonista de Estigmas al guapete que sufría el Síndrome de Asperger en Adam, pasando por el superviviente del Holocausto loco voluntario al que da vida el maravilloso Jeff Goldblum en Adam Resucitado o el especialista de cine que pasa de tímido perdedor a chulazo castigador y mamporrero en Dirty Mind, el caso es que pensábamos que teníamos una colección de tarados bastante surtidita.
Pues por si semejante catálogo no fuera suficiente – y eso que solo he citado los casos más extremos – van Félix Sabroso y Dunia Ayaso y nos añaden en La Isla Interior cuatro especimenes más de una sola tacada. Y sin desperdicio, oigan: un padre de familia esquizofrénico diagnosticado en la fase más avanzada de la enfermedad alrededor del cual se agrupan una hija mayor actriz de televisión que en el instante que deja de tomar su medicación se brota y empieza a confundir ficción y realidad, un hermano de ésta maniático compulsivo obsesionado con una alumna y que se monta unas películas de cuidado con las cosas más sencillas y una hermana menor que aunque en apariencia es la más normalita de la familia, se haya inmersa en una relación personal bastante desequilibrada con un hombre casado y arrastra tras de sí un pasado algo tenebroso que hace que su frágil equilibrio mental esté a punto de romperse. Y a todo esto, Geraldine Chaplin, que en un papel con ciertos parecidos con el que hizo en la maravillosa En La Ciudad sin Límites, ejerce de matriarca familiar ante su débil marido y sus perdidos vástagos, manejando con habilidad el cotarro.
Semejante panorama nos es presentado por los autores de El Grito en el Cielo, Descongélate y Los Años Desnudos con un arranque algo titubeante – la reunión de los tres hermanos en el aeropuerto – en el que uno no sabe muy bien a que carta quedarse. Por un lado resulta evidente que los directores quieren tratar una temática algo más seria de lo que hasta ahora ha sido habitual en su cine. Por otro, tanto los diálogos iniciales como la descripción de los comportamientos de los hermanos inducen más a pensar en la comedia que en el drama. No es hasta que comienza un flashback que nos aclara lo ocurrido durante los últimos tres días anteriores a ese desconcertante arranque que comienza la verdadera película.
Me repito porque voy a decir lo mismo que dije de Marc Recha y su Petit Indi: nunca he sido demasiado fan del cine de Sabroso y Ayaso, que a menudo me ha parecido que no conseguían deshacerse de una sombra almodovariana en argumentos, personajes y situaciones que en el fondo no les hacía ningún bien. Por ello, y vuelvo a repetirme, La Isla Interior ha supuesto una agradable sorpresa. Es un guión bastante trabajado, con unos personajes muy extremos que necesitan de un enorme esfuerzo conjunto por parte de todo el elenco para que la cosa salga adelante, ya que si ya de por sí el tema de la locura no es algo demasiado atractivo de ver en pantalla, si encima se está constantemente pretendiendo saltar de la comedia al drama era francamente fácil despeñarse. Y Sabroso y Ayaso no solo no se despeñan sino que de hecho salen bastante airosos del trance.
Los puntos fuertes de La Isla Interior, metáfora de solo uno de los distintos círculos concéntricos que rodean a los personajes – la peli se desarrolla en una isla canaria, pero más allá de la isla física está la que representa esa familia asfixiante y por supuesto, la isla interior a la que, en sus distintos grados de locura, se retiran los personajes para sobrevivir – están como digo en un guión ambicioso y bastante trabajado que es un regalo para todos los actores que participan en la película, que dan todo lo que pueden para que la película fluya: Alberto San Juan comsigue ser a la vez cómico y trágico en su imposibilidad de lidiar con el mundo exterior y con las relaciones personales; el progresivo deterioro de Cristina Marcos se apoya en un trabajo bastante sutil compuesto de miradas y expresión corporal; Candela Peña transmite a gritos el tormento interior que sufre aunque no de una sola voz; Geraldine Chaplin tiene momentos de extrema dureza y otros de una calidez inusitada y Celso Bugallo está simplemente perfecto como ese padre nudo gordiano del resto de los personajes que cada vez más vive en su propio mundo.
De acuerdo, a la película le falta algo de contención en algún momento y le sobra verbalizar ciertos detalles referidos al pasado que hubieran tenido mucha más fuerza quedándose en el sutil apunte y aunque el trabajo de puesta en escena de los directores resulta algo más estimulante que en anteriores trabajos, se le puede reprochar a La Isla Interior una cierta falta de recursos narrativos visuales para elevar la historia y que se despoje de ese molesto look televisivo que a ratos la acompaña. Pero, pese a todo, hay que reconocerle no poco mérito a los autores al haber sacado adelante un proyecto complejo y exigente que afrontaba no pocos riesgos. Y no lo hace de forma complaciente, sino demostrando una cierta madurez creativa que hace que al menos éste que suscribe esté pendiente de sus próximos trabajos con mucha mayor expectación que aquella con la que esta mañana entre en el Teatro Calderón para ver La Isla Interior.

miércoles, octubre 28, 2009

SEMINCI Cronica 5: Adam, The Girlfriend Experience, Honeymoons

ADAM, Amor Incomunicado

Una película de las características de Adam, comedia romántica tradicional aunque uno de sus protagonistas no lo sea, la convierte en una rara avis dentro de la Sección Oficial a concurso. Si bien es justo reconocer que casi todos los años suele colarse un filme de este tipo, más de uno en el Calderón esta mañana pensó al escuchar la popular sintonía de la Fox que se había metido por error en el cine comercial más cercano. La segunda película dirigida por el director teatral Max Mayer es, como decía, una comedia romántica más o menos de libro: chico al parecer algo retraído conoce a chica que es su nueva vecina, chica se queda pillada con la peculiar sensibilidad que intuye se esconde tras el tímido comportamiento de chico, chico revela que tiene un problemilla en cuanto a sus relaciones sociales, chica decide que venga, que sigamos adelante y a ver qué pasa e inevitable crisis en el horizonte.

El elemento original de la película reside en el extraño comportamiento del chico, que uno en principio asocia a una simple (y a ratos divertida) falta de habilidades sociales y que se nos revela como un Síndrome de Asperger, una forma de autismo que consiste en una tremenda falta de empatía con el otro y con sus sentimientos, incapacidad para expresar los propios y obsesión por datos y cosas que no exijan interacción social. Vamos, que el muchacho tiene un serio problema de inteligencia emocional. Como me comentaba con no poca sorna una buena amiga a la salida del pase, al fin y al cabo es algo que les pasa a todos los hombres, solo que éste lo tiene un poco más acusado que la mayoría. Pese a eso y como Beth arrastra también unos cuantos fracasos amorosos – sin que se expliquen demasiado bien las razones – la chica decide tirar del carro y embarcarse en una relación francamente difícil. Pero la tesis de Mayer es sencilla: ¿acaso no lo son todas?

En un momento determinado del filme, Adam dice a modo de chiste “No soy Forrest Gump ¿sabes?” Y efectivamente, no lo es. De hecho el personaje de Tom Hanks, aunque con sus facultades disminuidas, interactuaba emocionalmente mucho más con su Jenny que esta especie de manejable espárrago hasta tal punto que resulta más que razonable necesario preguntarse las razones por las que, dejando aparte lo guapito que es Hugh Dancy, un personaje como Beth se mete en semejante embolado. Y la verdad, hay motivos para removerse inquieto en la butaca pues en cuanto uno empieza a hacerse esas preguntas toda la estructura sobre la que se asienta la película se tambalea peligrosamente. De acuerdo, puede que Adam sea una versión algo extrema del tema inagotable del amor y la dificultad que siempre supone hacer sitio en nuestra vida al otro aceptando sus defectos en la misma medida que sus virtudes, pero que quieren que les diga: a mi me parece rizar un tanto el rizo y no creo que la comedia romántica sea el mejor género para hablar de ese plus añadido a la dificultad de comunicación que supone el Asperger.

En cualquier caso, la película está bien contada, sin demasiadas estridencias y siguiendo el manual de las comedias románticas al uso. Funciona gracias a su inicial sentido del humor y al correcto trabajo de sus actores: Hugh Dancy se muestra comedido en un papel que en otras manos podía haber dado lugar a todo tipo de excesos y la hermosa Rose Byrne saca adelante un personaje en ocasiones difícil de justificar. No es nada del otro mundo pero preferible a los muchos engendros que nos da últimamente el género.

THE GIRLFRIEND EXPERIENCE, Soderbergh desactiva el morbo.

Había cierta expectación por ver el último trabajo del prolífico Steven Soderbergh que parecía volver de nuevo ese lado más independiente de su filmografía – ya saben, Bubble, Full Frontal o Schizopolis enfrentado a sus más comerciales Ocean’s o Ché - con esta película sobre la prostitución de lujo para la que escogió como protagonista a la estrella del cine porno Sasha Grey. Los que esperaran encontrarse con una película llena de morbo por este hecho se habrán quedado con un palmo de narices: The Girlfriend Experience es una película muy racional y acaso especialmente diseñada para desactivar semejantes expectativas. Muy al contrario, los desnudos presentes en esta película son más bien de tipo emocional, se desarrollan en ambientes fríos que no invitan al más mínimo calentamiento, ni mental ni del otro, y el resultado es un artefacto narrativo no especialmente original pero sí muy bien construido que lleva de la mano al espectador por dos estados de ánimo acaso conectados entre sí: el que refleja la desolación generada por la crisis económica y aquel que se refiere a la desolación emocional de los que no encuentran la forma de salir del circulo vicioso en el que se han metido, condenándose a si mismos al fracaso en el campo de las relaciones personales.

Chelsea es una escort, una acompañante de lujo que ofrece a sus adinerados clientes algo más que simple sexo. Parece tener su vida bajo control, tiene una pareja de lo más comprensiva que acepta su peculiar modo de vida y con la que ha alcanzado cierto tipo de equilibrio. No tiene excesivos motivos para desconfiar de su futuro, ya que su trabajo le permite llevar un alto nivel de vida con cierta comodidad. Sin embargo en un negocio como el suyo siempre hay temor a la competencia, surgen razonables dudas y además como nos pasa a todos, sueña con algo más, algo indefinible que su instinto la obliga a perseguir. Por su parte su pareja Chris, un entrenador físico que trabaja ocasionalmente en gimnasios y no dispone de ingresos fijos, sufre la lógica desazón de no estar a la altura de Chelsea en el terreno económico y tener que lidiar diariamente con su modo de ganarse la vida, un frágil equilibrio que puede romperse en cualquier momento.Soderbergh elige una estructura voluntariamente fragmentada en el tiempo – modelo 21 Gramos para entendernos – que la hace francamente interesante. Huyendo de la estructura lineal, consigue el efecto de hacerla imprevisible y obligar al espectador a concentrarse tanto en las conversaciones como sobre todo en las atmósferas y las sensaciones. Resulta extremadamente curiosa la visión que Soderbergh consigue dar de la crisis económica mundial en el primer tramo del filme: todos los clientes de Chelsea andan preocupados en mayor o en menor medida de los efectos que la misma ha tenido, está teniendo o va a tener sobre sus respectivos negocios, mientras que al situar la acción de su filme pocas semanas antes de las elecciones que colocarán a Obama en la presidencia, Soderbergh consigue transmitirnos a través de los personajes que hablan de los candidatos parte de los temas que dominaron la campaña.
Sin embargo, a Soderbergh le interesa más la deriva personal tanto de Chelsea como de su novio Chris. Atrapados en un mundo de máscaras de las que no pueden despojarse ni por un instante, nos acercamos de forma progresiva a sus inseguridades, sus miedos, su terror al fracaso personal. Soderbergh aparca por completo los moralismos: Chelsea se dedica a la prostitución de lujo pero con la forma no sensacionalista en que está tratada sería lo mismo a estos efectos que fuera una alta ejecutiva de una empresa en crisis. Y lo mismo ocurre con Chris. Los miedos de ambos, sus soledades, son en esencia los nuestros y su trabajo resulta así irrelevante por mucha importancia que pueda tener en algunos casos para sus clientes o para nosotros como simples voyeurs. Entre medio del solo aparente caos narrativo que es la película, emerge nuestra capacidad de reconstruir los hechos fragmentarios que se nos ofrecen. Y el resultado es un retrato bastante desolador y efectivo – siempre que se consiga conectar con los personajes y lo que Soderbergh está tratando de contar, algo que no hay que dar por sentado – sobre unas personas en el fondo bastante desamparadas y perdidas.

HONEYMOONS, Fronteras Insalvables

Goran Paskaljevic se siente en Valladolid como en casa. No es para menos: el realizador serbio tiene ya en su haber dos espigas de Oro, una por La Otra América (1995) y otra por Optimistas (2006). Pues bien, no hay que descartar que consiga el triplete ya que Honeymoons está sin duda entre las propuestas más notables y sobre todo redondas que ha ofrecido hasta el momento la Sección Oficial. Y eso a pesar del lógico reparo que ponen, no sin cierta razón, aquellos que opinan que el director de El Polvorín vuelve en esta película a afrontar ciertos temas que son una constante en su filmografía: la dificultad de entendimiento entre pueblos condenados a convivir que a menudo desemboca en la violencia, las barreras que desde nuestra confortable posición en Europa ponemos a la libre circulación de personas, la necesidad de buscar la felicidad más allá del peso de las tradiciones, el inevitable vitalismo balcánico teñido de humor negro como forma de enfrentarse a la desesperanza…
Si, Paskaljevic habla de lo mismo de siempre. Pero es que su cine se basa en la realidad que observa, cuyas miserias transporta a la pantalla desde la ficción pero recreando unas historias que nos duelen porque somos conscientes que están reflejando esa realidad. Dudo mucho que el realizador pueda soslayar ese compromiso que tiene asumido consigo mismo. Y en Honeymoons el planteamiento es sencillo, pero su mensaje es contundente: las barreras que seguimos levantando alrededor de los países balcánicos que aun no forman parte de la Unión Europea están ayudando a incrementar un antagonismo cuyas consecuencias – aun no se ha secado la sangre vertida por aquellos parajes y aunque así fuera convendría tomar buena nota - pueden seguir siendo funestas. Y Paskaljevic ya no se limita solo a la antigua Yugoslavia: ahora ha fijado su mirada en Albania y en el conflicto de Kosovo, una herida muy abierta.
Dos parejas. Dos sueños. Dos bodas y dos lunas de miel con el común objetivo de salir del país de origen en busca de un futuro mejor. Para una pareja albanesa que vive atrapada bajo el peso de la tradición de su pueblo, la huida hacia Italia es la única opción para superar una vieja desgracia y ser felices. Para una pareja serbia la salida hacia Hungría no es tanto una cuestión de superar prejuicios, sino que es más sencillo: buscan mejorar su nivel de vida. Viene a ser lo mismo, nos dice Paskaljevic, ya que ambas se estrellan primero en la incomprensión de sus familias, en los prejuicios, en la intolerancia de los que no admiten la disensión y por último, contra las fronteras con las que nosotros los europeos – como si ellos no lo fueran – hemos levantado para evitar que vengan a los patios traseros de nuestras casas.
Creo que Honeymoons es una de las mejores películas de Paskaljevic. Lejos de la irregularidad que corría paralela a la brillantez de los episodios de Optimistas, Honeymoons resulta una propuesta mucho más sólida y coherente, estructurada con una precisión tal que ayuda a la contundencia de su mensaje. Al seguir primero a la pareja albanesa de raíces serbias que vive cerca de Kosovo – que sufre el desprecio social de los albaneses “puros” por así decirlo, como queda de manifiesto en la esplendida escena de la boda en Tirana – y mirar después a una pareja serbia que sufre la misma intolerancia pero al revés al volver desde Belgrado al pueblo de ella en Kosovo, Paskaljevic nos está mostrando las dos duras caras de una misma moneda y al mismo tiempo está dando voz a una juventud que no quiere sufrir por más tiempo los embates de la política y solo quieren un mundo normalizado en el que puedan simplemente ser felices. Aun queda mucho camino por recorrer (Kosovo es un conflicto no resuelto que aun sigue enquistado) pero el mismo hecho que esta película, una producción serbio-albanesa en la que colaboraron equipos de ambos países, haya podido llevarse a cabo es de por si un motivo para soñar con algo mejor para esa zona que lo que Honeymoons muestra con tanta desesperanza como notable acierto.

martes, octubre 27, 2009

SEMINCI 2009 Cronica 4: Casanegra, Adam Resucitado, Dirty Mind


CASANEGRA, La huida imposible

Hay que concederle a la Seminci un mérito que no tienen festivales en teoría de más lustre como Cannes, Venecia, Berlín o San Sebastián: salvo error u omisión por mi parte creo que en este 2009 Valladolid es el único certamen europeo de cierto renombre que lleva a concurso en su Sección Oficial una película africana. Ignorado en eso como en tantas otras cosas, me resulta muy grato el gesto por parte de los programadores de no haberse olvidado una vez más de las cinematografías de ese continente. Cuestión distinta son los méritos del filme, pero de entrada ya es algo a favor de la Seminci. Casanegra es una película marroquí que narra las peripecias en un par de días en la vida de dos amigos de la infancia residentes en Casablanca, esa ciudad caótica y vitalista que nada tiene que ver con el clásico que todos conocemos. Karim y Adil intentan, cada uno a su manera, escapar del destino que parece reservado a todos los que, como ellos, no disponen de los medios o la educación para conseguir un lugar decente en la clasista sociedad marroquí de hoy en día: Adil sueña con emigrar a Suecia con su tío y no le preocupa lo más mínimo meterse de lleno en la delincuencia para conseguir el dinero necesario para hacerlo mientras que Karim, siempre bien trajeado y educado, aparentando una posición social más alta de aquella a la que de verdad pertenece, sueña con una chica fuera de su alcance e intenta seguir los pasos de su padre y salir adelante con un trabajo digno, resistiéndose a acompañar a su colega Adil, de muchas menos luces que él, pero intentando igualmente permanecer a su lado para evitar que se meta en problemas serios.

Casanegra no cuenta ninguna historia que no hayamos visto mil veces ni tampoco lo hace de una forma especialmente original. Sobrada de metraje y demasiado reiterativa en ocasiones, quizás lo más interesante de la misma resulte ser esa continua sensación de callejón sin salida al que parecen abocados no solo los personajes sino toda una gran parte de la sociedad marroquí, que no es de extrañar que ante la falta de expectativas que les ofrece su propio país sueñen de forma constante con escapar del mismo para buscar mejor suerte en Europa. Por otro lado también es cierto que la película ofrece una visión bastante poco amable de la sociedad del país magrebí: no hay más que ver el retrato clasista que hace de la misma y la insólita presencia en la película de elementos como las drogas y el sexo, temas por lo general bastante tabú en esas cinematografías.

El director Nour Eddine Lahkmari que por cierto reside en Noruega, lo que sin duda le ayudado no poco tanto a poner en pie el proyecto como a observar con cierto distanciamiento crítico los problemas habituales de su país de origen, mezcla en Casanegra elementos de distintos géneros con acierto desigual consiguiendo solo a ratos mantener el interés del espectador durante su muy irregular metraje, fruto de un guión quizás demasiado poco trabajado y que abusa de ciertos lugares comunes. Con todo, Casanegra no deja de ser una película que se deja ver con agrado y que no me molesta demasiado y en la que acaso la frase que pronuncia uno de sus protagonistas “¿Pero que demonios os pasa a todos en este país?” sea la que mejor resume sus intenciones. Y es que no cabe duda que a la sociedad marroquí le queda aun mucho camino que recorrer para contentar a gran parte de su población, especialmente a sus jóvenes, aquellos que, en teoría, deberían ser los primeros interesados en propiciar dichos cambios y que no ven más allá de sus propios deseos de libertad lejos de sus fronteras.


ADAM RESUCITADO, El Holocausto y la locura del superviviente según Paul Schrader

He aquí una de las películas más desconcertantes y generadoras de sanas discusiones entre partidarios y detractores que vamos a tener en esta Seminci. Paul Schrader, director de Aflicción, El Placer de los Extraños o Posibilidad de Escape además de guionista de algunas de las mejores películas de Martin Scorsese como Taxi Driver, Toro Salvaje o La Ultima Tentación de Cristo adapta en Adam Resucitado la novela homónima de Yoram Kaniuk en la que se narra en dos tiempos, presente y pasado, la vida de Adam Stein, un superviviente del Holocausto internado en un hospital especial situado en medio del desierto junto con otros enfermos mentales asimismo supervivientes de la Shoah. Stein es un hombre provisto de un carisma excepcional, del que pronto averiguaremos que tiene el poder de meterse en la mente de aquellos a quienes toca, que sus dotes de showman provienen de su pasado como mago y artista de variedades en el Berlín de antes de la II Guerra Mundial y que las traumáticas experiencias vividas durante la contienda, campos de concentración mediante, son la causa directa de su estado actual que oscila entre la lucidez propia de un hombre sin duda brillante y alguien que en un momento determinado de su vida no tuvo más opción que abrazar la locura como medio de supervivencia.

Jeff Goldblum, serio candidato a hacerse con el premio al mejor actor en esta Seminci por el que sin duda es el mejor trabajo de su larga carrera, soporta el peso de la película sobre sus hombros ofreciendo una variedad de registros asombrosa. Es imposible no dejarse fascinar por su magnético trabajo, ya sea el hombre que domina a su antojo tanto el escenario como al staff médico y al resto de los pacientes de ese pabellón médico haciendo gala de unos recursos interpretativos asombrosos, ya sea mientras seguimos sus tristes experiencias en el Campo de Concentración comandado por un Willem Dafoe que en lo que a cotas de maldad se refiere está a la altura del siniestro personaje creado por Ralph Fiennes en La Lista de Schindler. Adam Resucitado no es una película fácil: primero porque hurta al espectador la posibilidad de identificarse con cualquiera de los personajes que pululan por sus imágenes ni tan siquiera con el propio Adam, capaz de actos violentos y de una crueldad verbal infinita a sumar a su dudoso estado mental y en segundo lugar porque Schrader hace en esta película un experimento muy extraño, ya que mientras desarrolla en paralelo presente y pasado para contar la historia y explicar el comportamiento de Adam, llena de fuegos artificiales la pantalla en un intento de distraer al espectador de lo que es verdaderamente importante, como si quisiera que los árboles no nos dejara ver el bosque.

Y sin embargo, por debajo de todos esos aparentes fuegos de artificio, Schrader ofrece no solo una original e interesantísima relectura de un tema tan sobado como el Holocausto sino todo un abanico de temas y obsesiones recurrentes en el realizador. Así, la religión entendida como una crisis de fe que desemboca en un necesario ajuste de cuentas con un dios que permite cosas tan terribles, la infinita crueldad capaz de desplegar el ser humano, los recursos para racionalizarla por parte de aquellos que la ejercen, la culpa del superviviente y la locura elegida como refugio de aquel para el que suicidio no puede ser una salida, el improbable proceso de redención… Todo esto y mucho más tiene cabida en una película en apariencia excesiva y desarbolada, pero que en realidad es de lo más sutil e inteligente en su planteamiento. Aunque por momentos pueda parecer forzada o fácil – la trama del niño, recurso de guión de un viejo perro del oficio, se presta a ambas lecturas – Adam Resucitado es una película compleja y brillante que merece la pena descubrir. Y discutir abiertamente sobre ella.


DIRTY MIND, Trastornos de personalidad, indefinición de géneros

Diego es un perdedor de libro. Un tímido irredento de esos que en su vida se comerá una rosca por más que lo intente y que vivirá a la sombra de los que, como su hermano, especialista de cine de profesión, son los que siempre resultan populares y acaban por llevarse a la chica. Claro que un buen día puedes pegarte una hostia de campeonato sustituyendo a tu hermano, dañarte el lóbulo frontal y que tu personalidad cambie por completo de la noche a la mañana, convirtiéndote en Tony T, un arrollador macho alfa, especie de Austin Powers mamporrero – la comparación no es gratuita: Wim Helsen se parece mucho en esta película al personaje creado por Mike Myers, chaquetas horripilantes incluidas – deslenguado y atrevido que, por supuesto, tendrá mucho más éxito social y laboral que su alter ego anterior y causará la admiración de aquellos que le rodean, que le perciben ahora como alguien mucho más feliz. Incluso la doctora que le trata, una especialista que sabe bien que esos cambios radicales de comportamiento no conllevan nada bueno, puede obviar dichos conocimientos y caer rendida a sus encantos de neandertal triunfador.

Siempre he dicho que encontrarse con una comedia en cualquier festival, dado que éstos son siempre tan proclives a la trascendencia y los dramas sesudos, resulta algo de lo más refrescante. Incluso cuando la comedia tiene lugar de forma involuntaria, es decir, cuando la película contiene derivas tan disparatadas que induce al público a descojonarse abiertamente de ella. La flojísima Dirty Mind es uno de estos casos, si bien en su descargo hay que decir que tiene la voluntad de adscribirse a la tragicomedia, así que durante gran parte de su metraje uno se ríe por las razones adecuadas y en los momentos precisos, cosa que por desgracia no sucede en su chanante último tramo, indescriptible de puro inverosímil pero al mismo tiempo irresistiblemente divertido. La película, no nos engañemos, resulta mediocre y previsible a más no poder, sus actores no son nada del otro mundo, el argumento se despeña por completo según avanza el metraje, la remata una fotografía granulosa y feísta insufrible y lo único que puede salvarse de ella es que contiene dos gags espectaculares que están sin duda entre lo más divertido que veremos en esta Seminci: uno digno de los Hermanos Farrelly que tiene como protagonista a un enfermo de Parkinson sobre el que es mejor no dar detalles y otro que atañe a una prostituta que ejerce su trabajo en la postura del perrito ataviada con una camiseta de la selección nacional holandesa de fútbol - Dirty Mind es una producción belga – con un remate final que hará sonreir de forma cómplice aunque por motivos bien distintos, tanto a los aficionados del Barça como a los del Real Madrid. En cualquier caso, y aunque un servidor agradece el buen rato pasado a su costa, no hay que llamarse a engaño: Dirty Mind es mucho más material de Punto de Encuentro (y gracias) que de la Sección Oficial.