miércoles, junio 25, 2014

DIAMANTES NEGROS, Jueves 26 Junio 20:30, Centro Cultural Caja Badajoz (Filmoteca de Extremadura)

Este jueves 26 de junio a partir de las 20:30 en el Centro Cultural de Caja Badajoz (Plaza Santo Domingo s/n) la Filmoteca de Extremadura proyecta dentro del ciclo dedicado al Nuevo Cine Español la película DIAMANTES NEGROS. Su director, Miguel Alcantud, estará con nosotros en Mérida para presentar su película y para mantener un coloquio posterior a la proyección de la misma con todos los asistentes. Es la primera vez que la Filmoteca de Extremadura nos brinda la ocasión de traer a Mérida al director de una película española para poder interactuar con los espectadores


Desde Cineclub Forum consideramos que es una oportunidad única para demostrar que respondemos y apoyamos este tipo de iniciativas que desamos que se repitan en el futuro, razón por la cual te pedimos que asistas al pase de DIAMANTES NEGROS, participes en el coloquio posterior y, como si de una de nuestras películas de los lunes se tratara, ayudes a difundir el pase compartiendo este mail o los enlaces que aparecerán en la página de Facebook del Festival de Cine Inédito de Mérida. 


Es la última proyección de la Filmoteca en Mérida hasta septiembre. Apoyémosla como se merece y aprovechemos la visita de Miguel Alcantud para demostrar nuestro compromiso con el cine de calidad en Mérida ¡Te esperamos el jueves a las 20:30 en Caja Badajoz! ¡Gracias de antemano por tu colaboración!

 DIAMANTES NEGROS 


Dirección y Guión: Miguel Alcantud. Año: 2013. Duración: 94 min. Reparto: Hamidou Samaké (Moussa), Setigui Diallo (Amadou), Carlo D’Ursi (Pablo), Guillermo Toledo (Alfonso), Carlos Bardem (Ramón), Santiago Molero (Palacios), Ana Risueño. Producción: Carlo D’Ursi y Luís Galvão. Música: Juan Antonio Simarro. Fotografía: Alberto D. Centeno. Montaje: Pablo Blanco. Dirección artística: Pilar Quintana. Vestuario: Arantxa Ezquerro 


Llegaron a Europa desde África con 15 años y la promesa de que serían estrellas del fútbol. Amadou y Moussa son captados en Mali por un ojeador, separados de sus familias y traídos a Madrid para triunfar. Un periplo por España, Portugal y el norte de Europa les enseña de primera mano las sombras del llamado “deporte rey”, un negocio que dejará de tratarlos como niños para verlos como “diamantes negros”. 

Premio del Público - Festival de Cine Español de Málaga 2013 


A una actividad global, multitudinaria y con tantos intereses comerciales, económicos, sociales, culturales y hasta políticos como es hoy en día el fútbol es fácil buscarle las cosquillas, los esquinazos, el lado oculto, amargo y pesadillesco que a veces, muchas veces, conlleva. Diamantes negros, tercer largometraje de Miguel Alcantud, se ha fijado en uno de ellos, y el resultado es una digna película de cine social sobre un tema hasta ahora no abordado: el mercado negro alrededor de los ilusionados adolescentes africanos, a los que supuestos representantes que no son sino mafias traen hasta Europa con una promesa de triunfo que la mayoría de las veces degenera en una especie de trata de blancas con el balón, la falsedad y la pasta como hilos conductores. 


La puesta en escena de los partidos y entrenamientos, algo de lo que suele adolecer el cine futbolístico, está muy por encima de la media en cuanto a credibilidad (tan fácil, pero tan poco habitual, como colocar a gente que sabe tocar un balón como protagonistas y como secundarios), y hasta casi la llegada del desenlace, cada estación de triunfo o penitencia está narrada con tanta sencillez como sutileza, quizá sin brillo pero desde luego sin errores de bulto. (Javier Ocaña, El País


Ahora que incluso los que nunca se rasparon las rodillas disputando un balón reivindican el espíritu libre del fútbol callejero, debemos aprovechar para abogar por el retorno del cine a la calle, la vuelta de la cámara al potrero, donde se juegan los partidos fundamentales de la vida. De la necesidad de los bajos presupuestos a la virtud de la realidad que está ahí afuera, sea Madrid, Bamako, Lisboa o Tallin. O las cuatro a la vez, como osó el valiente Miguel Alcantud (Impulsos), cineasta que gusta de explorar nuevas vías y ahora se ha liado la manta a la cabeza para señalar la realidad social de 20.000 chavales traídos ilegalmente a Europa a través de la historia (una ficción muy bien documentada) de dos quinceañeros de Mali, importados a España con la promesa de una carrera futbolística en condiciones abusivas y a expensas del azar del gol. 


Contada a pie de campo, de barrio y hasta de vertedero, la mirada cruda, sin concesiones, del filme se centra en lo esencial: el trabajo de los dos protagonistas africanos, intuitivos debutantes frente a las jugosas (y breves) apariciones de actores de prestigio (Carlos Bardem, Guillermo Toledo, Ana Risueño), un contraste que actúa como altavoz de verosimilitud para la denuncia más honesta del cine español reciente. (Carlos Marañón, Director de Cinemanía, autor del libro Fútbol y Cine



lunes, junio 16, 2014

EL VIENTO SE LEVANTA, Lunes 16 Cinesa 20:15 y 22:30

EL VIENTO SE LEVANTA - (Kaze Tachinu, Japón, 2013) - 


Duración: 126 min. Dirección y Guión: Hayao Miyazaki. Género: Animación, Producción: Toshio Suzuki. Música: Joe Hisaishi.

El Viento Se Levanta narra la historia de Jiro Horikoshi, el hombre que diseñó varios de los cazas japoneses durante la II Guerra Mundial y cómo su trabajo choca frontalmente con su espíritu sensible y apasionado. Todo ello con el trasfondo de la emocionante historia de amor que le mantuvo al lado de su mujer en los peores momentos de sus vidas.


Nominada al Oscar 2014 a la Mejor Película de Animación y al Globo de Oro 2014 a la Mejor Película de Habla No Inglesa.

Filmografía de Hayao Miyazaki: Nausicäa del Valle del Viento (1984) El Castillo en el Cielo (1986) Mi Vecino Totoro (1988) Nicky La Aprendiz de Bruja (1989) Porco Rosso (1992) La Princesa Mononoke (1997) El Viaje de Chihiro (2001) El Castillo Ambulante (2004) Ponyo en el Acantilado (2008)


“El Viento Se Levanta ¡Debemos intentar vivir!” es un verso de Paul Valéry, poeta y Presidente de la Academia en la Francia ocupada de la II Guerra Mundial cuya notoria resistencia al gobierno que se había vendido a los nazis provocó su caída en desgracia. Es de suponer que Miyazaki admire de Valéry no tanto su coraje en tiempos adversos, sino el compromiso con las ideas que crepitaron bajo cada uno de sus poemas. Es lo mismo que admira de Jiro Horikoshi, el ingeniero que desarrolló los modernos cazas A6M que transformaron Pearl Harbour en un infierno en llamas. Por encima de todo Horikoshi era fiel a un sueño, el de volar más alto que nadie, pero no contó con que los sueños, si, producen monstruos.


El verso de Valéry es, para Miyazaki, un lema y un epitafio: contra la adversidad hay que desplegar las alas ¿Qué significa volar para Miyazaki, cuyo padre dirigía una fábrica que producía timones para los A6M? Es la imaginación la que suspende los cuerpos y derrite la gravedad; es su prodigiosa imaginación la que navega en películas como El Castillo en el Cielo y es en este mismo cielo donde se manifiesta el fantasma de Giovanni Caproni, pionero italiano de la aviación que, convertido en cerdo, rasgaba las nubes de la Europa Fascista de Porco Rosso y con el que aquí nos reencontramos como intermitente Pepito Grillo de Horikoshi. Al margen de su ideario político, lo que le interesa a Miyazaki de sus personajes es el amor por la aventura, la curiosidad por lo nuevo, su genio intuitivo. Y quizás lo más importante, la constante búsqueda de la belleza.


La poética de este hermosísimo canto del cisne no estalla esta vez en los imaginativos delirios de El Viaje de Chihiro o La Princesa Mononoke, como si Miyazaki quisiera demostrarnos que no está obligado a buscar en la fantasía lo que puede encontrar en la realidad. Recrearla en las portentosas secuencias de vuelo o el terremoto que destruyó Tokio en 1923 es el gran desafío de un artista que, al margen de modas digitales, ha seguido dibujando a mano cada uno de sus vuelos sin motor. La aparición de Nahoko transforma la película en un melodrama que podrían haber firmado Borzage, Ozu o Naruse. Horikoshi se debate entre la fidelidad a su sueño y la lealtad a las exigencias bélicas de su país y también al espíritu de sacrificio de su mujer. Es un hombre dividido entre su vocación y el amor de su vida. Y quizás porque Miyazaki no teme al sentimentalismo, nunca cae en él. En la evolución de esa relación, teñida de cierta melancolía, florece el estilo característico del cineasta japonés.


Nadie ha sabido captar el movimiento secreto de la naturaleza del modo en que lo capta Hayao Miyazaki. El diseño de fondos y personajes mide la temperatura de la emoción de una manera que es difícil de explicar en palabras. Las nubes pasan, la hierba brilla y el más mínimo detalle - el pliegue de un edredón, una gota de agua o una ráfaga de viento - nos dice mucho más de la belleza del mundo cuando está dibujado que cuando es real. (Sergi Sanchez, El Cielo no puede esperar, Caimán CdC nº 26, Abril 2014) 



lunes, junio 09, 2014

EL PASADO de Asghar Farhadi, Cinesa 20:00 y 22:30 - III Ciclo de Cine en VOSE -

EL PASADO (Le Pasée)


Duración: 130 min. Dirección y Guión: Asghar Farhadi. Reparto: Bérénice Bejo (Marie), Tahar Rahim (Samir), Ali Mosaffa (Ahmad), Pauline Burlet (Lucie), Elyes Aguis (Fouad). Música: Evgueni Galperine y Youli Galperine. Fotografía: Mahmoud Kalari. Montaje: Juliette Welfling. Diseño de producción: Claude Lenoir. Vestuario: Jean-Daniel Vuillermoz 


Después de cuatro años de separación, Ahmad viaja de Teherán a París para iniciar el proceso de divorcio a petición de Marie, su esposa francesa. Durante su breve estancia, descubre la conflictiva relación entre Marie y su hija Lucie. Ahmad se esfuerza en restablecer el vínculo entre madre e hija mientras hace frente a su propio pasado.

Festival de Cannes 2013 - Mejor Actriz (Bérénice Bejo) y Premio del Jurado Ecuménico.
Filmografía de Asghar Farhadi: A propósito de Elly (2009) Nader y Simin, Una Separación (2011) 


Para situarnos, El Pasado es la cinta que sigue a 'Nader y Simin, Una separación' o, si se prefiere, la que va justo después de una de las obras mayores de este siglo, primero galardonada con el Oso de Oro en Berlín y posteriormente recibida con todos los honores en Hollywood, Oscar incluido. Gran responsabilidad. Pues bien, el iraní vuelve a componer uno de sus esmerados y perfectos retratos de esa crisis permanente que el tiempo ha dado en llamar 'familia'. 


De nuevo, el director repite las claves de su cine transparente. La cámara simplemente desaparece para colocarse en medio de un drama tan complejo, herido e inaprensible como la propia realidad. La estrategia, si se quiere, es sencilla. Se trata de dejar la historia en manos de sus personajes y que sean ellos los que la construyan con la colaboración imprescindible del espectador. No hay, para entendernos, una verdad en posesión de narrador, lo real se desestructura y recompone en manos de todas las mentiras, recriminaciones, batallas y derrotas que, en definitiva, crean eso llamado vida. 


Un hombre regresa desde Irán a casa a su ex mujer en Francia para formalizar el divorcio. Lo que allí encuentra el visitante es un laberinto de vidas que empiezan, secretos que se desvelan y misterios que duelen. Casi todo lo que cuenta, y el modo de contarlo, tiene un asterisco, un a pie de página, una razón cargada de sutilezas que tienen que ver con el comportamiento, la ética, la inestabilidad de “la verdad” El Pasado es una película tramada en interiores, los de la casa y los de ellos mismos, y en la que la mirada infantil y juvenil tiene tanta trascendencia, tanta explicación. Fisgonea de nuevo en el sentimiento de culpa, esa sensación tan vegetal de regadío que suele dar frutos amargos, incomestibles, y deja con todo ello una de esas historias que te han pasado por dentro con toda la caballería. 


Sea como sea, la propuesta de Farhadi consiste precisamente en trenzar las historias de cada uno de los afectados hasta componer una sutil red donde las mentiras y verdades se confunden, justifican y, finalmente, se perdonan. De repente, la realidad se descubre como esa cosa tan confusa, tan difícil de entender y, a la vez, tan dura. Y así el resultado se antoja tan milagrosamente preciso como transparentemente complejo. (Luis Martínez y Oti R. Marchante, Crónicas de Cannes 2013





Recordad que la semana que viene despedimos los ciclos de cine en VOSE hasta septiembre con una auténtica joya, EL VIENTO SE LEVANTA, la despedida del cine del maestro de la animación Hayao Miyazaki, autor de títulos imprescindibles como Mi Vecino Totoro, El Viaje de Chihiro o La Princesa Mononoke. ¡No os podéis perder nuestro gran final! ¡Os esperamos!

sábado, junio 07, 2014

CINES DEL SUR 2014 J05 El Lugar del Hijo, Tokyo Bitch I Love You

EL LUGAR DEL HIJO, El militante desubicado.

Estamos en Montevideo, en una universidad ocupada por unos estudiantes en huelga para reclamar algo que, a juzgar por lo que escuchamos en esa confusa asamblea con la que se inicia la película, ni ellos mismos tienen claro qué es. Ariel, uno de esos activistas, un chaval con ciertos problemas motrices, recibe la noticia del fallecimiento de su padre y ha de viajar a Salto, en el interior del país, para hacerse cargo de su herencia. Allí descubre que su padre le ha dejado un buen puñado de deudas, un rancho hipotecado, unos terrenos que contienen un ganado que tendría que liquidar para hacer frente a sus acreedores y una casa familiar en la que se ha instalado, al parecer con voluntad de permanencia indefinida, la amante de su padre. Se pone en contacto con los universitarios de su ciudad, igualmente ocupas en huelga, igualmente desorganizados, y trata de integrarse en ellos. Ariel asiste a todo lo que le rodea un tanto superado por los acontecimientos mientras trata hacer frente a lo que se espera de él y superar las contradicciones propias, que no son pocas.


Curiosa esta película del uruguayo Manuel Nieto, autor de La Perrera, en el que seguimos la peripecia de este Ariel, militante confuso y desubicado que es incapaz de encajar con nada de lo que le rodea. Lo mejor de la propuesta es la profunda sorna con la que se retrata a esos huelguistas/okupas de poca monta y menos entendederas, asambleístas hasta el absurdo, fiesteros impenitentes y conseguidores de nada. Eso y el choque que supone para el afable Ariel ver como sus valores, su discurso de izquierdista de salón, choca mal con la realidad en sus desalentadoras experiencias tanto en el ámbito "universitario" como sobre todo en ese amenazante entorno rural con el que no tiene nada en común y que en el tramo final de la película provoca un sorprendente cambio de género cuando se transforma en algo casi parecido a un western, haciendo que adquiera un insospechado nuevo vuelo. La leve parálisis y esas dificultades en el habla reales del actor Felipe Tieste incorporadas al personaje son un elemento esencial de la propuesta: a Ariel le excluyen de todo ámbito del que intenta formar parte y al espectador le genera una incomodidad que en el fondo le va bien a la historia que está contando Nieto.


La película, pese a que no hace demasiado fácil entrar en ella en su primer tercio mientras nos va presentando a Ariel y sus circunstancias, hace gala de un soterrado sentido del humor que alcanza momentos francamente sublimes como esa huelga de hambre de los trabajadores del matadero a los que Ariel se suma - impagable ese momento en el que se confrontan en televisión las visiones del empresario y el representante de los huelguistas, que alcanza inusitadas cotas de surrealismo y estupidez que provocan cierta vergüenza ajena – o ese saludo puño en alto de Ariel, ahora convertido en terrateniente, con esos mismos trabajadores una vez finalizada la huelga mientras lleva sus reses al matadero, algo así como la glorificación definitiva de la desubicación y la confusión total del lugar de Ariel en el mundo.


El Lugar del Hijo es, resumiendo, una película francamente pesimista en su irónica visión de la diferencia de clases y en su retrato de ese conflicto urbano-rural de la que habría que comprobar su eficacia como sutil metáfora del propio Uruguay, algo que parece estar en el ánimo de su realizador. Entiendo que no es una película para recomendar a todo el mundo, pero sus aciertos, que no son pocos, hacen que merezca la pena tenerla en cuenta.



TOKYO BITCH, I LOVE YOU. Soledad y alienación a la japonesa.


Hatsue es una joven prostituta – o trabajadora del sexo, si prefieren ustedes el término - que tiene una serie de clientes habituales con los que evita todo acercamiento emocional. Sin embargo mantiene una relación algo más profunda con Yoshinori, uno de sus clientes, un hombre casado y bastante frustrado con su vida conyugal pero cuya cobardía le impide hacer frente a los problemas derivados de ella. Hatsue sueña, como todos, con encontrar una relación sentimental plena que la satisfaga y cree que puede encontrarla con Yoshinori, lo que hace que se genere en ella una ilusión que mantiene vivas sus esperanzas. Por su parte Yoshinori tiene sus propios problemas, derivados de su relación con un compañero de trabajo que le pide prestado dinero y ese insatisfactorio matrimonio. Hatsue también tiene una compañera de trabajo que la aconseja y busca en ella una cierta complicidad. Las vidas de esos cinco personajes se entrecruzan en un Tokio frío e inhóspito que no invita precisamente a la búsqueda de la felicidad.


Tokyo Bitch, I Love You es una adaptación al Japón contemporáneo de un clásico del bunraku – teatro japonés de marionetas – llamado Los Amantes Suicidas de Sonezaki que fue escrito originariamente en el siglo XVIII y uno de sus atractivos probablemente sea la vigencia en su traslación a la actualidad de ese relato repleto de una brutal soledad, insatisfacción e inevitable dificultad de los personajes no ya para conseguir lo que desean sino simplemente para relacionarse entre sí. El director Kôki Yoshida plantea una puesta en escena casi minimalista: ambientes fríos y proclives a la idea de la alineación, repetición de secuencias como esos paseos a ninguna parte de su protagonista o rituales de trabajo que convierten el sexo en algo mecánico y desprovisto de interés, incapacidad de los personajes para revelar lo que de verdad sienten… Todo encaja con esa sensación de hermetismo que a veces las películas japonesas pueden transmitir al espectador occidental, pero sin esa calidez subterránea y profundas emociones que bullen bajo el exterior que puede llegar a hacer tan atractiva esa cinematografía en manos de sus mejores directores.


La película se deja ver con cierto agrado, más que nada porque su mínima duración de 70’ evita que uno pueda hartarse de ella y sus personajes a la búsqueda de una improbable felicidad en sus desnortadas vidas. Pero eso tampoco hace que el espectador se muestre especialmente proclive a identificarse con ellos o a vivir como propias sus cuitas. Más bien al contrario, el distanciamiento emocional que impone la puesta en escena genera esa misma sensación de desinterés en el espectador. Baste señalar que en el tramo final de la película, a un servidor le resultaba del todo indiferente si los protagonistas decidían o no suicidarse tras contemplar esa posibilidad desde la azotea de uno de esos edificios grises e impersonales.


Sea como fuere, habrá que concluir que Tokio Bitch I Love You es una película correcta a la que quizás le habría venido mejor que ese humor un punto subversivo que asoma de vez en cuando tímidamente por sus imágenes apareciera más a menudo para otorgarle una mayor calidez a sus personajes. Aun así llama un tanto la atención que después de que la película de inauguración fuera el estupendo drama turco Nobody’s Home la película de clausura sea esta propuesta melancólica y algo desesperanzada que aunque pueda ser seguida con más facilidad por el espectador que otras películas de la Sección Oficial no va a ser tampoco ese caramelo con el que los festivales suelen endulzar su tramo final. Mañana Palmarés de esta octava edición de Cines del Sur y conclusiones.


viernes, junio 06, 2014

CINES DEL SUR 2014 J04 Bastardo, 40 Days of Silence

BASTARDO, Esa amarga Primavera.

En un barrio marginal de una ciudad tunecina, un hombrecillo gris llamado Mohsen pero al que todos conocen como Bastardo y desprecian más o menos abiertamente, rumia su mala suerte cuando le despiden de su trabajo por no denunciar a la mujer que ama. Su amigo Khlifa, en un raro golpe de suerte, consigue que una empresa de telefonía instale encima de su casa una antena que servirá como repetidor de señal y que trae consigo dos efectos inmediatos: el primero es que Mohsen empieza a recibir unos sustanciosos ingresos mensuales y el segundo es que la antena trae al barrio la modernidad en forma de teléfonos móviles, cuyo contrabando también se convierte en un jugoso negocio que trastoca la forma de relacionarse de todo el barrio, despertando las envidias del jefe local Larnouba, un tipo que heredó el puesto de su padre y que aunque se crió con Mohsen no duda en enfrentarse a él para conseguir su parte del negocio. O quedárselo por completo.


Nejib Belkadhi, que con su primer trabajo VHS Kahloucha consiguió asomarse a los festivales de Cannes y Sundance en el 2006 y alcanzar así una cierta notoriedad, traza en Bastardo una metáfora bastante evidente sobre los peligros que puede acarrear la modernización y la transformación inmediata en determinadas comunidades que siempre se han regido por una cierta tradición inmovilista. La ascensión al poder y la nueva consideración social de Mohsen sobrevenida por el dinero y algo tan banal como una antena de telefonía permite cierto juego pero el realizador puebla su relato de algunos personajes estrambóticos que rayan en lo grotesco – un gigantesco travesti que actúa como verdadero poder en la sombra de Larnouba o esa mujer a la que adoran los insectos que recorren de forma incesante su cuerpo y que ama en secreto a Mohsen mientras es la amante de Larnouba… - o de coqueteos con lo fantástico que funcionan como puntos de fuga de una historia en el fondo bastante convencional.


Claro, a nadie se le escapa que en esta historia de lo que es necesario hacer para conquistar y perpetuarse en el poder y la trasformación progresiva de ese hombre gris y inicialmente repleto de buenas intenciones que es Mohsen en otro tirano tan desconectado del pueblo como el anterior y finalmente solitario y embriagado de soberbia, subyace una crítica evidente de los pobres resultados alcanzados por la Primavera Árabe precisamente en este país que fue el foco principal y la bandera de ese movimiento que se extendió como un polvorín por el norte de África y lo llenó de esperanzas ahora ya convertidas por completo en desilusiones. Desde ahí, no cabe duda que Bastardo es una película que tiene cierto grado de interés y desprende una considerable amargura que probablemente es la misma que siente su realizador ante esa oportunidad perdida en la que la apariencia de modernización y cambio ha dejado paso a más de lo mismo. Pero en Cines del Sur hemos tenido ya películas que mostraban esta misma amargura de forma aun más contundente, sin ir más lejos el estupendo documental It Was Better Tomorrow de Hinde Boujemaa que disfrutamos el año pasado en Sección Oficial.


Bastardo es pues una película de esas a las que conviene juzgar no tanto por lo que ofrece a primera vista sino por su conexión más o menos subterránea, más o menos evidente, con la mirada amarga de su director sobre el devenir de su propio país y por extensión de aquellos que formaron parte de la llamada Primavera Árabe. En esa intención última, entiendo, más que en los méritos de una película simplemente correcta se encuentra la justificación de su inclusión en la Sección Oficial de este año.


 

40 DIAS DE SILENCIO – Entre el hipnotismo y el desconcierto.

Chilla es una palabra persa que significa Cuarentena y ese también es el título original de esta desconcertante opera prima de la directora uzbeka Saodat Ismailova que proviene del mundo de las video instalaciones y que ha expuesto sus trabajos en sitios como la Bienal de arte de Venecia. Viene a cuento esta introducción porque estamos ante la que sin duda es la producción más arriesgada y radical desde el punto de vista narrativo que nos hemos encontrado en esta edición de Cines del Sur, tanto es así que el director de programación Mirito Torreiro avisó en su presentación de su película sobre la necesidad de ejercitar la paciencia ante las imágenes de la película, algo que fue recibido como un aviso claro por parte de la audiencia del pase de anoche sobre lo que se nos venía encima. Y es que el público habitual de Cines del Sur, como el de cualquier festival de cine que se precie, sabe que de vez en cuando tiene que encontrarse ante alguna obra que se distancie de los medios narrativos más tradicionales. Lo que no tiene porque traducirse de forma instantánea en el tópico de película lentísima y tostón considerable. Aunque a veces ocurra.


No es el caso de la fascinante 40 Dias de Silencio, aunque algo de eso puede haber. En la primera escena de la película, un largo plano fijo de una joven que mira la nada mientras se ve rodeada poco a poco por el fantasma de su tía, asistimos a su decisión de emprender un voto de silencio, del que no conocemos sus motivos. Estamos en un pequeño pueblo aislado en las montañas de Uzbekistán y la joven que emprende ese voto de silencio, algo no inhabitual en aquellas latitudes, vive bajo el mismo techo con otras tres mujeres de tres generaciones distintas: su abuela que enviudó siendo aun muy joven, una tía que ha regresado al pueblo tras vivir en una ciudad más grande y la hija pequeña de ésta. Mientras la historia se desarrolla con largos planos que nos van desvelando poco a poco las costumbres y los ritos de esa casa, vamos aprendiendo que esas cuatro generaciones de mujeres tienen formas casi incompatibles de ver la vida, de equilibrar su herencia cultural y la tradición con sus deseos.


La rutina, el dia a dia de esa vida rural ausente de figuras masculinas que sin embargo o quizá por ello cobran una importancia clara en el relato, es el centro de una película en la que la directora va obligando poco a poco al espectador a acostumbrar la mirada a un ritmo muy distinto, a prestar atención a los detalles que se cuelan por unos encuadres milimétricamente estudiados en una puesta en escena muy meticulosa. Es muy exigente, si. Pero a cambio ofrece al espectador algo a lo que no está acostumbrado, a usar el tiempo para reflexionar, incluso dentro del mismo plano, aquello que se le está ofreciendo. Si a eso le sumamos que la interpretación de lo que uno ve está preñada de un fuerte simbolismo que hace posible una pluralidad de lecturas en las que intuyo que no hay una sola verdad, sino aquella que el espectador deduce de su interpretación de las imágenes – a menudo muy fascinantes – que Ismailova construye en su relato, estamos ante una de esas propuestas desafiantes que crispan los nervios a los que buscan respuestas fáciles y pueden resultar un atractivo reto a los que buscan nuevas fronteras del lenguaje narrativo. O sea, una de esas películas que uno encuentra solo en los ámbitos de un Festival de Cine y que jamás verá en las pantallas de su cine más cercano. Con todo lo bueno y quizás lo malo que eso implica.


Llegados a este punto, este cronista ha de ser honesto consigo mismo y con el lector y confesar que no tiene una opinión definida sobre 40 Días de Silencio. A ratos me sentí fascinado por su ritmo hipnótico y su inquietante y un tanto perturbadora poética. A ratos me desesperó su críptica forma de narrar la historia y de forma un tanto soberbia, uno se siente tentado de culpar a la directora de la propia incapacidad para acabar de atar todos los cabos de la historia. Es decir, uno CREE haber entendido lo que la película cuenta. Pero no tiene forma de estar seguro de si su lectura es la correcta. Eso genera una cierta incomodidad. Podría decirse que ese desconcierto es hasta saludable para alguien con una cierta experiencia en esto de ver cine. Pero también he de decir que no me sentí particularmente seducido por tan radical propuesta narrativa. Si el problema está en mi o en la propia película es algo que sinceramente aun no he resuelto. 


jueves, junio 05, 2014

CINES DEL SUR 2014 J03 I'm Not Angry! Ice Poison

I’M NOT ANGRY! – Demoliendo prejuicios, mostrando realidades

En febrero del 2011 tuve el privilegio de asistir en la Berlinale al estreno mundial de una de las películas probablemente más indiscutibles de los últimos años, Nader y Simin, Una Separación, del iraní Asghar Farhadi. Salí conmocionado, con el pleno convencimiento de que aquella dolorosa maravilla que acababa de ver, que luego conseguiría el Oso de Oro y hasta el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa, era una película importante, una de esas obras que podía justificar por sí sola esa extraña locura de desplazarse a un Festival de Cine a ver decenas de películas en pocos días sin una obligación laboral de por medio, sino por puro placer cinéfilo. Fernando Trueba dijo algo sobre la película que comparto plenamente: afirmaba que ver Nader y Simin Una Separación servía para hacerse una idea mucho mejor sobre la realidad de lo que ocurre en Irán, sobre cómo se vive, cómo sienten sus habitantes, cómo es esa sociedad, que ver treinta documentales sobre el país. Ese es el poder del cine y el sentido y la necesidad de Festivales como Cines del Sur que nos facilitan ver ese cine.


La película arranca con un primer plano sostenido de una mujer de rostro desencajado que grita cuando ve algo fuera de plano. Tras el corte al título de la película, conoceremos a Navid, un iraní de origen kurdo que trabaja en una fábrica textil cuyas máquinas y ruidos le descentran de forma evidente. Un momento. ¿Seguro que estamos en una película iraní? Parece que estuviéramos en un remake de Requiem por un Sueño de Aronofski. Hay planos de menos de una décima de segundo. Los personajes se mueven por la pantalla a toda velocidad, las transiciones son frenéticas, brutales, el montaje no da respiro al espectador. Ay, si Kiarostami o Panahi levantaran la cabeza. ¿Pero esto qué es? ¿Esto qué es?


Superado el susto inicial, pero aun frotándonos los ojos por el derrumbe de toda una mitología alrededor de lo que entendemos por cine iraní, nos adentramos en el argumento del filme. Navid tiene serios problemas para controlar su ira. Expulsado de la universidad por su activismo político en las elecciones del 2009 que perdieron los reformistas, su situación es muy precaria cuando pierde su trabajo en la fábrica textil por agredir a su jefe tras el enésimo abuso que éste ejerce sobre él. Sin trabajo, compartiendo piso con dos músicos tan tirados como él y sin perspectivas de que su situación mejore en un futuro cercano, Navid ve peligrar su compromiso con Setareh, hija de un próspero comerciante de muebles que le pide que se mantenga alejado de ella para no arruinar también su futuro. Desesperado, Navid se embarca a contrarreloj en una frenética búsqueda para poder conseguir un préstamo o un trabajo que le permita salir de esa situación pero con el paso del tiempo y sus sucesivos fracasos, la frustración va poco a poco transformándose en agresividad.


Reza Dormishian, nacido en 1981, consigue con su segunda película algo muy parecido a lo que Farhadi hizo con su monumental Nader y Simin: que nos embarquemos en un viaje profundo y honesto por el interior de la sociedad iraní actual, en la que disponer de un trabajo, un techo o la posibilidad de prosperar es la clave de la felicidad porque en caso contrario puedes asistir a cómo se desmoronan todos los sueños hasta que no te quede nada por lo que vivir. Navid y Setareh se quieren pero la espada de Damocles que el padre de ella hace oscilar sobre la cabeza del Navid consigue el doble efecto de desesperarle y hacerle encerrarse en sí mismo, pues no puede compartir con su pareja sus preocupaciones, lo que le lleva a una espiral inacabable de frustración y agresividad. Dormishian utiliza sus recursos narrativos de forma muy inteligente: cuando Navid está solo, buscando o reflexionando sobre su situación, la cámara y el montaje se vuelven frenéticos, demostrando su agitado estado mental. Solo cuando está junto a Setareh encuentra algo de paz y Dormishian lo hace patente con una puesta en escena mucho más tradicional, calmada.


El director está buscando su propio lenguaje narrativo para contar una historia que le toca de cerca no solo a él, sino a toda su generación en Irán. Pese a ciertos excesos perdonables, el resultado es muy notable: como en la película de Farhadi, las lecturas políticas y sociales son tan nítidas como contundentes. No es de extrañar que las autoridades iraníes hayan prohibido la película: es una durísima diatriba contra algo que va muy mal en aquella parte del mundo. Y una película soberbia pese a que uno abandone la sala laminado ante una resolución una vez más absolutamente coherente – y van tres en tres días – con todo lo que se ha expuesto. La realidad es lo que tiene. Que duele.


ICE POISON – La droga es mala


No recuerdo haber visto nunca antes una producción de Myanmar, la antigua Birmania. Los festivales como éste es lo que tienen, que te sirven para descubrir cinematografías ignotas. Esta co-producción con Taiwan dirigida por un tal Midi Z – no, no pregunten - que ya había presentado sus dos anteriores trabajos en Pusan y Rotterdam comienza con la historia de dos agricultores, padre e hijo, que tras una mala cosecha se ven obligados a bajar al pueblo para pedir un préstamo que permita al hijo adquirir una motocicleta desvencijada para trabajar como transportista de personas o mercancías, lo que se tercie. El padre dejará en garantía del préstamo la única posesión que les queda, una vaca. Samnei es una joven birmana obligada a casarse con un chino que regresa a su pueblo para asistir al funeral de su abuelo. No tiene la más mínima intención de volver a China pero necesita dinero para traerse de allí a su hijo, así que le pide a su hermano, traficante de drogas, que le deje entrar en el negocio como contrabandista. ¿Adivinan quien será su transportista?


Ice Poison es una de esas películas compuestas casi en su totalidad por planos larguísimos e inacabables de esos en los que te puedes salir a echar un café y volver a la sala antes de que haya terminado (el plano, no la película) sin que te hayas perdido gran cosa. La cámara apenas se mueve y cuando lo hace es todo un acontecimiento. Hasta ahí las bromas con su puesta en escena. Pero la historia sí puede enganchar lo justo si uno soslaya su minimalismo narrativo y que el acuerdo profesional entre el campesino metido a transportista y la chica metida a camello tarda más de una hora en producirse. A partir de ahí la película crece en interés y afortunadamente la cámara también vuelve a la vida y se mueve algo más.


Pero esa pátina de moralina que recubre una historia cuyo desarrollo uno puede anticipar con facilidad – ¿era necesario algo tan predecible como que ambos, mototaxista y camella, se enganchen al material que distribuyen para huir de sus frustrantes realidades, por mucho que la droga abunde en esa zona del mundo? – hace que la propuesta se quede en muy poquita cosa, más allá de una resolución tan desolada como impactante que no evita que uno se pregunte si la película no viniera de un país tan exótico como Myanmar tendría cabida en una Sección Oficial de tanta calidad como ésta que estamos disfrutando.


O quizás, perdonenme, es que aun estaba bajo el impacto de la película iraní y de un segundo visionado de esa joya estrenada este año que es La Imagen Perdida de Ritty Pahn que vi a continuación de I’m Not Angry! en una de esas imprescindibles secciones paralelas que recuperan títulos ya estrenados comercialmente pero que no han podido verse en su momento en Granada. ¿A que me sonará esto? El caso es que Ice Poison lo tenía muy complicado con semejantes compañeras de viaje.