lunes, marzo 29, 2010

EL MAL AJENO Combinacion de Autorias

El Mal Ajeno tiene de entrada una peculiaridad bastante inusual en el cine español que la hace interesante: dos padrinos, Alejandro Amenábar en la producción y Daniel Sánchez Arévalo en el guión, que son a su vez responsables absolutos en último término de sus películas, poseedores de estilos personales y universos bastante reconocibles. Que dos autores consagrados de esas características estén detrás del debut en la dirección de Oskar Santos abre un campo de posibilidades demasiado poco explotado en nuestro cine, tan acostumbrado a cultivar egos y potenciar trayectorias individuales que a menudo olvida que un autor o un buen profesional puede enriquecer el trabajo de otro. No deja de ser paradójico: existen pocas disciplinas cuyo resultado final dependa tanto de llevar a buen puerto la colaboración entre diversos talentos como el cine.

Volviendo a la película que nos ocupa, es sencillo rastrear las dos palpables influencias de los autores mencionados en El Mal Ajeno, un drama emocional disfrazado de thriller y con elemento fantástico de por medio en el que no cuesta reconocer ni el gusto por las atmósferas opresivas e inquietantes del autor de Abre Los Ojos y Los Otros ni tampoco la multiplicidad de hilos narrativos y personajes contradictorios, complejos y a la vez cercanos que pueblan AzulOscuroCasiNegro y Gordos. Sin embargo, e intuyo que ese es uno de los principales méritos del trabajo de Oskar Santos detrás de la cámara, ni uno ni otro impone sus señas de identidad de tal forma que anulen el trabajo de dirección y puesta en escena de Santos, que tomando como inevitable referencia a un tercero - M. Night Shyamalan y de manera mucho más específica una de sus películas más interesantes y a la vez más incomprendidas, El Protegido (Unbreakable) – ha sido capaz de sacar adelante una obra tan personal como arriesgada que busca un complejo equilibrio entre sus diversos géneros y elementos temáticos del que no siempre sale bien parado, pese a que no le falten los méritos para que sus virtudes se impongan a sus defectos.

El Mal Ajeno gira en torno a un médico – Eduardo Noriega, ajustado y mucho más convincente de lo habitual - que para poder hacer bien su trabajo en la unidad del dolor ha desarrollado una impenetrable coraza emocional con la que se ha ido aislando progresivamente no solo de sus pacientes incurables sino también de sus seres queridos y al que un incidente le dota de la milagrosa capacidad de sanar a los enfermos más irrecuperables. Sin embargo, todo don conlleva una responsabilidad y es precisamente ahí, en el debate ético y moral de los límites del sacrificio de uno mismo y a los que uno quiere en beneficio del prójimo y del bien general donde se instala la columna vertebral de una película de estructura narrativa peculiar, atmósfera densa y cierta capacidad de sugerencia lastrada en parte, eso sí, por una acumulación de personajes y situaciones que provoca cierta dispersión en la que pierde fuerza lo que debería haber sido su motor principal y por una resolución quizás correcta desde el punto de vista del guión pero tan necesitada de atar cabos y ofrecer soluciones que causa una inevitable sensación de artificialidad.

Oskar Santos trabaja a fondo la atmósfera de la película, a la que otorga un turbio sello personal gracias a la trabajada fotografía de Josu Inchaustegui y a una interesante música de Fernando Velázquez, y se apoya en el buen hacer general de su reparto - destaquemos a una notable Cristina Plazas capaz de desarmar con su mirada al espectador más insensible y los sobrios trabajos de Luis Callejo y José Ángel Egido– para conseguir la credibilidad que se imponga a ciertas flaquezas del guión – las sufre especialmente el desdibujado personaje de Belén Rueda, que entra y sale de la película de forma un tanto caprichosa y nunca alcanza la relevancia que debería – dando lugar a una obra interesante, desigual, envolvente en su factura visual y quizás por momentos fría, falta de emoción. En cualquier caso, es una muy buena señal que exista una película como El Mal Ajeno, fruto de una combinación de autores tan deseable como por desgracia infrecuente. Ojalá cunda el ejemplo

Días de cine: El mal ajeno

lunes, marzo 22, 2010

YO, TAMBIÉN y GORDOS La necesidad de querer y ser querido

Enfrentarse a una película como Yo, También provoca de entrada ciertos recelos: narra la relación entre un joven con síndrome de Down que destaca por su inteligencia y una treintañera que arrastra no pocos problemas personales y de la cual se enamora perdidamente. O sea, no es tanto la típica historia de superación personal sino un más difícil todavía que indaga en el territorio sentimental y sexual del discapacitado. Para echarse a temblar.


Pero la película de Pastor y Naharro tiene a su favor la presencia de dos actores, Pablo Pineda – mucho más que un Down interpretándose a sí mismo, por más que uno intuya detrás de Daniel rastros de su propia biografía - y la siempre fiable Lola Dueñas - esplendida en un papel que exigía la mezcla justa de ternura y cierto desgarro emocional – comprometidos hasta tal punto con esta arriesgada historia que consiguen insuflar naturalidad y credibilidad allí donde era más necesaria, en la descripción del proceso de fascinación mutua que podría - o no – dar paso a otro tipo de sentimientos, tratado sin frivolizar ni caer en un escabroso sensacionalismo, sino con honestidad, coherencia y cierto rigor. Sus trabajos justifican en gran medida el visionado del filme.

Sin embargo es tarea complicada manejando unos temas tan delicados el evitar caer en ese sentimentalismo en el que, por momentos, cae: tanto la previsible historia de la pareja de chavales con el síndrome enamorados como la trama que trata de justificar (¿por qué? ¿para qué?) el comportamiento del personaje de Lola Dueñas perjudican ese delicado equilibrio con lo que Yo, También se convierte por momentos en esa amable abanderada de las buenas intenciones que uno temía de entrada. Sería injusto no obstante no reconocer el mérito que tiene una película que apuesta por homologar una realidad que en el fondo no difiere demasiado de la nuestra ya que todos podemos compartir con Daniel y Laura los mismos deseos, sueños y frustraciones. La necesidad de querer y ser querido y expresar los sentimientos es tan universal que no entiende de limitaciones.





Gordos también hurga a fondo en el mismo tema, aunque la película de Daniel Sánchez Arévalo utiliza la obesidad como una excusa para hablar de lo que nos tragamos en el día a día, esas frustraciones que van creciendo en nuestro interior y que tanto cuesta expresar, atender o asumir. Sus protagonistas, miembros de una terapia para gordos dirigida por un terapeuta tan desorientado o más que sus propios pacientes, establecen con sus diversas historias un retrato coral acerca de la obsesión y el comportamiento compulsivo que surge de esa misma necesidad desatendida de querer y ser queridos. El sexo, la religión, la familia, la madurez, la insoslayable importancia del papel que juega la imagen propia en la sociedad actual y la consecuente adicción al sueño de convertirse en otro que desemboca en el rechazo de uno mismo, todos son elementos de una película arriesgada e inteligente que transita con desarmante facilidad de la comedia al drama, demostrando una vez más que el punto fuerte del autor de AzulOscuroCasiNegro es saber destilar para sus ficciones el carácter paradójico y contradictorio de la propia existencia.

Juega Gordos con tal cantidad y diversidad de personajes e hilos narrativos que no es de extrañar que resulte a ratos desequilibrada, que uno la perciba en el límite de lo estrambótico y sin embargo nos resulte a un tiempo extrañamente familiar y cercana. La clave está en la sencillez y la honestidad con la que Sánchez Arévalo trata a sus criaturas: pese a que su desamparo a ratos pueda parecernos de una crueldad difícil de soportar en el fondo este paseo por sus miserias cotidianas contiene las suficientes dosis de humor y emoción como para que el espectador no se ahogue en la angustia y encuentre ciertos asideros.

Su magnífico y ajustadísimo reparto, en el que no solo destaca ese feroz Antonio de La Torre que desmonta el horrendo estereotipo del gay dulce y sensible sino también una muy compleja composición de Verónica Sánchez y un refrescante descubrimiento llamado Leticia Herrero, es la gran baza de una película digna que trenza y atrapa con habilidad pequeños pero importantes retazos de vida.







Yo, También se proyecta el Lunes 22 de marzo y Gordos el Jueves 25 de marzo, ambas a las 20:30 horas en el Centro Cultural Alcazaba. Este artículo apareció el lunes 22/03/2010 en el Periódico Gratuito Voz Emérita

sábado, marzo 13, 2010

GREEN ZONE Cuestión de Enfoque


Hay una clave, proporcionada por el mismo Paul Greengrass, que no hay que perder de vista a la hora de analizar su última película, Green Zone: Distrito Protegido, un tenso y adrenalítico thriller ambientado en la guerra de Irak El director opina que a raíz del descubrimiento de las manipulaciones cuando no engaños evidentes llevados a cabo por los dirigentes políticos para justificar la intervención militar, el desinterés generacional sobre este asunto es tan grande que es necesario hacer películas que, utilizando un lenguaje cinematográfico familiar con el que puedan conectar, haga cuestionarse a los jóvenes determinadas cosas a la hora de salir del cine además de disfrutar de una buena película de acción. Intenta así Greengrass juntar en este extraño híbrido las dos vertientes de su filmografía, la que se interesa en cuestiones políticas para realizar estremecedoras reconstrucciones de hechos históricos traumáticos con un estilo verista casi documental (Bloody Sunday y United 93) y la que aprovecha su innegable habilidad detrás de la cámara para conseguir modélicas películas de acción que han actualizado el género (El Mito y El Ultimátum de Bourne)

Green Zone arranca cuando el ejército norteamericano se hallaba inmerso en una carrera contrarreloj al comienzo de su ocupación en Irak: localizar las famosas armas de destrucción masiva que se habían usado como excusa para llevar a cabo la intervención militar. Su protagonista, el alférez Roy Miller – un ajustado Matt Damon - es uno de esos aplicados profesionales que, cansado de fracasar una y otra vez en sus intentos por localizar dichas armas y empezando a cuestionarse sobre la fiabilidad de la información que les suministra inteligencia, comienza a plantearse la mejor forma de encontrar la verdad en el entramado de mentiras que le rodea, lo que acerca la película a las tramas conspiratorias que ya denunciaba Ridley Scott en Red de Mentiras.

Pero con cada paso que da se ve cada vez más obligado a rebelarse contra el sistema, desobedecer órdenes y montárselo por su cuenta con la ayuda de un agente de la CIA experto en Oriente Medio y un iraquí contrario al régimen depuesto que cree que ayudará mejor a su país colaborando con los americanos. A diferencia de En Tierra Hostil, estamos en los prolegómenos de esa guerra sucia de resistencia a través del terror de las bombas, en el momento clave en el que, llevados por otros intereses, la administración norteamericana cometerá el error gravísimo de desbandar al vencido ejército iraquí, eliminando de un plumazo a la única institución que podía haber ayudado a estabilizar el país en su transición (¿Que creen ustedes que hicieron todos esos soldados y funcionarios una vez expulsados de su medio de subsistencia? Exacto: eso mismo que están pensando) y convocando el caos que aun perdura hoy en día. Toda la trama que rodea al General Al Rawi - al que por cierto interpreta Yigal Naor, el mismo actor que hizo del mismisimo Saddam Hussein en la interesante miniserie de Tv House of Saddam - gira alrededor de este error no demasiado conocido para el gran público.

Greengrass es consciente que Irak es un conflicto incómodo, que las películas que hasta ahora se han ambientado allí han supuesto rotundos fracasos económicos que no han hecho justicia a la notable calidad de algunas de ellas y desde ahí entiende que la mejor forma de acercarse a su objetivo de clarificar conceptos es abonar su trepidante relato de acción magníficamente rodado con una trama reduccionista y a menudo sonrojante en su simpleza cuyo centro es ese héroe intachable que fiel a sus principios es capaz de discernir lo correcto de lo injusto y llegar hasta donde sea necesario para revelar la verdad, encarnando ese concepto tan americano del individuo contra el sistema que permite descansar las conciencias sabiendo que siempre habrá alguien que encarne sus mejores valores y luche por ellos.

¿Son las buenas intenciones de Greengrass suficientes? Lo dudo: Green Zone no acaba de funcionar del todo ni cómo thriller de acción – pese a que es innegable que está hecha con el nervio y sentido del ritmo que caracterizan a su director – ni como película de denuncia política – su maniqueísmo, su simpleza de conceptos, aun proporcionando ideas interesantes a los más desinformados, lastra su credibilidad – por lo que aun siendo un producto muy digno y entretenido desde luego no ofrece lecturas novedosas ni arroja demasiada luz sobre las sombras de ese conflicto. La simplificación nunca es aconsejable si se pretende reflejar una realidad tan compleja y abstracta. Si quieren tener una mejor visión de conjunto les aconsejo que revisen la estimable Leones Por Corderos o a la magnífica Syriana. Green Zone es otra cosa.

Este artículo, levemente modificado, aparecerá en el periódico gratuito Voz Emérita el lunes 15 de Marzo

miércoles, marzo 10, 2010

OSCARS 2010: La ContraCrónica

He aquí un repaso desenfadado de algunas de las cosas que me llamaron la atención en la pasada noche de los Oscars

Lo Más Callejeros: El look desastrado homeless de un Antonio Banderas irreconocible, clavadito al personaje de George Clooney de Syriana de hace unos años. Espero que la explicación fuera por trabajo porque si no es para preocuparse.
Lo Más AntiFashion (masculino): Las enormes pajaritas que lucían, entre otros, Almodóvar y Robert Downey Jr. Parecía que en cualquier momento iban a echar a volar arrastrando del cuello a sus portadores…
Lo Más AntiFashion (Femenino): El horrendo Chanel dorado que llevaba Sarah Jessica Parker, que le sentaba mismamente como un tiro. Carrie Bradshaw sería todo lo sofisticada que queráis pero la actriz que la encarna no alcanzó seméjate nivel en ocasión tan señalada. También hacía un poco de daño a la vista el traje naranja butano de una embarazadísima Paula Patton (Precious) y el festival de volantes y giros fucsia de una Vera Farmiga muy poco lucida, con lo guapa que es esa mujer.

Lo Más Los Años NO Pasan en Balde: Una casi irreconocible Molly Ringwald en el escenario en el homenaje a John Hughes. Daban ganas de gritar ¡Esa tia se ha comido a La Chica de Rosa!

Lo Más Los Años SI Pasan en Balde: Michelle Pfeiffer. Impresionó lo suyo su entrada en el escenario luciendo un espectacular Carolina Herrera rojo (¿guiño a Los Fabulosos Baker Boys?) para presentar a su amigo Jeff Bridges en uno de los discursos más bonitos y sentidos de la noche. Quien tuvo, retuvo.

Lo Más Elegante: varias candidatas, aunque la noche estuvo en general pelin sosa. A mi me encantaron Penélope Cruz (una vez más) con un Donna Karan granate de corte muy original; Sandra Bullock con un diseño precioso de Marchesa; las apuestas seguras de Kate Winslet por Yves St. Laurent y una Cameron Diaz por una vez espectacular con su Oscar de la Renta. Mención especial para Maggie Gyllenhaal con un vestido estampado de flores azul que chocaba con el aburrido tono general… y por eso mismo molaba.

Lo más repetido: Los insufribles tonos pastelones. La obsesión por los tonos pastel de una enorme mayoría de las actrices (¡especialmente las más jóvenes, nada arriesgadas!) ayudaron a que la impresión general fuera la de una noche ñoña, ñoña, ñoña…

Lo más chocante: Carey Mulligan de rubia platino con el pelo cortísimo y unos pendientes eternos. Costaba mucho, pero mucho, reconocer en ella a la tierna colegiala de An Education…
Lo más malintencionado: Se lo soltó Steve Martin en la presentación a Meryl Streep “Es la mujer que tiene el record de haber perdido más veces el Oscar”

Lo más malrollero: Las coñas de los presentadores a costa de George Clooney, who else? Aparte de no tener ninguna gracia le debieron poner de muy mal humor porque el hombre lució un careto de estreñido durante el resto de la gala que contrastaba mucho con su buen humor habitual. O a lo mejor es que no digirió bien el rosco a Up in The Air. Sea como fuere, daba mal rollo.

Lo más ingenioso: “A este lado de la sala están los Malditos Bastardos. Y a este otro lado los que han hecho la película”

Lo más inútil: La presencia de estrellas juveniles tipo Zac Efron, Taylor Lautner, Miles Cyrus, etc para intentar atraer público joven a la Gala. No funcionó. Pero al menos sirvió para que Steve Martin hiciera un buen chiste “Así estaréis vosotros en cinco años“ les soltó, refiriéndose a Alec Baldwin y a él mismo.

Lo más dinámico: proyectar un buen montaje de varias escenas protagonizadas por el nominado/a de cada premio de interpretación a modo de presentación en lugar de una sola, algo mucho más aburrido

Lo Más Extraña Pareja: No sé que me descolocó más, si Cameron Diaz junto a Steve “Jude Law” Carrell o la diferencia de altura entre Tarantino y el pobre Almodóvar, una especie de Papá Pitufo a su lado que (extraño en él) pareció algo cohibido ante el habitual despliegue histriónico del americano.

Lo Más Alargado: El Homenaje al desaparecido John Hughes. Creo que alguno de los otros que palmaron este año y que solo salieron un ratito en el In Memoriam podrían haberse sentido comparativamente agraviados. Todos al ritmo de los Simple Minds Don’t you/ forget about Hughes / don’t don’t don’t

Lo más aterrador: Comprobar que Macaulay Culkin cada vez se parece más a un clon joven de Tilda Swinton.

Lo más Pegote de la Noche: Un montaje con diversas escenas de películas de terror que, por disfrutable que fuera, nadie supo explicar muy bien a que demonios venía …

Lo más descacharrante: Ben Stiller impecablemente maquillado como un indígena de Pandora y chapurreando Na’Vi para descojono del personal, en especial de James Cameron. Con lo de la cola igual se le fue algo de la mano el gag pero fue algo más sutil que Steve Martin echando insecticida a los espiritus puros del árbol sagrado de Avatar

Lo más despeinado: Zac Efron y Anne Kendrick, que presentaron un premio con un look tan desarreglado que parecía mismamente que les hubieran sorprendido echando un polvo entre bastidores segundos antes…

Lo más pelucas: el inenarrable Paul Ottoson, que salió dos veces consecutivas al escenario para recoger los dos premios de sonidos y las dos me pordujo la misma impresión de ser un extra escapado de The Rocky Horror Picture Show
Lo más acostumbrado: Doce nominaciones casi consecutivas, doce, lleva el especialista en Sonido Greg P. Russell sin llevarse el Oscar a casa. Pues esta vez, tampoco lo consiguió por Transformers 2. Ánimo Greg, un año de estos seguro que te lo dan. O uno honorífico. O eso o acabas entrando en el Guinness de los records.

Lo Más de Guión: los divertidos intercambios de pullas entre las profesiones de guionista y actor de Tina Fey y Robert Downey Jr y la presentación de Alec Baldwin a Matt Damon “Este es un tipo que ganó un Oscar como guionista. Luego como actor se pasó al género de acción. Es la primera vez en Hollywood que puede decirse que un guionista ha visto algo de acción”
Lo más Desaprovechado: La excelente idea de que por una vez pudieran escucharse fragmentos más o menos largos de cada una de las BSO nominadas… parcialmente arruinada por unas coreografías francamente desacertadas. Por dios, ese tío haciendo el robot al son del vals de Up, que horror.

Lo más emocionado: Cualquiera de los dos premios a Precious pero también la alegría de todo el equipo de El Secreto de sus Ojos recogiendo su Oscar a la Mejor Película de habla No Inglesa, con Campanella agradeciendo a la academia que no considerara el Na'Vi de Avatar una lengua extranjera, liandose en pleno discurso pasando del inglés a castellano y pegando unos últimos gritos de apoyo a Argentina y Chile antes de que le largaran del escenario

Lo más inteligente: recuperar algo que ya se hizo el año pasado, actores y actrices compañeros y amigos de los nominados en las principales categorías de interpretación presentándolos uno a uno. Estuvieron especialmente inspirados Tim Robbins describiendo el comienzo de su relación profesional con Morgan Freeman en Cadena Perpetua “Esto de la actuación es todo sobre la confianza ¿Puedes traerme otra taza de café, Ted? Era Ted, ¿verdad?”, Michael Sheen con Helen Mirren “Era algo bastante inapropiado sentirse atraído por una reina cuyo maquillaje se iba disolviendo mientras revelaba un tatuaje de una araña en su mano” y Stanley Tucci sobre Meryl Streep, pura complicidad “Estoy promoviendo una plataforma en la Academia para limitar el número de nominaciones a 16, así que puede que esta sea la última ocasión que alguien pueda subirse a un escenario para decirte simplemente que eres la mejor”

Lo más inspirado: La parodia de Paranormal Activity a cargo de Steve Martin y Alec Baldwin, uno de los pocos momentos en los que uno pudo reírse a gusto en una gala sosa como pocas.

Lo más extraño: Kathy Bates presentando la candidatura de Avatar como Mejor Película. Vale que fue la insumergible Molly Brown en Titanic, pero no pegaba ni con cola

Lo más interminable: el discurso de aceptación de Jeff Bridges de su Oscar al mejor Actor por corazón Rebelde. Empezó bien pero empezó a desvariar como si se hubiera dejado poseer por el espíritu del personaje de El Nota en El Gran Lebowski y casi tienen que avisar a la Guardia Nacional para sacarlo del escenario.

Lo más unánime: la standing ovation que se ganó Sandra Bullock al subir a recoger su premio, claro indicativo de lo apreciada que es esta mujer – que había tenido la elegancia y el sentido del humor de ir en persona a recoger su razzie el día anterior – en el mundillo de Hollywood. Además estuvo muy generosa con sus compañeras en su discurso (sonaba a verdad, nada impostado) y se fue emocionando poco a poco sin poder evitarlo.

Lo más esperado: El justísimo Oscar a la Mejor Dirección a Kathryn Bigelow, que apenas tuvo tiempo de salir del escenario para volver corriendo a recoger el de Mejor Película. Y reconozcamosle a Cameron que el tio disfrutó como un enano con los premios que le caían a su ex... Como dice Elvira Lindo en El País: "Yo pagaría por saber lo que se escuchó esa noche en las dos camas..."

Lo más abrupto: Tom Hanks, que va a pasar a la historia con el dudoso mérito de ser el presentador del Oscar a la Mejor Película más anticlimático de la historia: abrió el sobre, dijo The Hurt Locker y poco más y se va corriendo sin dárselo a nadie. Pareció más Forrest Gump que nunca, el tío.

martes, marzo 09, 2010

EN TIERRA HOSTIL La Guerra como droga

El cine ha demostrado sobradamente a lo largo de los años que la guerra es un espacio privilegiado para ambientar historias. Al fin y al cabo la guerra nos ha acompañado desde siempre, permite mostrar lo mejor y lo peor de los seres humanos, puede mitificar determinados comportamientos o sacar a la luz el rostro más oscuro y brutal de aquellos sometidos a la terrible experiencia de convivir día a día con la posibilidad del fin de su existencia. En Tierra Hostil, la excelente película de Kathryn Bigelow que para cuando ustedes lean estas líneas posiblemente haya conseguido un buen puñado de Oscar - incluyendo, espero, Mejor Película - fija su mirada en un equipo de artificieros que se dedican día tras día a desactivar las trampas explosivas que se han convertido en la marca de fábrica de un conflicto incómodo. Bajo la atenta mirada de una población sobre la que es imposible discernir en cada momento su posición de victimas, verdugos o simples espectadores este equipo de profesionales desarrolla su peligrosa labor en medio de una tensión agotadora para ellos mismos y para el espectador, al que sitúa por primera vez a pie de campo de una guerra de la que curiosamente el cine solo se había ocupado hasta ahora para denunciar los desmanes cometidos por las tropas estadounidenses contra la población iraquí o para mostrar los traumas de los soldados y su difícil adaptación a la vida civil.

A Bigelow y su guionista Mark Boal no les interesa lo más mínimo posicionar su filme sobre un tablero político y eluden de forma inteligente preguntarse sobre las causas o las consecuencias de la guerra en Irak. En Tierra Hostil es una película sobre lo que experimentan esos hombres en guerra, sobre la poderosa y letal adicción que genera la adrenalina del saberse cercano a la experiencia de la muerte.

Cuando uno ve al sargento James – un excelente Jeremy Renner – embutirse en ese aparatoso traje de protección que le asemeja no por casualidad a un astronauta en medio de un entorno inhóspito y dirigirse sin titubeos a desmontar complejos artefactos explosivos, convirtiendo cada misión en un reto personal de su habilidad contra la del diseñador de los mismos, saltándose el procedimiento y poniendo en riesgo tanto su vida como la de sus compañeros, uno entiende a la perfección que la motivación de ese personaje, esa audacia y desmesura que lo hacen tan interesante, no tiene tanto que ver con el heroísmo como con la necesidad egoísta de sentir ese subidón que le hace sentirse infinitamente más vivo que cuando regresa a casa con su mujer y su hijo y se siente incapaz de escoger una simple caja de cereales en un supermercado.


En Tierra Hostil tiene la nada desdeñable virtud de contar cosas muy complejas a través de mecanismos aparentemente simples pero muy estudiados: la repetición del ritual que implica enfrentarse a las bombas, la contraposición de la personalidad temeraria de James con las del meticuloso sargento y el soldado inseguro que han de cubrirle las espaldas, que solo consiguen llegar a un principio de entendimiento cuando se ven abocados a una situación que les obliga a funcionar como un equipo – la tensa secuencia del desierto, una magnífica escena clave en la película –, la frustración continua que supone enfrentarse a un enemigo casi siempre invisible a la vez que determinado, la descripción de ese entorno inhóspito que uno intuye inconquistable por la fuerza de las armas.


En el fondo, resulta paradójico que haya quien reproche a Bigelow – que realiza aquí una labor magnífica, digna de todo elogio tanto en la puesta en escena como en el dominio del ritmo narrativo - su presunta falta de postura sobre el conflicto: no hay mayor denuncia que narrar el quehacer cotidiano de los soldados que combaten en el mismo. Su angustia existencial, la conciencia de la imposibilidad de protegerse con éxito de las amenazas que les rodean, el escaso margen del que disponen cuando están sometidos a una tensión tan extrema y constante, todo ello contribuye a crear una de las películas más desoladoras y perturbadoras de los últimos años. Es de esperar que la Academia haya tenido la inteligencia de reconocer sus muchos méritos con unas cuantas estatuillas.



Este artículo, escrito el sábado 6 de marzo antes de la Ceremonia de los Oscar, se publicó en el periódico gratuito Voz Emérita el lunes 8 de Marzo. A eso se llama jugársela y que la cosa salga bien: En Tierra Hostil consiguió 6 Oscars: Mejor Película, mejor Director, Mejor Guión Original, Mejor Montaje, Mejor Sonido y Mejor Mezcla de Sonido

lunes, marzo 08, 2010

OSCARS 2010: El Triunfo de la Lógica

Los amantes de las sorpresas habrán visto defraudadas sus expectativas en esta edición de los Oscar: no recuerdo una ceremonia en la que la sucesión de premios era tan seguida de un asentimiento general de aprobación. Ganó la película que más lo merecía, En Tierra Hostil, que no solo ha encumbrado a Kathryn Bigelow de manera más que merecida a ser la primera mujer que gana el premio a la Mejor Dirección sino que redondeo su triunfo birlando con toda justicia dos premios técnicos – los de sonido y mezcla de sonido – a Avatar. Si uno escucha detenidamente la película de Bigelow descurirá que hasta en esto han tenido buen ojo (mejor dicho, oido) los Académicos. Si el guión de Mark Boal era brillante tanto en su concepción original como en su utilización de mecanismos narrativos sencillos para expresar cosas muy complejas, no es menos cierto que el montaje, esa disciplina más propia y exclusiva del cine que ninguna otra, era aquí un prodigioso recurso primorosamente utilizado al servicio tanto de la historia que se quería contar como de la tensión que se generaba en el espectador. Nada que objetar pues a los seis premios de The Hurt Locker, gran triunfadora de la noche.

¿Y Avatar? Pues bien, gracias: Mejor Fotografía, Mejores Efectos Visuales y Mejor Dirección Artística para una película que con el enorme apoyo que ha tenido por parte del público no precisaba un mayor reconocimiento por parte de la Academia. Se impuso en los suficientes apartados para que su derrota no fuera una debacle y salió como una más que digna perdedora: incluso los repetidos aplausos de James Cameron celebrando los galardones recibidos por la película de su ex-mujer ayudarán a mejorar su arrastrada imagen de ególatra megalómano. Avatar ya ha conseguido sobradamente ensanchar las fronteras de un tipo de cine que está por venir: es justo que el trono de este año lo ocupe una película más equilibrada que el notable espectáculo de Pandora. Además, con el númerazo que montó Ben Stiller disfrazado de Na’Vi pueden darse por mas que satisfechos.

Decía que había sido una gala en general tan correcta como aburridilla, en la que los premios caían todos donde debían sin excepción: nadie puede discutirle a Christoph Waltz su Oscar al Mejor Actor de Reparto por el inolvidable coronel Landa creado por Tarantino, que por cierto perdió a manos de Mark Boal el Oscar al Mejor Guión que quizás habrían merecido sus Bastardos.

De la misma forma, tampoco nadie podía arrebatarle a Mo’Nique su Oscar a la Mejor Actriz de Reparto por la terrorífica madre que interpreta en Precious, película que además contó con el premio añadido del Guión Adaptado para cumplir sobradamente con su papel de Cenicienta de la gala. Perder ese Oscar debió ser la puntilla para Jason Reitman y el resto de nominados de Up in the Air, única verdadera derrotada de la noche con ningún reconocimiento para su fábula a lo Capra. Y es que no están los tiempos para veleidades con las crisis, ya sean personales o económicas.

También se impusieron los favoritos en las categorías grandes de interpretación: Jeff Bridges casi arruina su merecido Oscar al mejor Actor con un inacabable discurso que casi obliga a llamar a la Guardia Nacional para echarle del escenario y Sandra Bullock, tras haber recogido en persona la noche anterior el Razzie a la Peor Actriz por Loca Obsesión (con un par) subió al escenario a pillar el Oscar a la Mejor Actriz por The Blind Side y demostró sobradamente las dos razones por las que es tan apreciada en Hollywood: generosidad con todas sus compañeras e inteligencia. No pudo evitar emocionarse y estuvo conmovedora. Nunca ha sido santo de mi devoción, pero he de reconocer que en apenas dos días la fuerza de los hechos me ha obligado a cambiar mi opinión sobre ella. Hay que reconocerle su mérito. Además, fue de las más elegantes de la noche.
La emoción a raudales la puso el equipo liderado por Juan Jose Campanella cuando, repitiendo la jugada de Despedidas del año pasado, El Secreto de Sus Ojos conquistó el corazón de los Academicos que la premiaron con el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Puede que La Cinta Blanca de Haneke sea una película compleja, perturbadora y magnífica pero en esto del cine la emoción es lo que cuenta y en ese terreno hay pocas películas que puedan competir con El Secreto de Sus Ojos. Personalmente y aun con el corazón dividido – no en vano La Cinta Blanca la siento un poco más nuestra porque estuvo en Mérida – me alegré mucho de ese reconocimiento, de la gran alegría que supone para el cine latinoamericano y también al cine español en la parte que le toca, que caramba, que por algo su producción la asumió ese tipo tan listo llamado Gerardo Herrero.


Otras dos alegrías lógicas vinieron por el lado musical: era obligado reconocer een el apartado de Mejor BSO el enorme talento de Michael Giacchino, nominado por Ratatouille el año que ganó Dario Marianelli por Expiación y que a la segunda, con esa hermosa partitura llena de sutileza compuesta para Up – indiscutible Oscar también a la Mejor Película de Animación - consiguió la estatuilla. Y también me parece lógico que The Weary Kind, temazo que tan bien resume en sus conmovedoras letras la improbable redención del personaje de Jeff Bridges en Crazy Heart y que además cobra pleno sentido en la forma en que es utilizada en la misma película – vamos, que es mucho más que la típica canción de relleno de los títulos finales – venciera en su categoría de Mejor Canción Original.

En fin, que la lógica ha impuesto su rodillo de tal forma en esta edición que apenas nos ha dejado con cosas sobre las que discutir. Ni tan siquiera nos ha sorprendido que Alec Baldwin y Steve Martin estuvieran por lo general bastante desangelados después de la exhibición que hizo el pasado año el añorado Hugh Jackman, o que la Academia no desaprovechara la oportunidad de recuperar esa excelente idea de introducir a los cinco nominados en los premios de interpretación por otros cinco colegas y amigos de la profesión que cantaran sus alabanzas desde el corazón. Era un buen recurso, mucho más acertado que los dos números musicales del comienzo de la gala – puro y aburrido music-hall – y el que precedió a la entrega de la mejor BSO, una buena idea que permitía escuchar y disfrutar la música nominada pero casi arruinada por una más que dudosa coreografía (¡Ese tipo haciendo el robot en el vals de Up, por dios!)
En un próximo post, la mucho más divertida Otra Crónica donde sacaré punta a las cosas que más me llamaron la atención de esta noche de los Oscar marcada por el triunfo de la lógica y la falta de sorpresas. ¿Ven ustedes lo que pasa cuando todo sale como debe? Pues que nos quedamos sin lo más divertido de los Oscar, que no es otra cosa que quejarse de los desmanes que cometen los Académicos y meterse con ellos. A ver que hacemos ahora…
PD: Lo de Penélope Cruz, un año más entre las más elegantes de la gala, es digno de todo elogio. Impresionante