El Mal Ajeno tiene de entrada una peculiaridad bastante inusual en el cine español que la hace interesante: dos padrinos, Alejandro Amenábar en la producción y Daniel Sánchez Arévalo en el guión, que son a su vez responsables absolutos en último término de sus películas, poseedores de estilos personales y universos bastante reconocibles. Que dos autores consagrados de esas características estén detrás del debut en la dirección de Oskar Santos abre un campo de posibilidades demasiado poco explotado en nuestro cine, tan acostumbrado a cultivar egos y potenciar trayectorias individuales que a menudo olvida que un autor o un buen profesional puede enriquecer el trabajo de otro. No deja de ser paradójico: existen pocas disciplinas cuyo resultado final dependa tanto de llevar a buen puerto la colaboración entre diversos talentos como el cine.
Volviendo a la película que nos ocupa, es sencillo rastrear las dos palpables influencias de los autores mencionados en El Mal Ajeno, un drama emocional disfrazado de thriller y con elemento fantástico de por medio en el que no cuesta reconocer ni el gusto por las atmósferas opresivas e inquietantes del autor de Abre Los Ojos y Los Otros ni tampoco la multiplicidad de hilos narrativos y personajes contradictorios, complejos y a la vez cercanos que pueblan AzulOscuroCasiNegro y Gordos. Sin embargo, e intuyo que ese es uno de los principales méritos del trabajo de Oskar Santos detrás de la cámara, ni uno ni otro impone sus señas de identidad de tal forma que anulen el trabajo de dirección y puesta en escena de Santos, que tomando como inevitable referencia a un tercero - M. Night Shyamalan y de manera mucho más específica una de sus películas más interesantes y a la vez más incomprendidas, El Protegido (Unbreakable) – ha sido capaz de sacar adelante una obra tan personal como arriesgada que busca un complejo equilibrio entre sus diversos géneros y elementos temáticos del que no siempre sale bien parado, pese a que no le falten los méritos para que sus virtudes se impongan a sus defectos.
El Mal Ajeno gira en torno a un médico – Eduardo Noriega, ajustado y mucho más convincente de lo habitual - que para poder hacer bien su trabajo en la unidad del dolor ha desarrollado una impenetrable coraza emocional con la que se ha ido aislando progresivamente no solo de sus pacientes incurables sino también de sus seres queridos y al que un incidente le dota de la milagrosa capacidad de sanar a los enfermos más irrecuperables. Sin embargo, todo don conlleva una responsabilidad y es precisamente ahí, en el debate ético y moral de los límites del sacrificio de uno mismo y a los que uno quiere en beneficio del prójimo y del bien general donde se instala la columna vertebral de una película de estructura narrativa peculiar, atmósfera densa y cierta capacidad de sugerencia lastrada en parte, eso sí, por una acumulación de personajes y situaciones que provoca cierta dispersión en la que pierde fuerza lo que debería haber sido su motor principal y por una resolución quizás correcta desde el punto de vista del guión pero tan necesitada de atar cabos y ofrecer soluciones que causa una inevitable sensación de artificialidad.
Oskar Santos trabaja a fondo la atmósfera de la película, a la que otorga un turbio sello personal gracias a la trabajada fotografía de Josu Inchaustegui y a una interesante música de Fernando Velázquez, y se apoya en el buen hacer general de su reparto - destaquemos a una notable Cristina Plazas capaz de desarmar con su mirada al espectador más insensible y los sobrios trabajos de Luis Callejo y José Ángel Egido– para conseguir la credibilidad que se imponga a ciertas flaquezas del guión – las sufre especialmente el desdibujado personaje de Belén Rueda, que entra y sale de la película de forma un tanto caprichosa y nunca alcanza la relevancia que debería – dando lugar a una obra interesante, desigual, envolvente en su factura visual y quizás por momentos fría, falta de emoción. En cualquier caso, es una muy buena señal que exista una película como El Mal Ajeno, fruto de una combinación de autores tan deseable como por desgracia infrecuente. Ojalá cunda el ejemplo
Volviendo a la película que nos ocupa, es sencillo rastrear las dos palpables influencias de los autores mencionados en El Mal Ajeno, un drama emocional disfrazado de thriller y con elemento fantástico de por medio en el que no cuesta reconocer ni el gusto por las atmósferas opresivas e inquietantes del autor de Abre Los Ojos y Los Otros ni tampoco la multiplicidad de hilos narrativos y personajes contradictorios, complejos y a la vez cercanos que pueblan AzulOscuroCasiNegro y Gordos. Sin embargo, e intuyo que ese es uno de los principales méritos del trabajo de Oskar Santos detrás de la cámara, ni uno ni otro impone sus señas de identidad de tal forma que anulen el trabajo de dirección y puesta en escena de Santos, que tomando como inevitable referencia a un tercero - M. Night Shyamalan y de manera mucho más específica una de sus películas más interesantes y a la vez más incomprendidas, El Protegido (Unbreakable) – ha sido capaz de sacar adelante una obra tan personal como arriesgada que busca un complejo equilibrio entre sus diversos géneros y elementos temáticos del que no siempre sale bien parado, pese a que no le falten los méritos para que sus virtudes se impongan a sus defectos.
El Mal Ajeno gira en torno a un médico – Eduardo Noriega, ajustado y mucho más convincente de lo habitual - que para poder hacer bien su trabajo en la unidad del dolor ha desarrollado una impenetrable coraza emocional con la que se ha ido aislando progresivamente no solo de sus pacientes incurables sino también de sus seres queridos y al que un incidente le dota de la milagrosa capacidad de sanar a los enfermos más irrecuperables. Sin embargo, todo don conlleva una responsabilidad y es precisamente ahí, en el debate ético y moral de los límites del sacrificio de uno mismo y a los que uno quiere en beneficio del prójimo y del bien general donde se instala la columna vertebral de una película de estructura narrativa peculiar, atmósfera densa y cierta capacidad de sugerencia lastrada en parte, eso sí, por una acumulación de personajes y situaciones que provoca cierta dispersión en la que pierde fuerza lo que debería haber sido su motor principal y por una resolución quizás correcta desde el punto de vista del guión pero tan necesitada de atar cabos y ofrecer soluciones que causa una inevitable sensación de artificialidad.
Oskar Santos trabaja a fondo la atmósfera de la película, a la que otorga un turbio sello personal gracias a la trabajada fotografía de Josu Inchaustegui y a una interesante música de Fernando Velázquez, y se apoya en el buen hacer general de su reparto - destaquemos a una notable Cristina Plazas capaz de desarmar con su mirada al espectador más insensible y los sobrios trabajos de Luis Callejo y José Ángel Egido– para conseguir la credibilidad que se imponga a ciertas flaquezas del guión – las sufre especialmente el desdibujado personaje de Belén Rueda, que entra y sale de la película de forma un tanto caprichosa y nunca alcanza la relevancia que debería – dando lugar a una obra interesante, desigual, envolvente en su factura visual y quizás por momentos fría, falta de emoción. En cualquier caso, es una muy buena señal que exista una película como El Mal Ajeno, fruto de una combinación de autores tan deseable como por desgracia infrecuente. Ojalá cunda el ejemplo
1 comentario:
Te paso mi opinión de la peli, por el sencillo método del corta y pega (y saludos, da gusto leerte):
Película de atmósfera bien conseguida, donde el misterio y el dilema moral que éste encierra van alternando en peso e interés, El mal ajeno es un ejercicio de dirección francamente medido aunque no llegue tampoco a ser redondo. La puesta en escena de la acción, eficacísima, y la calidad (o el carisma) de los actores, suplen hábilmente las carencias de un material sorprendente que genera momentos realmente poderosos, más en la primera mitad que cuando se dirige hacia su desenlace.
El problema de esta película no es su exceso de pretensiones, aquí Santos ha ido claramente a facturar una de género. Lo que falla es una cierta morosidad en los giros y en la importancia de los personajes secundarios para la progresión dramática (el padre, la chica joven, el enfermo beligerante, la viuda a la deriva…). La historia, que hubiera agradecido un poco más de “aire” para un desarrollo que carga fuertemente hacia la tensión y la angustia propias de la Unidad del dolor de un hospital omnipresente, trata de concentrarse en lo esencial y eso no le permite mayor densidad sino que descubre la liviandad de su tesis. Amenábar debiera haber metido mano en ese guión, para dotarle de las necesarias dosis de entretenimiento y, con el mismo misterio, la peli se habría subido al podio de los ganadores. Quizá la próxima vez, porque Santos tiene talento para conseguirlo.
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