miércoles, abril 11, 2012

GRUPO 7 Contundente Thriller Sevillano

Siempre he pensado que hacer cine acerca de lo que forma parte de tu propia historia o experiencia vital es casi siempre un buen punto de partida. La universalidad de ciertas historias viene a menudo de la mano con la sensación de credibilidad que transmiten y eso a priori debe resultar mucho más fácil de conseguir cuando uno las ambienta en base a aquello que conoce bien. Alberto Rodríguez, un director mucho menos prolífico de lo que debería para bien del cine español – reivindiquemos no solo 7 Vírgenes sino también la magnífica After, durísima crónica generacional que pasó injustamente desapercibida por las carteleras – nos lleva a la Sevilla de los años anteriores a la Expo 92, ciudad sometida a un brutal cambio y lavado de imagen del que forma parte el Grupo 7 del título, un expeditivo equipo policial cuyo objetivo no es otro que acabar con el menudeo de drogas del centro de la ciudad y desplazarlo al extrarradio utilizando cualquier método a su alcance, incluyendo sobornos a confidentes, coacciones y violencia, recursos al margen de la legalidad que hacen que su eficacia corra paralela a su progresiva mala fama y múltiples denuncias por brutalidad policial.


La transformación física del paisaje de Sevilla debida a esa inyección económica, mostrada con esos planos de la construcción de la Expo que sirven para introducir los saltos narrativos en el tiempo, contrasta tanto con la mirada muy a ras del suelo de las tripas de la ciudad como la cuestionable forma en la que evoluciona ese grupo policial cada vez más descontrolado, en especial los recorridos inversos que hacen sus dos antagónicos protagonistas, por un lado tenemos ese policía joven y ambicioso que pasa de su ingenuidad y buenas intenciones iniciales a corromperse y dejarse arrastrar por la consecución de los fines sin importarle los medios, interpretado por un esforzado Mario Casas, pero lejos aun de resultar del todo convincente.


Frente a él un veterano que vive su profesión como una forma de redención, brutal y contradictorio, que solo a través de la relación con una mujer que aporta algo de luz a su vida consigue escapar de su oscuridad, un magnífico Antonio de la Torre tan intenso como acostumbra. Junto a ambos protagonistas, un robaescenas llamado Joaquín Núñez que aporta ese punto pícaro, espontáneo y extrovertido que queda en la memoria, destacando entre un ajustado reparto que ofrece las dosis justas de naturalidad y credibilidad que necesita una película de estas características, sevillana hasta la médula con todo lo que eso conlleva.


El retrato es, como la propia ciudad, excesivo y a la vez familiar y cercano. Se nota que Rodríguez sabe bien de lo que habla y aun más importante, como conjugar las contradicciones de una ciudad tan única como fascinante. Se mueve con soltura tanto en las estrechas calles de los barrios como en los inconfundibles interiores de esos locales de capillitas. La puesta en escena tiene un enorme brío: sus escenas de acción, ya sea por las azoteas de esos edificios destartalados o en el interior de esos bloques de vecinos, le otorgan un ritmo notable y el gusto por el detalle de Rodríguez, capaz de construir personajes con un apenas un par de sutilidades, consigue despertar emociones que transitan con facilidad desde la comicidad al drama pasando por la denuncia social sin que por ello se resienta el conjunto de una película tan entretenida como por momentos contundente.


Solo cabe reprocharle en voz baja la falta de un mayor peso o desarrollo sobre el guión de los personajes femeninos – Inma Cuesta está por allí pero como si no y la relación entre Lucía Guerrero y Antonio de la Torre, tan esencial en la evolución de su policía, no deja de tener un punto de improbable – pero son detalles menores en una obra notable que lleva hasta las últimas consecuencias su lograda mezcla de negrura y dureza en una resolución espléndida. Con semejante descripción de esa Sevilla jaranera y mezquina, esa amante de las apariencias que escondía y seguramente aun esconde sus muchas miserias bajo la alfombra, cualquier otra conclusión menos amarga no habría sido coherente con una película tan honesta en sus intenciones y eficaz en sus logros como ésta.


Esta reseña, levemente modificada, apareció en la revista INFORME EXTREMADURA el 14 Abril 2012



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