lunes, septiembre 26, 2005

VUELO NOCTURNO, el cine USA tras el 11-S

La última película de Wes Craven, más allá de su condición de apañado entretenimiento tan bien construido en su primera hora (con la presentación de personajes en el aeropuerto y con todo lo que sucede en el interior del avión) como terriblemente decepcionante en su deplorable media hora final en la que se suceden los despropósitos y un thriller de suspense pelín agobiante se convierte en una de psicópatas con cuchillo de lo más manido, plantea una cuestión bastante interesante de forma un tanto sutil: como ha cambiado la percepción de la vida por parte de los norteamericanos después de los hechos del 11-S. El anglosajón, por naturaleza y educación (aunque esto es más frecuente en los británicos que en los norteamericanos) y a diferencia de los latinos, suele tener una parte hipócrita que a menudo le hace comportarse en su lugar de trabajo o en sus relaciones sociales de una forma ligeramente distinta a como es en realidad, lo que en parte explica los desmanes alcohólicos a los que suelen darse en cuanto finaliza su horario laboral y cruza la puerta del primer pub que se le cruza en el camino, ya que debe ser un poco estresante mantener día a día esa apariencia de profesionalidad y del "todo va bien". A Lisa, la protagonista de esta historia, todo el mundo le pregunta constantemente si está bien, por mucho que a ella le reviente tener que decir que sí una y otra vez. Posiblemente porque la gente de su alrededor adivina que tras su apariencia de joven hermosa, independiente y competente, se esconde una mujer algo traumatizada, inexplicablemente sola. Por su parte, Jackson Ripper es un individuo en apariencia amable y encantador, que flirtea con elegancia y desarma con su sonrisa. Pero en realidad tiene una doble cara mucho menos amable que se revela en cuanto el avión despega, obligando a Lisa a pasar por una situación verdaderamente angustiosa en un lugar donde sus posibilidades de escapar o alertar a alguien de lo que está pasando son practicamente nulas.
Durante la proyección estuve pensando que Wes Craven había hecho algo parecido a la visión en el fondo bastante poco amable de los norteamericanos que Spielberg ofrecía en La Guerra de los Mundos, una película en la que el instinto de supervivencia y el miedo provocaban que la población se comportara de un modo bastante salvaje, imponiendo la ley del más fuerte. Al fin y al cabo, su película habla de como sus dos protagonistas ofrecen al exterior una cara que poco o nada tienen que ver con su verdadero ser y la pesadilla que Lisa vive a 10.000 metros de altura es un buen reflejo de un miedo muy real que muchos norteamericanos sienten desde que la realidad se impuso a la ficción cuando unos aviones se estrellaron contra el World Trade Center haciendo saltar en pedazos la seguridad con la que los norteamericanos se han conducido por su propio país. Son tiempos de desconfianza, de paranoia, de miedo al otro, al diferente, al extraño que sin embargo, se ha infiltrado entre ellos y en el fondo, es indistinguible de ellos mismos ¿Volvemos a los tiempos de La Invasión de los Ultracuerpos y la Guerra Fría? También M. Night Shyamalan lleva tiempo hablandonos del extraño que amenaza nuestro modo de vida (Señales) y del miedo y su posible utilización como arma por parte de aquellos que nos gobiernan (en la magnífica e incomprendida El Bosque)
Wes Craven afirma que enfrentarse a esos miedos tan comunes en tantos estadounidenses hoy en día desde la seguridad que ofrece la sala de cine es una forma más que eficaz de dominarlos y no dejarse dominar por ellos. A la vista de la resolución de la película, no cabe duda que muchos pueden salir de lo más reconfortados. Sin embargo, yo tengo mis dudas de que una obra de estas características no alimente precisamente esa paranoia tan presente hoy en día en los USAmericanos. Al fin y al cabo, su heroína es una mujer que esconde bajo su agradable apariencia y una sonrisa (y que hermosa sonrisa: Rachel Mc Adams es una mujer preciosa) no pocos traumas que no comparte con nadie mientras que su antagonista es un tipo aparentemente encantador bajo cuya apariencia amable y sus buenas palabras se esconde un verdadero monstruo ¿no es ello una invitación a no fiarse de nadie aun cuando todos nuestros sentidos nos inviten a ello? La duda, por desgracia, persiste...

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