Esta es una carta de disculpa. No se cuantos sois los que de cuando en cuando os dais un paseo por el blog para leer mis comentarios de cine. Supongo que muchos de vosotros, tras desesperaros por ver como Cinemerida seguía detenida en el tiempo desde el 31 de diciembre del pasado año y sin ninguna explicación al respecto, igual habéis intentado buscar en este blog alguna respuesta a tan extraño fenómeno: nunca, en los más de tres años que lleva ya funcionando Cinemerida – y con la lógica excepción de una ausencia debida a que estuviera cubriendo un festival – había desatendido tanto mis obligaciones. La buena noticia es que poco a poco estoy volviendo a recuperar las viejas sensaciones. La mala es que no tengo una única explicación para lo que ha sucedido durante estas últimas semanas. O si, pero todo resulta algo confuso. Algunos ya conocéis lo que voy a contar ahora.
Veréis, el final del 2005 ha sido una experiencia bastante dolorosa. Tras tres años de colaboración con La Butaca y coincidiendo con mi vuelta de cubrir el último de los tres festivales de cine que este año he hecho en su nombre, me encontré con la desagradable sorpresa de que mi editor decidía prescindir de mis servicios como colaborador de la revista. La excusa oficial es que al parecer mis críticas se parecían sospechosamente a otras reseñas aparecidas en diversos medios. Dicho en plata, mi antiguo editor me acusaba directamente de plagiar a compañeros de profesión, o dicho más sofisticadamente, de practicar cierto tipo de seguidismo con la crítica, lo que implicaba obviamente un riesgo de desprestigio para la revista y que mi trabajo estuviese en permanente sospecha. Por mucho que proclamé mi inocencia, la decisión fue inapelable y de repente, cerrada mi habitual plataforma, comprendí que, tras tres años de denodado esfuerzo y de tratar de abrirme paso en esta jungla de la información cinematográfica, estaba exactamente en el mismo sitio donde empecé. Con un amplio bagaje a cuestas, claro (y que me quiten lo bailao, que decía el otro) pero en el mismo punto. Y me hundí. Deje que todo este apestoso asunto me afectara mucho más de lo que debía. No fue algo repentino, sino más bien algo de digestión lenta. De repente, todo lo que escribía o hacía relacionado con el cine, ya fuera la web de Cinemerida, hacer críticas o publicar en el blog dejó de tener sentido. Me decía a mi mismo que era solo una fase, que debía seguir como siempre, que pronto todo volvería a la normalidad. Y creí que superaba el bache a finales del diciembre, con la promesa de un nuevo año: volvía a encontrarme con ganas, tenía proyectos entre manos y me apetecía disciplinarme, volver a los viejos hábitos, aunque no tuviera, como antes, un plan definido.
Entonces, aunque fue una cosa de poca importancia, dos días antes de que terminara el 2005, hospitalizaron a mi madre por una semana. Pasé horas y horas en el hospital, estando con ella. Y después estuve otra semana pendiente de su recuperación, hasta que se encontró mejor y, hace una semana y pico, volvió a sus quehaceres en Madrid. Durante todo ese tiempo, deje de escribir. Por completo. Abandoné la web, abandoné este blog, incluso dejé de ver cine esos días. Reflexioné sobre lo que me estaba pasando, resolví centrarme lo antes posible en terminar la carrera de Derecho – este año tengo que terminar de una maldita vez si no quiero empezar con rollos de convalidaciones – y sacrifiqué por unas semanas hacer lo que más me gustaba en el mundo, simplemente porque no le veía atractivo, porque no me encontraba a gusto. Me ha costado dios y ayuda volver a centrarme un poco y sacar fuerzas para salir un poco del pozo, y aunque nunca he dejado del todo de hacer cosas (la radio, llevar la encuesta de Lo mejor del 2005 en la lista de cine de La Butaca y en La Filmoteca Virtual, alguna crítica suelta…) me cuesta dedicarle a esto del cine todo el tiempo que antes sin sentir algunas punzadas de desánimo o culpa. Pero aquí estoy de nuevo, porque he comprendido algo tan sencillo como que, por encima de otras consideraciones, necesito escribir de vez en cuando para sentirme mejor conmigo mismo.
No se si esta especie de vuelta será duradera o es un espejismo. Las crisis de este tipo son algo relativamente nuevo para mi y honestamente, no se bien como me las apañaré en los próximos días. No las tengo todas conmigo, pero prometo intentarlo. Pensé que todos los que seguís habitualmente Cinemerida y que quizás os habéis aventurado por este blog en busca de respuestas a mi súbita desaparición merecíais una explicación y os ofrezco una que no es demasiado convincente, pero que es la única que tengo: he estado un poco perdido últimamente. Pero he vuelto. Gracias por seguir ahí y disculpad la ausencia. Sigamos hablando de cine.
3 comentarios:
Amigo David, me alegro enormemente de tu retorno, espero que la evolución de los problemas de salud de tu madre vaya siendo positiva, y, de otros temas, ya hablaremos con más tranquilidad. Ojalá podamos seguir disfrutando de tu sapiencia cinematográfica por mucho tiempo y en aquellos lugares donde más satisfactorio te resulte.
Un abrazo.
Hola, David.
Me alegra que estés de vuelta y superando la frustración.
Espero seguir leyéndote por mucho tiempo.
Un saludo muy cordial.
Gracias a ambos por vuestras palabras de ánimo. Se agradecen mucho. Cada vez tengo más claro que esto es una fase pasajera y que, a poco que coja algo de carrerilla, volveré a ser el de siempre.
Manuel, mi madre evoluciona bien. Lo suyo no es tanto una enfermedad grave como algo más bien molesto que, de cuando en cuando, te arrea un viaje que te obliga a ir al Hospital. Misterios de los diverticulos y esas asquerosidades que tenemos dentro, que funcionan un poco a su aire. A veces aterra pensar el casi nulo control que tenemos sobre el funcionamiento de nuestro organismo, que va un poco a su bola. Por cierto ¿tu no tenías que mandarme al correo una cosilla? ;-) Saludos a la mujer y al gorililla.
Jordi, no dudes que será así, de una forma o de otra. Si algo me ha hecho comprender esta medio crisis es que escribir y escribir sobre cine en particular es ya una parte tan indispensable en mi vida que no puedo renunciar a ella facilmente, aun con la mala conciencia que me da a veces dedicarle tanto tiempo.
Recibid ambos un fuerte abrazo y una vez más, gracias por seguir ahí.
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