lunes, enero 30, 2006

Goyas 2006, La otra crónica

El 2005 ha sido un año ciertamente curioso para el cine español. Desde varios medios se nos está insistiendo en que hay que celebrar que, dentro de la bajada general de espectadores que han acudido a las salas de cine de nuestro país en el último año, la cuota de pantalla del cine español no solo se haya mantenido, sino que incluso ha crecido hasta un remarcable 16,7% que representan 3.5 puntos porcentuales más, la cifra más alta desde el 2001, y una recaudación total global de 105 millones de euros. Los datos son irrefutables… ¿o no? Pues más bien no, pues a poco que se rasque la superficie, nos encontramos con lo mismo de siempre: una película española que eleva la cuota hasta límites inimaginables y que sirve de buque insignia en taquilla – Torrente 3, obviamente – y dos producciones de Hollywood con una participación mínima española – El Reino de los Cielos y Sahara – cuya inclusión en dichos datos para inflar las cifras, por muy legal que sea, es algo que produce no ya cierto sonrojo, sino bastante vergüenza ajena.

La Gala de los Goya que se celebró anoche, no empezó con buen pie en ese sentido. Bastaba ver a la ministra embutida en uno de los coloridos diseños de Ágata Ruiz de la Prada, de un lamentable color rosa fucsia y con un buen puñado de lazos y corazoncitos multicolores, para darse cuenta que aquello no era un buen presagio. Sin embargo, la edición de este año contaba con una virtud interesante: a falta de una película dominante que arrasara con la mayor parte de los premios, se preveía que éstos estuvieran de lo más repartidos – como así fue – y el interés por conocer la película ganadora se mantendría hasta el final. Se puede interpretar como se quiera, como lo del vaso medio lleno o medio vacío. Para unos, es una forma de celebrar la diversidad y riqueza del cine español, capaz de producir cada año unas cuantas obras notables; para otros, será la prueba evidente de que cada año cuesta más encontrar esa obra grande y genial que disimule nuestras habituales carencias.

La ceremonia también demostró otra cosa de una forma evidente: TVE no parece estar preparada para asumir con garantías la realización televisiva de una obra tan exigente como los Goya. Desde el primer momento se vio que aquello era un desastre: Concha Velasco, horrenda toda la noche e incapaz de leer con una cierta fluidez los textos que le ponían por delante (¿No había en todo el país una presentadora resultona capaz de cubrir estos mínimos requisitos?) no podía seguir el ritmo de un profesional Resines que parecía resignado a cubrir como mejor pudiera el expediente, peleando con un guión atiborrado de demasiados chistes malos y carente de todo ritmo – como de costumbre – y que no supo sacar partido de un escenario que, eso si, tenia una idea interesante: hacer que los presentadores surgieran literalmente de la pantalla de cine al escenario merced a una especie de pared atrapamoscas – más de uno se quedó enredado en ella – compuesta de tiras blancas entre las que aparecían los susodichos.

La cosa iba de nostalgias. Y como era el veinte aniversario de los Premios Goya, los presentadores nos entretenían entre bloque y bloque de entrega de galardones recordándonos las obras que habían ganado en las ediciones anteriores, desde 1987 hasta la actualidad. A mi me pareció, aparte de algo reiterativo, un ejercicio un tanto masturbatorio: tanta complacencia con los logros del pasado parecía desnudar aun más las penurias del presente – sobre todo con los estupendos cortes de los filmes del gran protagonista ausente/presente de la noche, Fernando Fernán Gómez, a quien se le rindió un homenaje mayor que todos los Goyas de Honor entregados en estos años juntos – y hacía pensar, tras unos cuantos ejercicios de nostalgia, en la escatológica pero acertada frase del personaje de Harvey Keitel en Pulp Fiction: “No empecemos a chuparnos las pollas todavía” porque quedaba mucha gala por delante.


Pero volvamos atrás. Tras comprobar una vez más que Fiorella Faltoyano es una señora que se sigue conservando divinamente, el desbarajuste de la Gala empezó a hacerse evidente con el Goya al Mejor Actor de Reparto concedido a Carmelo Gómez por El Método. Bien porque todos – incluido el propio interesado – pensara que iba a ser para Enrique Villén o Javier Cámara, bien por falta de coordinación, el caso es que la lectura del ganador pilló a Carmelo Gómez preparándose para presentar otro premio en algún lugar perdido de la trastienda del escenario. Así que Eduard Fernández, compañero de reparto y que tiene práctica en esto, se tiró al escenario a recogerlo viendo que Carmelo no aparecía y cuando estaba a punto de trincar el Goya para salvar la terrible situación creada – que a más de uno le recordó el mal trago de Antonio Gala el pasado año – apareció el premiado, luciendo unas patillas de dudoso gusto, desfallecido por el carrerón, metiéndose la camisa a toda prisa por los pantalones y farfullando unas cuantas excusas. Lamentable. Y era el primer galardón de la noche. Empezamos bien.

Tampoco las parejas de presentadores de la noche parecían muy lucidas. Algunas parecían pensadas por el peor enemigo de uno u otro y, en más de una ocasión, era como ver a los abuelitos paseando a sus nietas en una fiesta de presentación en sociedad: José Sacristán no pegaba ni con cola al lado de una achicada y tímida Verónica Sánchez, Jose Luis Cuerda pisaba temerariamente el vestido de Barbara Lennie, Sancho Gracia parecía un viejo verde al lado de la siempre apetitosa Elsa Pataky, y las parejas Aitana Sanchez Gijón/Alex de la Iglesia y Lucía Jiménez/Santiago Segura jugaban al rollo La Bella y la Bestia y así sucesivamente. Una de dos: o Fernando Mendez Leite – director de la gala – tiene un perverso sentido del humor, cosa que no hay que descartar del todo, o aquello fue uno más de los despropósitos de la noche. Cuando ya casi nos habíamos olvidado de estas curiosas parejas de baile, salieron Pepe Sancho y José Coronado y reclamaron a voces la presencia de una moza que les acompañara en el escenario. Pues bien: cuando apareció Leticia Dolera, joven y menuda protagonista de Semén, aquello fue el momento más involuntariamente pederasta de la noche: parecía una cervatilla deslumbrada entre dos experimentados lobos a punto de devorarla. Daba cierta grima.

La Gala transcurría por los cauces habituales: esta vez si había pequeños fragmentos de las obras nominadas que guardaran relación con el premio que se entregaba, como debe ser, pero un año más nadie había puesto límites a dos de los males fundamentales de estas galas: que un Goya salgan a recogerlo una pandilla de premiados (¿tan difícil es estipular que solo uno o como máximo dos premiados puedan subir a recogerlo?) que toman por asalto el escenario, y que cada premiado suelte su correspondiente lista de agradecimientos en los que no faltan referencias a toda la parentela (¿será que creen que todos pensamos que vienen de un orfanato, como decía esta mañana en la SER Luis del Val?) con lo que aquello se alargaba y se alargaba tediosamente. Solo algún punto ocasional, como el genial Jose Corbacho recogiendo un merecido Goya a la Mejor Dirección Novel junto a Juan Cruz, luciendo ambos estrambóticas chaquetas, despertaba del general amodorramiento.


¿Y los premios? Bueno, todo iba según lo previsto: Elvira Minguez ganaba su merecido Goya por Tapas (excusa para que Corbacho y Cruz invadieran por sorpresa otra vez el escenario para felicitarla, descolocando a todos), Habana Blues se hacía con Montaje (¿mejor que el de El Método?) y la mejor BSO no se sabe muy bien por qué (¿desde cuando una colección de canciones equivale a una BSO incidental en esta categoría, sobre todo estando las estupendas composiciones de Eva Gancedo para La Noche del Hermano y de Roque Baños para Frágiles?), una emocionada y preciosa Micaela Nevarez le robaba para mi pesar el Goya a la Mejor Actriz Revelación a Isabel Ampudia, la única posibilidad de reconocimiento que la Academia había otorgado a Quince Días Contigo; Camarón demostraba con sus goyas a Vestuario y Maquillaje donde estaban sus escasas virtudes más allá del descomunal Oscar Jaenada; Frágiles trincaba merecidamente los Efectos Especiales; Jesús Carroza derrochaba arte y acento sevillano (¡ole, pisha!) al recoger el único Goya de 7 Vírgenes y los premios de Guión Adaptado a El Método y de Guión Original a La Vida Secreta de las Palabras ya anticipaban que los premios gordos no iban a ser para Obaba, 7 Vírgenes o Princesas, aunque esta última ya tenía en el zurrón la canción de Manu Chao. La Mejor fotografía de Jose Luis Lopez Linares – que debería haberle dado gracias a Vittorio Storaro por haber abierto el camino a seguir por él con Saura – por Iberia y los cantadísimos Goyas a Match Point (¿Quién se resiste a darle un Goya a Woody Allen aunque esté nominada El Hundimiento?) e Iluminados por el Fuego (¿Por qué creen que se estrenó en las salas comerciales justo este pasado viernes?) completaban el cuadro antes de los premios grandes.

Y ahí si que no hubo sorpresas: un más emocionado de lo que posiblemente el mismo pensaba Oscar Jaenada y una Candela Peña exultante recogieron sus Goyas de interpretación y cuando Isabel Coixet subió por segunda vez al escenario para recoger el de Mejor Director – y recordar a sus actores Tim Robbins y Sarah Polley – todo quedó visto para sentencia. La lectura de Antonio Banderas de la mejor Película para la peli de la chica de las gafas de pasta fue una pura formalidad. Y posiblemente algo bastante justo, si consideramos que ninguna de las cuatro nominadas era un peliculón y que La Vida Secreta de las Palabras, con sus defectos, era sin duda la obra que más llegaba al corazón de todas ellas.

David Garrido, al que le sigue chirriando sobremanera que el Cielo Gira, en su opinión la Mejor Película española del 2005, y Quince Días Contigo, otra de las más notables, hayan sido ninguneadas por la Academia. Aunque Ana Fernandez hizo algo de justicia acordándose en la Gala de nombrar a la primera

CRÓNICA FRIVOLA: LO MÁS….

HORTERA: Las gafas oscuras con las que Oscar Jaenada siguió gran parte de la ceremonia
MACARRA: El anillazo que lucía Juan José Ballesta, que parecía un sello cardenalicio.
ESCOTADO: Ex-aequo para Ariadna Gil y Ana Torrent, aunque se lució mucho, mucho escote
UNISEX: los casi idénticos trajes chaqueta blancos de Elvira Minguez y Marisa Paredes
SEXY: Micaela Nevarez, que lució emocionada todo su palmito.
ORIGINAL: Isabel Coixet agradeciéndole a la Academia “las gominolas en los asientos” al recoger su Goya al Mejor Guión y las chaquetas de José Corbacho y Juan Cruz
VAPOROSO: los trajes gasa de Maribel Verdú y Ana Fernandez
DESCONTROLADO: José Corbacho y Juan Cruz, terroristas en sus agradecimientos e invadiendo el escenario para felicitar a Elvira Minguez

DESFAVORECEDOR (HOMBRES): El extraño bigote de Eduardo Noriega y las descomunales patillas de Carmelo Gómez.
DESFAVORECEDOR (MUJERES): El colorido traje de Ágata Ruiz de la Prada de la Ministra de Cultura y el horrendo traje al más puro estilo Menina de Velásquez que sacó Concha Velasco a mitad de la gala, con floripondio en el hombro incluido
SORPRENDENTE: Santiago Segura y Agustín Almodóvar presentando sendos premios. Uno se tomó su “aportación” al 2005 a coña y otro se suponía que había desertado de la Academia… aunque le tocó el Gordo.
EMOCIONADO: Pedro Masó dedicando su Goya a sus hijos, con los que según confesión propia no pasó el tiempo suficiente por culpa de su dedicación al cine
DESACERTADO: las continuas dudas leyendo de Concha Velasco. Terrible.
DESCOLOCANTE: David Trueba haciendo reir al personal antes de presentar el homenaje póstumo in Memoriam a los fallecidos en el 2005
REIVINDICATIVO: el discurso de Elvira Minguez y la súplica a la Ministra del productor de La Vida Secreta de las Palabras en el último Goya.

PESADITO: Los tres premios consecutivos a los Cortos y sus respectivos agradecimientos
QUEBRADO: La voz rota de Juan Diego que pedía a susurros (no a gritos, claro está) unas cuantas pastillas Juanolas
DESPEINADO: Pilar López de Ayala y uno de los músicos de Habana Blues
RARITO: Carles Benpar (Mejor documental por Cineastas contra Magnates) hablando de su educación Cochise (¿?) Se le fue la olla.
DESPISTADO: El montador de Habana Blues, al que le tuvieron que recordar a voces el nombre de Benito Zambrano, director de la peli.
GOLPEADO: los micros. Y como se bamboleaban con cada viaje, oiga…

GUAPO: La pareja de presentadores Silvia Abascal (¡Que mujer!) y Leonardo Sbaraglia.
JUSTO: La brevísima reivindicación por parte de la siempre elegante Ana Fernandez de El Cielo Gira, la mejor película española del año para muchos, ninguneada por la Academia
PARANORMAL: Los emocionados padres de Candela Peña, luciendo ambos sendas gafas de pasta idénticas a las de Isabel Coixet (¿una premonición?)
PELEADO: Los puñeteros sobres con los premiados ¿Pero es que a nadie se les ocurre ponerles un simple abrefacil para que no los destrocen? Todos los años igual…
INOPORTUNO: El micro de Antonio Banderas estropeándose y chirriando justo al nombrar la Mejor Película del Año

LA PREGUNTA DEL MILLÓN:
¿Cuándo encargará la Academia o TVE a un profesional de reconocida solvencia en estos menesteres tipo El Gran Wyoming, Andreu Buenafuente o Manel Fuentes que se haga cargo de la presentación de estos eventos? Seguro que por lo menos no será tan tedioso…

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo de las patillas de dudoso gusto de Carmelo Gómez tiene una explicación: actualmente está de gira con la obra de teatro "La cena", que interpreta junto a J.M. Flotats. Está ambientada en la Francia de 1815, de ahí la "pinta" que se gasta. En este enlace puedes ver una foto de la actuación.

Saludos

David Garrido Bazán dijo...

Hola, Bambo:

Pues tienes toda la razón y la verdad es que no se como no cai en la cuenta que las patillas eran - al igual que el bigote de Noriega, obligado por los toques finales a Alatriste - exigencia de las representaciones de La Cena, obra de la que por cierto he leido maravillas, pero esto de vivir en provincias a las que llega poco teatro - excepción hecha del Festival de Teatro Clásico de todos los veranos, claro está - tiene el inconveniente de que uno no pùede ver todo el teatro que le gustaría. A ver si llega por Mérida esa gira de provincias...
Sea como fuere, lo cierto es que las patillas le quedan como para matarlo varias veces ;-) De todas formas, peor fue la metedura de pata de mi primer escrito - afortunadamente ya corregida - en la que le endilgaba al pobre Fernando Trueba la dirección de este desastre de gala en lugar de a Fernando Mendez Leite (si se entera, me pone una demanda por injurias y daños morales jejejeje) Gracias por la explicación y seguimos leyendonos por aqui

Anónimo dijo...

Menudo lujazo lo del Festival de Mérida, :-D

Ya con eso, es como para darse con un canto en los dientes, créeme.

Es una de mis espinitas en el corassón... pero todo llegará.

En cuanto a "La cena" voy a tener más suerte que tú: viene a Valencia para mayo, con lo que ficharé, por descontado, :-D

Anónimo dijo...

Y sí, las patillas le sientan de pena... Es lo que tiene trabajar en el teatro -en el cine se da menos por lo de las caracterizaciones-. Aunque lo de Blanca Portillo en Alatriste da grima, :-/

Saludos

Anónimo dijo...

Pues como has dicho tu en mi blog, es curioso lo de la misma idea de "Lo más", aunque no hay color entre una y otra. No creo que seamo muy originales ni uno ni otro, pero ahí queda.

Te he puesto un enlace en mi index.

Un saludo y nos seguimos leyendo.

David Garrido Bazán dijo...

Nada, Bambo, esa espinita se quita conociendo de antemano la programación del Festival, eligiendo la obra imprescindible que se quiere ver... y metiéndose el palizón de ir de un lado a otro de la península durante un fin de semana, claro está. ;-)
Servidor se ofrece de cicerone para todo lo que necesites, incluyendo un buen sitio en el teatro adquiriendo las entradas con la suficiente antelación y un tour guiado por las maravillas monumentales de Mérida, que dicho sea de paso merecen mucho la pena, aunque Julio y Agosto no sean precisamente las fechas más indicadas para venir a visitar esta tierra, por aquello de las altas temperaturas. Eso si: te garantizo que el que vive la experiencia de ver una buena obra bajo las estrellas en el marco incomparable (en esta ocasión la frasecita de marras resulta de lo más apropiada) del Teatro Romano no olvida esa experiencia mientras viva... Por poner un ejemplo reciente, hace dos años que Hector Alterio estrenó aquí Yo, Claudio y aun se me ponen los pelos como escarpias al recordarlo... o los botes que dimos el año pasado con una maravilloso concierto del siempre genial Goran Bregovic.
Mientras te lo piensas,eso si, disfruta de 'La Cena' que me das una sana envidia...

Jorge F., gracias por echar un vistazo y por el enlace. Hare lo propio en cuanto tenga algo de tiempo para remodelar el blog para poner un puñado de enlaces amigos que tengo por ahí amontonados. Nos seguimos leyendo por estos procelosos mundos

Anónimo dijo...

Lo del calorcillo es lo que me frena, no creas, :-D

Mira que como me vendas también la ciudad, te tomo la palabra, jajaja.

Aunque sea salirse del tema: ya lo he "estudiado" alguna vez, pero el problema del Festival de Mérida es que dura dos meses y sólo hacen actuaciones de jueves a sábado -creo recordar-. Con lo que cruzarse la península para ver una sola obra es un poco palizón y si a eso le añades que para ver Mérida es de las peores épocas -por lo del calor y la cantidad de gente-, la cosa pinta mal, :-/

Posible solución: ir a la visita turística en otra época y aprovechando mi estancia en el Festival de Almagro -este año estaré entre 7 y 10 días- "acercarme" una tarde-noche para ver un espectáculo -el de Almagro es en julio-.

Soñar es gratis, :-D

Por cierto, estuve leyendo algunas de tus críticas en La butaca: me asombró lo prolijo que eres, :-D

Saludos

David Garrido Bazán dijo...

Nada, yo me reafirmo en lo dicho en el mensaje anterior: cuando quieras pasarte por Mérida y conocer sus puntos buenos - que los tiene y no son pocos - das un toquecito con la suficiente antelación y arreglado. Con teatro o sin teatro, que eso siempre es opcional.

Segun el Diccionario de la Real Academia de la Lengua "Prolijo" es o puede ser:
1. Adj. Largo, dilatado con exceso
2. Adj. Cuidadoso o Esmerado
3. Adj. Impertinente, Pesado, Molesto

Aunque dos de las tres acepciones no son precisamente un elogio, las asumo todas, especialmente la primera porque a menudo me perjudica la poca capacidad de sintetizar que tengo - siempre tengo la sensación de que se me queda algo pendiente de explicar o razonar, y al final pasa lo que pasa -

Mucho me temo que ya no podrás seguir leyendo mis críticas en La Butaca - esa etapa se acabó, como habrás podido deducir si leiste el primer post de este 2006 - pero siempre te quedará este blog o la sección correspondiente de Cinemerida.

Por cierto, preciosa la foto que tienes en la portada de tu blog. Un día te hablaré de una escultura llamada El Salto de Léucade que hay en el bar del Circulo de Bellas Artes de Madrid y de la relación que tengo con ella...

Anónimo dijo...

Cuidadoso y esmerado, sin duda.

Sí, vi que tu colaboración había finalizado con el final del año -en la página pone las fechas-; al post todavía no he llegado.

A mí me gustan esos análisis tan pormenorizados: ayudan a conocer el mundo del cine. Es una forma de comunicarse en la que entran en juego la imagen -imprescindible, claro-, el sonido, la palabra, la historia... son muchas cosas, y no todas se saben entender.

Cuando quieras, me cuentas lo de esa escultura, :-D