La diferencia entre la película de Iñarritu y la dirigida por el mexicano Paul Leduc, (uno de esos directores cuya obra rezuma compromiso personal y político por los cuatro costados) es, amen del abismo de talento a la hora de narrar historias que separa al primero del segundo, la desagradable ferocidad que exhibe Cobrador, la desabrida y aun más pesimista visión de un mundo en el que, según parece mantener Leduc, la única forma de intentar cambiar la penosa situación de los más desfavorecidos es a través de una violencia que, paradójicamente, parece no conducir a ninguna parte.
El algo enrevesado guión de Cobrador entrecruza las vidas de un inquietante empresario – un acartonadísimo Peter Fonda ¡Ay, que lejos queda Easy Rider! - que se complace en andar por ahí asesinando mujeres con su coche y comprando fetos para extraños rituales mientras realiza sus negocios en distintas ciudades del mundo; un muy corrupto policía brasileño que es manejado a su antojo por una prostituta con ansias de venganza; un minero brasileño (Lázaro Ramos, el de Cidade Baixa) convertido no se sabe muy bien cómo en asesino con conciencia política y una periodista argentina (apabullante Antonella Costa, suyos son los mejores y más intensos pasajes de la película) marcada por una dolorosa historia familiar anclada en alguno de los más tenebrosos pasajes de la dictadura militar que acaba liada con el minero/asesino y envuelta en una especie de revolución.
Todos estos personajes viven situaciones que les empujan a utilizar la violencia para solucionar sus problemas. Y al mismo tiempo, conscientes o no, son víctimas de una violencia más o menos directa que si bien en ningún modo justifica sus comportamientos extremos si que pretende ofrecer una especie de explicación a sus actos. Ya sea por neurosis, fanatismo, ideología, ansia de poder, avaricia o simple despecho, no parece que la violencia sea la solución por más que los seres humanos, ésta estúpida raza que domina la Tierra, intente una y otra vez resolver sus inacabables conflictos por el mismo camino.
La película de Leduc, que de puro ambiciosa cae sin remedio en la mayor de las pretenciosidades, es honesta en el sentido de que no pretende ofrecer una explicación válida a esta, insisto, humana forma de comportarse. Lejos de ofrecer respuestas y cerrar círculos – como sí hace sin disimulos la película de Iñarritu – Cobrador se complace en plantear preguntas y generar polémica. Ya sea por la crudeza de las situaciones que propone o por el desconcierto al que somete al espectador en su tramo final, con un giro de guión que bien podría considerarse una tomadura de pelo y que por sí mismo genera no poca violencia… pero esta vez contra el autor de la película.
Cobrador es pues una película árida, incluso por momentos desagradable pero con algún que otro momento logrado – la escena de la consulta del dentista, de resonancias vagamente David Lynch – y cierto empaque visual que reflexiona en voz alta sobre las miserias de un mundo que ha ido decididamente a peor desde el 11-S. El tema de Tom Zé a cuyos sones se cierra el filme se pregunta “¿Quién está poniendo dinamita en la cabeza del siglo?” Ni Leduc ni el novelista brasileño Rubem Fonseca varios de cuyos relatos cortos son la base sobre la que está construido el guión de la película parecen tener la respuesta a dicha pregunta ni tampoco sostener la tesis de que la violencia pueda solucionar algunos de los múltiples males de este mundo. Pero desde luego está claro que ambos están muy lejos de quedarse en una posición conformista. Y más allá de sus discutibles valores como producto cinematográfico, con esta voluntad de plantear interrogantes es con lo que debería quedarse el espectador de Cobrador – el In God We Trust añadido al título es, por supuesto, la leyenda que aparece en los billetes de un dólar - una obra repleta de rabia contenida.
4 comentarios:
es una pelicula mala. mal contada y atada con alambre por todos lados.
dos cosas a destacar:
- grandes diálogos.
- maldita droga.
Es una historia... en fin..mmmm. es algo curioso... sobre todo lo más espectacular..son los grandes dialogos entre él y ella...
Definitivamente que MALA ES LA DROGA!!!
** Eso sí, gracias a esta crítica no me he ido al sobre maldiciendo al director!!! La violencia solo produce violencia!!
Me alegro que al último anónimo la crítica le haya servido de algo. Parece que Cobrador al menos tiene una virtud: no dejar indiferente a nadie, es una de esas pelis que provoca adhesiones u odios incondicionales.
Por mi parte reconozco que tengo ganas de recuperarla, porque tengo la sensación de que es una de esas películas que ganan en un segundo visionado - más teniendo en cuenta las malas condiciones de la copia y el horario en el que se proyectó en la Seminci, no precisamente el más idoneo al ser la quinta peli del día - y además porque me apetece mucho rememorar las muy agradables sensaciones que me produjo Antonella Costa ;-)
Gracias por las aportaciones, chicos
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