
Como la Vida Misma narra en pocas palabras la odisea de un viudo y atribulado padre de tres efervescentes hijas que por una de esas extrañas jugarretas del destino encuentra en un a librería a su alma gemela durante una de esas insufribles reuniones familiares periódicas para descubrir con horror que la susodicha no es otra que la nueva novia que su hermano trae para presentar a la familia. Con tan simple y jugoso punto de partida, el enredo está servido. Solo falta que un equipo competente de guionistas y un reparto acertado lo lleve a buen puerto. Y, en líneas generales, eso es exactamente lo que sucede.Cada vez me convence más este Carrell: no solo me parece un comediante de lo más dotado - quien no haya disfrutado de vez en cuando de su inenarrable jefe Michael en la serie The Office no sabe lo que se está perdiendo - sino que aquí vuelve a exhibir un registro parecido al de su deprimido suicida de Pequeña Miss Sunshine, esa especie de actitud vital entre resignada y comprensiva con los zarandeos que te pega la vida que clava como nadie Bill Murray (Academia Rushmore, Lost in Translation) pero que es una disciplina en la que Carrell demuestra ser asimismo un alumno aventajado. La peli, pese a su previsibilidad y su mensaje por momentos facilón, se aguanta bien gracias principalmente al talento de Carrell y a la empatía que genera en el espectador, que a buen seguro en más de una ocasión se ha visto atrapado en esas terroríficas e inevitables reuniones familiares que pueden convertirse en lo más parecido a un agujero negro de humillación y malrollismo.
Ah, y además se deja ver un ratito esa impresionante moza llamada Emily Blunt. Su casi cameo de esta peli no llega a los niveles de alto voltaje de su magnífica escena con Tom Hanks en La Guerra de Charlie Wilson, pero tampoco está nada mal, la verdad. Siempre es de agradecer.
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