martes, abril 22, 2008

EXPEDIENTE ANWAR: La cara oscura de la guerra contra el terrorismo

Recuerdo haber leído una frase de Gavin Hood, director sudafricano de la estadounidense Expediente Anwar, que me llamó poderosamente la atención. Contaba como, siendo él un adolescente en la Sudáfrica del Apartheid, EE.UU., su Constitución y los valores que consagra siempre fueron una inspiración para lo que él y muchos como él deseaban para su propio país. Concluía diciendo que cuando supo por primera vez de la historia que inspira el argumento de Expediente Anwar sintió que necesitaba hacer esta película para explicar como hoy en día dichos valores están más en peligro que nunca por aquellos que, esgrimiendo el argumento de la guerra contra el terrorismo, se dedican de forma sistemática a conculcar los derechos más elementales de personas que consideran sospechosas o simplemente potenciales fuentes de información.

No hablamos ya de esa vergüenza moral que supone Guantánamo, sino a la política de «rendición extraordinaria» - el título original del filme es, de hecho, Rendition - una política aprobada bajo la Administración Clinton que de facto permite secuestrar a ciudadanos considerados como una amenaza para la seguridad nacional para transportarlos e interrogarlos en prisiones secretas de otros países, donde claro está, los interrogadores tienen “mano libre” en cuanto a los procedimientos necesarios para conseguir la información que precisan, incluyendo la tortura. La película de Gavin Hood pretende ahondar en esa espinosa realidad a través del caso de un ciudadano egipcio, residente en los USA y felizmente casado con una norteamericana, al que por una serie de circunstancias le cae encima el marrón de ser sospechoso de mantener contactos con los responsables de un atentado con bomba en un país norteafricano. Detenido en pleno Washington, es llevado a dicho país para ser interrogado siendo desposeído no ya de la más mínima garantía legal sino de los más elementales derechos.

A partir de esta premisa, Hood y su guionista Kelley Sane elaboran un complejo argumento que trata de ahondar en esta incómoda realidad denunciada por diversos medios de comunicación europeos, tratando de ofrecer espacio a las distintas partes en conflicto pero sin esconder ni por un instante el desprecio que le merecen dichas prácticas, injustificables desde todo punto de vista por más que los últimos responsables de las mismas se escuden una y otra vez en los despreciables argumentos de siempre. Así, la película contrapone la idealista – y un tanto ingenua, la verdad - visión de la realidad de personajes como el joven asesor de un Senador (Peter Sarsgaard) o el inexperto analista de la CIA (Jake Gylenhaal) destinado en África enfrentado a “su primera tortura” (sic) frente al pragmatismo carente de escrúpulos de un alto cargo de la CIA (Meryl Streep, esplendida en un personaje que en muchos aspectos es el reverso del que interpretó para Robert Redford en Leones por Corderos) o la fría eficacia de un Jefe de Policía árabe acostumbrado a mancharse las manos para conseguir información.

Sin embargo, esta contraposición entre personajes juega en mi opinión un tanto en contra de los intereses de la película, pues simplifica una cuestión extremadamente compleja y por más que uno pueda tener sus ideas claras al respecto y que no se pierda de vista su condición de película denuncia, Expediente Anwar se mueve demasiado a menudo cerca del clásico esquema de buenos y malos. Ni siquiera la trama que envuelve a la hija del Jefe de Policía - cuya relevancia para la película solo adquiere dimensión real en el tramo final del filme gracias a un giro de guión algo tramposo, sin que se explique hasta entonces su inclusión en la película – o las penalidades de esa desconsolada esposa embarazada predicando en el desierto de los pasillos de Washington en busca de una explicación sobre el destino de su esposo, consiguen otorgar a la película la profundidad que sería deseable.

Sin embargo, sería bastante injusto juzgar a un filme de las características de Expediente Anwar solo en función de lo anteriormente dicho. Muy al contrario, la película contiene una exposición eficaz de lo que denuncia, apoyándose tanto en la ajustada interpretación por parte de un notable reparto como en una puesta en escena desprovista de efectismos que transmite de forma precisa la sensación de terror que produce esa arbitrariedad inconcebible.

Si, se puede argüir que la película ofrece, a diferencia de otros filmes mucho más contundentes sobre estos asuntos, una salida de tranquilizar conciencias y que pone a salvo el verdadero espíritu norteamericano, ese esfuerzo individual capaz de sobreponerse a las flaquezas y debilidades del sistema y de mantener a salvo los valores que lo inspiraron, pero aun siendo más que consciente de ello, prefiero apreciar en lo que vale esa denuncia de una realidad inquietante que aun quedándose en la superficie de la misma, no deja de ser un saludable ejercicio y un buen síntoma del inconformismo de Hollywood frente a los desmanes de la Administración Bush en tantos terrenos.

No hay comentarios: