viernes, abril 11, 2008

LA BANDA NOS VISITA: Mucho más que buenas intenciones

El estreno en España de La Banda Nos Visita me permite recuperar el comentario que ya hice a propósito de ella en su paso por la Seminci 2007. Creo que es justo dedicarle una entrada propia tanto por la calidad del filme como por el hecho de que ésta fue una película pretendida hasta el último instante para el II Festival de Cine Inédito de Mérida. Al final, tras muchísimas llamadas y tiras y aflojas, la distribuidora no cedió y nos impidió disfrutar de un filme que a buen seguro hubiera equilibrado una programación acusada, no sin cierta parte de razón, de un excesivo gusto por el drama y de poco espacio para la comedia. Me gustaría que mucha gente viera este filme para entender mejor los motivos por los que hubiera sido perfecta para el Festival pero, como era de esperar, no ha llegado a ninguna pantalla extremeña. Esperemos que la Filmoteca o Multicines Cáceres - la única sala de toda Extremadura donde una película de estas características podría llegar a verse, como ha sucedido con Irina Palm, Cuatro Meses, Tres Semanas y Dos Días, XXY, Caramel o Lo Mejor de Mí - la recuperen en algún momento, porque sin duda que merece mucho la pena. Por mi parte, aquí dejo corregido el comentario que en su momento escribí sobre ella:

Descubrir que Aki Kaurismaki tiene sus fans incluso en Israel no deja de ser una grata sorpresa. La ópera prima del joven y desconocido Eran Kolirin tiene un sencillo punto de partida que a buen seguro no hubiera desagradado en absoluto al autor de Un Hombre sin Pasado. Una pequeña banda de música de la policía egipcia es invitada a inaugurar un centro árabe en Israel. Tras comprobar que nadie pasa a recogerlos en el aeropuerto e ignorar lo que hubiera sido más sensato, como contactar con la embajada de su país, sus ocho miembros se aventuran en un autobús que les deja literalmente en medio de ninguna parte, aislados, muy alejados de su lugar de destino y sin posibilidad alguna de reemprender viaje hasta el día siguiente. Ante tal tesitura, piden ayuda a los israelíes locales – que alucinan no poco ante los músicos uniformados de gala en mitad de aquel sitio dejado de la mano de Dios, pero que se muestran sumamente amistosos – y buscan acomodo como pueden mientras dejan que la música, el amor, las emociones y el sentido del humor tiendan puentes entre las enormes diferencias culturales de unos y otros.

La Banda Nos Visita es una de esas películas bienintencionadas que bien podría inscribirse en esa tendencia, a estas alturas ya casi un género en sí mismo, de acercar las posturas de adversarios aparentemente irreconciliables apelando a sentimientos humanos universales capaces de atravesar cualquier barrera - Mi Enemigo Intimo o Feliz Navidad son dos ejemplos recientes, y Mediterráneo también valdría como ejemplo – pero tratándose del conflicto árabe-israelí a priori no dejaba de ser una apuesta arriesgada en varios sentidos: si se llevan las cosas demasiado lejos podía quedar un producto que insultara la inteligencia del espectador o, lo que es peor, que se viera como una burla a un tema sumamente serio. Por otro lado, también existía la trampa de caer en una simple apología de los buenos deseos que convirtiera la película en un empalagoso a la vez que ingenuo alegato. En fin, que la peli tenía más minas escondidas en su camino que las que hay en las fronteras que separan ambos pueblos en Israel.

Sin embargo hete aquí que haciendo gala de una gran inteligencia y de un excepcional a la vez que desconcertante sentido del humor que bebe mucho del absurdo generado por la propia situación (como sucede a menudo en los filmes de Kaurismaki) resulta que Eran Kolirin sortea con habilidad todas y cada una de esas trampas, construyendo una película modesta en sus planteamientos, pero sumamente eficaz en la consecución de sus objetivos, una de esas obras pequeñas solo en presupuesto que se abren paso con facilidad hacia el espectador y que se disfrutan con una sonrisa de complicidad permanente en los labios. A Kolirin le basta un puñado de detalles para establecer las claves de sus personajes, ya sea el severo pero sensible director de la orquesta, el guaperas empeñado en sacar el máximo partido del viaje, el segundón que sueña con dirigir un día la orquesta por el lado de la banda egipcia, la mujer madura determinada y en el fondo enormemente necesitada de cariño que les acoge, el joven inexperto en su trato con las mujeres o el buen tipo dominado por su mujer e infeliz en su matrimonio que se presta a ayudar a algunos de los miembros de la banda por el lado israelí.

La película tiene sus mejores bazas no tanto en el consabido encuentro entre dos culturas y la previsible superación de sus diferencias en pro de la simple consigna de ayudar al prójimo, sino en la eficacia con la que están construidos tanto los personajes como las escenas que protagonizan, ya sean cómicas o no. Jugando de maravilla con el plano fijo y la introducción sorpresiva del absurdo en las situaciones más cotidianas, Kolirin consigue crear una atmósfera apacible, un oasis de calma en medio de un conflicto que uno sabe existente pero que podría hallarse a miles de kilómetros de ese remanso de paz perdido en el desierto en el que no falta la soledad ni el aburrimiento.

Todo está rodado con una suave puesta en escena que invita al juego de conocimientos que propone la película y el espectador se deja arrastrar con facilidad al mismo: tan hermoso es el proceso de seducción de la dueña del restaurante hacia ese director de orquesta responsable que tiene motivos más que comprensibles para no responder a sus invitaciones como divertida la forma en la que el seductor de la banda instruye a un inepto en asuntos de mujeres en la mejor forma de abrirse paso hacia su cama – lo que da lugar a una escena antológica e hilarante en una especie de pista de patinaje en la que se hace una relectura en clave de humor mudo digno de Chaplin o Keaton del sempiterno Cyrano de Bergerac – sin que en ningún momento haya el más mínimo atisbo de establecer juicios morales o aleccionarnos sobre los buenos sentimientos y es que su autor, con buen criterio, da por sentado que el espectador tiene más que asumidos ciertos valores universales y no carga las tintas sobre los mismos.

Algunos pensarán que La Banda Nos Visita es poco más que una película simpática que se deja ver con agrado y que transcurre por caminos previsibles. Puede que sea cierto pero este cronista es de los que defiende que esa aparente sencillez tiene tras de sí un trabajo riguroso que no debe menospreciarse: les aseguro que todas las emociones que provoca, que son muchas y de muy distinto signo, son absolutamente genuinas. Su discurso sobre un entendimiento mínimo entre ambas culturas desde el que construir un mejor futuro, lejos de ser ingenuo, está perfecta y coherentemente construido, siempre desde la humanidad y la enorme ternura que desprende.

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