viernes, mayo 15, 2009

FILMOTECA: La Leyenda del DJ Frankie Wilde

A veces viene bien dejarse caer por el cine a ver una película que en principio no parece convencerte mucho. Puedes llevarte sorpresas agradables. La Leyenda del DJ Frankie Wilde, una peli del 2004 que se estrenó en España en el 2008 y que tuvimos ocasión de ver ayer en la Filmoteca resultó ser uno de esos casos. A priori, la sinopsis de la película no hacía de ésta un producto demasiado apetecible porque la verdad, ver una película sobre un DJ de éxito que se queda sordo y que consigue sobreponerse a semejante trauma no era algo que me apeteciera demasiado ver. Rebuscando información por internet para el programa de radio me tope con esta reseña de Oscar Martínez, le eché un ojo al psicotrónico trailer de la misma, y me animé a verla a pesar de que a un servidor el rollo discotequero y pasado de vueltas no le atrae lo más mínimo y menos después de la muy insoportable Mentiras y Gordas, con la que ya consideraba mi cuota anual cumplida en este 2009 en lo que al mismo se refiere.Mira tú por donde, me tope con una peli curiosa, original y bien estructurada que me entretuvo bastante. No es exactamente un mockumentary porque a pesar de la presencia de algunos famosos DJ y miembros de la industria musical que hablan del tal Frankie Wilde como si en realidad hubiera existido, Michael Dowse se limita a seguir el modelo que ya utilizara Woody Allen en Acordes y Desacuerdos (Sweet and Lowdown, 1999) para retratar al ficticio guitarrista de jazz Emmet Ray. El resultado, como entonces, es una película de ficción que no esconde nunca su condición y que juega con un espectador que sabe de antemano las reglas del juego. La película empieza siendo un producto decididamente feísta, con un Paul Kaye esplendido interpretando a ese DJ en plena espiral de autodestrucción a los sones de una potente BSO, conformando una peli que a ratos parece una secuela aplicada del universo de Irvine Welsh (Trainspotting, The Acid House) con todos los excesos (y divertimentos) que suelen poblar sus guiones.Sin embargo la película entra enseguida en el drama a través de la visualización de la sordera congénita que aqueja a su protagonista y que amenaza con desposeerlo de todo lo que para él es importante. Es quizás en la minuciosa descripción de la desesperación que se apodera del personaje donde estén los mejores momentos de la película. Dowse consigue con una cuidada mezcla de efectos sonoros y apoyándose siempre en la muy sólida interpretación de Paul Kaye que el espectador pase de sentir la normal repulsión por semejante descerebrado a aceptar cierta empatía con su tragedia y eso a pesar de que la actitud entre negacionista y borde de Frankie hace que uno tenga ganas en más de una ocasión de subirse a la pantalla y atizar un par de hostias al sujeto a ver si consigue que entre en razón.Uno de los aciertos de la película está en homenajear abiertamente una de mis películas de culto, Donnie Darko, con la presencia tan aterradora como divertida de un enorme y feroz tejón con el hocico embadurnado de cocaína, un delantal rosa y una varita mágica en la mano izquierda que es la nada sutil metáfora de los problemas de Frankie con las drogas. Como sucediera con el inquietante conejo de Donnie Darko (aunque sin ese nivel de brillantez, claro), el tejón representa la parte oscura de la que Frankie tendrá finalmente que liberarse en una catarsis que Dowse visualiza sin andarse con rodeos y que pondrá fin a una desquiciada reclusión digna de los mayores delirios de un Howard Hughes cualquiera, reclusión que por cierto remite de nuevo al universo Welsh plasmado por Boyle en Trainspotting ya que poco se diferencia el delirante encierro de Frankie con el que sufría entonces el personaje de Ewan McGregor para superar su síndrome de abstinencia de la heroína.Tiene mucho menos interés el último tramo de la película, en la que un Frankie decidido a cambiar su destino consigue la redención gracias a una joven sorda que le enseña a leer los labios y a un ingenioso sistema con el que consigue, pese a su sordera, volver por sus fueros como exitoso mezclador de música e incluso DJ. La historia de autosuperación personal con mensajito incluido, aparte de sabida, dinamita gran parte de la saludable incorrección política que preside el tono del filme hasta el momento y convierte a un personaje amoral y bastante destroy en un feliz miembro del rebaño, convencional e integrado, lo que al que escribe estas líneas le produjo una indigesta sobredosis de moralismo. Pese a todo, La Leyenda del DJ Frankie Wilde es una película estimable que ha sabido mezclar de forma inteligente un buen puñado de referentes para conseguir una obra curiosa, no del todo lograda pero desde luego a ratos interesante que deja para el recuerdo un magnífico trabajo de Paul Kaye en el papel principal. Y la imagen tenebrosa de un horripilante tejón vestido con un delantal rosa dispuesto a darte una soberana paliza si amenazas con dejar las drogas. Es para pensarselo.

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