Conste de entrada que no tengo absolutamente nada contra las películas que se dedican a reconstruir mitos. Es más, me parece legítimo e incluso puede llegar a ser muy interesante pese a los riesgos que supone tomar un personaje o un relato familiar para el gran público y darle una vuelta de tuerca que nos permita verlo con ojos diferentes aun reconociendo sus valores esenciales. Cuando leí por vez primera hace ya algunos años que Ridley Scott andaba inmerso en una nueva versión de Robin Hood la cosa me pareció interesante. Aquel proyecto se llamaba Nottingham y amenazaba con contarnos la historia de Robin Hood desde el punto de vista de ese sheriff habitualmente maltratado al que le tocaba lidiar con unos tipos que probablemente en la realidad estuvieron más cerca del lado chungo y facineroso que de esa faceta romántica y épica con la que nos los han vendido habitualmente. Hubiera tenido su gracia, pero en Hollywood debieron pensar que era demasiado atrevido para una superproducción como ésta.
La ventaja de trabajar con un mito que navega mucho más en el terreno de la leyenda que en el de la realidad es que uno tiene una manga inhabitualmente ancha para hacer con él lo que le venga en gana. Desde ahí, yo esperaba un producto atrevido, original, que socavara las convenciones y que no nos contara una vez más las peripecias del arquero de Sherwood enfrentado a la tiranía y la injusticia. Y si, pero no: Scott y el guionista Brian Helgeland han hecho suya la famosa frase de El Gatopardo - "Todo tiene que cambiar para que todo siga igual" - y han actualizado el mito siguiendo los cánones recientes aplicados a tipos tan dispares como Batman o James Bond.
O sea, han cogido al simpático bribón del arco y las flechas que todos conocemos y me le han convertido en un tipo circunspecto, poco dado a las bromas que desencantado con la experiencia de las Cruzadas, vuelve a casa en un periodo particularmente convulso, con el amigo Juan Sin Tierra exprimiendo a la plebe para conseguir pasta y a punto de provocar una guerra civil con sus propios nobles que facilite una eventual invasión de los primos franceses. En estas llega el amigo y en meteórica ascensión, acabará obligado por las circunstancias a hacerse pasar por noble, conquistando de paso a una indomable Marian y redescubriendo por el camino una tan insospechada como anacrónica conciencia de clase que le acabará llevando por los derroteros que todos conocemos. Retrato del hombre antes del mito.
El amigo Ridley Scott no se ha complicado precisamente la vida: este Robin Hood encaja en el tratamiento de personajes y situaciones de su laureado Gladiator y entronca con la época de El Reino de Los Cielos. Y los resultados son más o menos iguales: los elementos de interés de la trama – las intrigas políticas, el juego de la historia, el proceso de asunción de la nueva identidad del protagonista – van diluyéndose y perdiendo fuerza según avanzamos hacia el previsible tercer acto en el que tendrá lugar la batalla definitiva – para variar un poco, un desembarco en una playa – y buenos y malos se darán de espadazos con algún flechazo ocasional, por supuesto.
El problema es que la película se halla tan falta de tensión dramática, de emoción, de sentido de la aventura que sientes que te están contando una vez más la misma historia, que te la suda lo que les pueda pasar tanto a Robin como a la polivalente Marian y no digamos a los secundarios graciosos. Y claro, uno recuerda como vibró en el pasado con no uno sino varios Robin Hood y se remueve inquieto en la butaca porque por cierto, dos horas y media de metraje tampoco es que ayuden precisamente mucho.
Vale que uno se puede agarrar al venerable Max Von Sydow o a esa estupenda Cate Blanchett, tan creíble ordeñando vacas como poniéndose digna. Incluso se le puede perdonar al intenso Russell Crowe que repita su conocido registro de ceño fruncido y cabreo con el mundo, porque al fin y al cabo su Robin va de eso. Pero por más que Scott sea un buen artesano y sus escenas de acción entretengan lo justo, cabe preguntarse si merecía la pena esforzarse tanto en desnudar la leyenda al precio de arrebatarle gran parte de su gracia. Sobre todo si era para contar lo mismo de siempre.
Este artículo, ligeramente modificado, se publicó el Lunes 24 de Mayo en el periódico Voz Emérita
La ventaja de trabajar con un mito que navega mucho más en el terreno de la leyenda que en el de la realidad es que uno tiene una manga inhabitualmente ancha para hacer con él lo que le venga en gana. Desde ahí, yo esperaba un producto atrevido, original, que socavara las convenciones y que no nos contara una vez más las peripecias del arquero de Sherwood enfrentado a la tiranía y la injusticia. Y si, pero no: Scott y el guionista Brian Helgeland han hecho suya la famosa frase de El Gatopardo - "Todo tiene que cambiar para que todo siga igual" - y han actualizado el mito siguiendo los cánones recientes aplicados a tipos tan dispares como Batman o James Bond.
O sea, han cogido al simpático bribón del arco y las flechas que todos conocemos y me le han convertido en un tipo circunspecto, poco dado a las bromas que desencantado con la experiencia de las Cruzadas, vuelve a casa en un periodo particularmente convulso, con el amigo Juan Sin Tierra exprimiendo a la plebe para conseguir pasta y a punto de provocar una guerra civil con sus propios nobles que facilite una eventual invasión de los primos franceses. En estas llega el amigo y en meteórica ascensión, acabará obligado por las circunstancias a hacerse pasar por noble, conquistando de paso a una indomable Marian y redescubriendo por el camino una tan insospechada como anacrónica conciencia de clase que le acabará llevando por los derroteros que todos conocemos. Retrato del hombre antes del mito.
El amigo Ridley Scott no se ha complicado precisamente la vida: este Robin Hood encaja en el tratamiento de personajes y situaciones de su laureado Gladiator y entronca con la época de El Reino de Los Cielos. Y los resultados son más o menos iguales: los elementos de interés de la trama – las intrigas políticas, el juego de la historia, el proceso de asunción de la nueva identidad del protagonista – van diluyéndose y perdiendo fuerza según avanzamos hacia el previsible tercer acto en el que tendrá lugar la batalla definitiva – para variar un poco, un desembarco en una playa – y buenos y malos se darán de espadazos con algún flechazo ocasional, por supuesto.
El problema es que la película se halla tan falta de tensión dramática, de emoción, de sentido de la aventura que sientes que te están contando una vez más la misma historia, que te la suda lo que les pueda pasar tanto a Robin como a la polivalente Marian y no digamos a los secundarios graciosos. Y claro, uno recuerda como vibró en el pasado con no uno sino varios Robin Hood y se remueve inquieto en la butaca porque por cierto, dos horas y media de metraje tampoco es que ayuden precisamente mucho.
Vale que uno se puede agarrar al venerable Max Von Sydow o a esa estupenda Cate Blanchett, tan creíble ordeñando vacas como poniéndose digna. Incluso se le puede perdonar al intenso Russell Crowe que repita su conocido registro de ceño fruncido y cabreo con el mundo, porque al fin y al cabo su Robin va de eso. Pero por más que Scott sea un buen artesano y sus escenas de acción entretengan lo justo, cabe preguntarse si merecía la pena esforzarse tanto en desnudar la leyenda al precio de arrebatarle gran parte de su gracia. Sobre todo si era para contar lo mismo de siempre.
Días de cine aprovechó para hacer un divertido repaso sobre la figura de Robin Hood en el cine
Este artículo, ligeramente modificado, se publicó el Lunes 24 de Mayo en el periódico Voz Emérita
3 comentarios:
Another great movie with Russel, I love the Gladiator
De nuevo coincidimos: tan correctita como innecesaria.
Hablando de otra cosa, ¿cuándo es tu Festival de cine inédito?
Estoy colaborando para Culturamas y me gustaría hacer un artículo sobre Festivales necesarios, como es el caso. Si además, coincide en el tiempo para difundirlo/publicitarlo, pues mejor.
No nos llamas, no nos escribes, no cambias el post…..mira que los piratas andamos preocupados…..Fabrizio y Fernando preguntan en el post por ti, y a mi se me ha ocurrido ir directamente a la base. ¿Te has quedado en Huesca? ¿Nos habrás olvidado? ¿Te habrás quedado afónico de tanto teclear?......y lo más importante,… ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Anda da señales….
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