viernes, julio 09, 2010

Una Noche para Recordar con Roque Baños

En un arte que aglutina tantas y tan valiosas disciplinas como es el cine, confieso que hay pocas a las que le dé tanta importancia como su banda sonora. La música posee una fuerza arrolladora, una capacidad de crear atmósferas y de emocionar casi infinita. En ocasiones una melodía puede contarte mejor que una mirada como es, como siente un personaje, revelarnos cosas ocultas o al menos sugerirnos que las esconde, alargar y acortar los metrajes, añadir profundidad y sustancia al plano. Los compositores, que casi siempre suelen trabajar sobre las imágenes ya grabadas, a menudo comentan que una vez que los directores ven lo rodado junto a la música que le acompaña, es muy frecuente que descubran recursos inesperados, emociones distintas, incluso una película completamente nueva. Me parece admirable y a la vez dificilísimo conseguir ese delicado equilibrio que debe sugerir, completar y no imponer desde fuera al espectador lo que debe sentir.


Roque Baños, sin discusión uno de los más brillantes compositores que tiene este país, lleva años intentando que la música de cine se imponga a los prejuicios y el desdén con el que a menudo es tratada. Su argumento es irrefutable ¿Quién dice que un espectador cualquiera no puede disfrutar de una música que, aunque pensada para ilustrar una pantalla, puede por si misma abrirse paso al corazón del espectador incluso aun cuando éste no haya visto la película en cuestión? Su forma de probarlo consiste en dar conciertos por todas partes, llevar su maravillosa música a los escenarios más diversos y, por supuesto, emocionar a todo el que le escucha con el más simple y poderoso de los motivos: la belleza. Porque Roque Baños no solo crea música para películas, crea belleza. Y buscar la belleza sigue siendo una de las mejores razones para estar en este mundo.


Ha sido un privilegio que la 56 Edición del Festival de Mérida haya abierto sus puertas con Roque Baños dirigiendo a la Orquesta de Extremadura, ofreciéndonos su música. Y ha sido una lástima que apenas seiscientas personas acudieran a disfrutar de semejante regalo. Pero los que allí estuvimos sabemos que asistimos a algo especial, fuimos testigos de cómo un autor y una orquesta se iban sobreponiendo a haber dispuesto solo de tres días de ensayos previos, al hecho de tocar en un ambiente muy distinto al que están acostumbrados, a la acústica que proporciona el Teatro Romano. El comienzo, con una obra reciente dedicada al Casino de Murcia que nada tiene que ver con el cine, mezcla de marcha triunfal y danza árabe, pudo descolocar algo al personal pero sin tiempo para digerirlo ya estaban las emocionantes melodías de Las Trece Rosas tocando la fibra del espectador, poblando de dolor, tristeza y emoción las viejas piedras del auditorio. Un nuevo cambio de tercio nos llevó por los caminos de la inquietud con un punto de locura muy al estilo de Bernard Herrmann con la juguetona y ambiental partitura creada para La Comunidad, una de las siete colaboraciones de Roque Baños con Alex De La Iglesia en lo que para este cronista es una de las más felices y fecundas asociaciones del cine español. La Sinfonía Aragón, creada para la Expo 2008 de Zaragoza, una pieza de enorme capacidad de sugerencia, cerró de forma brillante el primer acto.


Tras el descanso, la épica fue la nota predominante con la fuerza del majestuoso score de El Corazón del Guerrero, aquella fantasía de espada y brujería con la que Baños inició su colaboración con otro director fundamental, Daniel Monzón, que años más tarde poblaría de poderosas percusiones la cárcel donde se desarrollaba la acción de la película más premiada del año pasado, la enérgica Celda 211. Fue quizás durante la interpretación de ésta última donde la Orquesta pudo lucir en todo su esplendor aunque para mi gusto la compleja y sutil música de Alatriste quizás fuera el momento culminante de la noche: imposible no sentir las fanfarrias y su dolorosa épica, no emocionarse con la hermosura de la triste derrota de Cuenta lo que Fuimos, aun sin el añorado coro que tantos, Roque el primero, echamos de menos.


Unas palabras de agradecimiento, un bis con la jota de la Sinfonía Aragón y antes de que pudiéramos asimilarlo, ese músico tan genial como sencillo había desaparecido del escenario. A veces no hace falta una pantalla para llenarnos el corazón de emoción y de sueños.

Este artículo apareció el lunes 12 de Julio en el periódico Voz Emérita

2 comentarios:

Luna dijo...

Cuando nos describías esta noche ya me parecía una pasada, viendo las fotografías, me parece notar la magia del momento. Gracias por compartirla.

Lourdes Sánchez dijo...

Hola David!
Me gustaría presentar un documental con debate en Mérida. No sé si en la Alcazaba sería posible.
Me gustaría contactar contigo. Mi email es lou_merida@hotmail.com

Muchas gracias