sábado, febrero 05, 2011

PRIMOS, Irresistible comicidad, conmovedora ternura

Desde el mismo instante de su sugerente arranque, un monólogo que mezcla a partes iguales el patetismo desamparo de un novio abandonado en el altar con una serie de impúdicas confesiones íntimas que provocan tanta hilaridad como perplejidad y la escena posterior en la iglesia abandonada con los tres primos resolviendo volver al pueblo de su adolescencia en una suerte de improvisada huida hacia delante, Daniel Sánchez Arévalo descubre sus cartas: Primos es una comedia desprovista del característico tinte dramático que animaba sus dos primeras y excelentes películas, AzulOscuroCasiNegro y Gordos, no siempre bien entendidas.

Si en aquellas el personal y reconocible estilo de Arévalo jugaba a encontrar un casi imposible equilibrio entre tragedia y humor que a menudo conseguía provocar desconcierto en el espectador, incapaz de saber a qué carta quedarse, en Primos se lanza a tumba abierta – y a ritmo frenético, por cierto: su primera media hora no quita el pie del acelerador y los personajes se revelan por sí solos al espectador sin mayores explicaciones que sus propios y alocados actos – por la senda de la comedia más desenfrenada y brillante, que tiene algunas virtudes nada desdeñables.

La primera y esencial, ser irresistiblemente divertida hasta tal punto que uno no borra ni un solo instante la sonrisa, cuando no irrumpe en abiertas carcajadas. La segunda, partir de un material y una trama tan sobados por el cine que ya tiene mérito conseguir que semejante armazón argumental brille como si fuera completamente nuevo. Y la tercera, conseguir de un entregado y brillante reparto la mezcla justa entre comicidad, ternura y arrojo que hagan de Primos una propuesta casi redonda.

Porque además hay que decir que Sánchez Arévalo no renuncia a su principal marca de fábrica, que no es otra que el arrebatado romanticismo que preside toda su filmografía y que subyace en la trastienda de esta obra revestida de un aire de engañosa ligereza que puede hacer que alguno subestime la dificultad de la misma. El personaje de Quim Gutierrez, con sus eternos titubeos, su patoso encanto, su incapacidad para tomar decisiones y el saberse continuamente superado por la situación, es capaz de pasar de la risa al llanto con una facilidad desconcertante, atrapado entre los encantos y la naturalidad de una estupenda Inma Cuesta y la seguridad que ofrece Nuria Gago, mientras que ese magnífico cómico que siempre ha sido Raúl Arévalo y la revelación que supone Adrián Lastra clavan dos personajes que habitualmente jugarían el rol de intrascendentes secundarios graciosos pero que en las habilidosas manos de Sánchez Arévalo adquieren consistencia propia y por momentos eclipsan a la historia principal hasta alcanzar una coralidad de una consistencia nada despreciable, algo a lo que ayudan también Antonio de la Torre y Clara Lago, que uno diría salidos de un drama de Iñarritu o Fernando León y que sin embargo funcionan de maravilla en un registro casi opuesto.

Es Primos una comedia tan eficaz la mayor parte del tiempo como extraña a ratos, que se ríe abiertamente de la inmadurez de sus personajes masculinos (aunque tampoco en contraposición a ellas, que también se llevan lo suyo) y reivindica cierto grado de inconsciencia para superar la tendencia al dramatismo con la que nos tomamos a veces los asuntos del corazón – en ese aspecto el momento Backstreet Boys resulta especialmente brillante – mientras equipara el enamoramiento a un estado de ensimismamiento paralizante.

Sánchez Arévalo se muestra tierno, hasta conmovedor con sus criaturas, a las que comprendes dentro de sus dudas y contradicciones. La verdad es que todo está contado con tanta gracia e inteligencia, sabe reírse tan hábilmente de uno mismo que incluso cuando también habla de trampas emocionales, soledades y fracasos, no pierde nunca de vista que el espectador ha de querer a esos personajes, implicarse y emocionarse con ellos. Y la mezcla funciona tan admirablemente bien que en ese final previsible, metafórico y jocoso, se sienten ganas de levantarse a aplaudir y dar las gracias por el buen rato pasado.





Este artículo se publicó el Lunes 07 de Febrero en el periódico Voz Emérita

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