lunes, julio 04, 2011

BLACKTHORN, Magnifico Western


Los habituales de este blog, que alguno habrá a estas alturas, sabrán ya que servidor está mucho más interesado en recomendar el que en su opinión es el cine que merece la pena descubrir antes que denostar la mediocridad que llega habitualmente a nuestras pantallas, incluso cuando ello implique hablarles de películas de festivales lejanos o de estrenos que, debido a los designios inescrutables de la exhibición, no tendremos la suerte de disfrutar en Mérida. Es el caso de Blackthorn, notable western crepuscular de Mateo Gil estrenada por suerte en Cáceres, una película que deberían animarse a descubrir todos aquellos que sienten el cine con genuina pasión, pasión que sospecho muchos, como yo mismo, forjarían en parte en su infancia con ese reconocible género al que dieron forma y dejaron sello autores tan diversos como John Ford, Clint Eastwood, Sergio Leone o Sam Peckinpah, por citar solo algunos.

La primera sorpresa es que este western es español, aunque con reparto internacional y lo dirige con notable inteligencia Mateo Gil, colaborador habitual de Alejandro Amenábar en los guiones de todas sus películas y responsable hace años de una interesante aunque fallida película, Nadie Conoce a Nadie, que desde luego no sirve como precedente a la hora de enjuiciar este nuevo y arriesgado trabajo en el que embarca al espectador en una hipótesis de lo más estimulante: qué habría sucedido si, contrariamente a lo que ocurrió en la vida real y lo que se nos contaba en el clásico Dos Hombres y Un Destino, el forajido Butch Cassidy no hubiera fallecido en la compañía de su cómplice Sundance Kid en un enfrentamiento con el ejercito boliviano tras un fallido atraco a un banco, sino que hubiera sobrevivido bajo otra identidad durante veinte años, dedicándose a criar caballos en su rancho, retirado del mundanal ruido.

Blackthorn se desarrolla así en la Bolivia de los años veinte, donde nos reencontramos con un Butch Cassidy cansado, decidido antes de que sea demasiado tarde a hacer el viaje de regreso y enterrar de paso algunos fantasmas. Basta echar un vistazo al rostro marcado por el tiempo, al andar pesado y la mirada cargada de nostalgia del soberbio Sam Shepard para darse cuenta que estamos ante un personaje de la misma estirpe de esos viejos supervivientes de vuelta de todo que tanto entusiasmaban a Ford o Peckinpah, hombres duros en apariencia y sensibles por dentro, atravesados por cientos de cicatrices externas e internas, que mantenían un inquebrantable código moral que les sirviera como brújula moral con la que conducirse en un mundo que ya no reconocen como el suyo y al que ya apenas pertenecen. Su viaje de vuelta se verá truncado por un encuentro desafortunado que le obligará a vivir unas circunstancias en las que, obligado a tomar partido, su sentido del bien y el mal, de la decencia y la lealtad a sus principios serán su única guía.

Mateo Gil maneja de forma extraordinaria todos los elementos reconocibles del género, demostrando un profundo conocimiento del mismo y la firme resolución de huir del mero homenaje o la falsa impostura. Da igual que el escenario sea Bolivia y la época sea algo posterior a la que todos asociamos con el western: todo lo que percibimos en la película tiene el inconfundible sabor de la mejor tradición del género tanto en su iconografía con esos espacios abiertos, esos desiertos que han de cruzarse, esas hogueras nocturnas en las que reaparecen los fantasmas del pasado o esas cabalgadas interminables como en los personajes que lo pueblan, mercenarios, atracadores, indígenas buscando cierta justicia ante los abusos y agentes de la ley que, como aquel Pat Garrett, pierden la razón de su existencia cuando finalmente se encuentran ante el objeto de su obsesión durante años.

Si Sam Shepard realiza una composición antológica, repleta de hondura y autenticidad, de ese hombre cansado y de vuelta de todo, sorprende encontrarse con un Eduardo Noriega capaz de aguantarle a ratos el tipo en su papel de forajido arribista. Y Stephen Rea y Magaly Solier consiguen con sus personajes otorgarle aun más credibilidad a la propuesta, probablemente una de las mejores películas que nos va a ofrecer el cine español este año, una apuesta arriesgada repleta de personalidad a la que hay que saludar desde ya como una más que agradable sorpresa.

LO MEJOR: Sam Shepard, inconmensurable. Su composición pertenece a esa ilustre estirpe de viejos supervivientes que pueblan los universos de Ford, Eastwood y sobre todo, Peckinpah. Su Butch Cassidy se te queda fijado en la memoria.


LO PEOR: Que siempre habrá algún idiota que, para glosar sus virtudes y pensando que le hace un cumplido cuando es justo lo contrario, dirá esa sobada gilipollez de “es tan buena que no parece española”


¿POR QUÉ… no hay en nuestra cinematografía muchos más productores osados capaces de confiar en el talento de nuestros creadores, capaces de llevar a buen puerto propuestas tan arriesgadas y sin embargo notables como las que nos ocupa?

Este artículo, levemente modificado, apareció en el periódico Voz Emérita el lunes o4 de Julio



3 comentarios:

Dani Toril dijo...

Yo añadiría alguna pregunta más: ¿por qué ha durado tan poco en cartelera? La primera semana estaba en Cáceres y Badajoz, la segunda solo en Cáceres, pero en una sola sesión, y en la tercera nada (vi Plasencia, pero para ir al cine ya me pilla un poco lejos). Total, que perdí la ocasión. Qué difícil es ver cine (que se salga de lo más comercial) en Extremadura...

David Garrido Bazán dijo...

Tienes toda la razón, Dani. Supongo que la respuesta tiene que ver con el hecho de que Blackthorn no ha funcionado en taquilla como debiera en una época, la del verano, en la que los estrenos comerciales se suceden unos detrás de otros invadiendo todas las pantallas disponibles...

Vamos, que no es la época más propicia para los riesgos - por otra parte ¿cual lo es? - ... ni al parecer para el cine de calidad. Al final el problema vuelve a ser el mismo: a fuerza de dejar las salas de exhibición de forma casi exclusiva para el producto comercial, condicionas y acostumbras al público de tal forma que le ahuyentas de su medio natural y cuando aparece una película como ésta en un tiempo especialmente poco apropiado... pues desaparece sin dejar rastro antes que el boca-oreja funcione...

Llevo años intentando comprender los mecanismos por los que se rige la exhibición cinematográfica y cada vez lo entiendo menos, me temo...

Marañón dijo...

Bravo por tu crítica
Te escribo desde Colombia, zona cafetera, que también merecería una peli estupenda