INTRUDERS, Fresnadillo tras las huellas de Shyamalan


La resultona Intruders especula con la posibilidad de que un ente sobrenatural esté acechando a la inquieta hija de un padre (eficaz Clive Owen) que también tiene sus propios fantasmas con los que lidiar, estos algo más mundanos y provenientes del pasado. Juega Fresnadillo bien con las convenciones del género ya desde el arranque donde enseguida quedan las cartas al descubierto: aquí de lo que se trata es de conseguir un más que correcto producto comercial que cumpla con su cometido. Si de paso se intenta aportar algo el género, aunque no sea precisamente nuevo – como juguetear con el público al respecto si lo que ocurre es verdaderamente algo sobrenatural o tiene más que ver con el resultado de traumas, amenazas de carne y hueso por muy fantasmales que aparezcan o directamente alucinaciones de una mente estresada – pues mejor que mejor. Fresnadillo se defiende bien en el aspecto técnico, sabe narrar en imágenes con soltura y, en algún momento aislado, incluso resultar de lo más inquietante (ojo a la escena del armario en la que padre e hija se enfrentan a la amenaza, muy bien resuelta) pero Intruders falla por algo fundamental, y es extraño que Fresnadillo no se haya percatado de ello. O quizás no le importe.

En sí, no es algo ni mucho menos malo seguir las huellas de cineastas y creadores que te antecedieron. De hecho, resulta de lo más saludable aprender de ellos, y plagiarlos, homenajearlos o reinventarlos dependiendo de la habilidad del cineasta del turno. Lo que resulta imperdonable es que la obra resultante te remita inmediatamente a un cineasta conocido… y llegues a la conclusión que estás ante un simple sucedáneo del mismo. Es lo que le sucede a Intruders, que remite de una forma tan evidente al primerizo y añorado M. Night Shyamalan, que es complicado, mientras uno ve las imágenes del trilladito guión de Intruders, no pensar en el realizador de El Sexto Sentido o La Joven del Agua. No es solo que con el material de partida de Intruders Shyamalan podría haber hecho maravillas en sus buenos tiempos (ese simbolismo, ese doble juego presente-pasado y realidad enfrentada al elemento sobrenatural, las implicaciones familiares) sino que incluso la apariencia de la amenaza de turno – alguien encapuchado de tal forma que no se le ve un rostro del que parece carecer – podría ser un trasunto del mismísimo Bruce Willis del tercio final de El Protegido (Unbreakable). Si a eso le sumamos una BSO deudora del habitual James Newton Howard cortesía del siempre eficaz Roque Baños, algunos recursos visuales marca de la casa y una resolución que no es exactamente una de esas sorpresas que te obligan a rebobinar la película en la cabeza (más que nada porque se ve venir a distancia) pero que en el fondo persigue efectos parecidos, la conjunción de elementos hace la comparación inevitable. E indeseada.

Porque claro, Fresnadillo es bueno, no cabe duda, pero no es Shyamalan en forma. Y lo único que Intruders consigue es, vaya, que añoremos al indio con más fuerza. Ojo, que Intruders no es ni mucho menos una mala película. De hecho es bastante correcta. Pero no aporta nada nuevo al género y a estas alturas del partido, es casi un delito. En su campo, Insidious de James Wan, por poner un ejemplo reciente, la superaría por clara goleada. Eso sí: ver a Hector Alterio jugar a ser Max Von Sydow de la mítica El Exorcista en una única escena tan chocante como innecesaria no tiene precio. Puestos a sablear referencias, que lo hagan los mejores…
NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS, Urbizu y Coronado, desatados.


El arranque de No Habrá Paz… es tremendo: un policía violento y descontrolado en una noche de copas desata casi sin quererlo una matanza en un club de alterne. Y eso que al tipo lo ves venir de lejos, tal es la intensidad – y la brillantez, ojo – que le imprime Jose Coronado a su tremebundo personaje, que a partir de ese desafortunado incidente (una mala noche la tiene cualquiera) se embarca en una búsqueda desesperada por borrar sus huellas y no dejar cabos sueltos que, como ya le pasaba al personaje de Resines en La Caja 507, lo acabará implicando en un asunto bastante más gordo de lo que parecía al principio, una espesa red de intereses y criminales en la que sin embargo sus peculiares circunstancias lo convertirán en poco menos que el hombre más idóneo en el momento adecuado.

Tiene Urbizu la facultad de conseguir que el espectador se sienta a la vez que plenamente incómodo por lo que ve en la pantalla, tal es la naturaleza profundamente perturbadora de lo que cuenta, como en su propia casa por reconocer los ambientes en los que se desarrolla. Y es que Coronado resulta igual de creíble disparando su 38 que hartándose de cubatas en la barra de cualquier bar de esos que podrían estar debajo mismo de nuestro domicilio o al lado de nuestro trabajo. Ayuda, por supuesto, un guión sólido que despliega con eficacia una tupida red que va entrelazando con enorme habilidad los distintos elementos o hilos de la película, contraponiendo a la aventura en solitario del depredador Coronado a las investigaciones según el manual que desarrollan la juez y el policía Leiva, como un espejo deformante cada uno de la realidad del otro, que convergen en un determinado punto para separarse después justo antes del desenlace.

No se corta un pelo Urbizu ni en la brutal descripción de los métodos utilizados ni en la terrible lectura que hace de una sociedad poblada por supervivientes que no se paran en barras a la hora de conseguir sus objetivos. Sin embargo todo fluye con una facilidad pasmosa, te crees sin dificultad a esos personajes, sientes miedo ante la violencia continua que ejercen o parecen estar a punto de desplegar, reconoces con estupor hechos recientes que bien podrían haber sucedido de esa forma. Y acabas por aceptar la inevitable explosión final como casi la única forma de salir del atolladero donde se embarcan sus criaturas, que cuando Urbizu y su extensión en la pantalla Coronado dan rienda suelta al infierno que llevan dentro, no hay donde esconderse. Resulta sobrecogedor asistir a semejante despliegue. Y aun más descubrir que está tan cerca de nosotros.

EL ARBOL DE LA VIDA, Simplemente descomunal


Hacer un juicio de valor apresurado de una película tan descomunal como la quinta



2 comentarios:
"No alcanzo a entender las grandes críticas y contínuas recomendaciones que recibe ""No habrá paz para los malvados"".No alcanzo a entender las grandes críticas y contínuas recomendaciones que recibe ""No habrá paz para los malvados"".
Es una buena historia sí, pero muy mal contada, sin explicar las motivaciones del único protagonista, Santos Trinidad y con unos secundarios no sólo insulsos, sino prácticamente inexistentes. Un guión más trabajado y una mayor profundidad en los personajes hubiese hecho de este film algo realmente extraordinario."
Bueno, supongo que es una cuestión de gustos. Desde luego yo no coincido con lo que dices, no creo ni que la historia esté mal contada - de hecho uno de los puntos fuertes de la película es la forma en la que las diversas investigaciones del filme, la de Santos por un lado y la de la juez y el otro policía siguiendo a Santos por otro, se desarrollan de forma paralela, acercándose y separándose de forma continua - ni que las motivaciones de Santos queden sin explicar: es un personaje al que conocemos no solo por sus actos, sino por la información que se nos va dando de su pasado, lo que era, en lo que se convirtió y lo que quiere volver a ser, con su propio código, amoral y brutal, si, pero código al fin y al cabo. Te concedo, eso si, que la fuerza de Santos hace que eclipse un poco a los personajes secundarios, aunque no hasta el punto de convertirlos en inexistentes. De hecho, el personaje que hace Juanjo Artero es fundamental en la película por muchas razones. Y a mi personalmente me encarga el siniestro tipo ese encargado de esa especie de servicio secreto que se entrevista con la juez en el bar.
Insisto, supongo que es cuestión de gustos, pero a mi me parece una película muy potente.
Gracias por tus reflexiones.
D.
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