sábado, agosto 26, 2006

LA JOVEN DEL AGUA, La fábula en el espejo

Hace ahora dos años escribí en mi reseña de The Village (El Bosque) que quizás la más importante de las intenciones últimas del realizador M Night Shyamalan en sus películas era conseguir, más allá del estilizado envoltorio narrativo de las mismas, deslizar en el espectador una serie de cuestiones de tipo moral que permiten a éste volver una y otra vez a sus películas sin que éstas pierdan un ápice de su interés incluso cuando ya somos conscientes de antemano de esa resolución que a veces se apoya en un giro final sorprendente o inesperado. Shyamalan es, además de uno de los cineastas más dotados de la actualidad, un realizador profundamente humanista y moral que se siente siempre en la obligación de ofrecer al espectador algo más que un par de horas de buen entretenimiento: toda su filmografía está cargada de continuas invitaciones a la reflexión sobre el sentido de nuestra propia existencia, la manera que tenemos de enfrentarnos a los problemas cotidianos de la vida o nuestra relación con el mundo y las personas que nos rodean. Esa intención universal nada oculta provoca que uno pueda aproximarse a la filmografía de Shyamalan desde el enfoque que más le interese y quedarse con él, lo que probablemente explica en gran medida su éxito internacional.
Dicho de otro modo ¿es El Sexto Sentido un notable filme de fantasmas o todo un ensayo sobre la necesidad de resolver en vida todo aquello que verdaderamente importa? ¿Unbreakable es una peculiar aproximación al cine de superhéroes o una reflexión sobre la importancia de hacer aquello a lo que uno parece estar destinado en la vida?¿Señales es un filme sobre una invasión alienígena o sobre como recuperar la fe y que todo, incluso lo más horrendo, sucede por un motivo?¿The Village es un film sobre monstruos o una disertación sobre el poder del miedo como herramienta de control? Lo verdaderamente interesante del cine de M. Night Shyamalan es que todas las cuestiones anteriores se responden de la misma forma: ambas cosas. Y sobre todo, que el realizador de origen indio afincado en Filadelfia se dedica con el mismo afán a conseguir que ambas partes de la ecuación tengan la misma importancia, de tal manera que ni las cuestiones que plantea el fondo de sus filmes diluyan la forma ni que su estilizada y elaboradísima puesta en escena distraiga tanto al espectador como para percibir el sutil mensaje subterráneo, profundamente moral y humanista, que encierra todas sus películas.

La Joven del Agua es un ejemplo de continuismo dentro del personal Universo Shyamalan. Con una peculiaridad que la hace interesante ya que en cierto sentido y sin abandonar ni por un instante todos los temas que le son caros al realizador, La Joven del Agua funciona como una suerte de reflejo a lo que supuso su anterior filme, The Village, en su filmografía. Si en aquel los líderes de una comunidad utilizaban sus conocimientos de ancestrales mitologías para construir una sociedad cuyo elemento central y aglutinador era el miedo a las criaturas que habitaban los bosques que la rodeaban, en La Joven del Agua se da el procedimiento inverso: son las criaturas mitológicas, largo tiempo olvidadas por el ser humano, las que hacen acto de presencia en otra comunidad – en esta ocasión los vecinos de una urbanización cercana a un bosque – y es la progresiva toma de conciencia del elemento fantástico como una realidad la que (como ya sucedía en El Protegido o en Señales) hace que ese grupo de individuos variopintos que apenas guardan relación unos con otros encuentren una causa común que les sirve de detonante para encontrar sentido a sus vidas, superar sus problemas personales o, simplemente, desarrollar un perdido sentido de pertenencia a una comunidad que les hace crecer y, en suma, convertirse en mejores seres humanos.Es una fábula para adultos, sí, como también lo era The Village, pero también es una fábula en un espejo, como los que los personajes utilizan para descubrir a las criaturas que les amenazan: la realidad alimenta la fábula, el cuento, y éste a su vez les devuelve una visión mejorada de si mismos.
Cleveland Heep – un Paul Giamatti tan brillante como acostumbra en su papel de hombre descreído de si mismo y derrotado por las circunstancias que no está muy alejado del de Mel Gibson en Señales o Bruce Willis en el Protegido– se limita a aceptar la increíble presencia de Story, una ninfa, una narf, - a la que por cierto la acertada Bryce Dallas Howard dota de toda la carga de ternura e inocencia que el personaje requiere, algo a lo que le ayuda tanto su talento interpretativo como su más que adecuado físico - que proviene de un mundo acuático con la misión de inspirar a un escritor para que su obra a su vez inspire a la Humanidad. Su presencia en nuestro mundo, amenazada por una criatura de afilados dientes e infinita capacidad de confundirse con el entorno para hacerse invisible, obliga a Cleveland a embarcarse en una búsqueda de aliados humanos que sean capaces primero de creer que acaban de embarcarse en un cuento y segundo, que sepan cual es el papel que han de jugar en él.Shyamalan, como siempre, se toma su tiempo en establecer la historia y en presentarnos a los múltiples inquilinos de esa urbanización que tendrán su importancia en la historia. Como siempre, ningún detalle está dejado al azar - si acaso, se le puede acusar de ser un poco menos sutil que en anteriores ocasiones: La Joven del Agua resulta algo más previsible que sus películas precedentes - y, también como siempre, su premeditado ritmo lánguido desesperara a los amantes de las emociones rápidas y los montajes entrecortados a la vez que su sentido de la planificación y su elaborada narrativa dejará satisfechos a sus defensores, que volverán a encontrar en La Joven del Agua motivos para maravillarse con la enorme creatividad de este director, muy por encima de la media de la mayor parte de los realizadores norteamericanos de hoy en día. Y ello pese a que en la primera media hora de la cinta el realizador – que ha cambiado de director de fotografía para la ocasión, Christopher Doyle y que pasa mucho más tiempo delante de la cámara que en sus anteriores filmes con un papel mucho más relevante – juegue mucho más de lo acostumbrado con la cámara al hombro y normalice un tanto su sofisticada puesta en escena, como si pretendiera alejarse de sus marcas visuales más reconocibles.
Sin embargo, La Joven del Agua está llena de momentos que denotan la inequívoca mano de su autor, un hábil creador de atmósferas malsanas capaz de conseguir que una simple piscina de urbanización o el jardín que la rodea sean a la vez un lugar de esparcimiento y un sitio de lo más amenazante - una vez más, y son incontables en su filmografía, el agua no es tanto una fuente de vida por mucho que Story provenga de ella, sino un ambiente hostil no apto para los humanos -; los enfrentamientos con el agresivo Snart no son tanto motivos de sobresalto como elaborados duelos de tensión, a veces incluso resueltos en off, que prueban una vez más el elegante sentido del suspense que tanto gusta al realizador; hay multitud de planos con enfoques poco habituales que, sin embargo, nunca dan la impresión de ser gratuitos o complacientes sino que siempre están al servicio de la historia, James Newton Howard vuelve a deleitarnos con otra elegante partitura de las suyas, etc.Con todo, los detractores de Shyamalan argumentarán (no sin razón) que La Joven del Agua no aporta gran cosa nueva a la filmografía de Shyamalan y que la mayor parte de sus virtudes, ya sean estrictamente cinematográficas o derivadas de su mensaje humanista estaban mejor desarrolladas en sus obras anteriores. O dicho de otro modo, que La Joven del Agua indica en el mejor de los casos una preocupante tendencia a la baja en el cine de Shyamalan y una simple repetición de fórmulas suficientemente probadas en el peor de ellos. Estando básicamente de acuerdo en que no es ni mucho menos la obra más lograda de su realizador, en su defensa diré que percibí en la película dos elementos permiten puntualizar tales críticas.
El primero es la ambición por parte del realizador de manejar repartos más amplios, dando espacio a muchos más personajes secundarios que en sus anteriores filmes que si bien en algunos casos no pasan de la simple anécdota para hacer avanzar mecánicamente la trama, en otros adquieren mayor complejidad. El ejemplo más perverso y a la vez divertido es sin duda ese desagradable crítico de cine interpretado por Bob Balaban a través del cual Shyamalan parece haber querido ajustar cuentas con esa crítica USA que tan incomprensiblemente le maltrata y cuyo principal interés no es tanto su amarga y pedante personalidad, sino su condición de experto en tramas que sirve para que Shyamalan juegue al despiste con la complicidad del espectador.El segundo es una mucho mayor presencia del sentido del humor, un elemento con el que el realizador ya había coqueteado en Señales y The Village. Sin duda que tanto la presencia de un actor de innegable talento cómico como Giamatti unido a esta tropa de inquilinos a cual más extravagante que harían las delicias de un Alex de la Iglesia que quisiera emprender un remake USA de La Comunidad ayudan no poco a que Shyamalan explore sus posibilidades en ese campo, si bien el resultado es de lo más desigual, abundando tanto momentos logrados – una vez más hay que citar a Bob Balaban – con otros que no lo son tanto.
Por último, y aunque no es algo precisamente novedoso, creo que es de justicia resaltar que dentro de la habitual exaltación de la fe (entendida no en el sentido religioso del término, sino en el de fe en uno mismo y en la propia capacidad para conseguir lo que uno se propone) a la que Shyamalan nos tiene acostumbrados en sus películas, La Joven del Agua parece querer advertirnos sobre los peligros de ir demasiado lejos en la alegre aceptación de según que cosas: incluso dentro de un relato de estas características en el que los personajes han de hacer el esfuerzo de creerse en lo que están metidos, alguno se deja llevar tanto por su propio entusiasmo que resulta contraproducente. Y es que en el cine de Shyamalan siempre ha habido monstruos, pero el sueño de la razón, ya lo sabemos, también los produce.
La Joven del Agua no es, en suma, una película fácil. Exige un enorme esfuerzo al espectador para que deje de lado las inevitables dosis de incoherencia que tiene todo cuento, también presentes en la película, y entre por completo en el juego que propone. Un enfoque demasiado cínico o demasiado objetivo nos sacarán del filme desde el principio y pueden convertir esta gozosa experiencia en algo de lo más tedioso. Pero precisamente de eso se trata la arriesgada apuesta de esta película de Shyamalan, uno de los pocos directores que mantienen hoy en día un control absoluto de sus obras: demostrar que tiene la capacidad de atemorizarnos y hacernos soñar a la vez con los cuentos y leyendas que siempre han estado ligadas a la Humanidad y que, en el fondo, son la base de sus relatos. Shyamalan convencerá más o menos y le podrán acusar de muchas cosas, pero jamás de falta de coherencia consigo mismo.

2 comentarios:

Nesdy dijo...

Hola!! Hacía tiempo que no me pasaba por aquí. Tengo el ordenador estropeado, así que casi no me conecto a internet. Ayer también yo fui a ver La joven del agua (Quería ver "United 93", pero no la echaban). No soy una gran fan de Shyamalan, pero tampoco es que me parezca horrible. Sólo he visto sus dos últimas películas ("El bosque" y ésta), ya que me contaron el final de "El sexto sentido" cuando iba a verla en DVD, me contaron "Señales" con todo lujo de detalles y "El protegido"... bueno, ésta me la fastidié yo sola. Así que fui a ver "La joven del agua" sin tener ninguna clase de expectativas con respecto a la película. Y la disfruté como una enana. Tampoco es que me haya parecido un gran peliculón, pero la peli es entretenida y, aunque algunos momentos de "humor" no tienen la más mínima gracia (me estoy acordando de cuando Cleveland tiene que hacer de niño delante de la mujer que conocía el cuento), en general la película me dejó con la sonrisa en la boca. Y creo que el final merece una mención especial. Me encanta como se ve todo desde debajo del agua.

Besos,
Nesdy

Anónimo dijo...

"La joven del agua" es una fábula, creada y puesta en imágenes por Shyamalan, quien otra vez busca el beneplácito del espectador, ante la imaginación desbordante de sus imágenes.
El resultado es aceptable a nivel de entretenimiento, pero poco convincente en todo lo demás.
Como fábula o cuento moral para adultos (pues es para adultos, los niños se morirían de miedo), no hay que buscarle realismo alguno, así que hay que creer a pies juntillas todo lo que se ve. Sí, de acuerdo, pero cualquier historia debe tener una plasmación seria, por muy fábula que sea. Y esto, creo que no lo logra Shyamalan en todo momento, yéndosele de las manos algunas cuestiones, como los diálogos del tercio final, que resultan ridículos y causan la hilaridad de los espectadores (si lo digo es porque cuando la he visto en el cine, la peña se descojonaba al oírlos, no por otra cosa).
La película comienza francamente bien y Shyamalan logra, como siempre, crear una atmósfera subyugante, donde realismo y fantasía se dan de la mano bastante bien.
Lástima que poco a poco, pero irremediablemente, la cosa degenera un tanto, no logrando, creo, que el espectador se apasione por lo que ve. Antes al contrario, se corre el riesgo de desconectar en gran medida, dado el camino que sigue la historia. Así, atónitos, asistimos a un espectáculo desigual, con el ritmo adecuado de su director, prometiendo mucho y no dando tanto, ni mucho menos, al finalizar. Una parte final que, si no cae de lleno en el ridículo, poco le falta, pese a ocasionales escenas maravillosamente planificadas, como el enfrentamiento entre "el guardián" y el malo de la peli, por así decirlo, o el momento en que el crítico de cine ve al mismo personaje maligno. Un momento lleno de ironía y sarcasmo, una crítica bastante maja de cierto cine comercial actual.
Es posible que sea cuestión de tener el corazón de un niño para comprender y amar este singular filme, pero creo que, lastimosamente, lo único que sucede es que cada película de Shyamalan es peor (o menos buena) que la anterior. Va en franca regresión, a mí no me cabe duda. Pero supongo que seguirá teniendo legiones de seguidores, lo que no me parece mal.
Pero entre lo que intenta y lo que logra hay una gran diferencia.
Menos mal que la simpleza de la historia, está muy bien maquillada por el empaque técnico, con una bonita y pegadiza música de James Newton Howard y un Paul Giamatti y Sarita Choudhuri, francamente estupendos.
Amén de la fotografía. Sin estos elementos, la película parecería mediocre, sin lugar a dudas.
En fin, que no me ha convencido aunque sí me ha hecho pasar el rato, pues como sucede siempre con este director, sabe mantener el interés, un interés que es ficticio, pero ahí radica la calidad de Shyamalan, que nos la vuelve a meter doblada. Tiene mérito, sí.