sábado, noviembre 01, 2008

SEMINCI 2008 Cronica 8: La Buena Nueva, Adoration, Young at Heart

Después del considerable fiasco que supuso La Mujer del Anarquista la verdad es que vivía con cierta aprensión el pase de La Buena Nueva, película de Helena Taberna que cerraba la amplia participación española en esta edición de la Seminci y que, como aquella, tenía como marco la Guerra Civil Española. Había un justificado temor a la impostura, al maniqueismo, a una enésima revisitación que no aportara nada nuevo. Pero La Buena Nueva tiene como temática algo que se ha abordado relativamente poco en el cine sobre la Guerra Civil: el papel jugado por la Iglesia durante ese conflicto desde la perspectiva de un joven cura que antepone sus obligaciones para con sus feligreses a la Santa Cruzada que promulgan sus superiores eclesiásticos en connivencia con el bando nacional.La directora de Yoyes se basa en una historia real, la protagonizada por un familiar suyo, para contar el conflicto desde la óptica de Miguel, un joven párroco que llega en Julio de 1936 a un pequeño pueblo navarro gobernado por un alcalde socialista y dividido entre los partidarios de la Republica, un puntito anticlericales, y los conservadores carlistas de toda la vida, que esperan a que llegue su momento. Testigo de las represiones una vez comenzado el conflicto, Miguel reacciona poniéndose del lado de sus feligreses sin importarle su ideología. O sea, practicando el Evangelio tal y como se supone que hubiera hecho Cristo, algo que no se entiende demasiado bien por parte de los falangistas y carlistas que controlan el pueblo, que no ven con demasiados buenos ojos al curita ese que no parece demasiado entusiasmado con la Santa Cruzada.La Buena Nueva es al mismo tiempo una historia de amor soterrada, la que tiene lugar entre Miguel y Margari, una joven viuda maestra del pueblo cuyo marido fue fusilado en los primeros días. No, no teman, afortunadamente no estamos ante una historia de pasión tipo El Pájaro Espino. Más bien se trata de una relación de amistad y complicidad que lentamente va evolucionando hacia algo distinto y que funciona como detonante de algunos de los hechos que luego acontecen en la historia, al ser la viuda pretendida por su primo, un carlista cobarde que la ama desde hace años y que aspira a convertirla en su esposa por el sencillo método de dejarla sin otra opción para salir adelante con su hija. Creánme, funciona algo mejor en pantalla de como suena.Al contrario que muchos, soy de los que piensan que la Guerra Civil Española sigue y seguirá en el futuro siendo la fuente de un uen número de historias interesantes que merecen ser llevadas a la pantalla. La Buena Nueva es un buen ejemplo de cómo puede contarse una vez más la misma historia desde una óptica algo novedosa y solo por su afán en denunciar el bochornoso papel que jugó la Iglesia mirando para otro lado mientras se desataba la represión más sangrienta – cuando no participando tan entusiasta como activamente en la misma – merece la pena echarle un ojo a esta historia tan previsible como en el fondo eficaz. Helena Taberna procura en todo momento no caer en los maniqueismos habituales y se apoya sobre todo en un buen trabajo de sus actores: Unax Ugalde hace aquí un buen papel interpretando a ese cura idealista que asiste impotente a cómo se pervierten de manera torticera los valores cristianos en los que cree mientras que Bárbara Goenaga le da credibilidad a esa viuda cuya forma de pensar evoluciona con todo lo que sucede a su alrededor, aunque están incluso mejor secundarios como Gorka Aginagalde o Mikel Tello, personajes bastante bien trabajados desde el guión, que se convierte gracias a su solidez en la principal razón del buen nivel general de una propuesta sutil, casi siempre acertada, que consigue sus mejores momentos tanto en detalles como el batallón de curas armados con bayonetas entrenándose en el seminario para partir al frente como en decisiones arriesgadas como el montaje paralelo final, perfecta imagen de la forma de vivir el conflicto de los dos bandos, capaz de generar una profunda emoción en el espectador.
Un adolescente es empujado por su profesora a llevar a cabo un interesante ejercicio ante su clase: contar una historia ficticia según la cual su padre fue un terrorista palestino capaz de enviar a su madre canadiense embarazada a Israel con una bomba oculta en su maleta, destinada a hacer volar el avión en pleno vuelo, bomba que fue descubierta por los servicios de seguridad del aeropuerto. La monstruosidad de alguien que es capaz de idear un plan que llevará a la muerte de su esposa y su hijo no nato genera una tormenta de ideas contrapuestas sobre las razones por las que alguien sería capaz de hacer algo semejante – o sea, la razón última del terrorismo – se convierte en un fenómeno global en cuanto la historia llega a Internet donde cada vez más y más personas aportan su opinión sobre tan apasionante tema. A todo esto, el joven que cuenta la historia está indagando en su propio pasado, en la muerte de sus padres en accidente de tráfico y mantener su ficción le afecta mucho más de los que quiere reconocer, identificándose más y más con ese personaje ficticio mientras su tio, la persona encargada de criarla tras la desaparición de sus padres busca la forma de luchar con sus propios prejuicios frente a otras culturas distintas a la suya.Hay en Adoration, el último y muy brillante trabajo de Atom Egoyan, muchos más elementos que éstos que acabo de citar, que solo son la punta del iceberg de un filme francamente enrevesado y exigente – pero al mismo tiempo apasionante – en el que se dan cita una vez más muchos de los elementos familiares del autor de Exótica o El Dulce Porvenir: las heridas de un pasado desconocido que solo se irá desvelando lentamente ante nuestros ojos, una narración alambicada y nada convencional en la que a poco que uno se despiste puede perderse con facilidad en el laberinto narrativo y emocional que construye y por encima de todo, el enorme interés del realizador canadiense por lanzar interrogantes al espectador en lugar de resolvérselos, apoyándose en esta ocasión de una forma sorprendente en el desarrollo de las nuevas tecnologías para estudiar como éstas pueden ayudar a acercar a las personas a la vez que se da la paradoja de generar tal sobredosis de información, tal exposición de la propia intimidad y de la propia opinión que a veces resulta una tarea francamente díficil extraer algo valioso de semejante caos.Los habrá que argumenten que Egoyan no evoluciona y que su último trabajo es poco más que una revisitación de los temas que siempre ha tocado utilizando las mismas fórmulas narrativas que ya se han convertido en señas inequívocas de estilo. Ja. Les digo una cosa: es sumamente díficil conseguir que semejante artefacto narrativo, que lanza a discreción bombas de todo tipo al espectador en forma de preguntas sin respuesta y le obliga a reflexionar sobre el terrorismo, el pasado, el dolor, la venganza, la necesidad de comprender, la violencia, la aleatoriedad y decenas de cosas más, funcione de tal forma que su complejidad inicial se vaya despojando de sucesivas capas hasta llegar a la más pura emoción. No he visto en toda la Seminci un guión tan estimulante como el de Adoration, una película diseñada a propósito para ser disfrutada mucho más, estoy seguro de ello, en un segundo visionado, ya que son tantas y tan ricas las múltiples lecturas que pueden sacarse de ella que resulta literalmente imposible – y menos a estas alturas de festival, con semejante cargamento de películas a nuestras espaldas – sacarle todo el partido. Obra grande, compleja, exigente y brillante esta Adoration que, incomprensiblemente, aun carece de distribución en España. Una auténtica lástima.
Las peliculas de clausura de un festival, como las de inauguración, tienen un componente lúdico o arriesgado que las hace distintas al resto de propuestas del mismo. Cuando uno ve en las primeras imágenes de Young at Heart a una nonagenaria sobre un escenario cantando a grito pelado los primeros compases de la mítica canción de The Clash “Should I Stay o Should I Go” mientras un puñado de entusiastas vejestorios están a su espalda haciendole los coros, sabes, después de pasarte un buen rato frotandote los ojos y dudando si lo que acabas de escuchar es real, que éste va a ser el caso. Young At Heart narra la forma de trabajar de este coro único en el mundo compuesto por jubilados de entre 75 y 93 años de Northampton, Massachusetts, que en lugar de dedicarse a pasar los últimos días de sus vidas descansando apaciblemente en sus casa o vegetando en cualquier residencia de ancianos, dedican su tiempo a ensayar para poner en pie delirantes versiones de temas de grupos tan distintos como Coldplay, Radiohead, Talking Heads, Sonic Youth, Jimi Hendrix o Los Ramones. Acojonante.Es complicado explicar en palabras las emociones tan diversas que produce este conmovedor documental. Uno se da cuenta que está ante algo especial cuando, en los primeros ensayos del nuevo espectáculo que tienen que montar, el director del mismo, Bob Cilman, aprieta con profesionalidad a sus integrantes mientras elige delirantes parejas para sus versiones: un septuagenario con dolores de espalda que apenas puede moverse con una tatarabuela octogenaria muy marchosa son los encargados de, pasménse, acometer el “I Feel Good” de James Brown. Otros tres liderarán al grupo en un trabalenguas, el “Yes We Can Can” de Allen Touissant cuya interpretació causaría problemas a cualquier banda joven y hasta se atreven con la tremenda “Schizofrenia” del grupo Sonic Youth. Produce la misma conmoción que si uno viera a su abuela lanzándose en tumba abierta a cantar los grandes éxitos de Extremoduro.Stephen Walker, director de Young At Heart, tiene la inteligencia de retratar la increíble energía y determinación de este insólito coro aprovechando la ocasión para demoler un buen puñado de estereotipos según la vida de los integrantes del mismo desfila ante nuestros cada vez más alucinados ojos: ni los achaques, ni la dificultad de los temas, ni siquiera la muerte repentina de alguno de sus integrantes es capaz de disuadir a estos vitalistas ancianos de seguir haciendo lo que más les gusta como una maravillosa forma se mantenerse vivos y activos. Esto no es karaoke ni una simple diversión: estos tipos, empezando por su exigente director, se lo toman fancamente en serio, dándonos a todos una valiosa lección sobre la forma en la que nos enfrentamos al desafío de la vida cuando ésta parece estar cerca de acabarse. Cuanto más conocemos a los miembros de este coro, mejor entendemos su determinación, que llega en algunos casos a poner en riesgos sus vidas para acudir a un simple ensayo, para mantener viva la ilusión por volver a subir a un escenario, para seguir formando parte de algo que les da la vida.Young At Heart contiene muchos momentos memorables. Y no me refiero a los surrealistas videoclips que interrumpen de cuando en cuando la narración – no hay que perderse el I Wanna Be Sedated de The Ramones, cuya letra cambia completamente de sentido al ser interpretada por estos ancianos, o la muy delirante versión del “Stayin’ Alive” de The Bee Gees al más puro estilo Fiebre del Sábado Noche – sino a momentos de genuina emoción como ese “Forever Young” de Bob Dylan interpretado en circunstancias muy especiales en una cárcel ante decenas de reclusos cuyos rostros conmovidos reflejan la emoción que les produce ese grupo de ancianos que cantan para ellos. O el concierto final, donde se escuchan los temas que el grupo ha venido ensayando durante todo el documental con resultados sorprendentes. Pero sobre todo, la maravillosa versión del “Fix You” de Coldplay que hace Fred Knittle, un hombre con una voz profunda tan maravillosa que hará que se le pongan todos los pelos de punta. Young at Heart es una hermosa y sentida película que hará las delicias tanto de los aficionados a la música como de aquellos que busquen una historia sencilla, humana y repleta de vitalidad que nos haga replantearnos nuestras quejas ante algún achaque: viendo como se manejan estos ancianos cualquiera se atreve a quejarse de un resfriado.
- Para mi, leche frita
- Para mi también
- Que sean tres
- Vale, Espiga de Oro por mayoría a la Leche Frita del Colombo.
Alli estábamos un año más, con los cafés y alrededor de una mesa de nuestro cubil habitual, haciendo balance del Festival, puntuando del uno al diez toooodas las películas de la Sección Oficial y otorgando nuestro propio Palmarés. Pero sobre todo, divirtiéndonos.

- Pues yo quiero poner un ex–aequo en esta categoría ¿por qué no puedo poner a dos en la misma
- Pues porque eso es trampa, hombre. Hay que decidirse por una que para eso hay ocho categorías para repartir premios entre las películas.
- ¿Y si hay dos que te han gustado por igual?¿Tu no defenderías eso en el Jurado?
- Si estuviera yo en el Jurado iba a estar yo aquí con la libretita aguantandoos a vosotros
- ¿Ponemos los que nosotros votaríamos o lo que creemos que va a salir?
- ¿Pero como quieres meterte en la cabeza de esos seis? Anda, pon lo que tu darías y no des más el coñazo
- Oye, al puntuar del uno al diez las películas ¿vale poner medios puntos? Es que eso ayuda mucho a decidir entre dos que están poco más o menos
- Bueeeeeno
- Pero ¿otra vez estás haciendo la plantilla a mano? ¿Cuándo vas a aprender a ser un secretario como dios manda y traertela hecha de casa?- Oye, ya puestos ¿por qué no ponemos una categoría de valoración conjunta del Festival, organización y tal?
- Eso, y de paso valoramos a las chicas de organización, si son más o menos guapas que las de el año pasado, no te jode
- Se te va a manchar la libreta al ponerla sobre el mantel... Ups, tarde
- ¿Para quién era el carajillo?
- ¿Todavía no lo sabes después de toda una semana comiendo aquí?
- ¿Alguien tiene una calculadora para hacer las medias?
- Como no empecemos pronto no llegamos a la peli de clausura, os adviertoCon el tiempo, hemos acabado por convertir la porra del Colombo no solo en una tradición, sino en una forma de arte: repetimos los mismos chistes año tras año, nos entran las mismas dudas de última hora, consultamos el catálogo, nos peleamos para ser originales – a veces demasido originales – y sacamos nuestras conclusiones entre risas y cierto regustillo amargo porque sabemos que se acerca la hora de separarse de los que han sido tus compañeros durante la Seminci. Según los resultados, Cerezos en Flor y Maria Larsson son las mejores propuestas de esta edición y deberían repartirse las Espigas de Oro y Plata; Estomago debería ganar el premio de Dirección Novel, la mejor actiz debería ser Maria Heiskanen por Maria Larsson y el Mejor Actor Elmar Wepper de Cerezos en Flor, hay mucha discusión en el guión donde podrían encontrar su sitio Adoration o Terriblemente Feliz, la fotografía también se divide entre Maria Larsson, Desierto Adentro o La Ventana y la BSO debería ser para Illarramendi por La Buena Nueva. Poca opción para la sorpresa, con lo cual nos volverá a pasar lo de San Sebastián y nos divertiremos con el Jurado cuando hoy sábado a partir de las 12:30 haga público el palmarés. Veremos.

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