martes, abril 14, 2009

SEÑALES DEL FUTURO, Tendencias ante el Apocalipsis

¿Existe una cierta nueva tendencia en el último cine fantástico y de ciencia-ficción que nos llega desde Hollywood? Siendo un poco capcioso – es decir, eligiendo para sustentar dicha teoría los títulos que la inspiran y prescindiendo de aquellos que no, además de los muchos que desconozco – podría aventurar que la coincidencia en apenas unos pocos meses de obras como Monstruoso (Cloverfield, Steve Reeves), La Niebla (The Mist, Frank Darabont), El Incidente (The Happening, M. Night Shyamalan), o incluso el remake de Ultimátum a la Tierra (The Day the Earth Stood Still, Scott Derrickson) han conseguido, pese a las múltiples diferencias temáticas y estilísticas de todas ellas, crear la impresión de que Hollywood no teme ya a películas catastrofistas o que dibujan un futuro más bien poco alentador para la humanidad sino que aprovecha esta conciencia global de que habitamos un mundo bastante inestable para apadrinar un tipo de propuestas cuyo sentido del riesgo y cierta voluntad transgresora encajan bien en este traumatizado mundo post 11-S que habitamos.Señales del Futuro es una película que parte de una idea sumamente interesante: una cápsula del tiempo enterrada por unos niños cincuenta años atrás encierra entre dibujos que juegan a adivinar el futuro una críptica secuencia de números que predicen diversas catástrofes, el lugar donde acontecen y el número de muertos que provocarán. Esta lista cae en manos de un astrofísico descreído del determinismo que una vez rigió su vida ya que la muerte en accidente de su esposa ha destruido por completo su fe (como le ocurría por cierto al personaje de Mel Gibson en Señales, aunque esta fe no sea religiosa), dejándole a la deriva en un universo que ahora cree regido por el azar más caprichoso e injusto. La forma obsesiva en la que este personaje se aferra a la lógica de unos números capaces de predecir el futuro con aterradora precisión acabará por transportarnos a esa idea del Apocalipsis del mundo tal y como lo conocemos que, en mayor o menor medida, subyace en todas las películas anteriormente mencionadas y que, en mi modesta impresión, pueden conformar esa cierta nueva tendencia a la que antes me refería.
Alex Proyas, que ya demostró sobradamente con su magistral Dark City y en menor medida en El Cuervo y Yo, Robot que sabía moverse con fluidez en los a menudo pantanosos terrenos del mundo digital para forjar imágenes poderosas que estuvieran al servicio de la historia que pretendía contar y no al revés como suele ser habitual, consigue en la primera hora de película una propuesta muy interesante gracias a una mezcla de elementos afortunados: tanto la descripción de ese padre perdido y su a ratos difícil relación con su hijo – no por casualidad con un defecto auditivo que le permite aislarse del mundo real y ser así algo más sensible a ese otro mundo que se oculta tras de él – como el desvelo progresivo de las claves del misterio contribuyen a recrear una atmósfera propicia para que cuando entren en juego los grandes tour de force del relato – dos espectaculares secuencias catastróficas, la primera de las cuales es un elaboradísimo plano-secuencia ejecutado de forma magistral, y la presencia cada vez mayor de ese elemento sobrenatural sumamente perturbador personificado en esos extraños seres que acechan a los protagonistas – engancha por completo la atención del espectador, capaz incluso de pasar por alto algunos sonrojantes agujeros de guión.Por eso, es una lástima que la resolución de Señales del Futuro no esté a la altura de lo que desarrolla en su excelente primera hora y media: a medida que los personajes se ven enfrentados a la evolución de los acontecimientos y no encuentran la forma mejor de escapar a ese destino implacable que dejarse llevar por el puro instinto – como el personaje de Rose Byrne – o por una renacida y obsesiva fe en el determinismo – en el caso del astrofísico interpretado por Nicholas Cage -, se revela igualmente que Proyas ha encontrado muchas dificultades para conciliar la negrura de una historia que apunta en muchos momentos a una sola resolución posible con la necesidad, un tanto impostada y algo a contracorriente, de buscar una salida algo más esperanzada. Al contrario de lo que, en una situación similar, hacían Frank Darabont en La Niebla o Steve Reeves en Monstruoso, Señales del Futuro acaba acercándose algo más al universo redentor del Shyamalan de Señales o El Incidente. Así, de un thriller bien construido con elementos fantásticos pero a un tiempo con los pies bien asentados en la realidad, Proyas desemboca de forma un tanto suicida en la ciencia-ficción más desatada provocando no poca perplejidad. Y es que, hay que reconocerlo, el cóctel final, aun siendo en muchos momentos de lo más estimulante, resulta un pelín indigesto.
No es que Señales del Futuro se malogre por completo en ese tramo final, pese a su estomagante epílogo: al fin y al cabo, si consideramos la propuesta en su conjunto, lo cierto es que esta película de Alex Proyas consigue convertirse por sus propios méritos durante dos tercios de su metraje en una propuesta de lo más estimable que, eso resulta indudable, prueba una vez más la pasión por el género que destila su director: consciente de que la ciencia-ficción siempre ha servido para diagnosticar los males que aquejan a la sociedad que la cobija, Señales del Futuro consigue así configurarse como un ejemplo más de esa tendencia actual de este tipo de cine que parece empujarnos de forma irremediable a preguntarnos si la mejor forma de salvar el mundo no será otra que, enfrentados al Apocalipsis, empezar por salvarnos a nosotros mismos y a aquellos a quien más queremos. Debe ser el signo de los tiempos.

No hay comentarios: