sábado, agosto 07, 2010

ORIGEN La materia de la que estan hechos los sueños

Tengo bastante claro que una de las razones de mi infinita pasión por el cine tiene que ver con el hecho de que es la mejor herramienta que conozco para evadirse de la realidad. El cine tiene esa capacidad maravillosa de trasladarte a otros mundos, de hacerte protagonizar historias que nada tienen que ver con lo cotidiano, de provocarte emociones que probablemente serían inalcanzables de otra forma. Salvo en los sueños. En los sueños uno también consigue evadirse de la realidad o, mejor dicho, redefine la misma a partir de sus elementos más reconocibles: anhelos, frustraciones, fantasías… la capacidad de nuestro propio cerebro de reinventar la realidad mientras dormimos parece inagotable. El cine y nuestra capacidad para soñar están tan relacionados que hay pocas expresiones más acertadas que “pantalla de sueños” para referirse al primero.


Las películas que se instalan de forma consciente en el maleable territorio de los sueños cuestionan de frente nuestra percepción de la realidad tal y como la conocemos. Christopher Nolan va en su revolucionaria Origen mucho más lejos que la mayor parte de las propuestas en este jugoso terreno de los últimos años: allí donde Matrix proponía el desierto de lo real y su sustitución por un mundo virtual que el espectador podía discernir a partir de un determinado momento, Origen superpone varias realidades compartidas a distintos niveles y en una estructura de cajas chinas por un grupo de soñadores que buscan información o implantar una idea en un cerebro ajeno.

De la misma forma, si en ¡Olvídate de Mí! el proceso de borrado del ser querido forzaba a su protagonista a esconderse en lo más recóndito de su mente para tratar de salvar los últimos retazos de recuerdos del mismo en Origen hay quien construye toda una fortaleza onírica en la que encerrar el recuerdo del amor perdido, convirtiéndose a la vez en arquitecto, guardián y un yonqui del mismo; si la reciente Shutter Island obligaba al espectador a un desacostumbrado ejercicio de concentración para no perderse en la fina línea que separaba la locura de la cordura, Origen no da tregua alguna en su continuo flujo de información hasta conformar una compleja y densa red de datos difícil de asimilar incluso para las mentes más despiertas.


Dirán ustedes a estas alturas que todo eso está muy bien pero que no les estoy desvelando nada acerca del argumento de la película. Tienen toda la razón, es algo premeditado. Créanme si les digo que estaría haciendo un muy flaco favor al deslumbrante aparato narrativo ideado por Nolan si revelara algunas de sus claves. Origen es uno de esos largometrajes sobre los que conviene saber lo menos posible antes de entrar en el cine y de los que provocan apasionantes e interminables conversaciones entre aquellos que ya la han visto a la salida, tal es su insólita capacidad de sugerencia.

Baste saber que el director de Memento y El Caballero Oscuro, en un ejercicio de ambición desmedida parejo a su habilidad como narrador y forjador de poderosas imágenes dotadas de una sorprendente fisicidad incluso cuando trabaja con materiales sumamente resbaladizos, dota a su película de una sólida estructura que arranca como si de un filme de James Bond se tratara con una magnética set piece de acción capaz de pegar al espectador a la pantalla, continúa con una minuciosa y fascinante descripción racionalista que intenta fijar las reglas de la invasión y recreación del mundo onírico – con escenas tan deslumbrantes como ese París plegándose sobre sí mismo – , el reclutamiento de un grupo de especialistas que preparan un atraco mental perfecto y acaba derivando hacia el drama personal del personaje interpretado por un esplendido Leonardo Di Caprio, que arrastra al resto y a si mismo hacia una odisea que según va avanzando superpone sus niveles narrativos, emocionales y la acción hasta límites insospechados, noqueándote literalmente en el asiento.


Origen, filme apabullante en todos los sentidos en cuyo interior resuenan ecos del Kubrick de 2001 y del Tarkovski de Solaris y que supone un paso adelante respecto a ese punto de inflexión que fue Matrix, es una obra tan brillante como exigente, tan adulta como entretenida, tan renovadora como fascinante. Un referente ineludible del cine del futuro.


Este artículo aparecerá el lunes dia 9 en el periódico Voz Emérita

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que después de verla en el cine puedo decir que, efectivamente, esta peli va de sueños... del sueño que te entra al verla.

Qué maaaaaaala. Esto no le llega a Matrix ni a las rodillas.

Gori Garcia dijo...

Aún estoy intentando digerir todos los detalles, las secuencias, el montaje... IMPRESIONANTE

Luna dijo...

David, tienes esa virtud de adivinar, lo que pensamos y expresarlo con esa maravillosa narrativa que sólo tú posees y utilizas con tanta facilidad. Pareces un mago, quizá lo seas. Sólo por tus palabras merecería la pena acercarse a esas salas de misterio, de sueños, que nos muestran otros mundos, otras vidas, otros sueños, ...y que hacemos nuestros por una entrada. Como siempre, un placer. Gracias por compartirlo con nosotros.