sábado, febrero 12, 2011

BERLINALE 2011 J01 Margin Call El Premio

MARGIN CALL, La noche previa a la infamia

Probablemente sea un buen síntoma que el cine americano esté demostrando tener cintura y le hinque el diente mucho más rápido de lo habitual con sus películas al derrumbe del mercado financiero del 2008 que llevó a todos a la crisis económica cuyas consecuencias seguimos padeciendo. Charles Ferguson puso nombre y apellidos en su imprescindible documental Inside Job a unos cuantos de los responsables de ese corrupto entramado de Wall Street dedicado a generar incalculables montones de dinero para unos pocos a costa de estafar a muchos y muy posiblemente le den un Oscar al Mejor Documental por ello. Ahora, un joven y prometedor debutante llamado JC Chandor se las ha apañado para juntar un reparto esplendido para recrear de forma tan sobrecogedora como brillante las 24 horas que precedieron al derrumbe de la primera ficha de dominó que acabaría por arrastrar al resto hasta el desastre.

Comienza Margin Call con un despido. Frío, letal, despiadado, sin concesiones. Y uno siente sudores fríos mientras la cámara retrata el darwinismo capitalista en su forma más salvaje, mientras ve como la maquinaria devora sin piedad aquellos que trabajan para ella en un ambiente que fomenta la competición y el éxito a cualquier precio, como se llamó aquí aquella estimable Glengarry Glen Ross con la que esta Margin Call guarda más de un afortunado parecido. De repente, uno de esos jóvenes y ambiciosos tiburones financieros recoge el envenenado regalo de despedida de su mentor y sumando dos y dos, cae en la cuenta que todo se va a la garete, que esa magnífica, prestigiosa, sólida y digna de toda confianza corporación para la que trabaja lleva semanas al borde del precipicio y no hay forma de evitar caerse por él. Así que hace lo más lógico, avisar a sus inmediatos superiores e inicia con ello una serie de reuniones de urgencia en la que la bola va subiendo hacia arriba en una suerte de demostración práctica del nivel de incompetencia descrito por el principio de Peter hasta que el jefe máximo de la empresa, que llega en helicóptero al edificio como si de la caballería se tratase, le suelta en un ambiente de falsa confianza la demoledora frase “Explíquemelo todo como si fuera un niño de cinco años, o un Golden Retriever. Y hágalo en inglés para que pueda entenderlo.”


Lo más terrible de Margin Call es que tuvo que existir un momento así. Estoy convencido que en Lehmann Brothers, Merril Lynch o cualquiera por el estilo, hubo analistas que se dieron cuenta a tiempo de la tonelada de mierda que se les venía encima por haber estado jugando con los ahorros y las ilusiones de mucha gente. Y lejos de hacer algo al respecto – que es el meollo de lo que retrata la película – decidieron en coherencia con sus principios aplicar el sálvese quien pueda y vender todo a sabiendas que esa decisión iba a arrastrar al mercado financiero con ellos. Al fin y al cabo, como razona uno de los personajes del film, ese engañoso Jeremy Irons que lejos de ser el idiota que puede parecer en su primera aparición en pantalla es un tipo tan despiadado como práctico, las crisis son algo cíclico que tienen que ocurrir de cuando en cuando. Y hay que verlas como lo que son, una oportunidad de hacer más negocios. Porque evidentemente a ellos no les va a pasar factura nadie, tal y como demostró Ferguson en Inside Job, ese documental de próximo estreno que haría un excelente programa doble con esta estremecedora película.

Margin Call funciona como un reloj porque descansa sobre un guión repleto de inteligencia y ritmo admirablemente bien llevado a la pantalla por un excelente reparto al que además se le nota claramente que creen en lo que están contando. Sus personajes son tipos despiadados, ambiciosos, que incluso cuando sienten por un instante el vértigo que supone ser conscientes del daño y la ruina que van a traer sobre tanta gente con sus decisiones no pueden hacer otra cosa que seguir conduciéndose según los deleznables principios que han regido su existencia. La película explica con fluidez, eficacia y solvencia la estructura interna de esas empresas, la volatilidad de su negocio, esa ingeniería de lo invisible que en algún momento se consideró mucho más valiosa que aquella ingeniería real que construía cosas tangibles. Y lo hace sin dramatismos por más que lo que cuente sea terrible, no esconde el profundo cinismo que destilan unos afilados diálogos que en más de un momento provocan no poca hilaridad, aunque seas consciente que aquello no tiene ninguna gracia. Quizás haya a quien le parezca una película retórica o que simplifica cosas que son mucho más complicadas. A mi sin embargo me parece un retrato bastante acertado de ese mundo, tan humano en el peor sentido del término – el de Hobbes, para entendernos – que no me resulta para nada ni ajeno ni desproporcionado.


EL PREMIO Represión, naturalidad y desesperación.

Paula Markovitch, directora de El Premio, escribió un par de apreciables guiones para Fernando Eimbcke, Temporada de Patos y Lake Tahoe, antes de dirigir un par de cortos y dar el salto al largo con esta película de indudables tintes autobiográficos. En una casita medio en ruinas al lado de la playa durante un feroz invierno, una madre y una hija se esconden de la represión de la dictadura argentina. Viven alejadas del mundo, refugiadas en sobrevivir, esperando que pase la tormenta y rezando para que los milicos no las encuentren. La protagonista no es tanto esa madre desesperada sino la hija, que a sus siete años busca, como todos los niños, la forma de hacer alegre su existencia y trata de entender lo que le rodea aunque se le escape mucho de ese mundo de los adultos que la condiciona.


El recurso de utilizar la mirada inocente de un niño para retratar la dureza del mundo adulto no es ni mucho menos nuevo y su directora es bien consciente de ello, así como de la potencia que tiene encontrar a la niña adecuada para que su naturalidad derrumbe cualquier barrera emocional que el espectador pueda levantar. El Premio se beneficia de ello, porque no cabe duda que la mirada de esa niña llamada Paula Gianelli, que navega desvalida por ese mundo pese a su inteligencia y a esos recursos que la diferencian de los otros niños de su clase, es de esas que conquistan al espectador más encallecido. Por otro lado tiene la película un momento de tensión magníficamente generado, de esos que te hacen removerte inquieto en el asiento a la espera de su resolución cuando todo el rato has estado acompañando a esas mujeres en unas vivencias muy duras.


Es una lástima sin embargo que la directora haya optado por una puesta en escena que pretende recrear el hastío de tantas horas en las que no se podía hacer mucho más que esperar a cubierto transmitiendo ese mismo aburrimiento al espectador: planos inacabables, alargadas secuencias siguiendo por la playa a la niña cámara en mano como los Dardenne , ritmo comatoso… No cabe duda que hay dolor en esa película y que la directora sabe muy bien de lo que está hablando. Pero toda la compasión y empatía que uno pueda sentir por esa niña y esa madre desamparadas se diluyen entre reiteraciones innecesarias y fugaces miradas al reloj, lo que siempre es una mala señal.

2 comentarios:

Mow dijo...

Con gran disgusto, me quedé sin ver "Inside Job" en el Festival de Cine Inédito de Mérida, pero por lo que dices parece que va a estrenarse en España, así que espero tener una segunda oportunidad.
Con las fantásticas referencias que tuvo y que le diste, si "Margin Call" no le va a la zaga, habrá también que estar al tanto de esta nueva propuesta.

Mow dijo...

Hemos visto tantas películas sobre la dictadura argentina (y la mayoría estupendas), que da la sensación de que no hay mucho más por decir. Pero el tema ahí sigue, como la guerra civil española, generando nuevas vueltas de tuerca.
Y si no, que se lo digan a Álex, quien por cierto hace un momento llegaba a la Gala con cara de póker. Bueno, no, no era de póker, era más bien de enfado o seriedad, mientras la ministra le cogía del brazo...
¿Podrás ver la Gala? Me temo que no, pero ya te la contaremos y a los mejores momentos seguro que tienes acceso vía web.
Un abrazo.