viernes, febrero 11, 2011

BERLINALE 2011 Prologo: Valor de Ley

Berlín me ha recibido en mi primera vez con buen tiempo, lo que agradezco y a la vez me provoca no poco desconcierto ya que el año pasado se alcanzaron por aquí los veinte grados bajo cero mientras que yo llevo dos días paseando bajo un tiempo casi primaveral que me ha permitido empezar a descubrir sin problemas esta ciudad extraña y fascinante que durante los próximos diez días será el centro de la atención del cine, condición que le otorga el ser el primero de los cuatro festivales categoría A del viejo continente. Para mi, que empecé esta aventura de opinar sobre cine en la radio allá por 1997, me pasé a la crítica de cine escrita en el 2001 y programo el Festival de Cine Inédito de Mérida desde el 2005, esta 61 Berlinale supone franquear una nueva frontera, renovar la ilusión y pensar que es muy cierto aquello de que no hay mal que por bien no venga. No sé lo que me deparará el futuro – ojala mi carrera profesional transcurra más cercana al cine de lo que lo ha sido hasta ahora – pero es cierto que si no fuera por mi nueva situación de desempleado – y la inestimable ayuda de mi anfitrión en Berlin, el periodista Wolfgang Martin Hamdorf, viejo colega de correrías en muchos festivales – ahora no podría estar disfrutando esta aventura. Pero vamos al cine, que es lo que importa.

VALOR DE LEY, Los Coen animan el prólogo de la Berlinale con un Western cínico pero no desmitificador.

Quiso el azar que mi primer pase de prensa en Berlin fuera True Grit (Valor de Ley) el western que se han marcado los magníficos hermanos Coen tras desconcertar a propios y extraños con aquella maravillosa e incomprendida marcianada que fue Un Tipo Serio. A mi me caen muy bien los Coen. Aunque a veces entreguen películas que no estén a la altura de lo que habitualmente se espera de ellos, tengo clarísimo que estos tipos se mueven única y exclusivamente para plasmar en imágenes historias que les apasionan de verdad, sientes que su cine es una prolongación de un estado de ánimo que no entiende de géneros y códigos o mejor dicho, los retuerce y hasta desnaturaliza para adaptarlos a su peculiar concepción de la vida. Quizás por eso suele ser habitual esa sensación de extrañeza cuando uno se enfrenta a una película de los Coen. Quizás su principal seña de identidad sea el desconcierto que provoca una película cuyos códigos reconoces al instante pero que luego se complace en desmontarlos para rehacerlos de una forma personal y distintiva.


Reflexionaba sobre todo esto viendo las primeras imágenes de True Grit, un falso remake de la película del mismo título que protagonizó John Wayne y dirigió Hathaway allá por 1969 dado que los Coen han vuelto sus pasos sobre la novela original que dio pie a ambas versiones para ofrecer su propia interpretación de la misma. Y reflexionaba sobre ello porque en la primera media hora resulta condenadamente difícil saber hacia donde demonios encamina sus pasos tan peculiar western. Si, tenemos la figura del narrador, indispensable en el cine de los Coen – su voz es la de Mattie, la protagonista – y tenemos una estructura clásica: la venganza que esa niña quiere cobrarse a toda costa en la figura del asesino de su padre, para lo cual contrata a un duro y peculiar marshall que le ayude en tan peligrosa empresa. Sin embargo, los Coen no entran directamente en el meollo de la propuesta. Se complacen presentando a sus personajes en situaciones que ilustran sobre su carácter testarudo y decidido a toda costa (Mattie negociando con el jefe de su difunto padre), la brutal forma de entender su trabajo de Cogburn (la declaración en el juicio) o el ridiculo en el que se puede caer por darse demasiada importancia (la primera conversación del Ranger Matt Damon con Mattie) y todo está teñido de un humor muy sutil que hace que la película tarde en entrar en materia hasta crear en el espectador una sensación de desconcierto.

True Grit es una película de aprendizaje. Por las malas. Mattie – una sensacional Hailee Stanfield – convive con la muerte al principio, durante y al final de la película. De hecho, la película se abre con un plano de su padre muerto sobre la que oímos su voz en off, su primera escena es frente al ataúd de su padre y cerrará la película en otra tumba, tras haber presenciado varias ejecuciones y asesinatos, descolgado ahorcados, ver como se profanan cadáveres, sacrifican caballos y sufrir una experiencia demasiado cercana a la misma. Todo en True Grit gira en gran parte alrededor de esta idea iniciática de la necesidad de descender a los infiernos y convivir con la muerte de cerca como peaje para entrar en la vida adulta y otra deliciosa idea: la de que Mattie, Cogburn e incluso LaBoeuf pertenecen a un mundo, aquel del Oeste arquetípico, que se halla en plenas vías de desaparición y cuyos valores por más que merezca la pena aferrarse de forma desesperada a ellos, no traen nada mas que esterilidad y olvido a los que los practican.

Sin embargo, True Grit no es ni mucho menos un western crepuscular, desmitificador al estilo de Sin Perdon o de alguna joya de Peckinpah. Muy al contrario, los Coen juegan la baza del reconocimiento y lo que hacen es barnizar de un muy saludable cinismo los personajes y situaciones arquetípicas que manejan, hasta conseguir una propuesta original, casi podría decirse que única en su estilo, capaz de conjugar en su interior el socarrón humor que los Coen son capaces de destilar – no faltan las escenas divertidas en la película, especialmente a cargo de un Jeff Bridges que se lo pasa en grande convirtiendo a su personaje en un suerte de antepasado de aquel Nota de El Gran Lebowski – con una extraña lírica – la escena de la cabalgada final bajo el cielo estrellado parece sacada de La Noche del Cazador de Charles Laughton – e incluso con algún que otro insospechado guiño a filmes tan estimables como El Juez de la Horca de John Houston.

Arropados por una portentosa fotografía de Roger Deakins – a ver si a la novena nominación va la vencida y se lleva el Oscar de una maldita vez, que hace siglos que se lo merece este hombre – y la calidez de la BSO de Carter Burwell en otra estupenda colaboración, los Coen manejan con habilidad los tiempos de este western elegiaco, nocturno y melancólico pero también repleto de cinismo, de valores eternos y personajes entrañables que consiguen que te enamores de ellos. Es una extraña mezcla. Y cuando caes en ello, caes en la cuenta que los Coen te han vuelto a llevar a su terreno y te la han vuelto a jugar de nuevo. Como en Barton Fink, Fargo, No es País para Viejos y tantas otras. Y vuelves a recordar por qué te parecen, incluso en sus defectos, tan jodidamente personales y buenos.

Debería cerrar esta crónica haciendo mención a dos películas de Forum – la sección de jóvenes cineastas supuestamente más arriesgada e innovadora de la Berlinale – que también he visto esta tarde. Pero lo cierto es que ni la coproducción luso-germana Swans dirigida por el portugués Hugo Vieira Da Silva, en la que se narra la insoportable incomunicación entre un padre y su hijo mientras velan a un hermoso cadáver, la ex novia del primero y madre del segundo, en coma irreversible tras un fallido tratamiento de qumioterapia, contada en un ritmo tan comatoso como el de la propia enferma y reiterativa ad nauseam, ni la estadounidense Utopians de un tal Zbigniew Bzymek, que nos hacía comulgar con un profesor de yoga algo tarado, su hija lesbiana licenciada del ejército y la novia esquizofrénica de éste último mientras se meten de ocupas en una casa que se supone que tenían que remodelar merecen mayor comentario. Mañana probaré Panorama a ver que tal. Esto no ha hecho sino comenzar.

2 comentarios:

Mow dijo...

Estupenda crónica. Esperamos las venideras.
¿Por qué me recuerda tanto el Jeff Bridges al John Wayne?
Que disfrutes mucho, y cuídate.

Paco Núñez dijo...

Tu ya sabes que yo también soy fan de los Coen y del western, así que disfruté mucho de la película. Aunque no estoy de acuerdo en eso de los personajes sean tan arquetípicos. Creo que demisitifica un poco, no tanto como "Sin perdón", pero si muestra personajes reales y creibles y por lo tanto menos estereotipados de lo que suele mostrar el western.

Anotar también que me gustó mucho el jefe de la banda de los malotes, cuyo nombre no recuerdo y me da pereza buscar.

PD.- A disfrutar de ese festival.