lunes, diciembre 10, 2007

II Festival Mérida, Crónica 1: Viento en Popa

No quiero pecar de triunfalismo, pero lo cierto es que el Festival ha arrancado con muy buen pie. 232 personas el sábado y unas 180 el domingo – más los 40 de la sección de cortos y otros tantos en el pase del Tren de la Memoria, la primera película de la Sección paralela – así lo atestiguan. No está nada mal, para ser Mérida y haber empezado en medio de un puente de cinco días – hoy lunes, día de la Mártir Santa Eulalia, nuestra patrona, también es festivo local – algo que aun no tengo claro si fue un acto de valentía por nuestra parte o pura inconsciencia.

Lo mejor, con diferencia, son los rostros felices y agradecidos de la gente. Da igual que las películas sean en V.O. subtitulada, algo sobre lo que guardamos un prudente silencio por el miedo, al parecer infundado, a la reacción del personal aunque alguna deserción que otra ha habido por este motivo especialmente entre la gente de más edad, da igual que los dos pases de las 22:00 se hayan retrasado media hora por problemas técnicos de diversa índole en la cabina de proyección – el sufrido público ha sido más que paciente y se lo ha tomado con excelente humor -, da igual el frío que algunos pasaron el sábado por un despiste con la calefacción, cuyo temporizador saltó antes de tiempo… El resultado es siempre el mismo: aplausos al final de las proyecciones, la gente agradeciéndonos esta ventana que hemos abierto al cine y, según los votos del Premio del Público, valorando muy positivamente tanto Aritmética Emocional como Irina Palm, los dos filmes de la Sección Oficial proyectados hasta el momento. Pero vayamos por orden:

LOS CORTOS. El Festival se puso en marcha con una selección de tres cortos de jóvenes realizadores extremeños. Rubén González presentó DETALLES, un filme con posibles tintes autobiográficos que refleja las vivencias de un joven empeñado en ser director de cine con serios problemas para conciliar su vida personal con sus deseos. Incluso su actividad diaria con lo que le dicta su voz interior, un recurso que recuerda un poco al usado por Julio Medem en Tierra, su filme más personal. DETALLES es un corto ambicioso y arriesgado, con una factura visual más que aceptable y que en mi opinión se pasa de pretencioso en algún que otro momento, un defecto disculpable en cualquier opera prima con voluntad de encontrar una voz propia y personal. Destacar una esplendida aparición en un papel secundario del gran Esteban Ballesteros, ese estupendo actor que tenemos en Mérida que aun no ha sido descubierto para el gran público. UNA HISTORIA DE AMOR, de Rubén Prieto, cuenta de forma sencilla la ruptura de una pareja de novios y la evolución de uno y otro por separado con el paso de los años. El guión tiene un twist final curioso que explica los puntos oscuros de la trama y sorprende, una vez más, la buena factura visual del filme máxime si tenemos en cuenta los escasos recursos con los que se ha llevado a cabo. Por último J.F. Blanco y P. Molero presentaron DREAMS ARE THE MATTER WE ARE MADE OF, una reflexión sobre el tiempo, el movimiento y la forma de percibir el mundo en clave casi experimental usando polaroids y una cámara acelerada. El resultado es interesante y visualmente curioso, aunque lo cierto es que proyectar por exigencias técnicas este experimento audiovisual tras las dos historias más convencionales dejó al público algo descolocado y sin saber como reaccionar al final. En cualquier caso un esplendido arranque en un campo que debemos potenciar de cara a la edición del año que viene: es una lástima que estos cortos solo se vean en un pase y en un horario tan poco propicio.

ARITMETICA EMOCIONAL. Este drama protagonizado por una esplendida Susan Sarandon y cuatro actores a la altura de las exigencias de un guión casi teatral sobre cuyos hombros recae la responsabilidad de un filme que diserta sobre la conveniencia o no de enterrar la memoria aun de hechos tan duros como los del Holocausto para poder seguir con las propias vidas de cada uno tuvo una aceptación por encima de lo esperado entre el público.

Esta es una historia de reencuentros, recuerdos y cicatrización de viejas heridas a través de las miradas de cinco personajes muy bien construidos cuyos fuertes lazos se remontan a una experiencia traumática que los unió para siempre o a la necesidad de superar dicha experiencia. El inevitable conflicto entre las dos tendencias así como las exigencias contrapuestas y difícilmente conciliables de la razón y el corazón marcan la estructura de un filme poderoso provocando emociones y enclavado en un hermoso paraje natural bellamente retratado por Luc Montpellier, capaz de atrapar la belleza de la naturaleza y contraponerla a la oscuridad del interior de los protagonistas del filme.

Película quizás algo lastrada por el dramatismo de los temas que trata – todo en ella son reflexiones sobre el dolor y el sufrimiento, sin apenas espacio para el amor y el humor, salvo algunos breves apuntes a cargo del personaje de Plummer que pueden resultan hasta inapropiados en medio del grave tono general del filme – Aritmética Emocional es uno de esos filmes cuya fuerza reside en dejar a Susan Sarandon bordar su papel y verla dialogar con el gran Max Von Sydow o Gabriel Byrne bajo la atenta mirada de Christopher Plummer o ese hijo desubicado y dolorido al que da vida Roy Dupuis. Como decía en su crónica de San Sebastián Oti Rodríguez Marchante, eso también es cine. Y de mucha calidad.

EL TREN DE LA MEMORIA. A veces es un ejercicio de lo más sano mirarse en según qué espejos. Y más en esta tierra de conquistadores (no nos quedan más cojones, decía Robe de Extremoduro) que muchos tuvieron que dejar hace no tanto tiempo para buscarse la vida en tiempos de hambre y supervivencia en países como Alemania. Sobre todo es un ejercicio útil para recordar de dónde venimos, lo que tuvieron que hacer algunos de nuestros abuelos o incluso padres y por supuesto, comparar los comportamientos que sus anfitriones alemanes tuvieron con ellos con los que nosotros hoy en día tenemos con los que vienen jugándose la vida desde los países africanos, huyendo del hambre y la miseria en busca de una oportunidad para mejorar su existencia y la de sus familias. Esa era la razón de que quisiera que este esplendido documental de Marta Arribas y Ana Pérez estuviera en la Sección Inmigración y Tolerancia del Festival.

Una reconstrucción modélica, emocionante, dolorosa y a ratos hasta divertida de una parte de nuestra historia que jamás deberíamos olvidar y de la que todos tenemos algo que aprender, especialmente para no repetir determinados comportamientos que conducen a la xenofobia y el miedo a la diferente. Parece una lección sabida, pero no hay que confiarse: somos un país con muy poca experiencia en recibir emigrantes y aun tenemos mucho que aprender.

El Tren de la Memoria provoca todo tipo de emociones al espectador: es inteligente contraponiendo los testimonios de los protagonistas con la versión sesgada de la historia que ofreció en su momento el NO-DO, conmociona con la reconstrucción de las muchas penurias que tuvieron que pasar esos héroes anónimos, hace vibrar con la toma de conciencia política de muchos de ellos, y, en fin, resulta hasta tierna en el anecdotario de las vivencias de aquellos españolitos partidos para siempre en dos pero conscientes de lo que tenían que hacer para salir adelante.

IRINA PALM Esta película siempre ha sido mi apuesta personal por tener en el Festival un filme que rompiera con el tono serio, dramático y hasta trágico de la mayor parte de las películas que componen la Sección Oficial. Y a juzgar por la reacción más que entusiasta del público, que rió a gusto en los momentos adecuados con una historia sumamente original y muy bien contada e interpretada y que aplaudió a rabiar en cuanto aparecieron los títulos de crédito finales de los dos pases, creo que eso se ha conseguido. Y es que Irina Palm, aun siendo una propuesta un tanto convencional más allá de su delirante punto de partida – una abuela metida casi por azar a trabajadora del sexo masturbando a clientes a través de una pared – es una película tan deliciosa que uno no puede sino dejarse llevar por la habilidad de Sam Garbarski para extraer de tan delicado material una amplia variedad de emociones a través de una plena complicidad con el espectador que se consigue gracias principalmente a unas magistrales interpretaciones de Marianne Faithfull y Miki Manojlovic (¡que bueno es este Miki, que manera de expresar emociones desde ese impostado hieratismo que poco a poco es vencido por la dulzura y la humanidad de Maggie!) que bordan una relación que con otros actores posiblemente resultaría difícil de creer o aceptar.

En este segundo visionado del filme – ya hablé de él a su paso por el Festival de Sevilla – me fijé especialmente en la forma en la que el director cuida los pequeños detalles para mostrar la evolución de sus personajes (los cambios de monedero de Maggie, su intervención en el coche de los jóvenes que folletean enfrente de su casa) y en esa extraña BSO de Ghinzu a base de rasgueos de guitarra eléctrica que recuerda poderosamente a la que compuso Neil Young para el Dead Man de Tim Burton, con efectos de lo más desconcertantes. Entiendo su uso para enfatizar el carácter repetitivo y hasta mecánico de diversos aspectos de la monótona vida de Maggie, ya sea en sus trayectos desde su casita en las afueras al Sexy World del Soho londinense o la monotonía de su trabajo una vez le coge el tranquillo a su nueva habilidad, pero sigue siendo desconcertante. A lo mejor eso se pretendía: habría que preguntárselo al interesado.

Lo que sigue funcionando de maravilla en esta tragicomedia políticamente muy incorrecta es su perverso y afilado sentido del humor y la ironía: Hay que ver cómo están retratadas esas señoras de clase media que rodean a Maggie y cómo reaccionan ante el descubrimiento de su nueva ocupación en la que sin duda es una de las escenas más hilarantes y brillantes del filme, aquella en la que por fin Maggie asume sin ningún tipo de dudas su papel y se reafirma ante la mirada entre desconcertada y envidiosa de sus estiradas compañeras. Es una maravilla de película y no me extrañaría que, si Caramel y Lo Mejor de Mí lo permiten, fuera el premio del Público de este año.

Hoy lunes tenemos una de cal y otra de arena: en la sección paralela pasamos la deliciosa OFFSIDE de Jafar Panahi, comedia un tanto amarga sobre la imposibilidad de las mujeres iraníes de acceder a los campos de fútbol a disfrutar de su selección. Es una película ideal para pillar después desprevenidos a los espectadores con la tremebunda CUATRO MESES, TRES SEMANAS Y DOS DÍAS, un mazazo directo que va a dejar anonadados a los que sean capaz de meterse hasta el fondo en la durísima propuesta de Cristian Mungiu, una auténtica película de terror disfrazada de hechos cotidianos que a buen seguro provocará las primeras disensiones importantes en el Festival, algo que no es bueno ni malo en si mismo, pero sí necesario para alentar el debate. No tengo ni idea sobre la posible reacción del personal, pero confío en la capacidad de esta joyita rumana para conquistar al público cinéfilo más exigente. Lo único que tengo claro es cómo voy a enfocar la presentación de hoy, que ha de ser más breve y contundente que de costumbre. Mentiría si dijera que no estoy disfrutando presentando todos los pases de las películas del Festival, me encanta observar al público desde el escenario y sentir su expectación. Es una sensación difícil de explicar, pero muy gratificante: sientes su agradecimiento desde la cabeza a los pies. Solo espero no matarme algún día por las escaleras al volver a mi asiento después que apago las luces de la sala…

2 comentarios:

Unknown dijo...

Venga campeón, seguro que se da muy bien. Animo, suerte y al toro

Anónimo dijo...

La sensación generalizada es que ha sido un engañabobos, pero me alegra que gracias a esas ayuditas económicas os engordeis el bolsillo aunque sea un poquito. Suerte.