Cuando uno se enfrenta a una película proveniente de los Balcanes, siempre siente una sensación un tanto especial. Las ganas de cachondeo, las situaciones surrealistas, el sexo y la música inundan de optimismo y de ganas de disfrutar de la vida – que ironía – muchas de las películas que llegan de aquella región devastada hace bien poco por la violencia, algo con lo que estamos familiarizados desde que emir Kusturica nos descubrió las posibilidades de aquella filmografía. El referente no es casual: De Fosa en Fosa da la impresión de ser una película de Kusturica, pero muchísimo más elaborada y bastante más contenida. Su protagonista es un tipo con un trabajo ciertamente peculiar, ya que su ocupación consiste en escribir y recitar los discursos fúnebres que acompañan los funerales que se celebran en su pequeña población rural.
Pero – se llama así: Pero, como en la preposición - es un treintañero sensible, buena persona, que bebe los vientos por su amiga Renata – que, como pasa a menudo en estos caso, lo quiere ‘solo como amigo’ y le putea contándole sus cuitas amorosas – y vive con su familia, compuesta por un abuelo viudo que, sin su difunta esposa, ha perdido la alegría de vivir y que intenta suicidarse de las maneras más originales – e irresistiblemente divertidas - que uno pueda imaginar, sus dos hermanas, Ida, una sordomuda de lo más expresivo, vitalista y alegre; y Vilma, que tiene un hijo de lo más despierto con un chuleta que aunque la quiere, prefiere vivir a su aire. También ronda por ahí Shooki, un vecino, poseedor de un 600 que cuida con mucho mimo y que ayuda a Pero con sus discursos, además de hacerle de chofer ocasional y vivir una tierna, casi infantil, historia de amor inocente con Ida, la sordomuda.
La película transcurre con una sucesión de estampas de la vida cotidiana que nos describen la forma de vivir de esta serie de personajes vitalistas y la verdad, muy divertidos, que no desaprovechan ninguna ocasión para tomarse unos tragos y bailar al ritmo de esa música inconfundible que gente como Goran Bregovic ha hecho popular en todo el mundo. Pero realiza sus panegíricos más en función de las cosas que le van pasando en su vida personal que en su conocimiento de los fallecidos, le procura a su abuelo con tendencias suicidas un psiquiatra que no parece que le sirva de mucha ayuda, Ida se dedica a jugar al escondite con Chooki, que tiene una versión del tuning muy particular, inspirada por las carreras de cuadrigas no de Ben Hur ¡sino de las películas de Maciste!, Renata va y viene de la vida de Pero sin acabar de decidirse a acceder a sus deseos y así sucesivamente. Nada parece demasiado trascendente, y puede que precisamente por eso, su mensaje vitalista, entre gag y gag perfectamente ensamblados, llega con facilidad, aunque uno percibe en el comportamiento del algunos personajes que no todo es tan idílico o inocente como parece.
Nada prepara sin embargo al espectador para la deriva terrible que tiene lugar en el tramo final de la película, que quizás porque uno ha llegado a encariñarse con esa galería de personajes entrañables, provoca una mayor conmoción. Cvitkovic, que consigue aquí una acertada disección de ese carácter balcánico capaz de disfrutar de la vida a tope durante un segundo y reaccionar con enorme violencia un instante después, golpea al espectador con una sucesión de secuencias que poco o nada tienen que ver con el tono hasta entonces amable de la película, dejándolo petrificado en la butaca con un final terrorífico y absolutamente inesperado.
La sensación que queda es extraña, porque uno recuerda a un tiempo lo mucho que se ha reído con el estupendo timing de algunos de los gags físicos – el primer intento de suicidio del abuelo es impagable – o con los particulares panegíricos de Pero, trufados de guiños personales, y lo mezcla con la terrible desazón que producen algunas de las últimas situaciones que viven sus criaturas – la dolorosa y sorprendente resolución del romance con Renata, lo que acontece con Ida y Chooki – que son todo un recordatorio de la zona donde está ambientada la película. Con esta segunda película, Cvitkovic se revela como un cineasta al que no conviene perder de vista en el futuro, pues mezclar de esa forma tan personal drama y comedia – como sucede en la vida, viene a decir su filme – no está al alcance de cualquiera. Tomen buena nota.
Momento para recordar: el del primer funeral de la película, cuando descubrimos el peculiar trabajo de Pero mientras la banda ataca una versión balcanizada... del conocidisimo tema I Will Survive de Gloria Gaynor. Dadas las circunstancias, no se me ocurre un tema menos apropiado para tocar en un funeral (aunque reconozco que me rei un rato con el detalle de humor negro), pero por otro lado ando como loco intentando conseguir la versión que suena en la película.
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