- Pues esto va a ser cuestión de las creencias de cada uno... o se es de los que piensan “Lo que mal empieza, mal acaba” o de los que defienden eso de “Esto no es como empieza, sino como termina”...
Y no le faltaba razón a mi interlocutor. La verdad es que la primera jornada de la 51 Edición de la Seminci no había comenzado precisamente con buen pie. Y no por la lluvia, ni por una programación que, siendo un tanto benévolos, podríamos calificar de algo falta de títulos de verdadero peso o atractivo a priori en un año de transición y cambios, ni siquiera por el pequeño caos que generaron los cambios que pretendía la organización en cuanto a la adquisición de entradas por parte de la prensa especializada para los pases que no fueran de la Sección Oficial con 24 horas de antelación, inviables por cuanto el sistema informático que debía servir dichas entradas con rapidez se colgaba cada dos por tres...
No, lo que pasa es que cuando uno empieza a juntarse con los colegas de profesión y a uno le han perdido la maleta enviándosela a Frankfurt (¡en un vuelo Barcelona-Valladolid!); otro se ha dado de bruces con la realidad de que Valladolid en obras es mucho más difícil que de costumbre para maniobrar por la ciudad en coche (no digamos ya encontrar aparcamiento más o menos cercano), a un tercero le ha resultado imposible llegar a tiempo para acreditarse hoy y mañana más le vale madrugar si quiere llegar a tiempo al pase de The Queen de Stephen Frears y el que escribe estas líneas lo primero que ha hecho esta mañana en Valladolid es buscarse una clínica dental de guardia por razones sobre las que más vale no profundizar, pues como que es fácil que cunda un poco el desánimo en una jornada inaugural pelín deprimente...
Pero esto es la Seminci y acaba de empezar, así que todo es aun posible: nos esperan 15 películas a competición en la Sección Oficial, más cinco fuera de concurso; 13 obras en Punto de Encuentro, más la habitual selección de documentales de Tiempo de Historia (que siempre ofrece alguna joya), una maravillosa retrospectiva del padre de cine indio Satyajit Ray (a la que por desgracia habré de renunciar), otra dedicada a Pedro Olea (de la que, ejem, puedo prescindir) y un muy completo ciclo dedicado a las relaciones entre Cine y Prensa que lleva por título Cine entre Líneas, habrá que convenir que hay un menú lo suficientemente variado para que cada uno encuentre el plato que más le guste... claro que todos miramos con una mezcla de aprensión y curiosidad esa Sección Oficial del Festival que será como siempre el principal objetivo de estas crónicas y que este año nos tiene a todos un poco sumidos en el desconcierto ¿será la falta de los grandes títulos que hemos tenido en años anteriores una señal de que algo va a peor en la Seminci o haremos algún descubrimiento inesperado y la falta de nombres conocidos esconde algún que otro as en la manga?
AZUR Y ASMAR, una película inaugural atípica
Por lo pronto, una sorpresa con la gala de inauguración – algunos dirán que un atrevimiento algo improcedente – con la elección de ‘Azur y Asmar’, singular película de animación que es la última propuesta de Michel Ocelot, que fascinó a unos cuantos de nosotros con ‘Kirikú y la Bruja’ allá por 1998. Si en aquella notable película Ocelot sabía como aprovecharse de toda la iconografía y la tradición de los cuentos africanos, en Azur y Asmar, Ocelot fija su mirada en el mundo árabe y en los cuentos de las mil y una noches para hacer un hermoso alegato a favor del entendimiento necesario y deseable entre dos culturas habitualmente tan alejadas como la occidental y la que predomina en todo el norte de África. Ocelot cuenta la historia de dos niños, uno blanco rubísimo de ojos azules y otro moreno de ojos oscuros que son criados como hermanos por la madre del segundo, nodriza contratada para el primero. Ambos sienten igual fascinación por los cuentos de la nodriza que hablan de profecías, princesas encantadas, djinns y apuestos héroes libertadores, de tal forma que cuando ambos son separados a la fuerza por su distinta clase social, Azur irá en busca de ese sueño a la tierra de Asmar y su madre, produciéndose un enriquecedor intercambio entre tan distintos y a la vez tan iguales personajes.
Ocelot sabe de las posibilidades del material que tiene entre manos, sobre todo desde el punto de vista puramente visual y se aplica a ello con devoción, mostrándonos el mundo oriental de Asmar como una maravilloso festival de colores capaz de subyugar a más de un espectador con su encantador despliegue. Hay inteligencia y sensibilidad en una película que no se limita tan solo a ser un catálogo de buenos sentimientos políticamente correctos, sino que intenta en todo momento concienciar al espectador sobre la importancia que tiene un proceso imparable en el que ambas culturas, por más que muchos se empeñen en lo contrario en uno y otro bando, están condenadas a entenderse. Ocelot se arriesga con una apuesta interesante que consiste en subtitular únicamente los diálogos en francés de sus personajes, dejando los que son en árabe a la interpretación del espectador. Como quiera que éste jamás pierde el hilo de la trama por tal circunstancia, Ocelot demuestra que no resulta imprescindible dominar la lengua o conocer a fondo una cultura ajena a la nuestra para comprenderla, saliendo triunfante en líneas generales con una película que cuenta además a su favor con el irresistible atractivo que genera su solo en apariencia sencillo trazo y una preciosa BSO a cargo del compositor Gabriel Yared. Por ponerle un pero, habrá que convenir que su guión es mucho menos sólido e interesante que su anterior Kirikú y la Bruja y que su preciosismo formal de vivos colores puede acabar por sobrecargar al espectador más paciente por un tramo final quizás alargado en exceso y que bordea peligrosamente la línea que separa lo hermoso de lo simplemente cursi o sensiblero. Cuestión bien distinta es si Azur y Asmar es la película más adecuada para inaugurar un festival internacional de tanto peso como es el de Valladolid – a un servidor no se lo parece, sin ir más lejos – más allá de las cualidades de un film atípico pero necesario que ojalá encuentre su hueco para tener la oportunidad de tocar al público al que va dirigido en este mercado siempre sobrecargado de estrenos.
MÁS QUE A NADA EN EL MUNDO: Madre, hija... ¿y vampiros?
La segunda película de la Sección Oficial de hoy y la primera a concurso ha sido esta producción mexicana dirigida por la pareja Andrés León y Javier Solar que cuenta a su favor con dos bazas muy sólidas: una es la originalidad de su propuesta, un retrato de una relación madre-hija que por culpa de una creciente incomunicación, un vecino siniestro que hace ruidos inquietantes y de la imaginación de la pequeña se convierte en un delirio perfectamente creíble en su construcción argumental según el cual la hija llega a la conclusión no solo de que hay un vampiro que las acecha, sino que su adorada madre parece haber caído bajo su influencia. La segunda es el trabajo de sus dos intérpretes, la curvilínea Elisabeth Cervantes – todo un espectáculo para el espectador masculino en un apabullante despliegue de sexualidad en estado puro – y una magnífica niña llamada Julia Urbini que consigue conmovernos con una desarmante mirada y una espléndida construcción de un personaje muy difícil.
Y no le faltaba razón a mi interlocutor. La verdad es que la primera jornada de la 51 Edición de la Seminci no había comenzado precisamente con buen pie. Y no por la lluvia, ni por una programación que, siendo un tanto benévolos, podríamos calificar de algo falta de títulos de verdadero peso o atractivo a priori en un año de transición y cambios, ni siquiera por el pequeño caos que generaron los cambios que pretendía la organización en cuanto a la adquisición de entradas por parte de la prensa especializada para los pases que no fueran de la Sección Oficial con 24 horas de antelación, inviables por cuanto el sistema informático que debía servir dichas entradas con rapidez se colgaba cada dos por tres...
No, lo que pasa es que cuando uno empieza a juntarse con los colegas de profesión y a uno le han perdido la maleta enviándosela a Frankfurt (¡en un vuelo Barcelona-Valladolid!); otro se ha dado de bruces con la realidad de que Valladolid en obras es mucho más difícil que de costumbre para maniobrar por la ciudad en coche (no digamos ya encontrar aparcamiento más o menos cercano), a un tercero le ha resultado imposible llegar a tiempo para acreditarse hoy y mañana más le vale madrugar si quiere llegar a tiempo al pase de The Queen de Stephen Frears y el que escribe estas líneas lo primero que ha hecho esta mañana en Valladolid es buscarse una clínica dental de guardia por razones sobre las que más vale no profundizar, pues como que es fácil que cunda un poco el desánimo en una jornada inaugural pelín deprimente...
Pero esto es la Seminci y acaba de empezar, así que todo es aun posible: nos esperan 15 películas a competición en la Sección Oficial, más cinco fuera de concurso; 13 obras en Punto de Encuentro, más la habitual selección de documentales de Tiempo de Historia (que siempre ofrece alguna joya), una maravillosa retrospectiva del padre de cine indio Satyajit Ray (a la que por desgracia habré de renunciar), otra dedicada a Pedro Olea (de la que, ejem, puedo prescindir) y un muy completo ciclo dedicado a las relaciones entre Cine y Prensa que lleva por título Cine entre Líneas, habrá que convenir que hay un menú lo suficientemente variado para que cada uno encuentre el plato que más le guste... claro que todos miramos con una mezcla de aprensión y curiosidad esa Sección Oficial del Festival que será como siempre el principal objetivo de estas crónicas y que este año nos tiene a todos un poco sumidos en el desconcierto ¿será la falta de los grandes títulos que hemos tenido en años anteriores una señal de que algo va a peor en la Seminci o haremos algún descubrimiento inesperado y la falta de nombres conocidos esconde algún que otro as en la manga?
AZUR Y ASMAR, una película inaugural atípica
Por lo pronto, una sorpresa con la gala de inauguración – algunos dirán que un atrevimiento algo improcedente – con la elección de ‘Azur y Asmar’, singular película de animación que es la última propuesta de Michel Ocelot, que fascinó a unos cuantos de nosotros con ‘Kirikú y la Bruja’ allá por 1998. Si en aquella notable película Ocelot sabía como aprovecharse de toda la iconografía y la tradición de los cuentos africanos, en Azur y Asmar, Ocelot fija su mirada en el mundo árabe y en los cuentos de las mil y una noches para hacer un hermoso alegato a favor del entendimiento necesario y deseable entre dos culturas habitualmente tan alejadas como la occidental y la que predomina en todo el norte de África. Ocelot cuenta la historia de dos niños, uno blanco rubísimo de ojos azules y otro moreno de ojos oscuros que son criados como hermanos por la madre del segundo, nodriza contratada para el primero. Ambos sienten igual fascinación por los cuentos de la nodriza que hablan de profecías, princesas encantadas, djinns y apuestos héroes libertadores, de tal forma que cuando ambos son separados a la fuerza por su distinta clase social, Azur irá en busca de ese sueño a la tierra de Asmar y su madre, produciéndose un enriquecedor intercambio entre tan distintos y a la vez tan iguales personajes.
Ocelot sabe de las posibilidades del material que tiene entre manos, sobre todo desde el punto de vista puramente visual y se aplica a ello con devoción, mostrándonos el mundo oriental de Asmar como una maravilloso festival de colores capaz de subyugar a más de un espectador con su encantador despliegue. Hay inteligencia y sensibilidad en una película que no se limita tan solo a ser un catálogo de buenos sentimientos políticamente correctos, sino que intenta en todo momento concienciar al espectador sobre la importancia que tiene un proceso imparable en el que ambas culturas, por más que muchos se empeñen en lo contrario en uno y otro bando, están condenadas a entenderse. Ocelot se arriesga con una apuesta interesante que consiste en subtitular únicamente los diálogos en francés de sus personajes, dejando los que son en árabe a la interpretación del espectador. Como quiera que éste jamás pierde el hilo de la trama por tal circunstancia, Ocelot demuestra que no resulta imprescindible dominar la lengua o conocer a fondo una cultura ajena a la nuestra para comprenderla, saliendo triunfante en líneas generales con una película que cuenta además a su favor con el irresistible atractivo que genera su solo en apariencia sencillo trazo y una preciosa BSO a cargo del compositor Gabriel Yared. Por ponerle un pero, habrá que convenir que su guión es mucho menos sólido e interesante que su anterior Kirikú y la Bruja y que su preciosismo formal de vivos colores puede acabar por sobrecargar al espectador más paciente por un tramo final quizás alargado en exceso y que bordea peligrosamente la línea que separa lo hermoso de lo simplemente cursi o sensiblero. Cuestión bien distinta es si Azur y Asmar es la película más adecuada para inaugurar un festival internacional de tanto peso como es el de Valladolid – a un servidor no se lo parece, sin ir más lejos – más allá de las cualidades de un film atípico pero necesario que ojalá encuentre su hueco para tener la oportunidad de tocar al público al que va dirigido en este mercado siempre sobrecargado de estrenos.
MÁS QUE A NADA EN EL MUNDO: Madre, hija... ¿y vampiros?
La segunda película de la Sección Oficial de hoy y la primera a concurso ha sido esta producción mexicana dirigida por la pareja Andrés León y Javier Solar que cuenta a su favor con dos bazas muy sólidas: una es la originalidad de su propuesta, un retrato de una relación madre-hija que por culpa de una creciente incomunicación, un vecino siniestro que hace ruidos inquietantes y de la imaginación de la pequeña se convierte en un delirio perfectamente creíble en su construcción argumental según el cual la hija llega a la conclusión no solo de que hay un vampiro que las acecha, sino que su adorada madre parece haber caído bajo su influencia. La segunda es el trabajo de sus dos intérpretes, la curvilínea Elisabeth Cervantes – todo un espectáculo para el espectador masculino en un apabullante despliegue de sexualidad en estado puro – y una magnífica niña llamada Julia Urbini que consigue conmovernos con una desarmante mirada y una espléndida construcción de un personaje muy difícil.
Las tribulaciones de esta madre soltera que se ve envuelta una y otra vez en relaciones sentimentales que ofrecen poco más que sexo casual y esa hija que interpreta las señales que recibe del exterior como terrible confirmación de sus temores son un buen material: el vecino, enfermo y viejuno, bien podría ser un vampiro que las acecha; sus ruidos nocturnos (y los de los escarceos sexuales de su madre) los de ese monstruo, los violentos cambios de humor de su madre un signo de su posesión, etc. Es una lástima que con esta espléndida idea que podría haber dado lugar a un magnífico cortometraje, los directores se empeñen en sacar adelante un largometraje de hora y media en la que se ven obligados una y otra vez a ser reiterativos en sus recursos, a los que vacían de fuerza a base de repetirlos, lo que sumado a que en ningún momento se juega la carta de que haya una mínima posibilidad de penetración en el mundo real de un cierto elemento fantástico – idea que, bien trabajada, podría haber dado cierto juego y que ya cuenta con ilustres antecedentes en la filmografía mexicana, como Cronos de Guilermo del Toro – ya que desde el principio nos queda claro que todo el problema reside en que Alicia busca en su desbordante imaginación una forma de justificar el derrumbe de su realidad, conforma una película limitada en su alcance, desigual, con coherencia argumental pero carente de ritmo interior y de capacidad de enganche con el espectador pese a algún que otro momento inspirado, construido en base a la complicidad de ambas intérpretes.
PRACTICAL PISTOL SHOOTING, la alegría de la huerta
Imaginen ustedes que están felizmente casados y llevan unos cuantos meses intentando preñar a su señora, a la que ve menos de lo que debiera por culpa de su absorbente trabajo como radiólogo. Imaginen que un día se reúnen con ella en un Centro Comercial con la mala suerte de que pasa por allí un psicópata con pistola que se pone a disparar a todo bicho viviente, hiriendo de gravedad a su esposa, a la que deja en un estado de coma irreversible que la convierte prácticamente en un vegetal. Ahora imaginen que, cuando está a punto de autorizar que la desconecten y acaben con su sufrimiento, usted descubre que la esposa en cuestión tomaba la píldora, visitaba burdeles y tenía previsto largarse esa misma tarde a Brasil sin darle mayores explicaciones... ¿a que ya no resulta tan fácil dejarla marchar sin averiguar más sobre la persona a la que creía conocer? Pues en líneas generales ese es el argumento de la película belga Practical Pistol Shooting que, créanme, tiene mucha mejor pinta escrito que en la pantalla. El director Willem Thijssen se limita a ilustrar una serie de lugares comunes sobre la eutanasia, la necesidad de conocer bien a quien amamos y a imparable forma en la que una obsesión irresoluble puede mandar al traste nuestra plácida existencia con una notable falta de garra y del más mínimo sentido de la puesta en escena o claridad narrativa. Quizás fuera el lamentable estado de la copia proyectada, pero esta extraña y aburridísima propuesta jamás consigue encontrar el tono adecuado, convirtiéndose en una mortecina sucesión de situaciones contradictorias creadas alrededor de ese cadáver exquisito que solo se parece a los imaginados por Almodóvar en Hable con Ella en la concupiscencia que despierta en su obsesivo cuidador, capaz de pasar de ser una persona perfectamente coherente al principio del filme a un maníaco depresivo en un plis plas. El amor tiene estas cosas. La sentencia la dijo uno de mis compañeros de butaca: “Este filme comatoso es la perfecta metáfora de aquello en lo que se está convirtiendo la Seminci” Esperemos que se equivoque: mañana la esperadísima The Queen de Stephen Frears, Mujeres en el Parque de Felipe Vega y la filipina Kubrador tendrán su oportunidad.
2 comentarios:
David!
¿¿¿Sólo 3 en 1 día??? Bueeeno, pq lo del dentista debía ser realmente de urgencia se lo perdono.
La Mexicana tiene argumento que podría (como bien dices) haber sido una peaso de peli, lástima de estos directores que no le dan ni el beneficio de la duda al elemento fantástico.
El inicio (y título) de la belga ya es de despiporre total, o sea que su devenir no podía ser otro.
La del tío de Kirikú la verdad no me esperaba para nada que un festival "serio" abriera con eso.
¡Aja! os hacen pillar tickets el día antes para ver algunas pelis, bienvenidos al sistema Sitges, en el que pierdes 1 película para ver si con un poco de suerte quedan tickets.
Un abrazo!
Hola:
Yo soy espectador de la Seminci, y en general para mi este año ha tenido una ventaja fundamental: la venta por Internet. Como soy un previsor (y además me compro el abono matinal) este año no he hecho ni una sola cola.
Todo lo demás ha sido mucho peor que otros años. por ahora he empezado a leerte (acabo de volver de Valladolid) y si surge espero comentarte mis opiniones de lo visto.
A mi la peli de inuguración me gustó bastante, no me empalagó aunque quizás ese final tan forzado y largo lastre mucho sus méritos. Pero creo que tiene una animación particular, alejada de lo común y muy estética.
Otra cosa es la mejicana, cine plomizo, cargante y repetitivo. Yo acabé cogiendo manía a todos los personajes de la cinta. fue muy mal comienzo.
Un saludo
Jose
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