Reconozco que las comedias románticas no son ni de lejos mi género favorito. Por más que, como imagino que les pasa a todos, haya alguna que otra película muy cercana a mi corazón, un género que tiene casi siempre por protagonistas a jóvenes guapos y atractivos que siguen el eterno esquema de una historia de amor en la que chico conoce chica, chico pierde chica, chico recupera chica o viceversa me produce una pereza monumental. La ínfima calidad general de los títulos de los últimos años que, con alguna que otra excepción, se limitan por lo general a reproducir una y otra vez una serie de manoseados tópicos hasta el hartazgo tampoco es que hayan ayudado mucho a cambiar mi percepción del mismo. Sobre todo porque uno tiene ya a sus espaldas el bagaje cinéfilo y personal suficiente como para mirar con cierto distanciamiento irónico cuando no directamente cínico esos azucarados mensajes – ya saben, el amor triunfa pese a todo – tal y como anda el patio últimamente.
El aparente gancho de La Cruda Realidad consiste en enfrentar dos estereotipos opuestos: por un lado, una joven y brillante productora, obsesionada por el control y por encontrar ese hombre ideal que solo existe en la imaginación de quien precisamente ha consumido demasiadas comedias románticas y por otro un espécimen masculino brutalmente sincero que suelta por televisión unas cuantas verdades sobre cómo son y qué piensan en realidad los hombres. Por supuesto, el choque entre ambos, como buenos representantes extremos de dos tópicos opuestos que son, producirá las chispas necesarias para encender la vieja guerra de toda la vida que enfrente corazón y sexo como si fueran elementos excluyentes. El giro originalísimo de la trama consiste en convertir al tipo en una especie de Cyrano que la ayude con sus consejos, pobrecita ella, a disimular su naturaleza femenina real (?) para seducir al hombre de sus sueños y por supuesto, que ambos se descubran a sí mismos en el proceso.
Robert Luketic, lumbrera a quien debemos joyas como Una Rubia Muy Legal, El Chico de Tu Vida o La Madre del Novio - obsérvese que los antecedentes son para salir huyendo - desaprovecha una buena ocasión servida en bandeja para hacer una comedia negra y adulta sobre las relaciones entre hombres y mujeres. El personaje interpretado por Gerard Butler daba el suficiente juego para con su incorrección salvaje ganarse la complicidad del público masculino y proporcionar unos cuantos temas interesantes a los que sacarle jugo. Es en el comienzo del filme, en la presentación de Mike y su ideario, donde se encuentran algunos de los momentos más salvables de la propuesta. Pero la película sigue, sin entenderse demasiado bien por qué, al mucho más insulso e inconsistente personaje interpretado por Katherine Heigl, perdida en un guión (ojo: escrito por tres mujeres) que la coloca en situaciones bastante cuestionables, como ese tan ultrapublicitado como lamentable remake de la maravillosa escena del orgasmo simulado de Cuando Harry Encontró a Sally que, bragas vibratorias mediante, produce no poca vergüenza ajena.
Por lo demás, la película transcurre así sin sobresaltos hacia el esperado desenlace. Por supuesto ni Luketic ni sus guionistas tienen el olfato para los diálogos de un Judd Apatow ni la mirada corrosiva de los hermanos Farrelly para que la película coja algo de vuelo. Muy al contrario, la propuesta se desinfla con enorme rapidez en la medida que transita por los cómodos cauces habituales del género, lo que decepcionará aun más a quienes llevados por ese arranque prometedor esperaran de esta película algo más que una comedia romántica al uso.
Un pensamiento final: el mismo fin de semana en el que se estrenan la recomendable Yo, También, que proporciona una variable interesante del género al hacer de uno de sus protagonistas un chico aquejado de síndrome de Down o la coral New York, I Love You compuesta por once cortos de conocidos directores y repartos con el amor y la gran manzana como temas recurrentes, es La Cruda Realidad la película que aterriza en Mérida. Esa y no otra es la cruda realidad sobre la que habría que reflexionar un poco.
El aparente gancho de La Cruda Realidad consiste en enfrentar dos estereotipos opuestos: por un lado, una joven y brillante productora, obsesionada por el control y por encontrar ese hombre ideal que solo existe en la imaginación de quien precisamente ha consumido demasiadas comedias románticas y por otro un espécimen masculino brutalmente sincero que suelta por televisión unas cuantas verdades sobre cómo son y qué piensan en realidad los hombres. Por supuesto, el choque entre ambos, como buenos representantes extremos de dos tópicos opuestos que son, producirá las chispas necesarias para encender la vieja guerra de toda la vida que enfrente corazón y sexo como si fueran elementos excluyentes. El giro originalísimo de la trama consiste en convertir al tipo en una especie de Cyrano que la ayude con sus consejos, pobrecita ella, a disimular su naturaleza femenina real (?) para seducir al hombre de sus sueños y por supuesto, que ambos se descubran a sí mismos en el proceso.
Robert Luketic, lumbrera a quien debemos joyas como Una Rubia Muy Legal, El Chico de Tu Vida o La Madre del Novio - obsérvese que los antecedentes son para salir huyendo - desaprovecha una buena ocasión servida en bandeja para hacer una comedia negra y adulta sobre las relaciones entre hombres y mujeres. El personaje interpretado por Gerard Butler daba el suficiente juego para con su incorrección salvaje ganarse la complicidad del público masculino y proporcionar unos cuantos temas interesantes a los que sacarle jugo. Es en el comienzo del filme, en la presentación de Mike y su ideario, donde se encuentran algunos de los momentos más salvables de la propuesta. Pero la película sigue, sin entenderse demasiado bien por qué, al mucho más insulso e inconsistente personaje interpretado por Katherine Heigl, perdida en un guión (ojo: escrito por tres mujeres) que la coloca en situaciones bastante cuestionables, como ese tan ultrapublicitado como lamentable remake de la maravillosa escena del orgasmo simulado de Cuando Harry Encontró a Sally que, bragas vibratorias mediante, produce no poca vergüenza ajena.
Por lo demás, la película transcurre así sin sobresaltos hacia el esperado desenlace. Por supuesto ni Luketic ni sus guionistas tienen el olfato para los diálogos de un Judd Apatow ni la mirada corrosiva de los hermanos Farrelly para que la película coja algo de vuelo. Muy al contrario, la propuesta se desinfla con enorme rapidez en la medida que transita por los cómodos cauces habituales del género, lo que decepcionará aun más a quienes llevados por ese arranque prometedor esperaran de esta película algo más que una comedia romántica al uso.
Un pensamiento final: el mismo fin de semana en el que se estrenan la recomendable Yo, También, que proporciona una variable interesante del género al hacer de uno de sus protagonistas un chico aquejado de síndrome de Down o la coral New York, I Love You compuesta por once cortos de conocidos directores y repartos con el amor y la gran manzana como temas recurrentes, es La Cruda Realidad la película que aterriza en Mérida. Esa y no otra es la cruda realidad sobre la que habría que reflexionar un poco.
1 comentario:
David,
Cómo me gusta ese último párrafo! Y qué pena que pensemos así tan pocos! Hasta en Almendralejo están echando las últimas de Campanella y Woddy Allen, y aquí tenemos la basura más comercial posible, que ni siquiera es entretenida!.
Kleinman
(si averiguas quién es Kleinman, te mereces un premio!) Nota: ya hay pistas en el texto del comentario.
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