COOKING WITH STELLA: India para occidentales
Hay películas a las que uno se las teme desde lejos. Veamos, les transcribo el argumento de esta película tal como puede leerse en el catálogo: “Una diplomática canadiense y su marido cocinero han sido destinados a Nueva Delhi. Al llegar heredan la servidumbre que trabaja en la que será su nueva residencia, al frente de la cual está Stella, una mujer encantadora y llena de artimañas. Lo último que se imagina Michael es que cuando Stella se ofrece a convertirse en su mentora en las artes de la cocina tradicional india, es que la mujer ha urdido un plan” Cuando uno lee semejante argumento y ve el apellido Mehta en el nombre del director – es el hermano de Deepa Mehta, cineasta india afincada en Canadá y especialista en hacer películas exóticas adaptadas al ojo occidental como Fuego, Tierra y Agua – uno no puede sino temerse lo peor, es decir, que la película sea poco más que una colección de tópicos sobre el contraste entre culturas que de lugar a una comedia amable que no moleste demasiado.
Y efectivamente, eso es Cooking with Stella, una película amable y complaciente cuya propuesta se agota con rapidez tras unas escenas iniciales en las que descubrimos que Stella es una lianta con una peculiar visión del catolicismo que dice profesar – inenarrables esas estampas y figuras rodeadas de horteras luces de neón a las que reza – cuyos usos culturales y su forma de funcionar choca primero con la de aquellos a los que sirve y después con los ideales de la joven de pueblo que viene para trabajar como niñera, en principio más honesta que Stella pero que se adapta con rapidez a las posibilidades de progreso económico que le ofrece su posición de privilegio al servicio de unos diplomáticos occidentales.
Cuesta encontrar justificación alguna para la presencia de Cooking With Stella en la Sección Oficial de esta Seminci. Es una película convencional hasta la médula, previsible y tópica cuyo enfoque optimista y amigable, por no decir directamente complaciente, desemboca en una India de postal que solo puede satisfacer a los que gustan de encontrar argumentos sencillos ambientados con los toques de exotismo justos. Si al menos su argumento estuviera algo más trabajado – el guión contiene unos agujeros por los que cabría el Taj-Mahal completo y aun sobraría sitio – podría tener un pase, pero más allá de la sonrisa cómplice que de vez en cuando pueden despertar los tejemanejes y la doble moral de Stella (Seema Biswas, justo es reconocerlo, está muy bien en su papel) la única sensación que despierta esta prescindible y acaramelada película de Dilip Mehta es el apetito.
LE PÈRE DE MES ENFANTS, Tribulaciones de un productor
Mayor interés suscita El Padre de mis Hijos, segundo largometraje de la joven Mia Hansen-Love, actriz que ha trabajado varias veces con Olivier Assayas y que nos cuenta de forma bastante precisa los serios problemas financieros de un productor independiente, amante de su familia y del cine, para salir del embrollo en el que se ha metido al intentar sacar adelante varios proyectos mientras intenta refinanciar las deudas pendientes de sus películas anteriores. Gregoire Canvel, personaje inspirado de forma evidente en el conocido productor de cine francés Humbert Balsam, es todo carisma y encanto pero cuando las deudas se multiplican, Hacienda aprieta las clavijas y los problemas no dejan de aflorar por todas partes por la falta de liquidez, incluso un optimista y amante del buen cine como Canvel, curtido en mil batallas, siente sus fuerzas flaquear hasta verse progresivamente inmerso en un callejón sin salida.
La película de Mia Hansen Love tiene dos partes bien diferenciadas que se complementan bien, aunque hay que reconocer que quizás la primera funciona mejor que la segunda, a la que le sobra alguna trama argumental - ¡ese hijo perdido! - que ni va a ninguna parte ni aporta gran cosa. Tanto Louis-Do de Lencquesaing como Chiara Caselli (y las niñas del matrimonio) otorgan una gran credibilidad a sus personajes, haciendo que la película fluya con enorme naturalidad, sin sobresaltos ni demasiados cambios de ritmo – algo que puede amodorrar al que no entre en la propuesta, pero es un defecto que no deja de ser menor – hasta una resolución en la que por fortuna los artífices de la película no ceden a la tentación de resolverla por el camino más facilón y previsible, lo que hubiera traicionado el espíritu de la misma hasta arruinarla.
Así las cosas, creo que se puede convenir en que, si bien no es una gran película, Le Père des Mes Enfants es una obra estimable que, quizás por el hecho de que desvela para el espectador la cara más amarga de muchos productores de cine que aman verdaderamente su trabajo de difusión y descubrimiento de nuevos creadores hasta el punto de poner muy en riesgo sus beneficios e incluso su vida personal, no ha encontrado aun que yo sepa distribución en España. Será que a algunos no les debe gustar mucho verse reflejados en semejante espejo o, por el contrario, que tienen el convencimiento de que una película de estas características es como la mayor parte de las obras del personaje de Gregoire Canvel: películas notables desde el punto de vista artístico e interesantes pero alejadas casi por completo de todo lo que signifique un éxito comercial. Y en los tiempos que corren, ya se sabe…
LA ISLA ANTERIOR, Locura familiar y madurez creativa.
Decididamente, ésta es una Seminci de tarados. No, no se precipiten. Lo que quiero decir es que en la Sección Oficial de este año, vaya usted a saber por qué oscuras casualidades o inconfesables filias de los programadores, han coincidido toda una serie de películas cuyos protagonistas sufren bloqueos o taras de cierta consideración: desde el taciturno y más bien cortito de entendederas protagonista de Estigmas al guapete que sufría el Síndrome de Asperger en Adam, pasando por el superviviente del Holocausto loco voluntario al que da vida el maravilloso Jeff Goldblum en Adam Resucitado o el especialista de cine que pasa de tímido perdedor a chulazo castigador y mamporrero en Dirty Mind, el caso es que pensábamos que teníamos una colección de tarados bastante surtidita.
Pues por si semejante catálogo no fuera suficiente – y eso que solo he citado los casos más extremos – van Félix Sabroso y Dunia Ayaso y nos añaden en La Isla Interior cuatro especimenes más de una sola tacada. Y sin desperdicio, oigan: un padre de familia esquizofrénico diagnosticado en la fase más avanzada de la enfermedad alrededor del cual se agrupan una hija mayor actriz de televisión que en el instante que deja de tomar su medicación se brota y empieza a confundir ficción y realidad, un hermano de ésta maniático compulsivo obsesionado con una alumna y que se monta unas películas de cuidado con las cosas más sencillas y una hermana menor que aunque en apariencia es la más normalita de la familia, se haya inmersa en una relación personal bastante desequilibrada con un hombre casado y arrastra tras de sí un pasado algo tenebroso que hace que su frágil equilibrio mental esté a punto de romperse. Y a todo esto, Geraldine Chaplin, que en un papel con ciertos parecidos con el que hizo en la maravillosa En La Ciudad sin Límites, ejerce de matriarca familiar ante su débil marido y sus perdidos vástagos, manejando con habilidad el cotarro.
Semejante panorama nos es presentado por los autores de El Grito en el Cielo, Descongélate y Los Años Desnudos con un arranque algo titubeante – la reunión de los tres hermanos en el aeropuerto – en el que uno no sabe muy bien a que carta quedarse. Por un lado resulta evidente que los directores quieren tratar una temática algo más seria de lo que hasta ahora ha sido habitual en su cine. Por otro, tanto los diálogos iniciales como la descripción de los comportamientos de los hermanos inducen más a pensar en la comedia que en el drama. No es hasta que comienza un flashback que nos aclara lo ocurrido durante los últimos tres días anteriores a ese desconcertante arranque que comienza la verdadera película.
Me repito porque voy a decir lo mismo que dije de Marc Recha y su Petit Indi: nunca he sido demasiado fan del cine de Sabroso y Ayaso, que a menudo me ha parecido que no conseguían deshacerse de una sombra almodovariana en argumentos, personajes y situaciones que en el fondo no les hacía ningún bien. Por ello, y vuelvo a repetirme, La Isla Interior ha supuesto una agradable sorpresa. Es un guión bastante trabajado, con unos personajes muy extremos que necesitan de un enorme esfuerzo conjunto por parte de todo el elenco para que la cosa salga adelante, ya que si ya de por sí el tema de la locura no es algo demasiado atractivo de ver en pantalla, si encima se está constantemente pretendiendo saltar de la comedia al drama era francamente fácil despeñarse. Y Sabroso y Ayaso no solo no se despeñan sino que de hecho salen bastante airosos del trance.
Los puntos fuertes de La Isla Interior, metáfora de solo uno de los distintos círculos concéntricos que rodean a los personajes – la peli se desarrolla en una isla canaria, pero más allá de la isla física está la que representa esa familia asfixiante y por supuesto, la isla interior a la que, en sus distintos grados de locura, se retiran los personajes para sobrevivir – están como digo en un guión ambicioso y bastante trabajado que es un regalo para todos los actores que participan en la película, que dan todo lo que pueden para que la película fluya: Alberto San Juan comsigue ser a la vez cómico y trágico en su imposibilidad de lidiar con el mundo exterior y con las relaciones personales; el progresivo deterioro de Cristina Marcos se apoya en un trabajo bastante sutil compuesto de miradas y expresión corporal; Candela Peña transmite a gritos el tormento interior que sufre aunque no de una sola voz; Geraldine Chaplin tiene momentos de extrema dureza y otros de una calidez inusitada y Celso Bugallo está simplemente perfecto como ese padre nudo gordiano del resto de los personajes que cada vez más vive en su propio mundo.
De acuerdo, a la película le falta algo de contención en algún momento y le sobra verbalizar ciertos detalles referidos al pasado que hubieran tenido mucha más fuerza quedándose en el sutil apunte y aunque el trabajo de puesta en escena de los directores resulta algo más estimulante que en anteriores trabajos, se le puede reprochar a La Isla Interior una cierta falta de recursos narrativos visuales para elevar la historia y que se despoje de ese molesto look televisivo que a ratos la acompaña. Pero, pese a todo, hay que reconocerle no poco mérito a los autores al haber sacado adelante un proyecto complejo y exigente que afrontaba no pocos riesgos. Y no lo hace de forma complaciente, sino demostrando una cierta madurez creativa que hace que al menos éste que suscribe esté pendiente de sus próximos trabajos con mucha mayor expectación que aquella con la que esta mañana entre en el Teatro Calderón para ver La Isla Interior.
Hay películas a las que uno se las teme desde lejos. Veamos, les transcribo el argumento de esta película tal como puede leerse en el catálogo: “Una diplomática canadiense y su marido cocinero han sido destinados a Nueva Delhi. Al llegar heredan la servidumbre que trabaja en la que será su nueva residencia, al frente de la cual está Stella, una mujer encantadora y llena de artimañas. Lo último que se imagina Michael es que cuando Stella se ofrece a convertirse en su mentora en las artes de la cocina tradicional india, es que la mujer ha urdido un plan” Cuando uno lee semejante argumento y ve el apellido Mehta en el nombre del director – es el hermano de Deepa Mehta, cineasta india afincada en Canadá y especialista en hacer películas exóticas adaptadas al ojo occidental como Fuego, Tierra y Agua – uno no puede sino temerse lo peor, es decir, que la película sea poco más que una colección de tópicos sobre el contraste entre culturas que de lugar a una comedia amable que no moleste demasiado.
Y efectivamente, eso es Cooking with Stella, una película amable y complaciente cuya propuesta se agota con rapidez tras unas escenas iniciales en las que descubrimos que Stella es una lianta con una peculiar visión del catolicismo que dice profesar – inenarrables esas estampas y figuras rodeadas de horteras luces de neón a las que reza – cuyos usos culturales y su forma de funcionar choca primero con la de aquellos a los que sirve y después con los ideales de la joven de pueblo que viene para trabajar como niñera, en principio más honesta que Stella pero que se adapta con rapidez a las posibilidades de progreso económico que le ofrece su posición de privilegio al servicio de unos diplomáticos occidentales.
Cuesta encontrar justificación alguna para la presencia de Cooking With Stella en la Sección Oficial de esta Seminci. Es una película convencional hasta la médula, previsible y tópica cuyo enfoque optimista y amigable, por no decir directamente complaciente, desemboca en una India de postal que solo puede satisfacer a los que gustan de encontrar argumentos sencillos ambientados con los toques de exotismo justos. Si al menos su argumento estuviera algo más trabajado – el guión contiene unos agujeros por los que cabría el Taj-Mahal completo y aun sobraría sitio – podría tener un pase, pero más allá de la sonrisa cómplice que de vez en cuando pueden despertar los tejemanejes y la doble moral de Stella (Seema Biswas, justo es reconocerlo, está muy bien en su papel) la única sensación que despierta esta prescindible y acaramelada película de Dilip Mehta es el apetito.
LE PÈRE DE MES ENFANTS, Tribulaciones de un productor
Mayor interés suscita El Padre de mis Hijos, segundo largometraje de la joven Mia Hansen-Love, actriz que ha trabajado varias veces con Olivier Assayas y que nos cuenta de forma bastante precisa los serios problemas financieros de un productor independiente, amante de su familia y del cine, para salir del embrollo en el que se ha metido al intentar sacar adelante varios proyectos mientras intenta refinanciar las deudas pendientes de sus películas anteriores. Gregoire Canvel, personaje inspirado de forma evidente en el conocido productor de cine francés Humbert Balsam, es todo carisma y encanto pero cuando las deudas se multiplican, Hacienda aprieta las clavijas y los problemas no dejan de aflorar por todas partes por la falta de liquidez, incluso un optimista y amante del buen cine como Canvel, curtido en mil batallas, siente sus fuerzas flaquear hasta verse progresivamente inmerso en un callejón sin salida.
La película de Mia Hansen Love tiene dos partes bien diferenciadas que se complementan bien, aunque hay que reconocer que quizás la primera funciona mejor que la segunda, a la que le sobra alguna trama argumental - ¡ese hijo perdido! - que ni va a ninguna parte ni aporta gran cosa. Tanto Louis-Do de Lencquesaing como Chiara Caselli (y las niñas del matrimonio) otorgan una gran credibilidad a sus personajes, haciendo que la película fluya con enorme naturalidad, sin sobresaltos ni demasiados cambios de ritmo – algo que puede amodorrar al que no entre en la propuesta, pero es un defecto que no deja de ser menor – hasta una resolución en la que por fortuna los artífices de la película no ceden a la tentación de resolverla por el camino más facilón y previsible, lo que hubiera traicionado el espíritu de la misma hasta arruinarla.
Así las cosas, creo que se puede convenir en que, si bien no es una gran película, Le Père des Mes Enfants es una obra estimable que, quizás por el hecho de que desvela para el espectador la cara más amarga de muchos productores de cine que aman verdaderamente su trabajo de difusión y descubrimiento de nuevos creadores hasta el punto de poner muy en riesgo sus beneficios e incluso su vida personal, no ha encontrado aun que yo sepa distribución en España. Será que a algunos no les debe gustar mucho verse reflejados en semejante espejo o, por el contrario, que tienen el convencimiento de que una película de estas características es como la mayor parte de las obras del personaje de Gregoire Canvel: películas notables desde el punto de vista artístico e interesantes pero alejadas casi por completo de todo lo que signifique un éxito comercial. Y en los tiempos que corren, ya se sabe…
LA ISLA ANTERIOR, Locura familiar y madurez creativa.
Decididamente, ésta es una Seminci de tarados. No, no se precipiten. Lo que quiero decir es que en la Sección Oficial de este año, vaya usted a saber por qué oscuras casualidades o inconfesables filias de los programadores, han coincidido toda una serie de películas cuyos protagonistas sufren bloqueos o taras de cierta consideración: desde el taciturno y más bien cortito de entendederas protagonista de Estigmas al guapete que sufría el Síndrome de Asperger en Adam, pasando por el superviviente del Holocausto loco voluntario al que da vida el maravilloso Jeff Goldblum en Adam Resucitado o el especialista de cine que pasa de tímido perdedor a chulazo castigador y mamporrero en Dirty Mind, el caso es que pensábamos que teníamos una colección de tarados bastante surtidita.
Pues por si semejante catálogo no fuera suficiente – y eso que solo he citado los casos más extremos – van Félix Sabroso y Dunia Ayaso y nos añaden en La Isla Interior cuatro especimenes más de una sola tacada. Y sin desperdicio, oigan: un padre de familia esquizofrénico diagnosticado en la fase más avanzada de la enfermedad alrededor del cual se agrupan una hija mayor actriz de televisión que en el instante que deja de tomar su medicación se brota y empieza a confundir ficción y realidad, un hermano de ésta maniático compulsivo obsesionado con una alumna y que se monta unas películas de cuidado con las cosas más sencillas y una hermana menor que aunque en apariencia es la más normalita de la familia, se haya inmersa en una relación personal bastante desequilibrada con un hombre casado y arrastra tras de sí un pasado algo tenebroso que hace que su frágil equilibrio mental esté a punto de romperse. Y a todo esto, Geraldine Chaplin, que en un papel con ciertos parecidos con el que hizo en la maravillosa En La Ciudad sin Límites, ejerce de matriarca familiar ante su débil marido y sus perdidos vástagos, manejando con habilidad el cotarro.
Semejante panorama nos es presentado por los autores de El Grito en el Cielo, Descongélate y Los Años Desnudos con un arranque algo titubeante – la reunión de los tres hermanos en el aeropuerto – en el que uno no sabe muy bien a que carta quedarse. Por un lado resulta evidente que los directores quieren tratar una temática algo más seria de lo que hasta ahora ha sido habitual en su cine. Por otro, tanto los diálogos iniciales como la descripción de los comportamientos de los hermanos inducen más a pensar en la comedia que en el drama. No es hasta que comienza un flashback que nos aclara lo ocurrido durante los últimos tres días anteriores a ese desconcertante arranque que comienza la verdadera película.
Me repito porque voy a decir lo mismo que dije de Marc Recha y su Petit Indi: nunca he sido demasiado fan del cine de Sabroso y Ayaso, que a menudo me ha parecido que no conseguían deshacerse de una sombra almodovariana en argumentos, personajes y situaciones que en el fondo no les hacía ningún bien. Por ello, y vuelvo a repetirme, La Isla Interior ha supuesto una agradable sorpresa. Es un guión bastante trabajado, con unos personajes muy extremos que necesitan de un enorme esfuerzo conjunto por parte de todo el elenco para que la cosa salga adelante, ya que si ya de por sí el tema de la locura no es algo demasiado atractivo de ver en pantalla, si encima se está constantemente pretendiendo saltar de la comedia al drama era francamente fácil despeñarse. Y Sabroso y Ayaso no solo no se despeñan sino que de hecho salen bastante airosos del trance.
Los puntos fuertes de La Isla Interior, metáfora de solo uno de los distintos círculos concéntricos que rodean a los personajes – la peli se desarrolla en una isla canaria, pero más allá de la isla física está la que representa esa familia asfixiante y por supuesto, la isla interior a la que, en sus distintos grados de locura, se retiran los personajes para sobrevivir – están como digo en un guión ambicioso y bastante trabajado que es un regalo para todos los actores que participan en la película, que dan todo lo que pueden para que la película fluya: Alberto San Juan comsigue ser a la vez cómico y trágico en su imposibilidad de lidiar con el mundo exterior y con las relaciones personales; el progresivo deterioro de Cristina Marcos se apoya en un trabajo bastante sutil compuesto de miradas y expresión corporal; Candela Peña transmite a gritos el tormento interior que sufre aunque no de una sola voz; Geraldine Chaplin tiene momentos de extrema dureza y otros de una calidez inusitada y Celso Bugallo está simplemente perfecto como ese padre nudo gordiano del resto de los personajes que cada vez más vive en su propio mundo.
De acuerdo, a la película le falta algo de contención en algún momento y le sobra verbalizar ciertos detalles referidos al pasado que hubieran tenido mucha más fuerza quedándose en el sutil apunte y aunque el trabajo de puesta en escena de los directores resulta algo más estimulante que en anteriores trabajos, se le puede reprochar a La Isla Interior una cierta falta de recursos narrativos visuales para elevar la historia y que se despoje de ese molesto look televisivo que a ratos la acompaña. Pero, pese a todo, hay que reconocerle no poco mérito a los autores al haber sacado adelante un proyecto complejo y exigente que afrontaba no pocos riesgos. Y no lo hace de forma complaciente, sino demostrando una cierta madurez creativa que hace que al menos éste que suscribe esté pendiente de sus próximos trabajos con mucha mayor expectación que aquella con la que esta mañana entre en el Teatro Calderón para ver La Isla Interior.
1 comentario:
Dios mío, estoy deseando ver Luna caliente para meterla en mis Botatoes...
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