lunes, febrero 27, 2006

BUENAS NOCHES Y BUENA SUERTE

Me van a permitir que antes de entrar a analizar en profundidad la última y magnífica película como realizador de George Clooney, haga una breve referencia a Michael Moore, el autor de Fahrenheit 9/11. Tengo un amigo al que Moore no le cae nada bien. Afirma, no sin cierta parte de razón, que en su empeño por denunciar las mentiras, los trapos sucios y los abusos de poder de la Administración Bush, Moore suele caer en lo tendencioso y lo demagógico, utilizando recursos narrativos cuanto menos dudosos que, concluye mi amigo, si fuera la otra parte quien los usara no tardaríamos un instante en condenarlos como inadecuados. Cuando tenemos esta discusión, yo siempre saco a relucir un hecho que me parece básico y que el mismo Moore utiliza a menudo para defenderse de dichas acusaciones: el periodismo de primer nivel en los EE.UU., ya sea televisión o prensa escrita, ha cambiado tanto, se ha plegado de tal forma a las instancias del poder que parece inimaginable que hoy en día se dieran fenómenos como aquel del Watergate que acabó con la Administración Nixon. Moore defiende que si los periodistas cumplieran con la función que se les supone por su profesión y no estuvieran amordazados por la trampa habitual de las ‘prioridades de Estado en tiempos de necesidad’ o el recurso a un patriotismo mal entendido que reprime cualquier atisbo de crítica al poder, él no se vería obligado a hacer documentales que saquen a la luz hechos que el pueblo americano debe sin duda conocer.
Buenas Noches y Buena Suerte arranca, y no es un hecho en absoluto casual, con un homenaje a Edward R. Murrow
[1] en el que éste, en su discurso de agradecimiento, arremete con el estilo insobornable e implacable que le caracterizaba contra la deriva que empezaba a observar en la televisión, medio que ya en aquella época – recuerden, estamos en 1958 – estaba desplazando los programas de debate, investigación y análisis de la actualidad política y nacional a favor de los incipientes Quiz Shows o concursos televisivos[2] que, lejos de obligar al espectador a pensar y a cuestionarse acerca de la naturaleza de los hechos diarios, tenía un efecto narcótico e idiotizante. El famoso discurso de ‘la caja de las luces y cables’ y, más en concreto, la apuesta de Murrow por una forma de entender el periodismo, comprometido y vigilante ante los abusos del poder, es la pieza angular de esta inteligente propuesta de Clooney y no, como de forma algo temeraria se ha señalado, una revisión del tema de ese período oscuro de la historia americana conocido como La Caza De Brujas[3] o un biopic al uso de la figura de Murrow.
Más allá de que la película efectivamente se centre en el episodio más conocido de la biografía de Murrow, aquel que le llevó a una valiente enfrentamiento con el siniestro senador Mc Carthy en la época en la que éste se hallaba en el auge de su poder mientras veía comunistas por todas partes, se dedicaba a perseguir de forma paranoica supuestas conspiraciones sin importarle destruir carreras y vulnerar los derechos más elementales de las personas garantizados por la Constitución, Buenas Noches y Buena Suerte es un claro alegato por el compromiso y la defensa de unos derechos y valores esenciales e irrenunciables no solo de los ciudadanos, sino de los periodistas en su función de tales. En esta densa, a ratos claustrofóbica película – hay quien ha citado, acertadamente a mi juicio, influencias estilísticas del Lumet de Doce Hombres Sin Piedad, el Frankenheimer de Siete Días de Mayo o incluso el Preminger de Tempestad sobe Washington que van más allá de su fotografía en B/N o su rodaje en apenas dos o tres escenarios que recrean los estudios de la CBS – Clooney no deja espacio para la más mínima veleidad ni el subrayado: todo lo que se cuenta es importante para la historia, nada sobra o es superfluo para los hechos que se narran – por ello no sabemos nada de las vidas personales de los protagonistas, salvo en el caso de la pareja Downey/Clarksson: solo importa aquello que afecta al trabajo diario - y, lo más importante de todo, se deja espacio de sobra al espectador para que llegue por si mismo a sus propias conclusiones sin pretender adoctrinar o conducirle por una determinada línea de razonamiento.
Con una puesta en escena austera y sumamente efectiva, con un reparto magnífico en el que destaca con luz propia el sobrecogedor trabajo desde la sobriedad más absoluta de un magnífico David Strathairn (capaz de transmitir innumerables cosas con un a veces casi imperceptible cambio de su expresión facial o con esos estruendosos silencios de breves segundos que Clooney, con enorme inteligencia y sabiduría tanto cinematográfica como del oficio de la interpretación, deja transcurrir sosteniendo un plano fijo tras los apasionantes discursos de Murrow) pero también del propio Clooney, Robert Downey Jr., Patricia Clarksson – que hermosa es y que sencillamente contada está esa historia de amor de la pareja – Frank Langella o Ray Wise (clave su papel para entender algunas de las debilidades de Murrow y hacerle más humano a nuestros ojos), Buenas Noches y Buena Suerte es una película apasionante y compleja que entronca directamente con la mejor tradición de ese cine liberal americano con ambiciones de ofrecer una punzante reflexión sobre algunos aspectos que no deberían estar sujetos a interpretaciones subjetivas por su propio e incuestionable valor ético o moral. Así, uno tiene siempre la sensación de que Murrow y su equipo se enfrentan a McCarthy no porque ideológicamente se encuentren en bandos opuestos o en defensa de un trasnochado progresismo, sino porque éste ha ido demasiado lejos en su afán de proteger a su país, traicionando y retorciendo hasta más allá del límite de lo admisible sus principios más básicos
[4]. No cuesta trabajo imaginar que Murrow, con su insobornable actitud, hubiera perseguido con igual saña cualquier otra vulneración de dichos principios que viniera desde otro lado político, si bien la película tampoco oculta que éste sabía, a diferencia de su rival, como utilizar a su favor el enorme poder mediático que su posición de privilegio le otorgaba.
Parece evidente la vocación del George Clooney cineasta de ofrecer en sus obras un claro mensaje que transmita sus inquietudes políticas e incluso éticas y es igualmente evidente que su película, evocadora de unas figuras – a Murrow hay que sumar el trabajo de todo su equipo: esta es una película donde se ve como en pocas la capacidad de un grupo de personas comprometidos con un objetivo para trabajar en equipo – que sin duda tienen en su mente la consideración de míticas, de referencias inamovibles, faros que deberían guiar a los periodistas de hoy en día en su cometido, traza unos claros paralelismos con el presente, con lo que su mensaje político goza hoy en día de una vigencia inapelable en estos tiempos oscuros en los que parece que los ciclos de la Historia nos vuelven a colocar en situaciones sino iguales, sí muy parecidas a las descritas por esta admirable película. Queda la duda, eso si, de saber si el mensaje esencial este nostálgico a la vez que necesario recordatorio calará en las mentes de unas generaciones que hay que temer ya han sido victimas del temido proceso de idiotización progresiva que Murrow denunciaba en su discurso. No serán pocos los que, acostumbrados a un tipo de cine muy diferente, sean incapaces de valorar en su justa medida la enorme, imprescindible importancia de una película de estas características.
[1] Edward R. Murrow (1908-1965) ganó una enorme fama y credibilidad como corresponsal en Londres durante la II Guerra Mundial, siendo considerado como ‘la voz que llevó la guerra en Europa a los hogares americanos’ A comienzos de los 50 pasó a la televisión, siendo el presentador de un controvertido programa pionero, See It Now, en el que, tras un reportaje de investigación, un omnipresente Murrow ofrecía su análisis de actualidad. Hoy en día, su figura sigue siendo una de las referencias obligadas del periodismo norteamericano.
[2] Tema que ya abordaba Clooney en su primera película, Confesiones de una Mente Peligrosa, cuyo protagonista, Chuck Barris, está considerado como el inventor de la Telebasura
[3] Hay excelentes títulos que ya ha retratado de forma tan admirable como suficiente dicho periodo como La Caza De Brujas de Irwin Winkler (Guilty By Suspicion, 1991), La Tapadera de Martin Ritt (The Front, 1976), Punto de Mira de Karl Francis (One of the Hollywood Ten, 2000) o The Majestic de Frank Darabont (2001)
[4] Resulta un enorme acierto, en este aspecto, la decisión calculada de que la factura visual de la película – cortesía de una excelente fotografía de Robert Elswit - permita introducir el material de archivo del propio McCarthy en la película en lugar de utilizar a un actor que lo interprete: al igual que Murrow y su equipo hicieran en su momento en See It Now, Clooney utiliza las propias declaraciones del Senador de Wisconsin para dejar bien claro la demagogia de sus métodos y la brutalidad con la que se conducía, factores que finalmente determinaron su caída cuando fue demasiado lejos en su ambición y trató de investigar a las Fuerzas Armadas, hecho que se recoge en la película.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Deja de chorear notas a elmundo.es