La última película de Wim Wenders y Sam Shepard, Don’t Come Knocking, que ya había estado en la sección oficial a concurso en el festival de Cannes del 2005, además de llegar con no poco retraso a nuestros cines ha sufrido los caprichos de los distribuidores españoles, que al traducir su título original (algo así como No Vengas Incordiando) por Llamando a las Puertas del Cielo ha cambiado casi por completo el sentido del mismo. Si tenemos en cuenta que la anterior colaboración entre el director alemán y el guionista/actor estadounidense dio lugar hace veinte años a una obra maestra llamada Paris Texas comprenderán ustedes la lógica expectación con la que un servidor esperaba esta nueva película. Don’t Come Knocking es una historia crepuscular de amor, relaciones familiares, paternidades recién descubiertas y, sobre todo, de oportunidades perdidas que forman un díptico de lo más curioso con otra película coincidente en el tiempo dirigida por otro francotirador consagrado como Jim Jarmusch, Broken Flowers. Sin duda, el famoso actor de películas del oeste en el tramo final de su carrera interpretado por Sam Shepard en esta película y ese apático don juan al que da vida Bill Murray en Flores Rotas tendrían mucho que decirse si alguna vez se cruzaran. No deja de ser curioso que dos directores tan distintos como Jarmusch y Wenders hayan afrontado temáticas tan parecidas en sus dos últimas películas y es comprensible el desconcierto que provocara en su momento el que ambas coincidieran en Cannes.
Don’t Come Knocking es una película magnífica que ningún admirador de Paris Texas debería perderse, pues es lo más parecido a dicha obra que Wim Wenders ha realizado en su carrera, un hecho del que es directamente responsable el espléndido guión escrito por Sam Shepard – que también realiza una interpretación más que notable en el papel protagonista – un señor al que si ya de por sí uno admira y envidia profundamente por irse a dormir cada noche en compañía de Jessica Lange, aun tiene más motivos para hacerlo gracias a las historias que escribe.La peripecia de Don’t Come Knocking es la de Howard, un actor que ya ha pasado los sesenta y que en su momento fue una gran estrella gracias a sus papeles de vaquero en multitud de western.
Tras una vida llena de excesos en los que no han faltado el alcohol, las drogas y el sexo en grandes cantidades – tampoco es que le falten ahora, incluso en contra de su voluntad – y un lento declive en películas de bajo presupuesto que explotan su imagen de antaño y que no le atraen los más mínimo, Howard decide romper la baraja y huir al galope del rodaje de su último film, refugiándose en casa de su madre –una magnífica y sorprendente Eva Marie Saint- a la que no ha visto en los últimos treinta años. Allí se entera de que, muchos años atrás, una antigua amante le contó a su madre que llevaba al hijo de Howard en su interior. Así que éste, espoleado por dicho descubrimiento, inicia un viaje hacia el pasado en busca de ese hijo perdido con la esperanza de encontrar un cierto sentido a su vida, mientras una especie de detective privado contratado por la aseguradora del filme (un serio y divertido hombrecillo gris al que da vida Tim Roth) persigue a Howard para forzarle a volver al set y cumplir con su contrato.Es simplemente magnífica la forma en la que Shepard y Wenders nos embarcan en este viaje. Los encuentros de Howard con aquel amor del pasado – una estupenda Jessica Lange a la que su marido le ha regalado un papel precioso – y con un hijo que no solo no le acepta sino que le recibe con una increíble rabia en ese pueblecito perdido de Montana, más la presencia de algún otro personaje que también tiene relación con Howard –Sky, Sarah Polley, en otra de esas composiciones de mujer aparentemente frágil pero llena de fuerza que tan bien se le dan a esta menuda actriz canadiense– conforman una historia en la que los inevitables reencuentros nunca salen como se esperan: Howard y Doreen son dos viejos amantes cuya pasión se apagó hace ya muchos años, dando paso a la indolencia que produce la necesidad de seguir adelante; Earl ha vivido toda la vida sin un padre y no está dispuesto a aceptar a ese extraño que de pronto aparece en su puerta, aunque sea la pieza del puzzle que le faltaba desde hacía mucho; por su parte Sky si tiene ese interés por reconstruir la relación con Howard, pero éste ni siquiera es consciente de su existencia.Además, está la habitual fascinación de Wenders por todo lo relacionado con el imaginario americano, esa América profunda a la que a ratos parece detestar casi tanto como admira. Uno de los puntos fuertes de esta nueva propuesta de Wenders es la ajustada descripción de esa pequeña localidad en la que el tiempo, más que pasar, parece arrastrarse pesadamente y cuya memoria se vuelve una y otra vez a aquel momento en el que la magia del cine la tocó con los dedos, haciendo que sus habitantes soñaran por un tiempo con una vida distinta. De nuevo, el cine como refugio, como lente distorsionante de la realidad y de los recuerdos, otro de los elementos siempre queridos por Wenders. Pero, por encima de todo, es un placer aisistir a esa relación llena de complicidad, ingenio y madurez que crean Jessica Lange y Sam Shepard en la pantalla, una relación cuya química natural, eso tan indefinible y tan difícil de conseguir en el cine, trasciende incluso a sus personajes.Una vida crepuscular, relaciones paterno-filiales por descubrir, el deseo de cambiarlo todo antes de que sea demasiado tarde, la mirada a un pasado que, como siempre, resulta imposible de atrapar, el lento paso del tiempo en un pueblo perdido de la América profunda, el sonido de una canción conocida y a la vez lejana… Todo ello está servido con suma elegancia e inteligencia por parte de Wenders, aprovechando al máximo a un reparto en estado de gracia liderado por Sam Shepard y una colección de temas supervisados por el productor T-Bone Burnett (el mismo que se encargó en su momento de las BSO de O’Brother o Cold Mountain) que, por supuesto, no llega al nivel de inolvidable excelencia de Ry Cooder en Paris Texas, pero que resulta sumamente agradable al oído del espectador y que se ajusta como un guante a las necesidades dramáticas de la película. Merece la pena dejarse llevar por la nueva propuesta del tandem Wenders/Shepard. Estos dos viejos zorros saben bien lo que se hacen a estas alturas…
Tras una vida llena de excesos en los que no han faltado el alcohol, las drogas y el sexo en grandes cantidades – tampoco es que le falten ahora, incluso en contra de su voluntad – y un lento declive en películas de bajo presupuesto que explotan su imagen de antaño y que no le atraen los más mínimo, Howard decide romper la baraja y huir al galope del rodaje de su último film, refugiándose en casa de su madre –una magnífica y sorprendente Eva Marie Saint- a la que no ha visto en los últimos treinta años. Allí se entera de que, muchos años atrás, una antigua amante le contó a su madre que llevaba al hijo de Howard en su interior. Así que éste, espoleado por dicho descubrimiento, inicia un viaje hacia el pasado en busca de ese hijo perdido con la esperanza de encontrar un cierto sentido a su vida, mientras una especie de detective privado contratado por la aseguradora del filme (un serio y divertido hombrecillo gris al que da vida Tim Roth) persigue a Howard para forzarle a volver al set y cumplir con su contrato.Es simplemente magnífica la forma en la que Shepard y Wenders nos embarcan en este viaje. Los encuentros de Howard con aquel amor del pasado – una estupenda Jessica Lange a la que su marido le ha regalado un papel precioso – y con un hijo que no solo no le acepta sino que le recibe con una increíble rabia en ese pueblecito perdido de Montana, más la presencia de algún otro personaje que también tiene relación con Howard –Sky, Sarah Polley, en otra de esas composiciones de mujer aparentemente frágil pero llena de fuerza que tan bien se le dan a esta menuda actriz canadiense– conforman una historia en la que los inevitables reencuentros nunca salen como se esperan: Howard y Doreen son dos viejos amantes cuya pasión se apagó hace ya muchos años, dando paso a la indolencia que produce la necesidad de seguir adelante; Earl ha vivido toda la vida sin un padre y no está dispuesto a aceptar a ese extraño que de pronto aparece en su puerta, aunque sea la pieza del puzzle que le faltaba desde hacía mucho; por su parte Sky si tiene ese interés por reconstruir la relación con Howard, pero éste ni siquiera es consciente de su existencia.Además, está la habitual fascinación de Wenders por todo lo relacionado con el imaginario americano, esa América profunda a la que a ratos parece detestar casi tanto como admira. Uno de los puntos fuertes de esta nueva propuesta de Wenders es la ajustada descripción de esa pequeña localidad en la que el tiempo, más que pasar, parece arrastrarse pesadamente y cuya memoria se vuelve una y otra vez a aquel momento en el que la magia del cine la tocó con los dedos, haciendo que sus habitantes soñaran por un tiempo con una vida distinta. De nuevo, el cine como refugio, como lente distorsionante de la realidad y de los recuerdos, otro de los elementos siempre queridos por Wenders. Pero, por encima de todo, es un placer aisistir a esa relación llena de complicidad, ingenio y madurez que crean Jessica Lange y Sam Shepard en la pantalla, una relación cuya química natural, eso tan indefinible y tan difícil de conseguir en el cine, trasciende incluso a sus personajes.Una vida crepuscular, relaciones paterno-filiales por descubrir, el deseo de cambiarlo todo antes de que sea demasiado tarde, la mirada a un pasado que, como siempre, resulta imposible de atrapar, el lento paso del tiempo en un pueblo perdido de la América profunda, el sonido de una canción conocida y a la vez lejana… Todo ello está servido con suma elegancia e inteligencia por parte de Wenders, aprovechando al máximo a un reparto en estado de gracia liderado por Sam Shepard y una colección de temas supervisados por el productor T-Bone Burnett (el mismo que se encargó en su momento de las BSO de O’Brother o Cold Mountain) que, por supuesto, no llega al nivel de inolvidable excelencia de Ry Cooder en Paris Texas, pero que resulta sumamente agradable al oído del espectador y que se ajusta como un guante a las necesidades dramáticas de la película. Merece la pena dejarse llevar por la nueva propuesta del tandem Wenders/Shepard. Estos dos viejos zorros saben bien lo que se hacen a estas alturas…
2 comentarios:
yo quiero mostrar mi verguenza hacia ese actor llamado pablo rivero .- el no tiene ningun derecho a decir que el cine español es una mierda .- los borgia y alatriste son mejores que tus mierdas de peliculas.- eres cruel despota pretencioso malvado y egocentrico.- te voy a dar una leccion que nunca se te va a olvidar .- como te atreves a insultar a el cine español eres un pijazo de mierda un pesimo actor si la nche del hermano ha tenido exito es gracias a jan cornet .- no te permitire que te metas con eloy azorin ni con sergio peris mencheta ni con jan cornet ni con diego martin deberia la union de actores expulsarlo del cine español para sienpre ..- has estado muy envidioso de ,muchisima gente bien vete fuera de madrid y españa con penelope cruz y no vuelvas mas en 56 años ..-
El cine español es una auténtica mierda, subvencionada, pero una mierda.
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